Notas de autor: Ibuprofeno disfrazado de Jerza para Sabastu… como si se tratara de esconder la medicina para que un niño pequeño se mejore. Como parte del reto-intercambio de fic de época. Me demoré cuando ella tuvo el mío en tiempo récord. DD: ¡Khe vergüenza! LOL. Estás notas se escribieron hace como un mes, cuando ella estaba enferma y yo encendida. Luego ella se recuperó y yo me morí gracias a Mashima =D
Dor es una palabra rumana que describe el sentimiento cuando estás separada de la persona que amas.
Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece, es de Hiro Mashima. El Jerza es de Sabastu, yo solo ayudo con su misión secreta. :x


Para Lightblue por su cumpleaños. Sé que el gruvia es la OTP suprema de las OTP supremas y que ni siquiera entra en el top de las demás ships xD pero como el Jerza también es top, te regalo un poco de Jerzy Jerzy. El gruvia prácticamente ya está hecho y no necesito trabajar mucho en el desarrollo de la pareja, tú sabes qué será de ellos en el futuro de esta historia. Y quizás, si me da tiempo hago otra cosa gruvia (?). En fin xD que tengas buen cumpleaños, aunque lo odies. Te callas y recibe esto. :D

Sabastu. Ya te confesé por la noche que cuando escribo jerza lo hago pensando en lo que te gusta, y en esta historia hay mucho de eso (?) y no alcancé a responderte porque se me apagó el celular y mi mamá me regañó por estar despierta en la madrugada e_e pero no se trata de lovear a la OTP. Se trata de lovear a la persona que lovea a la OTP. (?)

¡Qué les guste! porque hay más notas que fic.


Dor

Capítulo I: El drama del pastel


Erza miraba con fascinación el abultado vientre de ocho meses de Mirajane, quien tarareaba feliz y contaba las semanas que le restaban para el nacimiento de su primer hijo. La pelirroja admiraba el hecho de que aunque nadie conociera el rostro o la personalidad de la pequeña criatura que venía en camino, ya estaba rodeada de amor.

No había persona que no amara y que no esperara con ansias a ese bebé, empezando por sus padres, los hermanos de la madre y terminando por las sinceras amistades que Mirajane tenía.

―Deseo poder conocerlo lo más pronto posible ―susurró con una cálida sonrisa. Acarició con cuidado el vientre de su amiga.

―O deseas conocerla lo más pronto posible ―corrigió.

Analizó unos segundos las palabras dichas por su amiga, y en efecto tenía razón, no sabían si ese bebé sería niño o niña, pero le gustaba guiarse por su intuición. ―Puede que tengas razón, pero confío en mis instintos.

Mirajane se acomodó en su asiento mientras se dedicaba a darle las últimas puntadas al bordado que con tanto amor y esmero le hacía a su futuro hijo.

―Lisanna y Elfman me han enviado una carta ―comenzó a relatar mientras atraía la atención de su amiga ―comentan que vendrán en un par de semanas más. Así estarán conmigo durante el último mes de embarazo.

Su sonrisa se ensanchó con la nueva noticia. Mirajane siempre había sido muy apegada a sus hermanos. Inclusive, Lisanna, la hermana más pequeña, vivía con ella y su esposo, pero cada año viajaba una temporada con su hermano para cambiar de aires y visitar a sus viejas amistades.

A veces, la mayor la acompañaba en su viaje. No obstante, en esa ocasión había tenido que permanecer en casa por recomendación del médico y por insistencia de su muy preocupado esposo, quien no quería que les pasara nada ni a su hijo y ni a su esposa.

―Lisanna me dice que es su deber como hermana menor es ayudarme a elegir el nombre del bebé.

―Cuando les vuelvas a escribir, le mandas mis saludos a Elfman y su señora, así como a Lisanna. Siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvieron aquí.

Mirajane mordió su labio inferior, sintiéndose un poco triste por la ausencia de sus hermanos. Ella era quien más resentía estar separada tanto tiempo de ellos, por eso se escribían tan seguido y ellos al conocerla a la perfección, más la condición en la que estaba, no tardaron mucho en informarle que más pronto de lo que se podía imaginar, estarían juntos.

Mirajane era la mayor de los tres hermanos y era lo más parecido a un ángel: con hermosos ojos azules, piel blanca y un cabello del mismo color. No obstante, además de la belleza, poseía talento e inteligencia que todo hombre de esa época, admiraba: tocaba el piano con elegancia envidiable y sin duda, la mejor característica y lo que enamoró a su esposo, era su interminable instinto materno.

Cuidaba de sus hermanos como si fueran sus hijos. Se encargaba de que no les faltara nada tras la muerte de sus padres. Aunque Elfman ya era un hombre casado, lo que menos quería era que sufrieran, por lo que exageraba en sus atenciones, sobre todo a su hermana pequeña, a la cual le hacía constantes regalos para que pudiera desarrollar sus talentos, tanto en pintura como en los instrumentos musicales.

La devoción por sus hermanos era la cualidad más admirada por su esposo Laxus. Un amigo de la familia, quien había tenido la aprobación del padre de Mirajane al instante en que pidió su mano. Ya que prácticamente lo había visto nacer y uno de sus más grandes sueños era unir su familia con las de sus viejos amigos.

El matrimonio era lo más esperado entre las familias de ambos. Y aunque el recuerdo amargo por la pérdida de sus padres siempre estaría presente, a Mirajane le hacía feliz el hecho de que pudo cumplir con uno de los sueños de su amado padre.

―Oh no, no… por favor no te sientas triste. Piensa en que el tiempo corre rápido y más pronto de lo que te imaginas, ellos estarán aquí.

Mirajane asintió y se disculpó, últimamente no podía con sus emociones y estaba volviendo locos a todos, no sabían por qué lloraba o por qué se enojaba. ―¿Te gustaría que cambiáramos del tema de conversación? ―Erza le dio la razón y pensó en qué decir ―oh sí, Juvia vino esta mañana a saludar.

Arqueó una ceja. ―¿Si? ¿Cómo se encuentran ella y Gray?

―Bien, felices como siempre ―ambas rieron ya que conocía perfectamente a ese matrimonio ―además de saludar, estuvo un tiempo aquí y me contó que la señorita Milkovich les escribió una carta. ¿La recuerdas?, ¿recuerdas a la señorita Milkovich?

―Bueno... la verdad es que no ha pasado tanto tiempo como para no poder responder a tu pregunta, Mira ―respondió tranquila, sintió a Mirajane ansiosa y agregó rápido ―la recuerdo, sí. Por supuesto que sí, su familia estuvo presente en la boda de Gray y Juvia.

La señorita Milkovich, Ultear, era el nombre de la hija única de la familia Milkovich. Ellos y los Fullbuster tuvieron negocios en el pasado y tras un giro en la vida de los primeros, cambiaron su residencia pero seguían manteniendo el contacto con sus viejos socios.

Había visto un par de veces a la susodicha, y desde la última vez que la vio, habían pasado pocos meses ―poco más de cuatro―.

―Pues pronto la recodarás mejor ―su estado de ánimo cambió tan de repente, ahora parecía entusiasmada ―escribió para decir que viene de visita por unas semanas. Alquilaron una de las casas de la calle principal para su estancia aquí.

―Oh, Gray debe estar feliz entonces… Que le encantan las visitas y más ahora que está recién casado.

Mirajane sonrió. ―Juvia también me dijo que venía con unos amigos. Ya sabes, buscan otros aires ―ironizó y Erza quiso reír ante la frase más repetida de la sociedad, pero sabía que todo era una cortina de humo porque su amiga le quería decir otra cosa.

―Si no te conociera tan bien, diría que estás tramando algo… ¿Amigos dices? Que yo recuerde la señorita Milkovich siempre viaja con la señorita Meredy. Y alguien las tiene que acompañar... ―la albina negó moviendo su cabeza. Erza se sintió confundida, esos eran los únicos amigos lejanos de Gray, que ella conocía.

La albina asintió. ―A lo que yo sé, viene con alguien más… tal vez sea un hombre soltero.

―Mira…

―La intuición femenina me dice algo… ―agregó presurosamente. Su sonrisa era tan tranquila que podía calmar a cualquier niño pequeño y mortificar a cualquier adulto.

―Mira…

―¡Oh, querida! ¡No debes enojarte con una mujer embarazada! ―se quejó ―no tengo mucho que hacer, últimamente leo tantos libros que ya hasta me gusta hacer historias de amor con mis amigas y los desconocidos que vienen de visita.

―Eso siempre lo has hecho.

―Bueno, no me hagas caso y ya.


Cuando el carruaje detuvo su marcha no hizo más que soltar un prolongado suspiro, estaba agotado de andar paseando en carruaje. La travesía hasta Magnolia, le pareció eterna ya que el viaje se volvió lento por las continuas paradas que las damas, con las que viajaba, querían hacer para maravillarse con el paisaje. Habían llegado tarde y descansaron toda la noche, y muy temprano estaban de pie para visitar a sus conocidos.

Él bajó y antes de saludar al matrimonio, ayudó a las mujeres que viajaban con él a salir del carruaje. La primera fue la señorita Milkovich, quien agradeció con una sonrisa la ayuda, ella no se esperó y caminó hacia sus amigos.

La señorita Meredy, apenas asomaba la cabeza, cuando escuchó los halagos provenientes de la recién llegada hacia la señora de la casa, la señora Fullbuster.

―¡Oh, querida Juvia luces radiante! ―apretó sus manos en un ferviente saludo.

Cuando él y la señorita Meredy se acercaron, hubo una educada reverencia como saludo de bienvenida.

―Sean bienvenidos.

―¡Mira Meredy, cuánto has crecido! ―la señora Fullbuster se había soltado el brazo de su marido para acercarse a la joven señorita de cabellos rosas, admirando su crecimiento ―¡te has vuelto más bonita! ―sonrió con calidez provocando un ligero sonrojo en las mejillas de la aludida.

La señorita Meredy era la más joven de las presentes, no rebasaba los diecisiete años. Desde muy pequeña había recibido la protección de la familia Milkovich, al quedar huérfana y al ser educada en una escuela del pueblo donde vivían.

Era una joven tímida que podía ganarse la simpatía de todos muy fácilmente. A muchos les daba ternura su origen, y quizás esa era la principal razón por la que todos la querían. Agradeció con timidez, sonrojándose y con un tono de voz apenas perceptible.

―¿Y cómo estuvo el viaje? ―Gray hizo una leve inclinación a modo de saludo al señor Fernandes.

Lucía distinto a la última vez que lo había visto. Pocas veces el señor Fullbuster cambiaba su expresión o sonreía. Él era serio, con un aura fría, distante y bien marcada para aislarse del resto. Podía parecer orgulloso y alguien arrogante, pero los que en verdad lo conocían, sabían que era una persona bastante amable. Ahora, después de casado, salía más a relucir esa virtud gracias a su esposa. La siempre alegre señora Fullbuster, tan cálida, cariñosa y paciente. Sorpresivamente, ella cada vez que la miraba se mostraba más y más feliz, sin duda contagiaba a todos.

―Largo y agotador ―respondió ―pero hemos llegado y descansamos lo suficiente, que es lo bueno. Agradezco mucho esta cálida bienvenida, me hacen sentir que estoy en casa.

―No tiene nada que agradecer señor Fernandes ―con alegría le restó importancia a la gratitud del caballero que estaba frente a ella, mientras volvía a abrazar el brazo de su marido.

El señor Fernandes era hijo de los mejores amigos de la familia Milkovich. Su madre había fallecido al momento de dar a luz. Era hijo único y su padre no se había vuelto a casar tras haber perdido a su amada esposa. Pese a la ausencia de su madre, consideraba que había tenido una buena infancia, no le había faltado nada y lo habían criado bajo sabias enseñanzas.

Por desgracia, su padre había muerto hacía poco más de dos años. Siendo el último miembro de su familia y heredando los negocios familiares. Desde su pérdida se había refugiado en el trabajo y hacía constantes viajes para encargarse de todo. Era tan responsable, que no había podido acudir a la boda de los Fullbuster por estar trabajado.

Y, la única razón por la que estaba ahí era que, no podía con la vergüenza de haberles fallado a sus amigos en un día tan especial. Y pese a haberse encontrando unos meses atrás, él sentía que les seguía debiendo algo.

―Pero bueno, ¿Por qué no pasan para que tomemos algo y nos pongamos al día? ―las dos mujeres asintieron.

―No es que quiera ser descortés ante tan maravilloso recibimiento ―su voz atrajo la atención de todos ―pero me gustaría estirar las piernas un momento, si no es demasiada ofensa, claro, pero me encantaría dar una vuelta por los alrededores ya que tengo bastante tiempo sin visitar Magnolia ―confesó y solo hasta el final de su petición, se sonrojó un poco.

No quería sonar como un malagradecido, pero en verdad necesitaba caminar. Rogaba no haber sido impertinente y grosero con la familia que los recibía de tan buena manera.

―¿No es problema señora Fullbuster?

Una sonrisa de dibujó en los labios de la comprensiva mujer. La conocía poco pero tenía la certeza de que era muy amable. ―Para nada, Juvia entiende a la perfección ―respondió amable ―además, a veces el impulso por conocer o volver a recorrer lugares conocidos, es mayor.

―Bueno, en ese caso yo acompañaré al señor Fernandes ―el señor Fullbuster rozó la mano de su esposa con delicadeza, lo había dicho más para ella que para los invitados, y ella le sonrió orgullosa por su amabilidad.

Un momento después, se habían despedido de las damas para emprender su caminata, solo se habían alejado unos cuantos metros cuando, una voz les detuvo.

―Oh, Gray ―Ultear levantó la mano para hacerlo voltear una vez que los dos hombres empezaban a alejarse ―tu papá te mandó un recado conmigo ―con cuidado se acercó al confundido hombre y le susurró algo con discreción ―: sus palabras exactas fueron: '¿Para cuándo mis nietos?'

El susodicho se quedó sin habla y sus mejillas comenzaron a arder. Era incapaz de responder a ese atrevimiento (que bien sabía, solo a su padre se le ocurriría decirlo y a Ultear repetirlo).

―¡Vayan con cuidado! ―exclamó al volver con la señorita Meredy y Juvia, quienes ya se habían despedido con la mano y la esperaban para entrar a la casa.

~O~

El señor Fernandes admiraba el paisaje, había pasado bastante tiempo desde la última vez que visitó el pueblo de Magnolia. Ciertamente, no estaba muy distinto a lo que recordaba y eso era lo que más le maravillaba, era un hombre al que no le gustaban mucho los cambios y le era bastante fiel a las costumbres y a la monotonía de la vida.

Sus días se resumían en trabajo y más trabajo. Era un solitario hombre, que de vez en cuando se veía arrastrado a los eventos sociales de las únicas personas que quería y que le quedaban en el mundo.

―Este lugar sigue igual de hermoso, ya veo por qué decidieron vivir aquí.

Tarareó de acuerdo, pero no dijo nada. Realmente no sabía de qué temas tratar con él, no quería abrumarlo con sus negocios, ya que se estaba tomando un respiro de todos ellos y no consideraba apropiado cuestionar sobre aspectos más íntimos. Por lo que prefirió señalar lugares comúnmente visitados en esa ciudad.

Fijó su vista en el nuevo lugar que le señalaban, era un campo rodeado de diferentes carpas. Supuso que era una especie de mercado. En él, se distinguían muchas personas, tanto hombres como mujeres, y niños.

No podía precisar qué le atraía del lugar, porque era totalmente de cuento de hadas el hecho de que su vista se quedara sujeta a una parte especial dentro de aquel habitual alboroto de una ciudad (y en aquel concurrido lugar).

Él era un hombre amante de todos los placeres cotidianos, bien podía ver algo diferente en las actividades diarias de las personas que trabajaban y desempeñaban su labor en un mercado: panaderos, floristas, costureras. O de los criados que pasaban por ahí, por petición de sus patrones para las compras del hogar. Pero más allá de esa normalidad, había algo rimbombante y totalmente nuevo para él. Se sentía como un explorador en unas nuevas tierras.

Bien podía asegurar que todo perdía el color para centrarse en una sola zona. Un brillante rayo escarlata en medio de toda esa calle, cerca de una fuente de agua, sosteniendo un cesto y en sus manos, sonriéndole a dos niños pequeños. Vio con gran detalle los movimientos lentos de aquella mujer, quien se inclinaba para revolver los cabellos del niño y después se inclinaba para levantar un pequeño costal y ponerlo sobre la cesta que cargaba en sus manos. Le impresionó al grado de que un ligero rubor cubriera sus mejillas.

Era algo novedoso dentro de la ciudad, más allá de que se trataba de una mujer bonita, que no conocía y que por una extraña razón le robaba la atención a todo su alrededor, que todos parecían rendirle honor y hacerla ver más bella dentro de ese día, en apariencia, normal. Su cabello era lo que más le llamaba la atención, era llamativa y fácil de detener el mundo con tan solo un movimiento que hiciera. O al menos con él había funcionado bastante bien. Le tenía intrigado en bastantes aspectos: apariencia y presencia.

Ni siquiera se había dado cuenta de que había caminado más lento para congelar su bella imagen dentro de su mente. ¿Cuándo pensó que pasaría por eso? La respuesta era nunca, Jellal era alguien sencillo y era alguien quien no buscaba los cambios. Había luchado tanto para establecer su vida para que ésta se tambaleara a la primera... como pasaba en esos momentos. Ahora pensaba en otras cosas, armaba teorías y su mundo "tranquilo", agarraba un ritmo bastante diferente.

Él conocía mujeres hermosas, pero ninguna se le acercaba a la que tenía dentro de su visión periférica.

―¿Pasó algo?

Tuvo que menear la cabeza para despabilarse. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Perdía la concentración? ¿El hilo de todo? Por segundos dudó donde tenía los puestos los pies…

―Nada, solo me maravillo con las cosas buenas que ofrece Magnolia ―esbozó una sonrisa, vaya ya hasta hacía cumplidos ―es fácil encontrar belleza en estas calles.

Gray frunció el entrecejo, no sabiendo bien a qué se refería. ―¿Vio algo que le robó su atención? ―sabía que el señor Fernandes viajaba seguido y que había conocido lugares hermosos, por lo que le daba curiosidad saber qué era lo que le atraía de la bonita ciudad de Magnolia.

―La estructura ―dijo, desvió un poco su mirada para llegar a la fuente, para volverla a ver y reafirmar todas las palabras que podía recitar en honor a aquella dama, pero para su infortunio, ella ya no estaba ahí ―y bueno, su gente me parece muy amable. Solo eso ―resopló decepcionado.

Asintió. ―Deberíamos darnos prisa en terminar el paseo ―Gray hizo por retomar el camino ―mi señora preparó una cena de bienvenida y no hay que hacerla esperar.

―Tiene usted razón ―contestó al dar un paso.

Se sintió estúpido de perder la noción del tiempo y la realidad, ¿Qué había estado haciendo el pasado minuto?, ¿Tan sumido se quedó ante la imagen? Ya ni siquiera sabía por qué estaba ahí. Intercaló la mirada hacia la fuente y cuando trató de buscar a la pelirroja, fue en vano porque ella ya no estaba en ese lugar.

Pensó en que era una alucinación. Una pasada por el cansancio o de plano, era un ángel que venía por él.

Mientras caminaba se cuestionaba internamente si volvería a ver a aquella misteriosa mujer...

Tal vez todo se trataba de una espontánea atracción que pronto desaparecería.


Ni en sus mejores pensamientos se había imaginado tener la oportunidad de ver a la mujer misteriosa del mercado tan rápido. No, no era eso… era más que jamás imaginó que la volvería a ver. Hasta era más fácil pensar que todo había sido una alucinación ocasionada por el viaje tan largo, pero ahora tenía la total certeza de que era una verdad absoluta.

Es que, cuando la empleada doméstica dejó pasar a los invitados del matrimonio Fullbuster, apreció a tres personas pasar por la puerta: un alto hombre rubio y dos mujeres. Una de cabello blanco y otra pelirroja.

Tenía los ojos bien abiertos y apenas pudo llevar acabo todos los modeles que le había enseñado su padre para presentarse y recibir educadamente a los invitados.

―Buenas noches ―saludó con cortesía el hombre de cabello rubio.

El señor Fernandes se dedicó a ver a los invitados: la mujer de cabello blanco sonrió a todos los presentes, observó su vientre y la forma en que se aferraba con firmeza del brazo del hombre rubio, supuso que eran el matrimonio del que habían estado hablando, y su mirada se desvió al lado contrario; recorrió el rostro de los invitados con su mirada, para descubrir que la pelirroja de medio día, ese color de cabello era único e imposible de reconocer, estaba ahí.

Cuando le contaron sobre los invitados, le hablaron sobre amigos íntimos y un matrimonio. Por lo que pensó que solo serían dos personas. Pero grato fue saber que no era así.

Las señoritas Ultear y Meredy, se habían presentado y saludado con los recién llegados. Había puesto demasiada atención, agudizó su oído, para escuchar sus nombres, sobre todo el de aquella mujer.

Los invitados eran el matrimonio Dreyar ―Laxus y su esposa Mirajane― y la señorita Erza Scarlet. Los nombres podían ser bastante acertados. Hasta eso era perfecto en ella.

―Él es el señor Fernandes ―por fortuna, reaccionó rápido y pudo hacer una reverencia hacia las mujeres que tenía enfrente.

~O~

La velada transcurría amena y de una forma bastante natural como si todos los invitados, se conocieran de toda la vida. Todos estaban reunidos en la sala, pero se habían formado dos grupos para hablar sobre diversos temas, mientras que de un lado los caballeros se dedicaban a hablar de política y los negocios de sus fincas, las damas compartían su propia discusión sobre poesía.

―¿Alfred Tennyson? ―la señorita Milkovich había lanzado la cuestión y rápidamente, había tenido como respuesta un asentimiento ―oh, señorita Scarlet, le contaré que en esta habitación, usted no es la única gran admiradora del autor.

La pelirroja parpadeó con curiosidad, todos conocían mínimo una obra de Alfred Tennyson, por lo que encontraba sumamente particular la exclamación de asombro que hacia segundos atrás, la señorita Milkovich había otorgado.

―Bueno, Alfred Tennyson fue un representante poético que le dio fuerza a su época. Creo que todos los presentes al menos han leído uno de sus poemas.

Afirmó moviendo la cabeza. ―Le doy toda la razón, señorita Scarlet ―sonrió ―pero yo me refiero a que… ―calló de repente ―mejor se lo muestro, no habrá palabra alguna que le haga justicia a lo que trato de decirle.

Todas las mujeres reunidas acompañaron con la mirada los movimientos de la señorita Milkovich; desde cómo se levantaba del lugar donde estaba sentada hasta como daba unos pasos para acercarse a la zona donde los caballeros estaban reunidos.

―Oh, disculpen que interrumpa su conversación, pero necesito la presencia del señor Fernandes en el círculo conformado por las damas ―sonrió amable. Los hombres se habían puesto de pie cuando la dama se acercó a ellos, por lo que la señorita Milkovich solo tuvo que extender su brazo para apuntar hacia donde estaban reunidas todas las mujeres ―nos encontramos conversando sobre poesía. Un tema que puede atraer muchas opiniones distintas, ¿Puede acompañarme señor?

―Por supuesto, no puedo hacerlas esperar ―el caballero ofreció su brazo para que lo tomara y ambos caminaran hacia donde se encontraban reunidas las damas.

―Señor Fernandes, ¿podría contarnos quién es su poeta favorito y cuál su obra preferida?

―Puedo responder a lo primero, pero lo segundo es un poco complicado ―habiéndose acercado lo suficiente, ambos dejaron de caminar ―me resulta difícil elegir una sola obra de Alfred Tennyson.

―Qué curioso ―las miradas se centraron la persona que acaba de hablar ―es la segunda ocasión en esta noche que escuchamos ese comentario.

El señor Fernandes abrió los ojos con sorpresa al oír lo que la muy entusiasta señora Dreyar le comentaba.

―Al parecer la señorita Scarlet y el señor Fernandes son tan admiradores de las obras de Alfred Tennyson que comparten su opinión en que les es imposible tener una favorita, porque todas les gustan ―la señora Fullbuster se unía a la conversación para explicar el dato curioso ―Juvia y su señor comparten muchas opiniones en cuanto a poesía y literatura ―confesó sonriente y dirigiendo su mirada llena de amor hacia su marido. Era una profunda y eterna enamorada.

Carraspeó para tratar de evitar que sus mejillas se sonrojaran. ―Circumstance ―agregó, sin dar mucho detalle, aunque todos sabían lo que con una palabra quería demostrar ―"Two children in two neighbor villages playing mad pranks along the heathy leas; two strangers meeting at a festival; two lovers whispring by an orchard wall; two lives bound fast in one with goldes ease…" ―citó textualmente el poema favorito de su esposa.

―Es un buen poema, no lo discuto ―el señor Fernandes habló ―pero mi persona es incapaz de escoger uno.

―Oh, vamos… ¿no quieren compartir un fragmento de alguna de sus poesías?

Ambos parecieron meditarlo durante unos minutos.

The sailor boy ―finalmente se había decidido por uno y como era una mujer apasionado, sus ojos brillaban con entusiasmo ante poder hablar y debatir acerca de uno de sus temas favoritos: poesía. Y no cualquiera, sino de uno de los autores que más admiraba.

―"He rose at dawn and, fired with hope, shot o'er the seething harbor-bar and reach'd the ship and caught the rope, and whistled to the morning star."

La señorita Scarlet mandó su vista hacia el hombre que acaba de recitar la primera parte del poema del que ella iba a hablar. Se sentía extraño, todo mundo conocía la poesía de Tennyson, pero había algo en su pronunciación que le hacía pensar que él veía más de lo que la gente normal en aquellas palabras.

Era sorpresivo y pudo arrancarle un leve sonrojo de sus mejillas. Tuvo el valor de mandar su vista hacia él, curiosa por saber si sus pensamientos eran certeros, y en su mirada encontró algo más que pasión por las letras… ese ímpetu era algo más. Había mucha pasión y esta se desbordaba conforme hablaba.

Bien podía sentirse cohibida ante ese nuevo hombre que se cruzaba por su vida.

~O~

¿Qué sabía de la mujer pelirroja que había visto a medio día en el mercado? Hasta ese momento, su nombre: la señorita Erza Scarlet, que era íntima amiga del matrimonio Fullbuster, que le gustaba la poesía, que tenían al mismo autor como favorito y que parecía una amante empedernida de los dulces.

Luego de compartir varios versos de poemas entre todos los invitados, pasaron al comedor para dar por iniciada la cena. Una vez habiendo tomado asiento y que cada quien tuviera su plato correspondiente, iniciaron otra conversación, halagando a la señora de la casa por lo bien que pintaba la comida y lo agradable que estaba resultando la velada.

La señora Fullbuster se esforzaba en complacer y atender de la mejor manera a sus invitados. Todos le daban ese punto a su favor, ya que ella era una persona bastante amable y entregada. Nadie discutía en la buena pareja que hacía con su marido y lo afortunados que habían sido ambos en conocerse para terminar entrelazando sus vidas.

Llevaban poco tiempo de casados y se comprobaba lo felices que eran. Solos podían desearles que toda esa felicidad se multiplicara. Ambos se lo merecían luego de haber pasado por ciertas adversidades antes de su unión.

La señorita Scarlet había quedado justo enfrente de él, tomó nota mental de que había hecho pocos comentarios respecto al juego que compartían en la cena ―acertijos y adinvinazas―, porque su atención estaba puesta sobre los pastelillos que había sobre la mesa. El señor Fernandes frunció el entrecejo, preguntándose qué tenían de especiales. Se miraban deliciosos, pero no era para concentrarse totalmente en eso.

―Specto si spectas: oculis tu, non ego vero. Cerno oculis: nulli nam mihi sunt oculi. Quod si vis, sine voce loquar: nam vox tibi ―la señorita Milkovich, tras considerar que era suficiente de adivinanzas fáciles, subió el nivel de dificultad. Como toda amante de ese tipo de juegos.

Las palabras atrajeron su atención, por lo que volvió su vista hacia los demás.

―¿Griego? ―la señora Dreyar ladeó su cabeza, reflexionando las palabras que había escuchado.

"Miro si miras: tú, con tus ojos, yo, en realidad, no puedo mirar con ojos: no tengo ojos. Y, si quieres, hablaré sin voz: tú sí tienes voz." ―agregó poco después.

―Es difícil, es la mejor adivinanza de Ul ―Meredy agregó con timidez, sabía que ella, el señor Fernandes y el matrimonio Fullbuster, conocían la respuesta, por lo que la señorita Milkovich no les dejaba participar en el juego. Siempre que usaba esa adivinanza, era para que los demás, atinaran ―a veces ni siquiera pueden adivinar.

El aludido sonrió de manera condescendiente, lamentando no poder ayudar a los demás y después, volvió el rostro para observar a la señorita Scarlet, preguntándose si ella había descubierto la respuesta.

Sentía curiosidad por ver su rostro pensante ante la adivinanza, pero la pelirroja poca atención prestaba al juego; no tenía el entrecejo fruncido como la señora Dreyar y parecía más distraída… Descendió su vista hacia el plato donde estaban los postres, donde parecía estar toda la concentración de la señorita, y notó algo raro. ¿Había menos pastelillos o era su imaginación?

―¿Mirar con mis ojos? ¿Hablar con mi voz? ―la albina seguía dubitativa ante la adivinanza y su mirada vagaba por todo el comedor buscando la respuesta…

―¿Un espejo? ―la voz del señor Dreyar se sumó a la conversación. Sus conocidos no esperaban su participación porque era alguien bastante serio y los invitados, con el poco trato hacia él, se imaginaron lo mismo.

―Y lo respondieron bien. Los señores Dreyar ya tienen un punto ―la señorita Milkovich les sonrió, haciendo que la albina se sintiera feliz y orgullosa de su esposo.

―No habían dicho que esto era una competencia, nosotros ya sabíamos la respuesta ―tenía el ceño arrugado.

―Eso suena divertido, mi señor ―se sentía realizada y feliz por el buen ambiente de la mesa ―Juvia podría preparar un libro donde todos puedan escribir una adivinanza o un acertijo, luego se leerían en voz alta para que los demás traten de descifrarlo.

Los invitados aplaudieron la idea y acordaron que haría una contribución con firma para la próxima velada. La cena continuó en un cálido ambiente, el matrimonio Fullbuster recibió más alabanzas sobre la presentación y el sabor de los platillos que habían ofrecido, haciéndolos sentir orgullosos por los elogios.

Cuando llegó la hora del postre, los invitados pasaron a servirse, procurando que las damas fueran las primeras en obtener un pastelillo. El señor Fernandes, al estar en medio de dos mujeres (la señoritas Milkovich y Meredy) se encargó de servirles su porción y cuando intentó tomar el suyo, encontró un plato vacío.

―¿Pasa algo? ―la voz de la anfitriona sonó preocupada y ante el silencio, se dedicó a observar cada detalle de la mesa… cada persona en la mesa tenía un postre servido, salvo el señor Fernandes.

―No se preocupe ―su voz se quebró ante la vergüenza, lo que menos quería era ser una molestia para sus amigos que amablemente lo recibían.

Sabía que como anfitriona siempre tenía que ser atenta. Y aunque su mundo interno estaba horrorizado por la gran falla del servicio, sonrió ampliamente. ―Disculpen un segundo a Juvia ―mantuvo su sonrisa y llamó al servicio.

El señor Fullbuster, consciente de que el silencio de la mesa podía arruinar la velada planeada por su esposa, hizo lo posible por encargarse de eliminar las tensiones al hablar sobre alguna trivialidad, logrando de forma milagrosa, que tampoco era el mejor anfitrión y ni socializar era una de sus mejores cualidades, de eso se encargaba su esposa, que los invitados retomaran el flujo de conversación que había en la mesa.

Pero ahí estaba la señorita Scarlet, saboreando con discreción su postre y oyendo, porque estaban cerca de ella, las indicaciones que la señora Fullbuster daba: «tomar más pastelillos del otro cesto». Y ella conocía bien ese otro cesto e hizo lo mejor que pudo para contenerse.

A cabo de menos de un minuto, el nuevo plato de postres fue puesto sobre la mesa.

―En el nombre de mi señor y de Juvia ―el aludido prestó atención a la anfitriona ―le pedimos una gran disculpa, señor Fernandes. Juvia le confiesa que ella es quien se encarga de preparar los postres ―la anfitriona se mantenía serena y con una sonrisa en su rostro ―hornear es una de las actividades que más le gustan a Juvia y cuando lo hace, prepara muchos postres ―el invitado se enderezó, estaba incómodo por la atención ―pero esta noche hubo un error en la repartición… Juvia ruega que los disculpe y le pide, si es usted tan amable, probar uno de los postres que Juvia preparó para sus invitados.

―¡No, no se preocupen! ―levantó las manos como rendición, mostrando que él no juzgaría y ni criticaría algo. Era una persona modesta y una nimiedad que a todo mundo puede pasarlo, no arruinaría ni la noche y menos la amistad. No era tan estricto con los detalles.

―Cuando pruebe uno de los postres de Juvia, va olvidar todo señor Fernandes. Son los mejores.

Debido a la presión, que pesaba más ser descortés con la amabilidad de todos, tomó un pastelito con sus manos. ―No sabía que la señora cocinaba ―sonrió afablemente, dispuesto a eliminar tensiones.

―Solo los postres, porque a mi señor le gustan ―respondió sonriente ―y Juvia hace todo lo que puede para que su señor sea feliz.

Sonrió como respuesta y no añadió más, a sabiendas que todos esperaban que probara el pastel para que ese problema quedara en el pasado.

Y cerca de toda esa expectativa estaba la señorita Scarlet, viendo con recelo la escena… viendo sus pasteles irse con otra persona que no era ella.


Pasaron 84 años para que yo sacara el gruverza...

Anotaciones importantes.

―Nunca en mi vida había escrito un libro de época y pese a leer obras de este estilo, yo soy un amateur, si tienen alguna observación de la narrativa: si es necesario que escriba "Señor Fernandes" en vez de Jellal, márquenloooooo xD

―Sigo leyendo artículos. No soy una experta en el tema, me esforcé y si me enfrascaba en un 100%, la verdad nunca lo iba a sacar. Traté de ser realista y no meter tanto detalle… al grado de que solo tendré cinco capítulos. Bueno, espero que los demás no sean tan pesados como este, como hubo muchas introducciones a personajes pues quedó así. xDD

―Según la Wikipedia Alfred Tennyson fue el autor (poeta) más importante en la literatura victoriana y pues quise meterlo aquí XD

―El poema dicho por Gray es: Circumstance y el citado por el jerza es: The sailor boy.

―Por la época y eso, me causó conflicto el diálogo de Juvia. Yo amo su tercera persona y sus Gray-sama. :x pero para ajustarlo al fic, cambié eso por "mi señor" y hay fluctuaciones entre su forma de hablar. Me odio por eso xDDDDD

―Mucha influencia sobre las lecturas de Sabastu: Multipairing. ¿Miraxus? ¿REAAAAAALLY? xD ¿YO? Como este fic es para ella, pensé en todas las cosas que le gustan para adecuarlo más a ella y como mi OTP es el gruvia, pues lo tenía que meter y fueron de gran ayuda para unir a los principales.

―También, la parte gruvia es para lightblue. Cuando armé el fic y se lo contaba, me pidió la parte gruvia. Y dije, bueno estaría bien darle ese regalo de cumpleaños ―que es hoy―, pero luego entré en crisis, el día de ayer, porque no pude escribir lo que iba a escribir en dos días (la segunda mitad) y caí en cuenta que no era un buen regalo para ella porque no es gruvia en un 100% D=. Aunque se lo dedico y creo que esto quedará como detalle de cumple: ¡FELICIDADES! VALES MIL. XD

―Gracias por leer, agradecería los comentarios, críticas y sugerencias.

PRIMERA EDICIÓN 10/01/2018