.::.
Como está de moda la película de Como Entrenar a Tú Dragón 2, y realmente me gustó mucho la segunda parte (la recomiendo mucho), hice este fic por pura diversión, espero que les guste y dejen sus comentarios.
Gracias.
HTTYD y sus personajes son propiedad de
Paramount Pictures & DreamWorks Animations SKG
LA CALIDEZ DEL CORAZÓN
Por
LucasElric
Después de que Hipo con su astucia o ingenio llámenlo como quieran, ah y chimuelo vencieran al mítico dragón "La Muerte Roja", una nueva era en Berk comenzó y los dragones convivían con los vikingos ahora o por lo menos en Berk, la cuestión era que a tan solo unos meses de que Hipo hubiera terminado su gran aventura le llegaron rumores sobre una misteriosa isla en los confines de la tierra, los navegantes de paso le contaban que habían visto en una isla a otros dragones como el suyo y es que Hipo aún no había hallado a otro furia nocturna a parte de su amigo chimuelo, llego a pensar que él era el último de su especie, tras unos meses de estarlo pensando decidió que emprendería un viaje a esas lejanas tierras, también lo hacía por sus ganas de conocer nuevos lugares, esa idea no fue bien recibida por su padre y mucho menos por sus amigos en especial por "ella", Hipo la quería pero no sabía que era lo que "ella" sentía al respecto de él, cuando le comento a sus amigos que se iría de Berk por un tiempo ellos lo entendieron hasta cierto punto, pero Astrid quien había comenzado a sentir algo por Hipo actuó infantilmente y se mantuvo indiferente ante su partida, Hipo partió en invierno de ese mismo año junto a chimuelo, su padre Estoico solo le deseo buen viaje y que regresara pronto, casi en seguida de la partida de Hipo en más de una ocasión Astrid quiso salir en su búsqueda y en más de una ocasión sus amigos la retenían, en más de una ocasión lloro sola en las noches en su habitación cuando nadie la veía, así pasaron siete años…
Astrid en todos estos años se había hecho una rutina, se levantaba temprano desayunaba algo y enseguida se iba a los muelles junto a su dragón "tormenta", ahí se ponía a pescar algo para darle mientras escuchaba las historias de los viajeros de paso, en alguna u otra ocasión escuchaba de un dragón negro y un chico que lo montaba, después se pasaba toda la mañana entrenando artes de combate, a medio día iba a casa para ayudar a su mama con las labores y después de comer paseaba por la aldea ayudando a cualquier aldeano que le llamase, por las tardes iba a un risco que se encontraba a un par de kilómetros de la isla, el risco en si no era muy diferente a los demás, tenía forma de una torre irregular en su base superior tenia algunos árboles y césped rodeado por flores, era un lugar estupendo para un picnic o para ver la puesta de sol, Astrid iba ahí todos los días antes del ocaso, tenía la esperanza de que algún día vería por el horizonte la silueta de "él" montado en su dragón.
Era una tarde de otoño en Berk y Astrid había hecho lo de siempre, en la plazuela de la aldea se encontraba Patán junto al jefe de la aldea.
—Patán, te lo digo por última vez, no pondré una estatua en tu honor—decía ya cansado Estoico.
En eso una señora se acercó a los dos.
—Patán, disculpa— dijo la señora llamando la atención de los dos— ¿Sabes dónde está Astrid?
Estoico miro a Patán quien a su vez miro el horizonte apuntando el risco que a lo lejos se veía.
—Donde siempre está a ésta hora, en ese risco-dijo Patan señalándolo.
La señora dio un suspiro.
—Esa niña, ¿Por qué siempre va ahí? —se preguntó en voz alta la madre.
—Para esperarlo, tiene el anhelo de verlo venir por el horizonte algún día — dijo Patapez llegando con los presentes acompañado de un nuevo libro, Estoico miro el risco lejano.
—Hace ya siete años, como corre el tiempo —dijo de manera melancólica Estoico, la madre de Astrid soltó otro suspiro mirando el mismo risco.
—Sí, desde entonces siempre va ahí por lo que veo, no creí que se enamoraría de esa manera-dijo la madre.
Patapez también estaba fascinado con la actitud de Astrid, era su amiga y le sorprendía que siempre estuviera al final de cada día allí esperándolo.
—Hipo tiene suerte de que se allá fijado en el — dijo Patapez, Estoico y la madre asintieron.
—Estoico ¿Cuándo piensa volver tú hijo? —pregunto la madre.
En más de una ocasión los aldeanos le habían preguntado por el regreso de Hipo, pero Estoico siempre respondía lo mismo "regresara, cuando tenga que hacerlo".
—No lo sé, espero que pronto —dijo Estoico poniéndose melancólico.
—Bueno, cuando regrese, díganle que vaya a casa —dijo la madre caminando.
—Así lo hare señora, descuide — respondió Patapez.
Estoico dejo a Patapez junto a Patán ahí en la plazuela y se dirigió a su propia casa.
En el risco, estaba la rubia de ojos azules reclinada sobre su dragón de nombre tormenta, en su mano tenía la vieja pluma que usaba Hipo para dibujar.
—Vuelve, te estoy esperando-susurro la chica mirando como el sol se ponía en el horizonte.
Al día siguiente en Berk todo había pasado normal a excepción de que los aldeanos estaban preparando todo para la fiesta anual del pueblo, esa noche estaban arreglando todo, habían colocado adornos vikingos y de estilo de dragones en toda la aldea y en el centro habían colocado una especie de altar de fuego que encenderían esa noche y que se supone deberían mantener encendido hasta el día del festival que se llevaría a cabo.
Astrid junto a sus amigos estaban en una de las islas cercanas a Berk, estaban recolectando algunas cosas para el festival.
—Bien, pongan el entusiasmo chicos, mañana será el festival y tiene que dar todo bien —dijo el carismático herrero de una mano y un pie.
La gente reía ante sus bromas de imitación de Estoico, este último estaba en el recinto principal arreglando asuntos.
La noche había caído ya y Astrid y sus amigos estaban en camino a Berk cuando sucedió, alguien montado en un dragón iba a una velocidad increíble en la misma dirección, ellos iban tranquilamente montados en sus dragones.
—Te lo digo Patapez, si hicieras un poco más de ejercicio estarías así—se alababa Patán de los músculos en los brazos que tenía, Brutilda y Brutacio los mellizos se reían, Astrid también, pero Patapez fue el único que escucho ese característico zumbido en el aire.
—Silencio — dijo Patapez, todos lo miraron raro.
—Patapez, que suce…
—Shsss Astrid, escucho algo —dijo Patapez, los demás se callaron.
—Yo no escucho nada, más que tu estomago —dijo Patán burlándose de Patapez, pero fue callado por este otra vez.
—Silencio, en serio creo que oí algo—volvió a decir.
Pero nada pasaba.
—Patapez, que sucede —dijo Astrid acercándose a Patapez.
El chico bajo los hombros con resignación.
—Nada, creí escuchar algo—dijo Patapez.
— ¿Qué creíste escuchar? — pregunto Astrid.
En ese momento un zumbido peculiar envolvió el aire, todos los escucharon a la perfección, pero solo Patapez y Astrid sabían a que se debía ese sonido.
—Patapez, eso suena como a un…—pero Astrid no termino de hablar porque sus sospechas se confirmaron cuando en ese momento algo paso volando arriba de todos ellos, fue un destello negro que surcó los cielos acompañado de ese característico zumbido.
— ¡Furia Nocturna! —grito Patapez mientras señalaba la silueta que los había pasado a una velocidad increíble.
— ¿Qué? Por favor Patapez, solo sabemos de un furia nocturna y es el de…—pero Patán no hablo más porque Astrid grito.
— ¡Ha vuelto, Hipo ha vuelto! —grito con emoción Astrid mientras aceleraba el vuelo con tormenta dejando atrás a los demás.
— ¿Qué? ¿Hipo volvió? — se preguntó Bratacio.
— ¿Cuándo? —pregunto su hermana.
—Al parecer ahora—dijo Patapez aumentado su velocidad para tratar de alcanzar a Astrid.
Astrid voló a toda velocidad, tan rápido como su dragón podía, en su mente solo repetían estas palabras, "Por fin volvió".
Mientras en la aldea todos estaban cerca de la plazuela, estaban esperando a Estoico para que encendiera el fuego como lo marcaba la tradición.
—Vez eso amigo, al parecer aun no comienza el festival y tu preocupado por que no llegaríamos a tiempo—dijo Hipo a su dragón quien respondió con un sonido aprobatorio.
—Bueno, como es tradición en Berk, encenderemos el fuego del festival con— en ese momento Estoico que estaba hablando miro que del horizonte nocturno una silueta se acercaba a gran velocidad acompañada del zumbido mencionado y de un segundo a otro el fuego se encendió por el disparo de la criatura.
Todos voltearon a ver que había causado este acontecimiento y lo vieron ahí sobre volando cerca de ellos, la silueta de ese dragón negro, Estoico vio y no lo podía creer aun así.
—Es… ¡Hipo! —grito y en el acto se hiso un bullicio entre los presentes.
Chimuelo descendió de manera lenta en medio de todos, cuando aterrizo, Hipo bajo de chimuelo y se quitó el casco-mascara que traía puesto, su cabello seguía igual de revuelto de siempre tenía una escaza barba afeitada.
Todos lo observaban, el jinete que venía montado sobre ese Furia Nocturna ya no era el flacucho chico que habían conocido años atrás, ahora era un hombre joven con un cuerpo más formado y trabajado, no en exageración pero si lo suficiente para llamar la atención, tampoco el dragón era el mismo, estaba más grande le habían salido escamas en algunos nuevos lugares sus alas eran más largas por lo que se veía y ahora tenía un aspecto imponente digno de su nombre "Furia Nocturna" pero aun así seguía siendo el mismo amigable chimuelo.
— ¡Hipo! Mírate—dijo Estoico mientras señalaba a su hijo, este solo esbozo una sonrisa cerrada mientras se encogía de hombros, todos estaba gritando de alegría.
—Hola papa, regrese —dijo Hipo con su amable gesto el cual nunca cambio.
Estoico lo abrazo muy fuerte y casi con lágrimas.
—Lo se hijo, te tardaste — dijo mientras le daba golpes en la espalda — pero mírate eres todo un hombre ya, ven hay que celebrar.
La gente grito de emoción nuevamente, cuando Bocon su viejo amigo y herrero de Berk la vio llegar.
—Oh, Estoico, creo que tendrás que esperar—dijo Bocon.
—Pero que dices Bocon, mi hijo acaba de regresar y se ha convertido en todo un hombre y estoy seguro que tiene muchas historias por contar —dijo Estoico, pero Bocon señalaba en la dirección a su espalda.
—Te digo que tendrás que esperar, mira quien lo vino a ver — dijo señalando a sus espaldas.
Estoico que tenía aun agarrado a Hipo por el hombro, se giró junto a él para ver a quien señalaba Bocon y vio a Astrid de pie, un poco agitada por llegar rápido.
—Oh—dijo Estoico mirando a la joven y después miro a su hijo quien estaba observando a Astrid—eh, supongo que—comenzó a balbucear mientras soltaba a Hipo y daba unos pasos hacia atrás para darle espacio.
Hipo miro a su padre y después miro a Astrid quien ya había comenzado a acercársele, la chica se acercó rápidamente.
—Astrid, yo…—pero zas que recibe un golpe de Astrid en el estómago, todos se sorprendieron de ver eso.
—Eso es por irte tanto tiempo —dijo la chica con pequeños brotes de lágrimas en sus ojos— y esto —dijo tomando con sus manos el rostro de Hipo mientras lo acercaba al suyo— es por regresar— y le dio un cálido beso de bienvenida, todos comenzaron a chiflar y Astrid se avergonzó.
Algunos gritaron "Yo también debería irme unos años para recibir tus bienvenidas", otros solo reían y otros más solo desviaban la mirada.
En ese momento llegaron sus amigos quienes vieron a Hipo junto a Astrid en medio de la plazuela.
Hipo miro a Astrid quien aún lo tenía sujeto del rostro, Hipo tomo sus manos y se las bajo con delicadeza, Astrid esbozo una pequeña sonrisa cerrada, la cual Hipo respondió con un beso nuevamente, cosa que sorprendió a Astrid pero que gustosamente acepto.
—Estoy de vuelta, Astrid — dijo Hipo al separarse de los labios de la chica.
—Bienvenido — dijo Astrid alegre.
Sus amigos se les abultaron en ese momento.
—Vaya, por fin volviste Hipo — dijo Patapez emocionado.
—Sí, lo hice — dijo Hipo aun tomado de la mano de Astrid.
Patán se acercó y le dio un pequeño golpe en el hombro.
—Vaya, hiciste ejercicio enclenque — dijo de forma arrogante.
Brutacio se acercó sonriendo.
—Oigan ¿Seguirán con las manos así? — Hipo se dio cuenta de que estaba sosteniendo la mano de Astrid.
—Ah, lo siento, me deje llevar — dijo Hipo, Astrid se rio, a pesar de verlo más alto, más fornido y maduro, seguía siendo el mismo Hipo de hace siete años.
Astrid se acercó a Hipo y le dio un beso fugaz en la mejilla izquierda.
—Eres el único que tiene permiso para tomarme de la mano — dijo Astrid de manera satisfecha.
La fiesta se desato en Berk, al parecer el festival comenzaría antes, esa noche todos bebieron, cantaron, comieron un festín y disfrutaban de la compañía de todos.
En el recinto donde el festín se daba lugar todos se divertían.
—Hipo ¿Qué es eso que tienes ahí atrás? — pregunto Patapez señalando en mango cubierto que tenía Hipo en la parte de la espalda baja de forma horizontal.
Hipo tomo la empuñadura y oprimió un botón, del cual salió una hoja de acero.
—Es mi espada — dijo con satisfacción.
Todos empezaron a observar la peculiar arma de Hipo, Astrid estaba un poco confusa, Hipo era de las personas que no tomaban armas, prefería solucionar las cosas hablando, por que llevaría ahora una espada.
—Increíble, se ve fuerte, y que es eso que la cubre —pregunto Patapez.
Hipo oprimió otro botón de la empuñadura y de repente la espada se envolvió en un fuego azul.
—Está impregnada de saliva de chimuelo, con esta espada encendida se podría atravesar la dura escama de un dragón —dijo Hipo, Astrid noto que esas palabras Hipo las decía de manera seria.
Estoico se interesó en la espada de su hijo, no la quería para matar dragones, esos días habían acabado, pero le interesaba el arma en sí.
—Dime Hipo, para que quieres una espada mata dragones, si tú puedes entrenar a todos los dragones —dijo Estoico y los demás vitorearon.
Hipo apago la espada y guardo la hoja.
—No todos los dragones pueden ser entrenados—dijo Hipo con cierto grado de decepción mientras guardaba la empuñadura en su lugar.
Astrid noto que Hipo había tenido alguna clase de experiencia por lo que dijo.
Eran cerca de las tres de la mañana cuando la madre de Astrid le dijo que se fueran ya.
—Hija, es hora de ir a casa—dijo la señora mientras se levantaba de una de las mesas, Astrid que estaba con todos sus amigos se quejó con el rostro.
— ¿Ahora? —dijo suplicante la chica, la madre asintió.
—Lo veras mañana—dijo la madre otra vez.
Astrid miro a la mesa central donde Estoico tenía a Hipo sentado alrededor de los ancianos y adultos de la aldea, Hipo percibió una mirada en él y rápidamente busco con la mirada a Astrid y la encontró, con el simple contacto de los ojos se dijeron hasta mañana.
Esas horas antes del amanecer Astrid no había podido dormir bien, su insomnio era causado por la emoción de que llegara rápido la mañana para poder pasar más tiempo con el chico que le gustaba.
Por otra parte Hipo se había retirado a eso de las cuatro de la madrugada del recinto, no tenía ganas de dormir, más bien él no dormía mucho desde hacía un tiempo, siempre estaba en alerta permanente junto a chimuelo desde ese fatídico día; decidió volar un poco sobre la isla al final acabo llegando al risco donde Astrid normalmente iba en la tardes, ahí estaba esperando el amanecer.
Chimuelo estaba recostado sobre el césped observando el cielo como si estuviera esperando que "alguien lo atacara", Hipo por su parte estaba sentado en el suelo con su espalda puesta sobre su dragón mirando el horizonte con una expresión seria y fría.
—No te dejare destruir Berk — fue lo que susurro Hipo.
La mañana llego a Berk y todo estaba muy animado aun para ser temprano, en el recinto ya habían limpiado el desorden y habían puesto comida para que los que quisieran desayunar ahí lo hicieran, en una casa se encontraba una rubia que acaba de despertar de su sueño, se encontraba dándose una ducha, al salir envuelta en una toalla, se vistió con su típica ropa, se colocó algo de perfume, estaba nerviosa por ver de nuevo a Hipo, salió rápidamente de su casa, su madre le grito al salir.
—Astrid, aún es muy temprano —dijo la madre desde una de las ventanas.
La chica se giró en el aire ya montada en su dragón.
—Lo se mama, pero no puedo esperar más — fue lo que dijo Astrid con una sonrisa en sus labios.
La madre no tuvo remedio más que dejarla ir.
Astrid llego rápidamente volando a la plazuela de la aldea, sabía que Hipo no estaría en su casa, debería estar en el recinto.
Entro rápidamente en el recinto, al entrar solo había algunas personas pero por ningún lado Hipo, salió de ahí y tuvo un presentimiento, monto a tormenta y se dirigió a su lugar usual donde ella iba en las tardes.
Llego volando lo más rápido y lo vio, chimuelo estaba descansando en el risco y pudo verlo sentado a los pies de chimuelo mirando el horizonte, bajo de manera lenta en el risco.
Bajo de tormenta y camino hacia él, lo vio con los ojos cerrados como si meditara, se acercó sin hacer ruido y se sentó a su lado, reclino su cabeza sobre su hombro.
Hipo había escuchado el aleteo de tormenta mucho antes de que aterrizara, también escucho los pasos sigilosos de Astrid, su aroma le gustaba era algo dulce, cuando abrió los ojos la vio directamente, ella lo miraba con dulzura.
—Hola — fue lo que dijo Astrid antes de darle un beso en la mejilla derecha a Hipo.
—Buenos días Astrid — dijo Hipo mientras la rodeaba con su brazo derecho y la apretaba hacia él.
Astrid se sonrojo levemente, le gusto sentir lo cálido que era Hipo y lo amable que era su tacto; en ese momento el estómago de Hipo rugió al mismo tiempo que el de chimuelo, Astrid se comenzó a reír.
—Hahaha, creo que debemos ir a desayunar Hipo — dijo Astrid mientras se levantaba.
Hipo se avergonzó un poco y se puso de pie.
—Eso parece, vamos amigo —le dijo Hipo a chimuelo quien asintió.
Ambos montaron sus dragones y se dirigieron a Berk, al llegar ahí fueron al recinto el cual ya estaba un poco habitado, al entrar los presentes comenzaron a chiflar.
—Ya llego la feliz pareja.
—Cuando es la boda.
—Miren a los tortolitos.
Toda clase de comentarios como ese se escuchó, Astrid se puso completamente roja ante los comentarios, Hipo por su parte se sentía apenado por todo ello, caminaron hacia la mesa donde estaban sus amigos.
—Vaya, tan temprano y ya lo sigues Astrid —dijo Patán tratando de molestarla, pero Brutilda le dio un golpe.
—Déjala torpe.
Comenzaron a desayunar, Hipo estaba sentado junto a Astrid, frente a ellos estaban los gemelos y Patán, el único que faltaba era Patapez, pero de momento a otro llego.
—Hipo, que bueno que te veo—dijo Patapez sentándose a lado de Patán.
Patapez saco de su bolsa un libro el cual comenzó a hojear.
—Hipo, todos estos dragones son increíbles —dijo Patapez emocionado.
Hipo le había dado la noche anterior un libro donde había registrado a todos los dragones nuevos que había visto.
—Oh, tantas clases nuevas de dragones hay allá afuera—dijo Patán mirando el libro—Pero ninguno tiene nombre—dijo mientras seguía hojeando el libro, Astrid se acercó a Patapez para ver también los dragones.
—Sí, hay muchos—dijo Patapez—pero Hipo no le pusiste nombre a ni uno.
Hipo termino su comida.
—Lo dejo a tu criterio Patapez-dijo Hipo antes de dar un sorbo a su jugo.
En ese momento Patán le pregunto.
—Esperen, solo este dragón tiene nombre ¿Por qué? —quiso saber, Bratacio se acercó para ver el dibujo del dragón, y ese dragón se veía imponente.
—Que significa Heraldo—dijo Patán, Astrid miro el nombre del dragón.
—"Heraldo de la Muerte", heraldo es mensajero—dijo Astrid.
Patapez asintió.
—Mensajero de la Muerte, porque le pusiste así Hipo—dijo Patapez, en ese momento Patán leyó algo.
—Este es el único que tiene una advertencia Hipo, dice "su sed de sangre y muerte impide poder razonar con él, de ser posible evita enfrentarlo y huye…o morirás", oye Hipo porque le—pero Hipo ya no estaba ahí, se había levantado de la mesa al oír el nombre de ese dragón.
Astrid vio que estaba en las puertas del recinto, fue cuando recordó lo que dijo anoche Hipo, "…con esta espada podría ser capaz de matar un dragón…", "…no todos los dragones pueden ser entrenados…"
—Acaso a esto se refería—susurro Astrid, dejo ahí a sus amigos y fue a buscar a Hipo, al salir del recinto solo pudo ver a Hipo que se elevaba con chimuelo.
Lo siguió con tormenta pero no quiso ir volando sino fueron corriendo.
Hipo llego a un estanque en medio del bosque, era el lugar donde había encontrado a chimuelo la primera vez, se quitó la camisa y decidió entrar en el agua, necesitaba refrescar su mente, estaba recordando en ese momento ese fatídico día cuando vio como ese dragón destruyo una aldea por sí solo.
Astrid no tardó en llegar al estanque donde estaba Hipo lo vio ahí se acercó, al principio se estaba poniendo nerviosa ya que noto que Hipo estaba sumergido en al agua, pero cuando Hipo salió a la superficie vio algo que no pensaría ver, Hipo le había dado la espalda a Astrid y ella había visto la quemadura que tenía Hipo en su espalda y parte de su hombro, Astrid se llevó la mano a la boca, no podía creer que Hipo estuviera lastimado así.
—Hipo, que te sucedió-fue lo que dijo Astrid, Hipo al escuchar la voz de Astrid se giró y fue peor porque Astrid vio que también tenía una cicatriz en forma de un arañazo en su torso.
Hipo vio a Astrid y ya no tenía caso ocultar nada, camino fuera del estanque hacia Astrid, quien con miedo y lágrimas se le acerco y toco su torso herido.
— ¿Cómo, fue qué? —Hipo el abrazo tratando de calmarla.
—Tranquila, fue solo un mal día—dijo Hipo tratando de calmarla, pero Astrid tenía miedo.
Astrid abrazo a Hipo.
—Te estas mojando Astrid—dijo Hipo mientras Astrid lo abrazaba más.
—No me importa, yo, no quiero soltarte—dijo Astrid, Hipo la abrazo y le dio un pequeño beso en la coronilla.
—Eres testaruda sabias-dijo Hipo levantando el mentón de Astrid, ella lo miro con tristeza subió sus manos a su cuello y lo comenzó a besar.
Hipo respondió a los besos de Astrid, sin importar lo que viniera en el futuro ella estaría allí para él.
