Qué taaaaal? Dije que venía con segunda temporada y aquí está :3 eso :v (?)
Advertencias: Chistes malos, escenas con suspenso de mierda porque la creadora no es muy buena en esos temas (?), temática algo fuera de lugar, referencias de algún que otro anime, escenas falta de inspiración, OOC, etc etc.
Idaten Jump no me pertenece. Le pertenece a Toshihiro Fujiwara. Sólo me pertenece esta segunda temporada porque los creadores de IJ no se dignaron en hacerla ¬¬
Que lo disfruten -w-
-¡No! -gritó Sho, despertando al caer de su cama tras una pesadilla, la misma que había tenido desde su regreso.
Pasaron cinco meses desde que Sho volvió a su hogar, luego de una larga estadía en el otro mundo con su padre. No era de sorprender que se entusiasmara cada vez que practicaba en la bicicleta con sus amigos.
Las primeras semanas estuvieron tranquilas, pero con el paso del tiempo, empezaba a tener pesadillas, y en todas se reflejaba la Zona X en ruinas. No era por alguna duda que tenía, como había ocurrido con su padre, el problema era que no podía recordar lo que había en el sueño, sólo sabía que no era nada bueno.
Se sobó la nuca, justo en la zona afectada por el golpe, y posó la vista en el reloj. Quedaban diez minutos para que sonara la alarma. Al diablo, ya se despertó, no podría volver a dormir, por lo que se levantó del suelo y agarró su ropa para ir a darse una ducha, quizás eso lo ayudaría a despejarse. No entendía cómo fue que Ayumu no despertó con el ruido.
El niño no se iba a levantar porque había pescado una gripe.
Luego de diez minutos bajo el agua, que no le importó que estuviera helada, se vistió y salió del baño, para luego bajar a tomar desayuno. La verdad, la pesadilla le había quitado el apetito, pero aún así, tomó un sorbo de té y comió la mitad de una tostada para no ir a la escuela con el estómago vacío.
Salió de la casa, despidiéndose desanimado de su madre, quien lo miró preocupada, pues no era la primera vez en que veía a su hiperactivo hijo tan decaído. Caminaba a la escuela sumido en sus pensamientos, y cuando llegó, vio a Kakeru en la puerta, solo y parecía esperar a alguien. Claro, esperaba a sus amigos, pero le pareció extraño que no estuviera con Makoto.
-Makoto no ha llegado, ¿no te parece extraño? -dijo Kakeru cuando lo saludó.
Bien, algo andaba mal, o al menos eso pensaban ambos chicos.
La pelinegra siempre era de los primeros en llegar a la escuela, cuando recién abrían las puertas, y el que no estuviera era extraño, igual que el que su ánimo también estuviera decaído en el último tiempo.
-Mira, ahí viene -dijo Kakeru.
Sho volteó y efectivamente ahí estaba su amiga caminando al lado de su hermano. Ella vestía su ropa casual, mientras que Kyoichi vestía el impecable uniforme monocromático de su instituto, en el cual la camisa era lo único blanco. Ellos siempre iban conversando cuando caminaban a la escuela, sin embargo, ese día, iba cada uno sumergido en sus pensamientos. A ambos se les veía que tuvieron una mala noche, a juzgar por las ojeras que adornaban sus rostros, además de que caminaban con toda la flojera del mundo.
-¿Qué te pasó? -preguntó Sho.
-Me quedé dormida -dijo Makoto, aunque era evidente que era una excusa.
Los niños miraron al rubio, que tenía la vista en el reloj de pulsera de su muñeca izquierda, y sin decir una palabra, comenzó a caminar. Makoto ni siquiera lo miró, tampoco le dijo nada.
Eso era aún más extraño. Makoto siempre se despedía de su hermano con un fuerte abrazo, palabras de ánimo y, la mayoría de las veces, con un beso en la mejilla, pero esta vez, sólo lo ignoró y a Kyoichi no pareció importarle.
Kakeru y Sho se quedaron viendo cómo el chico se alejaba, algo pasmados.
En esos cinco meses, a Kyoichi le había crecido un poco el cabello; antes, el cabello le llegaba por debajo de los hombros, y ahora lo tenía hasta media espalda, pero como todos estaban acostumbrados a verlo con el cabello largo, prácticamente le rogaron que no se lo cortara. Lo mismo había ocurrido con Makoto; apenas notó que su cabello había crecido, se lo cortó de la forma en que lo llevaba siempre.
El rubio desapareció al doblar en una esquina, y fue en ese momento en que los chicos decidieron entrar al edificio, acordando una conversación en algún receso.
Cuando Kyoichi puso un pie dentro del edificio, parecía que automáticamente todos se apartaron del camino, como si le hubieran puesto un GPS para saber en qué momento iba a llegar. Típico robot de Kurosaki. No dijo nada, tampoco pensó, sólo caminó ignorando a todos como siempre, incluso a las chicas que hacían de todo para llamar su atención.
Al llegar al tercer piso, lo mismo. Algunas seguían intentándolo, esperando tener un oportunidad; a otras les había quedado claro desde el primer día que para él sólo existía una mujer y ésa era su novia, Hitomi. Sin embargo, se conformaban con mirar.
Entró al salón y vio a Taiga y Hitomi en sus respectivos asientos, charlando mientras garabateaban una hoja. Claramente, Amaya no estaba porque la loca siempre llegaba tarde adrede. Los dos lo saludaron de una forma algo tímida, ya que, por la cara que tenía, era de suponer que no tuvo una buena noche y les preocupaba, además de que no era normal que llegara justo antes de empezar las clases.
Para mayor remate, él trabajaba después de clases y volvía a su casa a las diez de la noche. Más agotado estaba.
El timbre sonó y al rato, la profesora de Literatura entró al salón, con una pila de papeles en las manos. Examen sorpresa. Apenas entró, todos fueron a sus lugares y guardaron sus cosas, todos a la vez, como si se tratara de un campamento militar.
La profesora entregó una hoja a cada alumno. Todos se mostraban serios, incluso hasta el que más moría de nervios. Por eso era que todos describían como robots al chico o chica que estudiara en Kurosaki. Cuando la mujer se dirigía a su propia mesa, la emo se dignó a aparecer, pero no le dijo nada; aunque le molestaba ese aspecto de ella, además de que mezclaba atuendos rockeros con el uniforme, ya estaba acostumbrada, y mil sermones no la cambiarían. Ya que tenía una hoja en sus manos, se la entregó antes de dirigirse a su asiento.
-Tienen media hora para hacer el examen, ni un minuto más -ordenó la profesora, mirando su reloj de pulsera-. Empiezan ahora.
Y enseguida, todos empezaron a escribir.
-¿Pesadillas? -preguntó Gabu, pensativo.
Los niños habían ido a buscar a Gabu apenas escucharon la campana del receso, ya que creyeron que era necesario que él supiera lo que estaba pasando, por lo que se reunieron en la desolada azotea. Makoto estaba apoyada en el barandal, mirando a la nada mientras el viento alborotaba su cabello y sus amigos estaban a unos metros hablando del tema.
Antes de eso, ya habían hablado y resultó que Makoto también tenía las mismas pesadillas que Sho.
-¿De verdad no sabes nada? -preguntó Sho. Gabu no respondió porque aún vagaba en sus recuerdos.
-Salvo una vez que soñé con una figura encapuchada, nada fuera de lo común -respondió el pelirrojo.
-¿Figura encapuchada? -preguntó Kakeru, frunciendo el ceño, a lo que el pelirrojo asintió.
-Sí, sólo que no recuerdo qué decía -alzó la mirada-. Ni siquiera mi hermano me ha hablado de alguna pesadilla.
Los chicos suspiraron. Sería un trabajo más difícil de lo que pensaron.
-Aunque, ahora que lo dicen -con eso volvió a tener la atención del castaño y el peliazul-, él lleva un buen tiempo preocupado por Shido.
Al escuchar su apellido, que era un apodo para su hermano, Makoto volteó.
-¿A qué te refieres? -preguntó.
-Bien me dijo que Shido tiende a desvelarse estudiando por regresar tarde del trabajo, pero que estos cinco meses, ha estado decaído y teniendo pesadillas -respondió el pelirrojo.
-Makoto, ¿es verdad? -preguntó Sho.
-No lo sé -admitió la pelinegra-. Nunca me dice nada, tampoco me habló sobre unas pesadillas.
El trío masculino compartió miradas. Si ése era el caso, más complicado todavía, sobre todo cuando hablaban del chico más frío y reservado del grupo.
-¿Y él sabe que las tienes? -la niña asintió, y al hacerlo, pareció recordar algo.
-Recuerdo que se desmayó cuando le conté.
-¿Crees que sean las mismas? -preguntó Kakeru.
-Habría que preguntarle -dijo Gabu, luego miró a la niña-. Supongo que hoy tiene que ir a trabajar.
La menor de los Shido asintió, sumida en sus pensamientos.
Estaba decidido. Visitarían al rubio en el trabajo.
Eran las siete de la tarde y el sol se estaba escondiendo. Kyoichi había acabado de atender a unos clientes y volvió a la barra, ignorando las miradas que recibía de algunas chicas.
-Te ves aburrido -volteó al escuchar a Yoshida.
-Lo estoy -se quejó el rubio, mientras servía algún licor en dos vasos de vidrio.
-¿Mal día?
-Todos los días aquí son malos cuando tu jefe sabe que tienes problemas económicos y no te paga hace más de tres meses.
-Dímelo a mí, no tengo cómo pagar las medicinas de mi hija.
-Odio decirlo, pero es difícil buscar alternativas cuando eres un mafioso -lo miró-. Supongo que a tu jefe le importa una mierda.
-Y supones bien -medio sonrió.
Se separaron porque Kyoichi fue a dejar los vasos a la mesa que atendió mientras que Yoshida de la orden que tomó. Sin embargo, se distrajo al oír unos gritos; volteó y vio a unos clientes gritándole al rubio, quien no les respondía de la forma más amigable. Pese a que no había que responderles, Kyoichi no era de los que se quedaban callados, una de las razones por las que siempre tenía problemas con Dan.
Cuando el chico regresó a la barra, avisó que iba a sacar la basura; en parte, era un excusa para salir a tomar aire, pero también había bolsas que esperaban llegar al cesto.
Yoshida lo miró preocupado.
Al momento de dejar las bolsas, se apoyó sobre la pared, soltando un suspiro pesado. De repente, sintió la presencia de alguien más, por lo que volteó y vio a tres niños. Bueno, cuatro con el que estaba más atrás. Los miró serio, después de todo, se trataba nada más ni nada menos que de su hermana y sus amigos, aunque no sabía si llamar "amistad" a la extraña relación que tenían con Gabu.
-Con usted queríamos hablar, jovencito -dijo Sho, imitando una voz nasal.
Kyoichi lo miraba fijamente, aguantando las ganas de golpearse la cara.
-¿Por qué llevas un bigote? -preguntó.
-¡Oye, le quitas la magia al asunto! -replicó infantilmente el castaño del bigote mexicano.
-¡Magia mis cojones!
Sho suspiró.
-Bien, queríamos saber algo -esta vez, el que suspiró fue el rubio.
-Habla rápido, no es como si tuviera horario de descanso.
-Bien -Sho carraspeó-. Se trata de unas pesadillas.
Todos notaron cómo la mandíbula del rubio se tensaba.
-¿Sabes algo? -Kakeru fue el primero en preguntar.
-Lo siento, como vidente, muero de hambre -ironizó, a lo que todos cayeron hacia atrás por esa estupidez-. Pero, en serio -nuevamente ganó la atención de los niños-, ¿se trata de algo en especial?
-Es sobre la Zona X.
-Verás, ya sabemos que Makoto lleva cinco meses teniendo pesadillas, al igual que yo -empezó Sho-. No conocemos otro caso, pero por Gabu supimos que tú estás en las mismas, que incluso te desmayaste cuando supiste lo de Makoto y creo que con eso sabes de qué hablamos, ¿me equivoco?
La mirada seria del joven le hizo estremecer, sin saber si hizo bien al hablarle del tema, pero se tranquilizó al ver un brillo de preocupación en los ojos del chico.
-Después hablamos, tengo que volver al trabajo.
-¡Claro! ¡No queremos que tu jefe te regañe! -exclamó Sho, con un entusiasmo que provocó que a todos les bajara una gota por la nuca.
-Pues a simple vista, pareciera que eso quieres -dijo Makoto.
El rubio se disponía a entrar al bar, cuando dos sujetos llamaron la atención de los cinco. Eran dos figuras adultas, ambos andaban vestidos de igual manera; un abrigo largo y marrón claro, sombreros negros y con barbas al más puro estilo de musulmán que les daba el aspecto de una extraña mezcla entre Sherlock Holmes y Osama Bin Laden (?). Bueno, por lo único que se diferenciaban era por el color de las matas de pelo; uno tenía barba blanca mientras el otro tenía barba negra.
-Chicos, ¿podrían ayudarnos? -susurró el sujeto de la barba negra.
-Oye, Jack Sparrow, el casting de Piratas del Caribe ya terminó, llegas tarde -ironizó Kyoichi.
A los niños les bajó una gota por la nuca.
-Eh, no íbamos a un casting...
-Sea lo que sea que estén haciendo, suficientes catástrofes hubo en Japón para que ahora vengan los terroristas a lanzar bombas.
-Tampoco vamos a lanzar bombas -al tipo le bajó una gota por la nuca.
-No parece.
-¡Te dije que parecíamos psicópatas con esta ropa! -replicó Barba Blanca (?).
-¡¿Quieres callarte y seguir con el plan?! -gritó de vuelta Barba Negra. Volteó a mirar a Kyoichi, quien estaba abriendo la puerta del bar-. ¡Shido, no! -gritó, pasando a llevar a los niños al correr hacia él para agarrarlo bruscamente del brazo.
El rubio lo miró con una ceja alzada, sorprendiendo tanto a los niños como a los mayores. Para empezar, era extraño que hablara con tanta normalidad con unos desconocidos, pero si fueran eso realmente, enseguida los habría mandado a volar, porque Kyoichi no era idiota.
-Ahora arruinaste todo el plan -replicó Barba Blanca a Jack Sparrow.
-Santa, la navidad pasó hace unos cuatro meses -ironizó Kyoichi-. Oigan, estoy en horario de trabajo, terminen con esto de una vez.
Ambos desconocidos compartieron una mirada de duda, hasta que soltaron un suspiro y se quitaron el sombrero, revelando sus largos cabellos atados en una coleta baja que reconocerían donde fueran. Ni siquiera hizo falta que se quitaran las barbas que eran obviamente falsas.
-¡¿KOEI?! -exclamaron los niños, mientras que Kyoichi se mantuvo impasible y con su clásica pose de brazos cruzados, como si no le sorprendiera verlos-. ¡Arthur!
-Sorpresa -canturrearon los dos adultos, sin ánimos.
-Pero ¿qué hacen aquí? -preguntó Sho, sin salir de su asombro. Luego miró a Kyoichi-. ¿Cómo supiste que eran ellos?
-Las barbas teñidas se ven ridículas -respondió éste, mirando a Koei, a quien lo rodeó un aura depresiva-. Hasta a Arthur se le ve mejor, sólo porque parece que es canoso en vez de rubio.
-Bueno, no hacía falta tanta brutalidad -dijo Koei.
-Deja de hablar como Taiga y expliquen qué mierda están haciendo aquí -exigió saber Kyoichi, quien no tardó ni dos segundos en procesar lo que dijo-. No, no me digan, tengo que volver al trabajo.
-Tan esforzado como siempre -Arthur sonrió inocente, a lo que el rubio rodó los ojos antes de entrar al local.
Éste cerró la puerta y al voltear, se sobresaltó al ver a alguien frente a él, que no era nada menos que Yoshida.
-¿Qué hacías afuera? -preguntó el calvo.
-Sacando la basura -respondió simple, a lo que Yoshida alzó una ceja.
-¿Por diez minutos?
-Y tomando aire, nunca me dejas terminar.
-Qué gracioso -rió el mayor-. Escuché voces, ¿está todo bien?
-Sí, sólo era... el loco amigo de mi hermana.
-¿El que es más despistado que Taiga?
-Exacto -dijo comenzando a caminar.
En la barra vieron a Dan hablando con unos clientes. Éste al verlo, le hizo una seña para que se acercara. Kyoichi rodó los ojos; esa seña significaba que quería que atendiera a sus clientes. Dos chicas de unos veinte años menos que el tipo.
-Sé que harás un buen trabajo -dijo Dan, antes de marcharse.
-Vaya -dijo una chica de cabello negro con ridículas mechas rubias-. Sabía que este sitio tenía dioses por empleados, pero tú eres todo un Adonis.
-¿Te gustaría venir con nosotras? -preguntó la otra, de cabello castaño claro, corto y ondulado.
-¿Van a pedir algo o van a seguir coqueteando como idiotas? -soltó el rubio, a lo que las chicas rieron algo nerviosas.
-Sí -la pelinegra se acomodó un poco el escote, que no era mucho a decir verdad-. Te queremos a ti.
-Lo siento, yo no estoy en el menú, y aún si lo estuviera, me basta con mi novia -escupió. A las chicas se les cayó la mandíbula.
-Permiso, chicas -voltearon al ver al castaño del bigote mexicano, quien iba acompañado del resto de sus amigos, empujando a la castaña.
-¿Por qué no te quitas el bigote? -inquirió Kyoichi.
-Porque me gusta -el rubio entrecerró los ojos y le arrancó el bigote de un jalón, por lo que soltó un grito de niña.
-¿Quién mierda se pega un bigote con cianoacrilato?
-Hermano, es Sho -se burló Makoto, por lo que Sho replicó.
-Yoshida, lleva a este pastel (1) al baño -pidió el rubio a su compañero, quien obedeció y se llevó al castaño que ya se le estaba irritando la piel por el pegamento.
-¿Qué pasó aquí? -volteó al oír la voz de Taiga.
-Es un día de locos -bufó.
-Oye, se supone que nosotras estábamos primero que estos poca cosa -habló la pelinegra de antes.
-¡Escucha bien, si no vas a pedir nada, la puerta está ahí! -explotó, señalando la puerta ante la mirada atónita de las dos zorras-. ¡Ahora lárgate antes de que reviente una botella de vodka en tu rostro operado!
De repente, todo el local guardó silencio.
-¡Hey, ¿tienes idea de con quién estás hablando?!
-¡Me importa una mierda, y agradece que es sólo la mitad de lo que quiero decirte!
La chica colgó su cartera al hombro y caminó hacia la salida, contoneando sus caderas, y la castaña corrió detrás de ella. La escena fue presenciada incluso por Dan, quien le agarró bruscamente el brazo.
-¡Suéltame, pendejo asqueroso! -espetó, liberándose y, sin mirar a nadie, se dirigió a los vestidores.
Mientras poco a poco todos volvían a sus propios asuntos, los chicos decidieron correr tras el rubio. Habían estado tantas veces ahí que andaban como Pedro por su casa, y cuando llegaron a los vestidores, Kyoichi tenía la cara contra los casilleros.
-Vamos, amigo, no te preocupes por eso -trató de animarlo Taiga, estrechándolo entre sus brazos-. ¿Necesitas algo?
-Sólo sáquenme de aquí -musitó el rubio con la voz quebrada.
-¿Qué pasó? -todos voltearon a ver a Yoshida, que también había seguido a su compañero.
-Sólo tuvo un mal día, eso es todo -respondió el pelinegro. Yoshida suspiró.
-Bien, Kyoichi, sólo arréglate, ve a descansar, tómate unos días libres si quieres -lo animó-. Esto no te hace bien, ambos sabemos que es difícil lidiar con Dan.
Luego de un rato, en lo que tardó Kyoichi para tranquilizarse, comenzó a arreglarse, aunque de ropa, sólo era quitarse el corbatín y la chaqueta sin mangas. Como su cabello había crecido, se lo amarraba en una coleta, que al soltarla, cayó como cascada sobre su espalda y hombros. Una vez que estuvo listo, salió en compañía de sus amigos, sin mirar a nadie, e ignorando los llamados de su jefe.
Se despidieron afuera del lugar, pero Kyoichi aún estaba algo decaído, por lo que no dijo ni una palabra y comenzó a caminar, con su novia y su hermanita siguiéndolo. Todavía habían unos pocos rastros de sol.
Koei y Arthur realmente, se habían perdido de muchas cosas; además de que Hitomi vivía con los Shido, el rubio se había pegado un estirón en esos cinco meses, y se dieron cuenta cuando Hitomi le llegaba a la nariz.
Al día siguiente, después de clases, una sorpresa le esperaba en la entrada de la escuela al cuarteto de primaria, que miraba a los mayores como si fueran extraterrestres. ¿Por qué? Por el simple hecho de que Kyoichi siempre tenía que pasar por Makoto después de clases, y esta vez, iba acompañado por su novia y amigos junto con los dos intentos de terroristas que aparecieron el día anterior (?).
-¿Se supone que esto es normal? -preguntó Makoto.
-Sé que no somos normales, pero esto supera mis expectativas -dijo su hermano. Un aura oscura lo rodeaba desde que salió del instituto.
-Chicos, necesitamos hablar -intervino Koei.
Los niños se miraron.
-¿Soy la única que no entiende la situación? -preguntó la pelirroja teñida, aún con la gran interrogante sobre su cabeza.
Entre todos compartieron una mirada. Bien, Amaya sabía de la Zona X, porque se lo contaron, incluso sabía de qué trataban las pesadillas del rubio. Aunque éste miró a Taiga como si fuera el mayor idiota del mundo.
Amaya se hartó de esperar y comenzó a caminar.
-¿No le has dicho nada? -preguntó Kyoichi a Taiga, quien suspiró, aguantando las ganas de golpearse la cara.
-Iba a hacerlo, pero se me olvidó.
-Koei, ¿qué tan larga es la historia? -miró al ninja.
-Depende -dijo Koei.
El rubio miró en la dirección en que se fue Amaya. La chica seguía esperando a que el semáforo cambiara a verde para los peatones, por lo que empezó a caminar, y los demás lo siguieron a unos pasos detrás.
La pelirroja se veía algo molesta por ser ignorante a lo que ocurría, pero no podía enojarse con Kyoichi. Él sólo trataba de arreglar la situación.
Cuando llegaron hasta ellos, Amaya ya se estaba despidiendo y volvió a caminar, sin mirar a Taiga.
-Está molesta, ¿no? -preguntó el pelinegro.
-Se le va a pasar -trató de calmarlo Kyoichi-. Ahora no tenemos tiempo; mañana iremos a la estación y le contaremos todo, ¿bien? -todos asintieron. Luego miró a Taiga-. Y tú no la cagues.
Sin más, puso un pie en el paso cebra, y al dar el segundo, un auto frenó a un pelo de tocar su pierna.
-¡Fíjate, hijo de puta! -le gritó al conductor, y siguió caminando.
El semáforo de peatones estaba en verde, después de todo.
Al llegar a la casa de los Shido, por ser la que más cerca estaba, subieron las escaleras con toda la tranquilidad del mundo, ya que no había nadie en casa. Kyoichi abrió la segunda puerta del pasillo, la que daba a su habitación.
Cuando entraron a ella, se encontraron con paredes cubiertas de graffitis, dibujos y fotografías. Había un gran ventanal frente a ellos que daba a un balcón. Los graffitis y fotografías se encontraban en la pared del lado del escritorio, donde reposaban libros, una lámpara y un laptop; mientras que los dibujos se encontraban en la pared al lado de una cama cubierta por un edredón azul oscuro, y frente a ella, se encontraba un armario. El dibujo era de algún sujeto con una pistola, dándole un aire de criminal; era un dibujo completamente negro y algunos detalles blancos por el color de la pared; al lado de éste, se podían ver unas palabras, quizás letras de canciones o frases de libros. Los dibujos eran tan perfectos que era difícil creer que él los había hecho. La habitación no era ni muy grande, ni muy pequeña, pero si era lo suficientemente espaciosa para nueve personas.
-¿Tú hiciste todo esto? -preguntó Arthur, observando las paredes. Kyoichi sólo lo miró mientras abría la ventana del balcón, ya que no se podía respirar.
-Aunque no lo creas, sí -dijo Makoto, encendiendo el laptop.
Koei abrió el armario y vio todo perfectamente ordenado. Al bajar la mirada, una caja llamó su atención; la abrió y vio medallas, diplomas, hasta trofeos. Kyoichi volteó y apretó sus puños al verlo.
-¿Qué es esto? -preguntó Koei.
-Los premios que ganó en varios torneos -dijo Hitomi.
-¿Por qué los tienes guardados? -preguntó Arthur, mirando al chico-. Pensé que te gustaba.
-No importa -dijo el rubio, cerrando la caja y dejándola en su lugar.
-Shido -lo llamó Koei. Kyoichi le sostuvo un buen rato la mirada.
-Dejé las competencias, ¿feliz?
-¿Cuándo?
-El año pasado, ¿cuál es el problema?
-¿Por qué?
-Hay cosas más importantes de qué hablar.
-¿Cambiaste la contraseña? -intervino Makoto.
El rubio la miró y cerró el laptop. No le gustaba que lo ocupara, debido a que la última vez que se lo prestó, casi lo dejó con un virus.
-¿Por qué dejaste las competencias? -repitió el ninja.
-¿Acaso no puedo? Nada es para siempre, es como si me preguntaras por qué no lucho contra una enfermedad terminal.
-¿Siquiera tu familia lo sabe?
-Ya no importa, Koei -espetó-. Si viniste a averiguar por qué lo dejé, la puerta está ahí; no estoy de ánimos para discutir contigo también.
El ninja suspiró. Cuando quería, el chico podía ser terco, pero él tampoco era nadie para replicarle por su decisión.
-Bueno, volviendo al tema... -dijo Arthur.
-Makoto -la llamó su hermano-, ¡deja de usar mi laptop! -cerró el computador nuevamente y lo escondió entre la ropa del armario.
-¡El mío murió! -protestó Makoto.
-¡Pues que en paz descanse!
-Oigan, no podemos seguir perdiendo el tiempo -dijo Koei. Al ver a todo el mundo en silencio, habló-: Bien; recordarán que, después de lo que pasó con el Equipo X, Sho decidió quedarse en la Zona X por un tiempo...
Luego de que Sho regresara a casa, el caos en el otro mundo regresó pocas semanas después, lo que equivalía a los cinco meses de pesadillas que lo habían atormentado tanto a él como a los hermanos Shido. Como Sho había sido un héroe, era lógico que tuviera pesadillas, pero lo que no podían explicar era el porqué del mismo castigo para los Shido y no para los demás; lo único que podían decir era que se trataba de una señal, pero no sabían a qué iba.
Un día, una explosión llamó la atención de los héroes, por lo que fueron a investigar, y se encontraron con gran parte de la zona envuelta en llamas, y éstas crecían con gran velocidad. Mucha gente perdió la vida en ese "accidente"; otras, incluyéndolos, sufrieron graves heridas que tardaron semanas en sanar. Algunos creyeron que era algo normal, que sólo fue un accidente, que no volvería a pasar, pero el equipo de la señorita Yuki lo tomó como una advertencia, por lo que tarde o temprano, Sho tendría que volver con sus amigos y luchar nuevamente. Ese mismo día, corrieron a ver cómo estaba la Imperial X; afortunadamente seguía ahí, pero no liberaba energía, y cuando iban a investigar por qué se produjo, se dieron cuenta que el emblema había desaparecido, lo que fue el detonante de una serie de catástrofes en el lugar.
-Sho, incluso tu padre salió de la ciudad a investigar sobre este fenómeno -dijo Koei-, y cuando regresó, estaba en un estado crítico, que se nos hizo difícil salvarlo.
Sho abrió los ojos, pasmado al recibir la noticia. Se esperaba que su padre también corriera riesgos por estar en la otra dimensión, pero no esperaba que fuera tanto.
-Afortunadamente, ahora se encuentra estable -dijo Arthur-, pero no podemos descansar ni un segundo sabiendo que todo esto está pasando.
-¿Qué saben de lo ocurrido? -preguntó Kakeru. Los dos adultos se encogieron de hombros.
-La señorita Yuki sigue investigando, y nos mandó a buscarlos -continuó-. Nadie sabe nada, pero ahora que recuerdo, Takeshi Yamato había dicho algo extraño cuando regresó.
-¿Qué fue eso? -preguntó Sho.
-Fue muy extraño, algo como Sting... Stick -trató de decir Koei, pero no recordaba.
-Sigma -intervino Arthur-, eso dijo.
Todos voltearon al oír un golpe, y de repente, vieron a Kyoichi en el suelo, desmayado, por lo que no duraron ni dos segundos en ir a socorrerlo.
(1) Pastel: Tonto, idiota, estúpido, etc :v hay tantas formas de insultar a alguien en Chile xDDD
Y este fue el primer cap :v
¿Les gustó? ¿lo odiaron? ¿algo?
Sé que la idea de una pesadilla es algo cliché, pero fue lo único que se me ocurrió para agarrarle el hilo :v
Tuve que escribirlo como cien veces hasta lograr un resultado que me convenciera, y claro, las estupideces de los personajes no podían faltar xDDDDDD
EEEEEN fin... y eso fue todo por hoy xD
Chao chao!
