Notas de autor: Nada. Me desairaron así en el trabajo y dije: bueno. ¿Por qué no lo hago mimato? xDD Nació como One shot- pero quizás sea longfic. Quizás serie de oneshot. No sé. xDD
Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Para Isakenchan de su pingüina. Si lo lee y si no me pega porque está corto xD ¿te acuerdas que te prometí un longfic sobre derretir pingüinos? (Aka la frialdad de Yamato con la dulzura de Mimi?) Consideré que así era una buena forma de empezar (?) Irnos despacito para que se conozcan y pueda derretirlo.
Derritiendo pingüinos
Capítulo I: La venganza del amigo secreto
—¡Ya va a ser San Valentín! —la alegre Mimi Tachikawa saltó de la emoción; había regresado a Japón y esta era la primera fecha importante que pasaría con sus amigos de la infancia.
—¿Y qué? —casi fulminó a Taichi con la mirada.
La castaña odió su poca empatía, podía dejarle pasar el hecho de su crisis de identidad, pero jamás que hiciera menos el día dedicado al amor y la amistad. El moreno era un tonto, pensó… o quizás seguía amargado porque la relación con Yamato (su rival y mejor amigo) iba peor. Nah, Taichi era un tonto amargado. Quiso sacarle la lengua, pero se controló.
—Deberíamos hacer algo —comentó Sora. Sí, Sora siempre tan genial y sabia —es el primer San Valentín con Mimi de vuelta —la aludida sacó el pecho con orgullo —y bueno, sería darle la bienvenida a Meiko.
—¡No es necesario! —ella se sintió avergonzada y agitó su cabeza de un lado a otro.
—¿Qué se les ocurre? —Hikari sonrió. ¡Ella también era adorable! Tai no, él no lo era.
—Creo que Mimi tiene algo planeado —Koushiro se arrepintió en automático de lo que dijo y se volteó a otro lado para esconder el rubor de su rostro.
La castaña sonrió feliz; Koushiro era un chico inteligente después de todo. ¡Claro que tenía planes! Así que aclaró su garganta antes de decirlo.
—Aprovechando que todos estamos aquí —en especial vio a Jou, no podía evitar reclamarle lo alejado que estaba de ellos —propongo actividad de amigo secreto de chocolates.
Se aplaudió y giró a verlos a todos con ansiedad.
—¿Eso es mandar chocolates toda la semana de manera anónima?
Mimi asintió. —Y en San Valentín dar un regalo especial.
Las chicas estuvieron de acuerdo de inmediato. Mimi amó más que nunca a sus amigas. Koushiro no tenía ningún problema en participar, lo mismo con Takeru. Yamato había permanecido callado, pero supuso que era buena idea, así se mantenían más en contacto (así olvidaban por un momento los destrozos de la ciudad causada por los digimons infectados) con sus amigos.
—¡Pero yo no los veo todo los días! ¡Y tengo que estudiar!
—¡Tú siempre tienes que estudiar! —la castaña lo vio con el entrecejo fruncido —¿Seguro que tu novia es humana?
Jou se ofendió, pero aceptó de inmediato ante semejante comentario porque se quedó sin argumento alguno. Tal vez no enviaría regalos todos los días, tal vez no tendría tanto tiempo, pero él se encargaría de compensarle todo a su amigo secreto después.
El único que faltaba era Taichi.
Otra vez Taichi y sus indecisiones. —No te haces nada con entrar —Sora palmeó el hombro del moreno.
Este se tensó y se dedicó a mirar el rostro de sus amigos. La mayoría le rogaba porque entrara y una que otra mirada (Yamato y Mimi), ese par… ¿Desde cuándo era tan parecido? Lo miraban con molestia.
—Está bien.
Pudo notar que el rubio se volteó para ocultar su sonrisa de medio lado. Aunque la mirada de fastidio no se le quitó. Mimi pareció perdonarlo y se puso a hacer los papelitos que servirían para el intercambio.
—¡No se vale cambiar! —la castaña amenazó. Era una grosería hacer eso; todos ahí eran amigos y vamos, a todos les gustaba el chocolate —¡Primero las mujeres!
—Esto es una dictadura —Takeru se echó para atrás y se recargó en una pared.
—Ya sabes cómo es —pudo jurar que la voz de su hermano mayor sonó divertida. ¡Yamato no se divertía y menos con eso! Hasta le dio miedo, ¿estaría enfermo?
Mimi se levantó y extendió su brazo para poner un vaso transparente delante de Meiko, ella sería la primera por ser la nueva del grupo. Cuando ella sacó un papelito, lo abrió lo leyó, luego lo volvió a doblar, no pudo ocultar su sonrojo.
La castaña la vio con insistencia, trataba de adivinar quién le había tocado y así justificar sus mejillas ruborizadas.
—No se vale tocarse así mismo.
—¡No me toqué! —respondió nerviosa.
Mimi le sonrió, luego lo averiguaría. —Hikari —nombró.
Ella no ocultó su sonrisa juguetona y tan delatora. ¡No sabía guardar secretos! ¡Era una tonta disimulando! Bien, bien, ya tenía cómo empezar su lista de quién le toca a quién.
La siguiente fue Sora y ella no se sonrojó y ni nada. El semblante de la pelirroja no cambió y se sintió frustrada. ¡Sora era difícil! No pediría ayuda y menos le daría información. Infló sus mejillas con frustración y se dedicó a sacar su papelito…
Cuando lo leyó supo que estaba perdida. —Yamato.
Quiso patearse por poner la regla de no cambiar.
Yamato no era tan fácil como Takeru, con quien compartía el mismo amor por los dulces. Tampoco era el considerado Koushiro; él se conformaría con cualquier detalle y menos era un Taichi: ¡Un glotón por excelencia! A Yamato nunca lo había visto comer chocolates o dulces. ¿Qué podía regalarle? Yamato era simple, pero complicado, debía darle cosas sencillas pero a su gusto, un cubo de hielo quizás... ¡Nah, no era un pingüino! ¿O sí lo era?
¡Le había tocado el más difícil! Incluso Taichi con su crisis de maduración era más fácil.
Ya no le importó saber quién le tocó al resto, porque el nombre más especial le había tocado a ella.
Bien. Bien.
Era su amigo y debía esforzarse. ¿Cómo empezar? ¿Por dónde empezar?
Yamato era especial; no podía regalarle golosinas como lo haría con Takeru, o como a Taichí. A alguien tan amargado como él, bastaba con un chocolate amargo. ¡Hasta Jou era mejor opción! ¡No iba a verlo hasta el domingo y por ende, no darle regalos era mejor opción que quedar mal!
Pero bien, el rubio era un desafío que debía afrontar.
¿Le gustarán los chocolates con almendras? Bueno, para alguien frío como Yamato… ¿Qué tal chocolate blanco? O quizás… chocolate negro, quizás con vino dentro. Ya no sabía, era doloroso. Había tantas opciones y tan pocas probabilidades de quedar bien.
Y a lo lejos de la tienda visualizó una simpática cajita rosa. Eran Kisses de Hershey's ¡A todos le gustaban esos chocolates! No importaba el precio y gastar más de lo establecido, era para un amigo.
Se sintió victoriosa con sus compras, hasta se dio el lujo de comprar una barra Hershey's edición especial: ¡Sabor a dulce de leche! Claro, también se compró sus buenos chocolates para ella, se lo merecía luego de la presión.
Ya tenía chocolates para cuatro días de la semana. Y bueno, después se preocuparía por el regalo "bueno" de ese intercambio.
—"Que tengas bonito día, pero no tanto como tú. De tu amigo secreto" —se sintió feliz, su amigo secreto sí que era esplendido: ¡Le regaló m&m's!
Y encima le había dejado una genial nota. Desde ahí, se prometió que ella averiguaría quién era la persona que le regalaría y con ese detalle, ya quedaban dos descartados: Taichi y Yamato. Los principales sospechosos eran Takeru y el resto de las chicas.
—Al menos a ti, tu amigo secreto te dio algo —escuchó la voz de Sora a sus espaldas.
—¿Cómo? —se volteó y parpadeó confundida.
—No me ha mandado nada.
—¿Tú ya regalaste algo? —la pelirroja asintió —aún no se acaba el día —trató de confortar.
—Para mí, sí —comentó —no haré el examen de álgebra y mi día ya se acabó.
Una brillante idea cruzó su mente, ya que ella no había dado su regalo del día. —Oh. ¿Yamato y Taichi harán el examen?
—Sí. Uno no es el más puntual y el otro no es el más listo.
Mimi sonrió. —¿A qué hora es la prueba?
Sora miró su reloj. —Aproximadamente en quince minutos.
¡Genial! Si Yamato no era puntual, era su momento para dejarle el regalo del día de hoy. —Sora, ¿me haces un favor?
La pelirroja asintió.
—¿Puedes entregarle este regalo a mi amigo secreto? —sacó una cajita de chocolates y buscó en su bolso un plumón para escribir.
—"Suerte en tu examen. De tu amigo secreto" —arqueó una ceja —¿Taichi o Yamato?
No supo por qué, pero se sonrojó. —Yamato.
—Yo se lo entrego.
Y en el tono de Sora hubo cierta insinuación, que Mimi no se atrevió a negar porque sería ponerse la sandalia antes de espinarse.
—¿Qué haces aquí? ¡Tú no tienes examen! —Taichi arrugó la nariz —¿Vienes a burlarte de nuestra desgracia?
A él que le preguntaran de fútbol, no de álgebra lineal. El soccer podría salvarle la vida, el método Gauss-Jordan, no.
A Sora le sorprendió ver a Yamato sentando en su escritorio y no pudo evitar clavar su vista en él, el rubio se sintió comprometido y masculló por lo bajo.
—Más vale tarde que nunca —dijo con ironía. Él siempre llegaba tarde, pero había llegado temprano al examen. Era buen momento para cambiar.
—¿Qué quieres? —esta vez fue él quien preguntó.
—Solo vengo a traerte esto —y sacó de su mochila el regalo que Mimi le mandaba.
—"Suerte en tu examen. De tu amigo secreto" —leyó.
—¿Qué son? —el curioso Taichi se asomó —¡Kisses! ¡Dame! —hizo por agarrar pero Yamato lo alejó de él.
—Son míos.
—Solo uno —suplicó.
—Que te mande tu amigo secreto.
—¡Ya me los comí! —chilló de manera infantil.
Sora se dedicó a ver con una sonrisa la escena; a veces no entendía a Tai y otras veces le recordaba al niño que una vez fue.
—A mí mi amigo secreto no me ha mandado nada.
—A lo mejor es Tai, porque se lo comió.
Y los tres sonrieron. Sin duda había sido una buena idea, se estaban volviendo a unir y eso les estaba haciendo olvidar por un momento los problemas que habían enfrentado y que probablemente enfrentarían más adelante.
—Mimi.
La castaña se detuvo al escuchar su nombre. —¡Takeru! ¡Hola! —era raro no haberlo visto todo el día.
—Fui a conseguir el regalo para mi amigo secreto.
¡Mal! ¡No tenía que decirle lo que sufrió buscando algo, porque sería descortés! Y encima, ¡arruinaría la sorpresa!
—Pero lo conseguí. ¿Podrías entregárselo por mí?
Ok. Takeru no era. Lo tachaba de la lista... pero, ¿si no era él, quién?
—Es para Kou —y el rubio estiró su brazo para pasarle un dulce —sé que a él, le gustan más los caramelos.
Ella sonrió y lo recibió. —Se lo daré en clase, tenemos una clase juntos.
—¡Tengo al peor amigo secreto de la historia! —Sora renegó.
—¿Por qué? —Hikari preguntó.
—¡Van dos días y no me ha mandado nada!
Mimi ladeó sus labios, ese no era el propósito de la actividad. Todos habían estado recibiendo y mandando sus detalles. Incluso Jou, ella creía en su compromiso. ¡El hombre casi era un santo! Era responsable con casi todo (menos con las buenas calificaciones).
—Te lo tiene que bonificar —comentó ella —¡Amenazaré a todos!
—Mimi… —la tímida voz de Meiko resonó.
Todas las chicas se callaron y se giraron a ella. —De-de tú amigo secreto —su mano tembló pero le pasó a Mimi un jugo y unas galletas.
—¡Tengo el mejor amigo secreto de la historia! ¡Dime quién es! —casi ordenó. La chica se sonrojó.
—¡No comprometas a Meiko! —Sora regañó.
La castaña infló sus mejillas como niña regañada. —Lo siento.
—Descuida —llevó sus manos hacia atrás para acomodar su falda y sentarse.
—¿Cómo te va con los regalos?
—Bien —respondió —me han dado dos chocolates y me han dejado notas.
—¡Soy la única que no recibe nada! —Sora no dejaba de lamentarse, pero lo hacía de broma. Ella ya se imaginaba quién era su amigo secreto y estaba segura que se lo compensarían.
—Ya llegará.
—Bueno, tengo que enviar mi regalo de hoy —Mimi se levantó —¡Nos vemos más tarde! —y alzó su mano para despedirse de sus amigas.
—Por cierto Mimi, ayer tu amigo secreto se comió todos los chocolates —la pelirroja alzó su pulgar.
Y ella se sintió más animada por la actividad.
—A la princesa del rosa le gustan los dulces, me tocó alguien fácil —Taichi se relajó tanto que llevó sus manos atrás de su nuca.
—Lo dices como si no hubieras pedido consejos —a Yamato le irritaba que Taichi se las diera de sabio. ¡Si le había pedido ayuda precisamente a él!
Sonrió mostrándole todos los dientes. —Claro. Tú eres más observador —comentó riendo.
—Como sea, no es más sencillo que el mío.
Ambos dejaron de caminar y Taichi acercó su rostro a él. Lo hizo sentir incómodo por el momento de cercanía…
—Tacaño.
—¡Ya te dije que no es Jou!
—Vamos, él es el más fácil. No está aquí y no hay que mandarle nada. De él, le sigue Mimi.
Yamato gruñó. Taichi era un idiota, el amigo secreto más fácil era precisamente él: el troglodita del grupo. Solo había que darle montón de chocolate para tenerlo feliz. Jou era complicado por la distancia y bueno, Mimi era una persona amante de los dulces pero estos dulces tenían que ser dignos de ella, porque no se conformaría con algo barato.
Los dos entraron a su salón de clases.
—¡Parece que es navidad! —dijo en tono infantil y Yamato se impactó por la bipolaridad del moreno: primero dudaba en entrar y ahorita era el más feliz. Taichi solo había "madurado" en ciertos aspectos, pero seguía siendo el más idiota.
En sus respectivos lugares había dos regalos (uno para cada quién) y dos notas.
—"Provecho. De tu amigo secreto" —leyó Taichi. Y sin cuidado dobló la hoja y la tiró lejos. A él solo le importaba el chocolate.
—"Qué tengas bonito día. De tu amigo secreto" —leyó y vio la barra que le habían dejado, era de dulce de leche.
—Vaya, tu amigo sí que es detallista.
Y por primera vez, Yamato indagó en su mente sobre los posibles candidatos.
—Oye, ¿te vas a comer eso?
Yamato rodó los ojos con fastidio. Simplemente se daba por vencido. —No, ya estoy empalagado.
Su amigo se puso feliz y alcanzó el resto de la barra. —¡Está riquísima!
El rubio asintió.
—Me pregunto qué te darán mañana —porque así él comería más.
No respondió. Porque sabía que pasaría exactamente eso: él comería una parte de su regalo y se lo terminaría dando a Taichi porque se empalagó. No era mucho de chocolates.
—Oye Mimi, ¿cómo te va con el amigo secreto?
—¡Excelente! —Tai contuvo la risa —¡Es el mejor de la historia!
¡Tómala! ¡Halagos para él, de parte de ella! Oh, pobre e inocente Mimi Tachikawa, ella no tenía ni la menor idea de quién era su amigo secreto… sería una gran sorpresa cuando supiera que siempre se trató de él.
—¿Y a ti, Taichi?
—Bien. El amigo secreto conoce mis gustos a la perfección.
—¿Y a Yamato? —sí, quería información de él y no se arrepentía de indagar.
—Uhmmm —Tai dudó.
—¿Uhmm qué? —cuestionó de mala gana.
Alzó los hombros. —¡Nada!
Oh no. Ella era Mimi Tachikawa y se lo diría, porque Yamato era su amigo secreto.
—Nada de nada —alzó la voz —dime, ¿no le han dado regalo como a Sora? ¡Porque esto no puede seguir así!
Mimi se sintió genio por la excusa exprés que tuvo. Taichi se puso a pensar, Yamato alegaba que su amigo secreto era el más fácil. Él creía que era Jou porque estaba lejos y no le regalaba nada, pero Sora no había recibido nada. Entonces… el amigo secreto del tacaño Yamato era ¡Sora! Y el muy tarado no le había dado ni un solo detalle.
—Yamato dice que está empalagado de tanto chocolate —escupió. Vómito verbal, no supo por qué. Su lengua fue más rápida de lo que su cerebro podía procesar.
La castaña pudo escuchar los fragmentos de su corazón caer en el vacío. Ella que se había esmerado, ella que sentía que había hecho las cosas bien con Yamato, que no era tan amigo suyo pero por algo se tenía que empezar, pero no era así. ¡Era un malagradecido!
No era para nada justo que la tratara así, que dijera eso cuando eran detalles de parte de un amigo (quien fuera), solo debía agradecerlo y no comérselo, no expresarse tan feo. Sus chocolates habían sido de los buenos, no había regalado algo barato. ¡Se pasaba!
Quiso gritar. Pero se calmó. Taichi no debía saber que el rubio era su amigo secreto.
Cuando escuchó al rubio carraspear, antes de que el día se acabara supo cómo podía vengarse.
—¿Te sientes mal Yamato? —preguntó con falsa preocupación.
El rubio la vio con el ceño fruncido. —Ensañé hasta tarde y me duele la garganta, nada del otro mundo. Supongo —le restó importancia.
Pero el foco en su cabeza se encendió. Esa tos, le daba una magnífica idea.
—¡Mimi! —Hikari gritaba desde el fondo.
La castaña se frustró porque Yamato siguió su camino. ¡Ella quería más material para vengarse!
—De tu amigo secreto —y le pasó un paquete de gomitas azucaradas, provocando que la castaña viajara a las nubes de la felicidad.
—"¡Que la miel no te empalague! De tu muy indignado amigo secreto" —leyó lento.
Miró sobre su escritorio ese papel con una pequeña e insignificante pastilla amarilla, de miel supuso, encima.
—Oh, este regalo no me gusta —Taichi se agachó para analizar el dulce. Llevó sus manos a su cintura —que amigo tan tacaño.
—Bueno, al menos te dieron algo —Sora se rió de su desgracia. ¿Qué le había pasado a Mimi como para indignarse así? —la miel con limón es buena para la tos.
El moreno achicó los ojos. —La miel empalaga… como los chocolates —¡Esa tenía que ser Mimi, defintiviamente! —creo que tu amigo secreto se enteró de algo.
Yamato palideció; Taichi no podía ser su amigo secreto, porque él le mandaba a Mimi.
—¿Qué hiciste?
—Eh, mira… mi amigo secreto no me ha mandado nada —ignoró al rubio e intentó cambiar el tema.
Oh no. Ahora por maricón se quedaba sin regalo.
—¿Qué te hizo Yamato?
—Nada. Se empalagó de chocolate y como le dolía la garganta, le mandé una pastilla de miel. Solo una para que no se empalague.
Sora suspiró. Mimi seguía indignada.
—Estás exagerando.
La castaña negó y fulminó con la mirada a la pelirroja, quien se limitó a alzar los hombros con resignación.
—Deberían derretir la nieve —Sora bromeó, tratando de alivianar el ambiente.
—¡Ni qué fuéramos pingüinos! Bueno, él sí. ¡Yamato es un pingüino! —hielo total para los que no eran sus amigos y medio hielo para quienes sí lo eran. Fin.
Pero una idea se cruzó por su mente; Sora no estaba equivocada. Ella tenía que hacer algo con esa amistad, ella definitivamente tenía que derretir esa nieve.
Por venganza o por amistad. O por lo que fuea; ya no empalagaría pingüinos, ahora ¡Los derretiría!
Introducción a algo. Se nota horriblemente que cambié de idea XD
¡Pero me gustan los pingüinos! ¿A quién no? XDDDD
Este fic no tiene ni pies ni cabeza, a ver si se animan a leerlo. Gracias!
