Era de noche. Una noche tranquila en contraste con el torbellino de emociones que embargaban a aquella joven de cabellos rubios. Una fecha en el calendario lograba ponerla así. El 30 de agosto.

Parecía un ritual. Despertarse por la mañana, ver la fecha en el calendario, ir a embriagarse a algún bar todo el día y, para terminar con broche de oro, pasar la noche encerrada en su habitación con varias botellas de cerveza a su alcance para así tener siempre una en la mano. Lo que seguía era quedarse dormida en algún momento de la noche y despertar a día siguiente con La Gran Resaca del 31. Pero algo cambio esta vez. Si se encerraba en su cuarto era porque no era la única habitante de aquel departamento, y esa noche, la otra ocupante se armo de valor para interrumpir el triste ritual de la rubia. Lenta y dubitativamente abrió la puerta de la habitación y distinguió en la obscuridad una silueta sentada en el suelo con la espalda recargada en la pared.

-¿Puedo pasar?- No hubo respuesta, lo cual tomo como un "si te atreves". Y claro que se atrevió. La rubia podía despertar en ella varias emociones, pero el temor no estaba entre ellas.

- La extrañas mucho ¿verdad, Haruka?- De nuevo no hubo respuesta. Sus ojos, ahora acostumbrados un poco más a la obscuridad de la habitación, pudieron ver la cabeza gacha de la rubia, que miraba fijamente la botella en su mano, como si fuera esta la que le hablaba.

-La debes extrañar mucho… todavía.- Su voz pareció quebrarse por un instante, pero siguió hablando. –Yo no he podido lograr que tu… yo también la extraño- Sus ojos negros se fueron humedeciendo poco a poco mientras hablaba. –Cualquiera diría que, siendo hermanas, me parecería un poco a ella... y que, pareciéndome a ella, tú me... - Fue en este momento que la rubia levanto la mirada y la fijó en la chica de cabellos y ojos negros que seguia en el humbral de la puerta. –... que tú... que tú y yo... pero no lo conseguí... y tú sigues pensando en ella... y yo sigo aquí, a tu lado pero invisible.- las lagrimas ahora caían incontrolables por sus mejillas.

-Yuko... de que estas...- fue lo único que atino a balbucear Haruka ante la confesión de aquella chica de 16 años, y cuatro años menor que ella, que ahora permanecía arrodillada a una corta distancia en aquella obscura habitación.

-Yuko... yo no sabi...- pero sus palabras fueron interrumpidas por unos labios sobre los suyos. Sintió de momento como si todo el alcohol antes tomado se le saliera de golpe del cuerpo para que fuera consiente de todo lo que sucedía. Ni la confesión ni el beso fueron esperados, y a ambos los recibió con una expresión de sorpresa, a diferencia de Yuko, quien incluso cerró los ojos al besar a Haruka por unos exactos 5 segundos. Y es que fueron 5 segundos los que le tomaron a Yuko para darse cuenta de lo que estaba haciendo, de lo que había hecho. Había revelado sentimientos que se había prometido guardar para siempre, a menos de que tuviera un claro indicio de que eran correspondidos. Pero no hubo tal indicio, solo la desesperación en su corazón que termino por expulsar todo de aquella manera y con aquella acción.

Rápidamente la pelinegra se apartó de Haruka y solo pudo corresponder a su cara de sorpresa con una de espanto. Espanto por sus acciones, por la reacción que tendría la rubia, por haber echado todo a perder. Bajo la mirada avergonzada y una vez más la desesperación en su corazón tomo el control de su boca para decir:

-Supongo que no soy lo suficientemente buena-

Y en respuesta a esto, sintió una mano suave y a la vez fuerte tomar su mentón y guiarlo hasta que sus labios alcanzaron los que había besado hace un momento. Pero esta vez estos labios, en lugar de estáticos, se mostraban inquietos, apasionados y encendidos, y no tardaron en encender a los otros. Cada beso y cada toque de Haruka llevaban un ligero rubor a las mejillas de la pelinegra, quien nunca había sido tocada y besada de esa manera, y su cuerpo virgen gozaba del tacto experimentado de la rubia.

Haruka conocía muy bien a Yuko y sabia que esa sería su primera vez, así que cada caricia y cada roce los realizo con ternura y delicadeza, porque quería a Yuko, y quería que fuera algo especial.

Y ese fue el primer 30 de agosto después de aquel trágico día en el que Haruka no pasaría la noche a solas, pero muy en el fondo la rubia sabía que, aunque mágico y especial, aquello solo era una distracción para su corazón, una distracción de su verdadero dolor, y sabia que este dolor Yuko no lo podría calmar permanentemente, por mucho que lo intentase.

(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)

Yuko

La hermana de Yuko se llamaba Aneki, y 3 años antes había tenido una relación con Haruka. Aneki con 20 años, Haruka con 17 y Yuko con 13 iban juntas a todas partes, a excepción de aquellos momentos en los que la pareja quería tener un poco de privacidad y dejaban a Yuko jugar tranquila en su habitación. Aneki tenia 2 años de conocer a Haruka, y año y medio de ser su novia.

Los padres de las hermanas habían fallecido en un accidente automovilístico cuando Yuko tenía 11 años y Aneki 18, y ambas vivieron solas desde entonces.

Haruka siempre le tuvo mucho cariño a Yuko , viéndola como una hermana menor. Por su parte, Yuko admiro a Haruka desde el principio. La seguía a todas partes y siempre quería hacerse notar ante ella.

Un 30 de agosto Haruka tendría su debut en las carreras de autos regionales, y Aneki y Yuko asistirían. Aneki iría por Yuko en la tarde y llegarían juntas al evento. Ninguna llegó. El taxi en el que viajaba Aneki para recoger a Yuko se accidento, y chofer y pasajero murieron en el impacto. Así de crudo se los explicaron y así de rápido Yuko se quedó sin familia. Haruka, devastada, decidió hacer lo único que podía por Aneki, hacerse cargo de su hermana.

Así fue como Yuko se fue a vivir con Haruka y poco a poco fue superando la pérdida de su hermana encontrando un gran consuelo en la rubia. Haruka, que siempre intentaba hacerla sonreír y olvidar su tragedia, no se daba cuenta de los sonrojos que causaba en las mejillas de la pequeña con sus miradas, con sus halagos y con sus sonrisas. No se daba cuenta de que algo más intenso que una simple admiración crecía en el interior de Yuko peligrosamente y, al no darse cuenta, no hizo nada por detenerlo, y mucho por acrecentarlo.

Haruka no volvió a fijarse en nadie más desde la muerte de Aneki. Desde ese trágico día lo más que llegaba a tener eran rolletes de una noche, meros encuentros destinados a distraerla por unas cuantas horas, porque ni siquiera pasaba toda la noche con esas desconocidas. Debía regresar a casa para que Yuko no se preocupara al no verla en la mañana. Tampoco volvió a competir en carreras de autos. Le traían malos recuerdos. En lugar de eso, desarrollo su talento con la música tocando el piano. No quería recordar aquel día más de lo necesario, para eso estaba cada 30 de agosto.

(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)(-)

Aquella mañana del 31 no hubo resaca, a al menos desapareció al instante de ver ese cuerpo de 16 años desnudo en la cama junto a ella. Al principio sintió miedo, nunca pensó que algo así podría pasar, nunca lo planeo. Pero ahí estaba ella, durmiendo plácidamente dándole la espalda.

Sentía miedo, si, pero no arrepentimiento. Quería a Yuko, eso lo sabía. Ella había sido su única verdadera compañía de los últimos 3 años. Sabía que lo de la noche anterior no había sido solo sexo, como otras tantas veces con otras tantas chicas, no, con Yuko había hecho el amor.

Se levanto cautelosamente y salió de la habitación.

.

.

Abrió lentamente los ojos y le tomo solo 3 segundos reconocer el cuarto en el que estaba. Volteo rápidamente solo para encontrar el otro lado de la cama vacio. Tuvo una sensación de ahogo y sintió como las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos, pero estas fueron interrumpidas por una voz en la puerta.

-¿Por qué lloras?- Haruka estaba ahí de pie, con una bandeja en las manos y el desayuno sobre esta. Yuko se abalanzó sobre la rubia, abrazándola con fuerza y haciendo que esta tirara la bandeja.

-Lo siento- dijo la pelinegra sollozando y aferrandose fuertemente a la rubia. –Tire el desayuno-

Haruka le devolvió el abrazo y sonrió tiernamente.

-No te preocupes, prepararemos mas juntas-