Disclaimer: Bleach afortunada o desafortunadamente le pertenece a Tite Kubo, yo simplemente utilizó sus personajes para tratar de hacer un fic.
NOTA: Estamos en el universo de Bleach, sin embargo los poderes espirituales de Ichigo están sellados y por lo tanto nunca se vio en embrollos de hollows ni shinigamis.
Marked
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Capítulo 1:
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En este mundo todos nacen marcados, aquel que no lo hiciera era considerado alguien maldito ¿Pero que pasaba con alguien como Ichigo Kurosaki?
La marca era simple, en cualquier parte de tu cuerpo aparece el nombre de la persona que supone que vas a compartir el resto de tu vida. No tenías la obligación de estar a su lado, pero la mayor parte de las veces se trata de compañeros de vidas.
La marca en realidad era una cicatriz, pero se le llamaba así porque era un nombre más políticamente correcto.
Ichigo nació un quince de julio para la alegría de sus padres, y aparentemente desde que estaba en el vientre de su madre el destino ya tenía decidido quien sería su compañera. A él le gustaba como se veía la pequeña pero profunda cicatriz grabada en su infantil pectoral mayor izquierdo. Estaba escrito en katakana, y no había complicaciones como con otras personas acerca de como se lee el nombre. Su madre había dicho que Rukia era su nombre.
Rukia sería la mujer con que se iba casar e iba a tener una familia, de acuerdo a lo que le había contado su madre mientras arrugaba la nariz ante la idea. A sus 5 años, al niño de cabellos naranja no podía importarle menos esa clase de cosas, el tan sólo quería estar al lado de su madre y hermanas, y si no era mucho pedir poder derrotar a Tatsuki al menos una vez. Realmente era humillante que una niña le ganara tantas veces.
Pero debía de admitir que le gustaba mucho como sonaba cuando pronunciaba su nombre. Era corto y fácil recordar, sonaba como si estuviera refiriéndose a algo con mucha belleza. Nunca la había visto, era un completo misterio.
Pero a Ichigo no le iba a tocar vivir una vida normal, como si tener el cabello de un color tan extravagante no fuera suficiente.
Una mañana fría de enero, cuando tenía ocho años, en medio de confusión de su parte y reacciones alteradas de sus padres, en su cuerpo apareció una segunda cicatriz.
En la parte interna de su muñeca derecha estaba marcado ligeramente el nombre de Orihime Inoue, como la princesa de la leyenda que había escuchado el verano pasado.
Su madre le preguntó una y otra vez si el mismo se había hecho la cicatriz, o si alguien más lo había hecho. No importaba cuantas veces lo negará, volvían a preguntarle porque apareció ese segundo nombre.
Ichigo en ese momento no pudo entender que era lo que significaba que tuviera dos marcas. Nadie lo sabía en realidad.
No ser marcado era una maldición ¿Pero una doble marca? De eso no había registro de algo similar en la historia ¿Cuál era su significado? ¿Uno positivo o uno negativo? ¿Por qué apareció de la nada?
Al primogénito Kurosaki de todas formas no le importaba, el nombre de Rukia estaba allí desde que había nacido, así que suponía que ella era la indicada, a la que debía de esperar. Pero los adultos pensaban diferente, se preocupaban por eso, con los meses la condición de Ichigo se convirtió en todo lo que hablaban sus vecinos, pero demasiado pronto dejo de serlo. El diecisiete de junio su amada madre murió.
Por su culpa.
Jamás creyó que tratar de ser un héroe fuera a costarle lo que más amaba. Se suponía que el amor de su vida serían Rukia u Orihime, pero en ese momento eran mujeres sin rostro, no les tenía afecto real, su madre era completamente distinta. Se atrevía a decir que sería la mujer que más amaría en toda su vida.
Las lágrimas se le escapaban sin importarle mucho que Tatsuki le regañara y le dijera que debía de actuar como un hombre. Ichigo tan sólo sabía que tenía destrozado el corazón, y que nadie iba a poder repararlo nunca.
No más sonrisas cálidas, tan sólo un rostro familiar más pálido y sin expresión en un ataúd.
Mamá se había ido para siempre.
Todo había cambiado. Ichigo lloro y lloro por noches, hasta que decidió que ya no le quedaban lágrimas de dolor y sólo quedaba vergüenza dentro de su ser. Ichigo cambió radicalmente.
Ya no era el niño de mamá, ella ya se había ido. Tenía que ser fuerte para sus hermanas, para sí mismo.
Ichigo dejo de ser el niño de sonrisa boba y se convirtió en alguien que permanecía siempre con el ceño fruncido. Tratando de parecer más rudo de lo que en realidad era, su cabello ayudaba bastante, le confundían con pandillero y no muchos de los que se metían con él tratando de intimidarlo habían vuelto. Al menos no solos.
Así conoció a Sado, aunque se había tomado la libertad de llamarlo Chad, y no es que su alto amigo se quejará. Era muy fiel, callado y le agradaba tocar la guitarra, igual que a Ichigo. Quizás por el estereotipo de que a los varones no le importan esa clase de cosas, o quizás por no querer comentar la propia, pero jamás le preguntó por su marca. Y en verdad lo agradecía.
Sus marcas eran algo de lo que no le gustaba hablar.
— ¡Ichigo!— Se hizo a un lado, sabiendo que su padre le trataría de atacar apenas entrará a la cocina—: ¿Estás listo para encontrarla?
— ¿Qué cosa viejo?— Ya sabía a que se refería, pero prefería fingir ignorancia.
— ¿Cómo puedes preguntar eso? ¿Cuándo aceparás que debes de encontrarla? Con esa pulsera ella nunca se dará cuenta de que esta destinada para ti.
Su padre le tomo de los brazos, aplicándole una llave tratando de inmovilizarlo completamente, y por lo tanto arrancarle la pulsera tricolor que siempre traía consigo, pero Ichigo se las arreglo para zafarse de los brazos de su padre y entonces contraatacar con todas sus fuerzas.
—Papá, por favor, no pelees con Ichi-nii.
—No se porque los tratas con amabilidad Yuzu, ellos no tienen remedio—La morena rodo los ojos, ya lista para iniciar a comer su desayuno aunque los hombres de la casa siguieran luchando uno contra el otro.
—Karin ¡No digas eso!
Isshin con obviamente falsas y sobre actuadas lágrimas vio a sus hijas.
—Yuzu, tu eres la única hija que me ama. No voy a dejar que te lleven, no importa si su nombre esta gravado en tu piel.
Karin refunfuño. Ella tenía más o menos la misma opinión que su hermano mayor, aunque se lo guardaba para si.
Ahora para Ichigo el ser marcado simplemente es ya estar maldito, el verte obligado a estar al lado de alguien debido a la muy fuerte presión social le parecía injusto. Era estar atado de manos y pies. No le gustaba mucho esa idea, y mucho menos la idea de tener que contar que el tenía dos diferentes.
Sabía que su forma de pensar a la mayor parte de la población le parecería de alguien amargado, así que se callaba.
La vida era rutiaría, iba y venía sin buscar a la mujer que se suponía se quedaría con su corazón.
—Papá, no digas eso, todos te queremos. Vamos a desayunar, que se nos va a hacer tarde a todos. Además, Ichi-nii hoy tiene su primer día de clases en la preparatoria.
Por fin Ichigo se deshizo de los actos violentos de su padre, dejándolo temporalmente en el suelo.
—Lo siento Yuzu, pero me tengo que ir ya.
— ¿Qué? Pero no te puedes ir sin haber desayunado.
Ichigo le sonrió algo incomodo, pero de verdad ya se quería retirar para no llegar tarde. Podía parecer un matón, pero era un buen estudiante. Sólo tomo el jugo que estaba ya servido y se lo bebió.
—Gracias Yuzu, pero estoy seguro de que aguantaré hasta el receso.
Vio con algo de culpabilidad y al mismo tiempo diversión como la menor de sus hermanas inflaba las mejillas mostrando de esa manera su enojo. Murmullo algo, pero no logro escucharla.
Apenas salió de su casa escucho la voz de su padre.
— ¡Tienes que encontrarla! Yo conocí a tu madre mientras estábamos en la escuela.
Si el viejo supiera que ya había conocido a una de ellas.
Su padre era médico, a veces le tocaba atender pequeñas o medianas emergencias. A veces los esfuerzos no eran suficientes y defunciones ocurrían en la clínica Kurosaki.
Una noche llegó un hombre joven llamado Sora. No recordaba muy bien todos los detalles, según recordaba este había estado en un accidente automovilístico. Y una niña de cabellos naranjas venía con él, llorando y pidiéndole que se recuperará.
Que no la dejará sola.
Trató de animarla, no podía ser mayor que él y le recordó a sus hermanas; aunque por la expresión en el rostro de su padre ya sabía cuál era el destino de ese joven. Iba a morir, no iban a poder hacer nada por él. Sin embargo, trató de hacerla sentir un poco de confort.
—Gracias por estar conmigo aunque no me conozcas. Orihime Inoue es mi nombre.
Fingió bastante bien su sorpresa ¿Esta iba a ser la mujer con la que se casaría? Se detuvo antes de preguntarle si ella tenía su nombre marcado, sería imprudente. Había muchas Orihime, era un nombre asociado a la mitología, no sería extraño que más de una pareja de padres tomaran ese nombre. Sonrió forzadamente, no iba a decirle su nombre.
Horas más tarde ella lloró desconsolada cuando le contaron las noticias.
—Mi hermano… mi hermano… ¿Qué voy a hacer sin mi hermano?
No tenía manera de responder eso, no encontró palabras.
Tanto Ichigo como su padre esperaron hasta muy tarde para que llegará la tía de la niña para que se la pudiera llevar. Ella se fue con los ojos aún llenos de lágrimas, de la mano de la mujer.
A Ichigo le toco cerrar la puerta, y vio como la mujer le acomodaba el uniforme marinero a la niña, dejando a la vista algo más la piel de la menor de cabellos naranjas.
Abrió los ojos, no creyéndolo, pero allí estaba marcada en la clavícula el nombre:
"Ichigo Kurosaki"
Nunca le contó de ello a nadie. Por alguna razón sentía que debía de esperar a conocer a Rukia, y otras veces pensaba que simplemente debía rechazar su "destino" y vivir soltero para siempre, ese debía ser su castigo por lo que le hizo a su madre.
Su primer día como estudiante de preparatoria se veía bastante bien. Entre los compañeros de la clase 1-3 que le tocaban de acuerdo a las listas estaban Tatsuki y Chad, así que no tendría que esforzarse en hacer amistades. No es que el fuera un amargado, simplemente parecía que todos le tenían miedo. Su apariencia no ayudaba mucho.
Se dirigió al salón de clases, esperando que al meno uno de sus dos amigos estuvieran allí.
Entro y noto rápidamente que Tatsuki estaba allí, ella inmediatamente le saludo con un pequeño gesto en la mano, sonriendo, y de su costado se asomo una cabellera naranja.
— ¿Quién es, Tatsuki?
La chica era Orihime, no había manera de confundirla. Y a juzgar por la manera en que sus ojos se abrieron, ella también lo reconoció.
Joder.
Casi se golpea por la tonta idea de que no lo iba a reconocer. ¿Cómo olvidar cabelleras tan poco comunes en Japón?
—Hola.
Ella se sonrojo con bastante más intensidad al saludarlo de lo que el hubiera esperado. Ella no sabía cuál era su nombre, así que no entendía porque se portaba de manera tímida.
—Oh ¿Conoces a Ichigo, Orihime?
Y Tatsuki arruino la magia de su anonimato.
— ¿Ichigo?
Muchas cosas pasaron por la mente de Orihime, volteo a verlo como si esperara que le dijera con una sonrisa que lo era, se dejo envolver en la fantasía de que el sacará allí mismo un anillo de matrimonio, y entonces ella aceptaría e iba a entrar por la puerta del salón, después él subiría en el corcel y ofrecería su mano, con una sonrisa radiante, invitándola a huir a lo desconocido. El caballo blanco saltaría por la ventana y trotaría por los tejados, alejándose de todo y todos para vivir su historia de amor perfecto.
Ichigo vio a Orihime realmente confundido, ella pareció irse a otro planeta, con los ojos brillosos, pero sin ver a ninguna parte, y una expresión soñadora que sinceramente le causaba algo de mortificación.
— ¿Estas bien?
Tocó su hombro, y con eso al parecer fue suficiente para traerla de vuelta a este mundo.
— ¿Eh? Ah, claro. Estoy perfecta.
Empezó a reír primero con vergüenza, lo había vuelto a hacer, y más tarde para tratar de ocultar su nerviosismo al ver como Ichigo levantaba una de sus cejas, obviamente preguntándose que rayos acababa de pasar, después se sonrojo profundamente.
— ¡Discúlpame!
Y ella se fue corriendo a sentar a su pupitre, como si fuera una niña que le habían castigado.
Ichigo sabía que no debía de juzgar a las personas con tan poco tiempo de conocerlas, pero las primeras impresiones eran poderosas.
Y Orihime no parecía ser la clase de mujer que le pudiera aguantar.
Orihime se portaba muy tímida, de hecho, extremadamente tímida. Creía que la trataba bien, pese a su actitud macarra, le habían educado bastante bien. La trataba como si fuera de cristal, la mantenía allí, lejos de él porque estaba seguro que con su brusquedad le iba romper, y una chica tan vulnerable como Orihime no debería de pasar por más dolor.
Además, hasta el día de hoy las patadas de Tatsuki seguían causándole mini pesadillas.
Sin embargo, ella nunca le preguntó si él tenía su marca, ni él le comentó de la propia. Continuaba usando la pulsera de colores azul, blanco y rojo. Tenía una reputación que proteger.
A no más de dos meses, Orihime y Tatsuki tuvieron problemas, su amiga pelinegra resultó herida pero rápidamente se recupero.
Estaba agradecido de que todo resultará bien.
Llegó el 17 de junio. Fue un día bastante triste, Yuzu lloro igual que todos los años y Karin se mantuvo fuerte para su hermana, por un momento las perdió de vista, se preocupo mucho, pero tras una hora que le pareció eterna, cuando le dijo a su padre la situación le dijo que ellas estaban bajo techo durmiendo. Calmado, decidió que deseaba ver la tumba de su madre en soledad, pedirle perdón una vez más, mientras llovía como hace seis años. Estaba frente a la tumba de su madre, viéndola con tristeza y sintiendo como el agua que mojaba su cuerpo le calaban hasta los huesos, pero no quería abandonar el lugar, esto era nada comparado a lo que le había hecho a su madre.
Se extrañó por ver una mariposa negra, no debía de estar expuesta a este clima, pero Ichigo por un instante, juró ver a lo lejos la figura de una menuda mujer con el cabello negro que le dedico una mirada cansada y con sangre en su rostro. Estuvo a punto de correr detrás de ella para ayudarla, sin saber precisamente porque sentía esa necesidad de estar a su lado si por tratar de ayudar a alguien hace años su madre había muerto.
Pero se dio cuenta de que no había nadie allí.
En la escuela cambiaron el reglamento cuando regresaron de vacaciones. A muchos de sus compañeros no les importaría el hecho de que en la escuela te prohibieran llevar las uñas pintadas, accesorios de joyería, relojes, maquillaje, entre otras cosas
Ichigo sabía que su reputación se iba a ir al caño.
Pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Llevaba la mayor parte del tiempo con sus manos dentro de sus bolsillos y evitaba a todo el personal escolar, mantenía la pulsera pero entonces Ochi-sensei se dio cuenta mientras caminaba por el pasillo solo y se la quito. No protesto porque llevaba una en la mochila por si acaso. Esta vez era una naranja con blanco. Después un par de colores naranja y morado, y más tarde una café claro.
Y al final, durante un clase, ya demasiado molesta por su terquedad, Ochi-sensei en medio de una clase le tomo el brazo y lo levanto. Ichigo por un instante pensó en jalar su brazo para evitar lo que estaba seguro de que iba a pasar, pero su profesora de color castaño fue demasiado rápida y le quito la pulsera de color negro con detalles rojos. Y ella la vio.
Orihime la vio.
Todos la vieron.
Vieron su marca.
Sabía que no era lo mejor que podía hacer, pero la profesora lo soltó, y el tomó su mochila y se retiró del salón de clases.
— ¡Kurosaki-kun!
Escuchó su voz, pero no volteo para ver a Orihime, cuya sonrisa soñadora inmediatamente desapareció.
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Hasta aquí dejaré el primer capítulo. Esperen el siguiente y no olviden dejar un pequeño review :D
