Disclaimer: todo a JK Rowling.
Summary: Le es imposible no adorarla.
Pareja: Harry Potter/Luna Lovegood.
Advertencia: OoC, probablemente. No tengo ni idea de en qué momento de la saga está situado, ni modo.
look at the stars; look how they shine for you
La cosa con Luna Lovegood es que por más tiempo que uno llevase conociéndola, ella siempre consigue encontrar la forma de sorprenderte por una cosa u otra. Ya fuese por sus raras creencias en seres mitológicos de los que nadie había escuchado el nombre o por sus atuendos que rayaban lo extravagante, ella siempre encuentra la manera de resaltar entre la multitud y recibir miradas ajenas poco indiscretas y, en algunos casos, poco amables. No que a ella le preocupara, al parecer; pues ni siquiera era esa su intención al actuar así pues Luna simplemente era Luna y nada más— estaba en su naturaleza el destacar a su propia y singular manera.
Le resulta entonces imposible el no mirarla.
Luna Luna Luna y su nombre le resulta curiosamente suave al pronunciarlo, se desliza por su boca como un acto natural similar quizá a aquel arrebato de cariño que empieza a asentir ante su presencia. Luna y sus ojos tan, tan grandes y su cabello exageradamente largo. Luna que posa su mirada etérea en él a través del Gran Salón y le dirige una sonrisita sincera cuando él la observa sin darse cuenta, y en su pecho aparece cierta presión no desconocida pero a la que, a la vez, tampoco podría terminar de acostumbrarse nunca. Luna que, contrario a lo que su nombre pudiera implicar, tiene brillo propio y no necesita de nada más para resplandecer, no así como el satélite natural tras el cual la nombraron. Luna que es una galaxia misma con su mente de vía láctea y las supernovas que trae enredadas en sus pestañas de cristal. Y Harry siente el impulso tonto de contarle estas cosas; de cómo su nombre no le hace justicia alguna, sólo para que ella se ría amablemente y lo mire con sus ojos soñadores, como diciéndole que eso ya lo sabe.
Le resulta entonces imposible el no querer tocarla.
Que Harry quiere besarle la punta de los dedos y dedicarle palabras de cariño, las más sinceras que en su poca experiencia sea capaz de pronunciar; y que Luna le enseñe a amar de la misma forma en que le ha enseñado acerca de los Nargles y le acaricie el dolor que trae adormecido en sus viejas cicatrices con sus labios de sal marina. Que lo empape a si mismo con su consuelo honesto y bien intencionado, que le permita sostenerla en contra de sí y enterrar sus manos entre su melena de sol opaco, perderse en todas sus constelaciones y en sus planetas de mil y un maravillas inimaginables. Escuchar su voz de pajarito cantor susurrarle al oído palabras cargadas de edulcorante que nadie más que ellos pueda oír. Olvidar incluso sus propios nombres, aunque sólo fuera momentáneamente— dejar de ser el niño que sobrevivió y Lunática Lovegood y hallar paz en la dicha de su entendimiento mutuo.
La cosa con Luna Lovegood es que—
Sencillamente le resulta imposible no adorarla.
