(Disclaimer: ni Fox McCloud ni ninguno de los personajes pertenecientes a la serie Starfox me pertenecen)

(Spoilers: esta historia enlaza con un posible final del argumento del videojuego Starfox: Command, así que si tenéis intención de jugarlo, mejor será que no sigáis leyendo)

Capítulo 1: A Lone Fox

Fox había puesto el piloto automático de su Arwing en dirección a Macbeth por ninguna razón en particular. Necesitaba pensar. Necesitaba estar solo. Necesitaba tiempo. Y ese viaje se lo concedería. Hacía mucho tiempo que no tenía menos ganas de estar con alguien.

El Arwing se desplazaba suavemente por la negrura del espacio, moteada de incontables estrellas abrumadoramente eclipsadas por solar, la Estrella de Lylat: Corneria, Katina, Aquas, Fichina, Fortuna, Zoness, Macbeth, Titania, Sauria... cada uno de esos planetas, su sola mención, desataba en la mente de Fox un torrente de dolorosos recuerdos. La muerte de su padre, James, a manos de Andross y su lucha en las Guerras Lylat para impedir que la galaxia cayera en manos del científico megalómano. La Crisis de Sauria, en la que había conocido a Krystal y se había enamorado perdidamente de ella. Las Guerras Aparoides al lado de su equipo Star Fox. Sus rivales, el equipo Star Wolf, y los continuos duelos que entablaban. Y aún demasiado reciente coomo para olvidarlo, cómo le había pedido a Krystal que abandonara el equipo y sus lágrimas mientras se alejaba...

La ira creció en Fox, invadiendo cada célula de su cuerpo y cada rincón de su espíritu, y el joven golpeó el cristal de la cabina con rabia, a riesgo de romperlo, despresurizar la nave y acabar muerto. Pero Slippy había hecho bien su trabajo y el cristal aguantó imperturbable. Fox reparó poco o nada en el detalle: -¡lo hice para protegerla, maldita sea! -gritó, golpeando el tablero de mandos- ¡Lo hice para que no corriera peligro! ¡¿Por qué? ¡¿Por qué ninguno lo entiende? ¡Lo hice...! Lo hice... por ella...-

Las lágrimas corrieron por el rostro del joven, incapaz de impedir que otro doloroso torrente de recuerdos destrozara aún más su mente y su espíritu: Slippy, felizmente casado con Amanda y viviendo en Aquas; Peppy, que había sido mantenido como General en Corneria; Falco, que junto a su amiga Katt habían decidido dedicarse al mundo de las carreras para ganar fama y riqueza; y Wolf -y el equipo Star Wolf- que se lo habían arrebatado todo, disfrutando de su gloria, de su recompensa... y Krystal entre ellos, con Panther, olvidándose de Fox, de Star Fox, y del sacrificio que había hecho por ella.

Fox se recostó en la cabina del Arwing, las manos cubriendo sus ojos llenos de lágrimas. ¿Por qué ninguno de sus amigos había estado allí para ayudarle? ¿Por qué habían permitido que Fox se consumiera en su dolor? Él, Fox McCloud, el Héroe de Lylat, el mejor piloto estelar de la galaxia, nunca había permitido que sus galardones le impidieran ayudar a quien lo necesitase, especialmente a sus compañeros. Pero en cambio ellos parecían haberse olvidado de él. Tan consumido estaba el joven McCloud en su rabia, su dolor y su angustia, que había llegado a renunciar al legado de su padre: el equipo Star Fox estaba acabado, la Great Fox y Rob permanecían en Corneria, habiendo retenido para sí únicamente su fiel Arwing, con el cual había salvado tres veces la galaxia. Solo las manipulaciones de Krystal y Star Wolf le habían impedido una cuarta ocasión. ¿La gloria? Le importaba bien poco, pero el peso de la traición había sido demasiado incluso para él, para Fox McCloud, que se creía lo bastante curtido en la vida como para que no le afectaran tales vueltas de la vida.

Obviamente, se equivocaba.

¿Qué haría a partir de entonces? Fox no lo sabía. Tampoco le importaba. En realidad, no tenía interés, ni sentido intentar nada. Sus heridas eran tan profundas como sangrantes, y no tenía a nadie que le ayudara a cerrarlas. Recorría Lylat en un intento de olvidar su pasado, de enterrarlo, y tratar de empezar una nueva vida, lejos de todo y de todos. En un instante, nuevas lágrimas bañaron sus ojos e inconscientemente cerró las zarpas sobre sus brazos, desgarrando sus propias carnes. Pero el dolor de su cuerpo no era nada comparado con el dolor de su corazón: lo habían abandonado, estaba solo para el resto de su vida, obligado a cargar con unos recuerdos que no conseguiría olvidar. Con unos sentimientos que no lograría enterrar. Con un dolor que nunca podría curar.

La voz monocorde del piloto automático resonó por toda la cabina: -Atención, aproximación inminente de la nave a la órbita de Macbeth. Confirmar inicialización de protocolos de aterrizaje-

Fox se sobresaltó a oír el piloto automático. No, bien pensado, había subestimado su propio estado: el Sector X no estaba tan lejos de Macbeth. Esperaba que el viaje se hiciera largo, pero aún viajando a velocidad mínima había llegado más rápido de lo esperado. Volvió a recostarse en el asiento, preguntándose que hacer a continuación, ya que no tenía el más mínimo deseo de descender al planeta. Necesitaba estar solo, pero sabía que pronto necesitaría provisiones y combustible... sin embargo, puestos a elegir, prefería pasar hambre antes que tener que bajar a la civilización a rodearse de admiradores de Star Wolf -cuyas imágenes no dejaban de aparecer en la Holorred de Lylat- y volver en un estado de ánimo aún peor, si cabe. La mera idea lo ponía enfermo. No. No.

Debía escoger otro destino, aún no estaba preparado para regresar. Quizá nunca lo estaría.

Temporalmente calmado por tener algo que hacer entre anos, Fox tecleó en la pantalla holográfica de abordo para acceder a las posibles rutas de combinación desde Macbeth. El ordenador de abordo le mostró solamente cuatro posibilidades: la primera, Titania, era prácticamente como dar marcha atrás, porque inevitablemente acabaría de nuevo en el Sector X; la segunda, Zoness, lo llevaba cerca de la ruta de Aquas, y la sola mención del planeta le recordó a Slippy y a su boda. Descartado; la tercera le llevaría a Solar, a donde solo se acudía en caso de emergencia... o de suicidio. A punto estaba de confirmar esta ruta cuando se fijo en la cuarta y última, Venom.

El nombre evocó una serie de recuerdos en Fox, distinta a todo lo anterior: Venom, situado en el extremo oriental de la galaxia. Venom, el planeta más grande de Lylat y el más alejado de Corneria, el cual era considerado el centro neurálgico y capital de Lylat. Venom, lugar de destierro del maléfico Andross y el centro de su antigua conquista, así como la cuna de los recién derrotados Anglar. Venom, la mención de cuyo nombre evocaba el terror en los corazones de los habitantes de Lylat. El propio Fox McCloud recordaba con terror el planeta: una espantosa desolación, tan terrible como las pruebas que había tenido que pasar para llegar hasta allí y el monstruo que había tenido que destruir. Pero mayor sorpresa fue aún la extraña sensación de calma que se apoderaba de él en esos momentos: cualquiera que fuera el pensamiento que intentaba invadir su mente, la presencia de Venom, y el miedo que sentía, tenía el mismo efecto que un calmante. Extraño... en toda su vida, Fox había visitado todos y cada uno de los planetas de Lylat, incluso aquellos que se hallaban en el Borde Exterior, pero curiosamente su destino nunca lo había llevado a poner los pies en Venom desde la caída de Andross en las Guerras Lylat.

Antes de que se diera cuenta, había escogido la ruta de Venom y el piloto automático estaba calculando las coordenadas para el viaje.

-Esto es una locura- dijo Fox en voz alta. -Venom es una roca muerta, no hay nada allí. No sé qué pienso sacar de esto... aunque tampoco es que tenga alguna otra cosa en mente...- Fox recapacitaba sobre la locura de su elección una y otra vez mientras tenían lugar los cálculos de navegación. Un solo movimiento y podía cancelarlo todo e ir a otra parte.

-Qué importa... no es que nadie se vaya a preocupar- dijo al fin. Por otro lado, sentía que había algo en Venom esperándole, una parte de si mismo.

A menos de un milímetro de la pantalla holográfica, del botón de aborto, apartó las manos de ella con una tranquilidad que hacía mucho tiempo que no sentía: no tenía nada que perder.

Suavemente el piloto automático corrigió la dirección, estableció los vectores de navegación, calculó el tiempo de viaje e inició los sistemas de propulsión. El suave zumbido de los alerones de la nave ajustándose para el viaje bastó para que Fox volviera a sentirse en su elemento. Recostándose una vez más en el asiento de su cabina, contemplando a través del cristal como la nave tomaba un nuevo rumbo, deseando que su desgarrada vida pudiera tomar otro rumbo con la misma facilidad. Entraría en Venom por la antigua Área 6, pues sabía que la Flota Corneriana ya había empezado a bloquear de nuevo todo el planeta para restablecer la cuarentena que los Anglar habían roto: tenía que intentar llegar antes de que el bloqueo se completase, pues entrar en conflicto con el ejército no entraba en sus planes. Permanecería en Venom tanto tiempo como lo desease, y si no encontraba nada allí "aunque no sé lo que espero encontrar"-pensó de nuevo- abandonaría el planeta aunque fuera por la fuerza. Le importaba bien poco su destino después de que llegara a Venom. Pero al menos, en un último viaje desesperado, quería llegar a su destino. No permitiría que nadie se interpusiera. Nadie.

Fox cerró los ojos para intentar dormir un poco, deseando no tener pesadillas y deseando aún más no tener que abrirlos nunca. "Confía en tu instinto", solía decirle su padre: "nunca te rindas". Pero incluso para el más formidable de los guerreros hay un límite de golpes que se pueden encajar antes de caer. Para Fox, ese límite había sido sobrepasado más allá de lo soportable. Y su instinto, por primera vez en su vida no le decía nada. Quizá estaba tan confuso y perdido como el propio Fox McCloud.

Fox tendría que manejar el Arwing personalmente si quería entrar en el planeta de una pieza, así que en pocas horas el piloto automático lo despertaría de la hibernación para pasar a control manual. Poco podía imaginarse Fox McCloud las consecuencias que esta decisión tendría para su vida. Poco podía imaginarse Lylat las consecuencias que tendría este peregrinaje para todos sus habitantes.

El destino de la galaxia volvía a estar en juego.

NOTA DEL AUTOR: Buenasssss! Bueno, aquí dejo el primer capítulo de mi primer fic, introductorio total. Se irá mejorando el estilo, espero! jajajajaja! Pero dadme una oportunidad, "apañeros", e irme dejando algún review! Como habréis leído (o deberíais haber) en el encabezamiento, esta historia enlaza justo al final de "Star Fox: Command", así que los que no lo hayáis jugado quizá os perdáis. Si os da igual, mejor que mejor! Jejejeje! La historia está echa para disfrutarla más que nada, así que no os echéis atrás! Va dedicada a todos los fans del manga, anime y videojuegos!

Ciao!

666 Alucard