Hola! Un one-shot para desestresarme por la universidad y otras cosas :'v
Advertencias: nada, creo (?)
Disclaimer: los personajes no son de mi propiedad, solo la historia es mía~
Aclaraciones: Girlymatsus no son hermanas, por lo que uso el seiyuu de ellas pare referirme a ellas (?)
Gracias a Hesse y Ariasu por ayudarme con lo de la profesión de Karako.
Disfruten~
Karako Nakamura era una mujer fuerte, había aprendido a sobrellevar los problemas de la mejor manera posible y se había obligado a no ser una sentimental, a superarlo mejor dicho, porque desde niña había sido una llorona empedernida. Recordaba una vez cuando estaba en jardín de niños y una libélula se puso sobre su hombro, solo había intentado espantarla porque le daba miedo; sin embargo, la había terminado matando y como consecuencia había empezado a llorar. Era vergonzoso recordarlo, pero de cierta forma le traía felicidad porque así había conocido a su primera y en secreto, no tan secreto, mejor amiga, Sakurai Osoko. La niña castaña, desde joven, tenía ciertos tintes maternales y se había acercado a ella para calmarla, así se habían hecho amigas y dentro de poco cumplirían 20 años de serlo.
La mujer de cabello pelinegro tenía uno que otro golpe en el alma que había dolido, algunos que seguían doliendo, pero que la habían hecho crecer como persona y sobreponerse a las situaciones, acciones que la habían hecho sentirse perdida y lastimada en el mundo, pero que por su parte habían hecho que conociera personas que guardaría con recelo en su corazón. Ella realmente esperaba que esa fuera una de esas situaciones… Apretó el labio y poco le importo estar en un oscuro callejón, con su mejor vestido que escasamente se ponía, llorando sentada sobre algún charco de agua sucia. Que lamentable podía ser…
Karako llevaba unos 7 meses en esa ciudad, había tenido que dejar su ciudad natal para poder ocupar el puesto de maestra en educación física en una primaria que se encontraba ahí. Mentiría al decir que su primera opción para ejercer era ser maestra en una primaria, ella amaba los deportes, eran su pasión, pero sobre todo el basquetbol. Lo había practicado desde secundaria y lo había continuado en preparatoria hasta volverse la capitana del club, había ido a grandes torneos y los busca talentos habían acudido a ella. Podría ser una jugadora profesional… o eso esperaba ser hasta aquel incidente. Todavía lo recordaba con claridad, había salido con sus amigas a festejar a un karaoke; Ichiko y Choroko iban adelante quejándose de las mujeres superficiales, Jyushiko y Todoko venía atrás de ellas hablando de un nuevo labial que habían visto en una revista mientras que ella se encontraba caminando al lado de Osoko al final.
El semáforo estaba en rojo y estaban a punto de terminar de cruzar la calle, Osoko había dicho algo gracioso que le provocó risa, esa risa no discreta y fuerte que tenía, se había girado para ver a la castaña y pudo ver esa luz que se dirigía hacia ellas. En realidad no sabía que había pasado por su mente en esos momentos, pero había tomado a Sakurai con fuerza del brazo y la había lanzado contra la acera, lo suficientemente rápido para que apenas se salvara de ser atropellada, lo suficiente rápido para ver como el rostro de la muchacha de cabello corto se contraía en una mueca jodidamente espantada, después de eso solo vino el golpe y muchos gritos femeninos.
Cuando abrió los ojos de nuevo se sentía cansada y le dolía todo, apenas alcanzó a ver a su madre dormida a sus piernas cuando el doctor interrumpió y se dio cuenta que había despertado. Vinieron muchos chequeos y tres noticias importantes que la golpearon con fuerza, pero que se obligó a hacer a un lado cuando Osoko se echó a llorar a sus pies pidiendo perdón por algo que claramente no había sido su culpa. La primera de ellas fue que estuvo inconsciente por un mes, no le preocupo tanto, la segunda fue que no podría volver a practicar un deporte de manera profesional, la garganta se le había secado y se había sentido mareada, pero la tercera fue la que más dolió, no podría tener hijos, no lloró en esos momentos, pero su alma sí que lo hizo. Karako fue un buen nombre para ella porque se encontraba vacía…
Sin embargo, aun así puso seguir adelante, lo de ser maestra de educación física para primaria fue lo mejor que pudo haber elegido, podría estar cerca de los niños, de esos pequeños que todavía tenían el alma dulce y podría transmitirles su amor por los deportes. Después de su graduación en la universidad había ejercido en una primaria en su ciudad natal, pero la oferta de un mejor salario en una buena escuela había sido tentador, lo suficiente para marcharse de donde vivía.
Había llegado con ánimos y muchas energías, después de bastantes despedidas, a su nuevo lugar de estadía. Su primer mes había sido algo ajetreado, acostumbrándose al ritmo de esa ciudad, la primaria y los nuevos niños a los que enseñaría durante ese ciclo lectivo, por lo que no había tenido muchas oportunidades de buscar algún gimnasio al cual apuntarse, además que sus ejercicios solo se limitaban a su casa.
La primera vez que lo vio fue irónicamente la primera vez que había podido salir a correr desde que se había mudado. Él estaba en un lote baldío bateando a la nada, lo que la extraño, pero siguió corriendo con los audífonos puestos, cuando regreso él seguía bateando con una gran sonrisa en el rostro que le recordó a Jyushiko, serían parecidos si tan solo a ella le llamaran más la atención los deportes y no el arreglarse para encontrar algún chico, no que la criticara, a ella era a la que le hacía falta experiencia en ese aspecto. Su vida amorosa era tan nula que daba vergüenza. Había negado con la cabeza mientras tomaba rumbo hacia su departamento, debía prepararse para las clases. No supo muy bien por qué lo hizo, pero de regreso a su departamento paso por el mismo lote baldío, con una excusa para sí misma de comprar víveres, aunque sabía que no le hacían falta. Otra vez lo encontró en el mismo sitio, haciendo la misma actividad. Karako no era tímida por lo que con curiosidad se acercó hacia el chico y le preguntó acerca de lo que hacía.
―¡Amo el baseball! ¡Muscle, muscle! ¡Hustle, hustle!―había dicho el de ojos miel con una sonrisa entusiasta.
A Karako le había caído bien al instante, le recordaba a ella cuando se quedaba entrañando básquet a altas horas de la noche, no porque quisiera ser la mejor sino porque disfrutaba de hacerlo.
Los encuentros comenzaron a hacerse normales entre ellos, Jyushimatsu, como le había dicho después que se llamaba, era agradable y entusiasta, se había convertido en su primer amigo en esa ciudad. Se lo contó a sus amigas de él en un video chat grupal que acostumbraban hacer los viernes en las noches. Las chicas se alegraron y empezaron a burlarse de ella acerca de que por fin dejaría de ser una virgen, la mayoría de ellas ya no lo era, solo quedaban Choroko y ella, aunque a su amiga fujoshi, como decía ella, le interesaba más por el momento ver como se follaban dos hombres entre sí, pero incluso Choroko había tenido novio en secundaria. Los chicos normalmente pensaban que era lesbiana, tal vez por ser poco femenina y por esa sobreprotección hacia sus amigas que le había hecho romperle la nariz a un tipo que se había querido sobrepasar con Todoko y amenazar a unas chicas que se burlaban de Ichiko, pero, ¿qué le podía hacer? Así era ella.
Jyushimatsu no la criticaba y la hacía reír con sus comentarios fuera de lugar, era una persona sincera y eso le agradaba. A los tres meses de conocerse comenzaron a profundizar los temas de los que hablaban, descubrió que Matsuno era un sextillizo y eso se le hizo curioso, sería divertido conocer a los otros y el de ojos miel le dijo con alegría que algún día se los presentaría. Karako le hablo, un día de melancolía, de todo lo que había perdido y después de años sin hacerlo empezó a llorar como si no hubiera un mañana. Ese día Jyushimatsu la sostuvo entre sus brazos mientras acariciaba su cabeza con tranquilidad, cuando por fin terminó de llorar le dijo tal vez lo que cambió todo―. No debes llorar, la sonrisa de Karako-san es lo mejor, ¡Yo amo su sonrisa!―la cara de Nakamura se había puesto tan roja que solo atino a desviar el rostro mientras se limpiaba la cara y soltaba incoherencias.
Ese día fue cuando su corazón había empezado a latir apresurado solo con la presencia del quinto hijo de los Matsuno. Su turno de ser un paño de lágrimas vino después, Jyushimatsu había estado raro ese día, lo había notado apenas verlo, poco después, cuando este se deshizo en un llanto que le apretujó el corazón supo de Homura, el primer amor de Jyushimatsu que lo había dejado hace un año ya. Jyushimatsu se lo agradeció al final y le dio un beso en la mejilla que la agitó. Él no volvió a tocar el tema después de ese día y ella no lo pensaba hacer.
Su enamoramiento fue creciendo, la compañía de Jyushimatsu era su pequeña felicidad, los niños de la escuela la querían y todo parecía ir bien. Incluso el trato del quinto hacía ella había cambiado, le decía que se veía bonita, le daba abrazos cuando menos se lo esperaba y echaba su cabeza sobre sus piernas para que le acariciara el cabello. Karako pensó que tenía la posibilidad de ser correspondida, ojala no lo hubiera pensado, así no se hubiera ilusionado.
Cuando cumplió los siete meses viviendo ahí y seis conociendo a Jyushimatsu tomo la decisión que lo cambió todo, ese día se había empeñado en verse linda, se puso un vestido que rara vez usaba, tacones y se maquilló lo mejor que pudo, incluso soltó su cabello que siempre llevaba atado en una coleta alta. Se apareció en el lugar donde habían quedado y espero a que él apareciera. Más de un hombre le devolvió una mirada que la inquieto, no estaba acostumbrada a eso. Al rato apareció Jyushimatsu usando su traje de baseball, la mirada que le dio, algo pesada, la hizo sonrojarse y removerse un poco abochornada. Él pareció reaccionar y le sonrió igual que siempre.
Ella no hizo nada inusual, aunque estuvo algo distraída buscando el momento oportuno para hacerlo.
―¡Me gustas mucho!―había gritado en un impulso cuando estaban en un parque.
Él la había visto confuso, como si no pudiera entender sus palabras―. A mí también me gusta, Karako-san, es una gran amiga―Karako estaba a punto de explicarle que no se refería a eso cuando Jyushimatsu volvió a hablar―. Me ha ayudado con lo de Homura-san―y en sus ojos hubo un algo que la termino por destrozar que la hizo retroceder con el dolor atorado en la garganta algo tambaleante.
―Debo irme, t-tengo que preparar unas cosas que necesito para la clase de mañana―Jyushimatsu la había visto confundido, pero solo asintió con una sonrisa. Karako prácticamente huyo del lugar.
Y así es como había terminado en un callejón oscuro, al lado de porquería, llorando por alguien que quería a otra persona. Ahogó un sollozo y se mordió el labio, desde un principio debió saber que no podría competir con alguien como Homura, ella no era linda ni adorable. Ella solo era Karako…
Alzó los ojos al escuchar un ruido cerca de ella y se encontró con un gato naranja. Apenas y pudo sonreír, el gato se acurrucó sobre sus piernas y suspiró. Otro ruido la hizo alzar la vista de nuevo y está vez se encontró con un hombre de mirada seria, le recordó un poco a Ichiko en su forma de observar, aunque los ojos de este eran de un color purpura diferente al tono grisáceo violeta que tenían los de su amiga. Tragó grueso al observarlo por completo, no había duda… Debía ser uno de los hermanos de Jyushimatsu, sin saber porque le sonrió cansada sintiendo una que otra lagrima salir de sus ojos.
Ichimatsu había salido a caminar con el gato naranja entre sus brazos, pero este había brincado de un momento a otro rumbo a un callejón. Cuando entro se encontró con que una mujer lo tenía sobre su regazo, se había acercado sin saber muy bien que hacer. Observó con su mismo rostro de siempre como ella pareció algo impactada al verlo, pero después le sonrió aun llorando, los ojos negros de ella lucían tan cansados, pero aun así le sonrió. Por algún motivo que no entendió la sonrisa se le hizo bonita, lo suficiente para apartar la mirada algo acalorado.
―Matsuno, Ichimatsu…―se descubrió diciendo para que después algo azorado por su inusual comportamiento se pusiera su tapabocas.
Ella sonrió está vez con menos dolor―. Nakamura, Karako, un gusto―había dicho con la voz algo temblorosa, pero sin perder la sonrisa.
―Los callejones son buenos para llorar, los gatos son buenas compañías―dijo sentándose apartado de la muchacha observando apenas por el rabillo del ojo como ella soltaba una risa pequeña acariciando el pelaje de su amigo.
―Así parecer ser―y bajó la mirada mientras seguía acariciando al animal.
Ichimatsu se quedó ahí sin decir nada y ella no pareció molesta por ello. Por su parte Jyushimatsu no dejaba de pensar en la mirada que le había dado Karako-san antes de marcharse. Había tenido el impulso de abrazarla y decirle que la quería y que por eso no debía estar triste, que no permitiría que nadie la lastimara porque era importante para él, pero no pudo detenerla. Algo le decía que todo estaba mal y eso no dejaba de preocuparlo, esperaba que no fuera nada malo.
Muchas gracias por haber terminado de leer ^^ Me gustaría decir unas cosas, tengo examen de calculo el otro miercoles por lo que ando algo estresada, además que tengo una exposición el viernes y debo estudiar para una cosa el jueves de está semana, así que estoy muy ocupada -3- por lo que no he podido pensar en como continuar algúin fic, no por lo menos de una buena manera, así que prefiero subir algo así para no escribir algún capitulo del que después me voy a arrepentir. Espero y puedan entender ^^ Muchas gracais por sus reviews, los amo~
Nanami off~
