En algún punto de la temporada 4, Beckett coge un avión para ir a ver a su padre (que se ha trasladado a Chicago).

Relatado en primera persona desde Beckett.

'Apaguen sus dispositivos móviles o póngalos en modo avión y abróchense los cinturones'. Así comienza el viaje de retorno a casa. Han sido muy buenos 3 días los que he pasado con mi padre, pero ya es hora de volver a mí Ciudad, de volver a mi trabajo.

El avión despega, provocándome, como siempre, tantas sensaciones. Un nudo se instala en mi estómago, pero por otra parte, también siento mariposas revolotear. El avión es de tamaño mediano y no hay demasiada gente, hasta he tenido la suerte de sentarme sola en la fila. Con mi móvil en modo avión, me dispongo a ponerme mi música. Son solo 2 horas de viaje, y siempre se me hacen cortas. Me gusta mucho el avión.

Miro por la ventana, sintiéndome sumamente pequeña ante la vista del mundo que se extiende por debajo de nosotros. Suspiro. Somos tan pequeños...

Entonces pasa una azafata mi lado, sacándome de mi ensimismamiento.

-Hola- me sonríe con dentadura perfecta. -¿Quiere algo para tomar? ¿Una revista o un periódico?- me ofrece.

La verdad es que llevo días sin leer las noticias y ver lo que ha ocurrido en el mundo me interesa.

Compró un periódico y la mujer me sonríe, pasando a la siguiente fila.

Y cuando veo la portada, me quedo realmente impactada.

Apenas dos días atrás, un avión se estrelló, matando a la mayoría de sus viajeros, y dejando a otros con heridas graves y en situaciones críticas.

Me apeno por la muerte de todas aquellas personas, imaginándome que todas ellas debían tener sueños, inquietudes. Tenían cosas que se les quedaron pendientes.

Y eso no me hace más que replantearme todo.

Entonces, mi mente me juega una mala pasada, haciéndome imaginar que nuestro avión pierde el control y se dispara tierra abajo.

Y lo más curioso es que no siento miedo por morir. Ya he estado a punto varias veces. La más cercana, hace unos meses, cuando me metieron una bala en el pecho. Aún recuerdo aquel día con horror.

No siento miedo por morir. Siento miedo por todo aquello que no he hecho.

Y solo puedo pensar en una persona. Castle. No me permitiría morir sin haberle dicho antes lo que siento. Y entonces me doy cuenta. Me doy cuenta que solo estoy dispuesta a arriesgarme cuando voy a morir. ¿Acaso necesito que me pongan una pistola en la cabeza para soltar que le quiero? Dios, qué complicada soy. Pero he tomado una decisión. No quiero ser esa persona más. No quiero ser alguien que tiene que estar a punto de morir para confesar que está enamorada. Definitivamente, no. Puede que aún tenga miedo de entregarse al cien por cien a una persona, pero en ese momento no siento miedo. Solo siento furia contra mí misma y mi estupidez. Y me acuerdo del momento en el que, a punto de morir en aquel césped, Castle me pidió que viviera porque me quería. Me quería. Y él también había esperado una llamada de la muerte para confesarlo. En el fondo, éramos dos estúpidos.

Tomo una decisión. Tan pronto baje del avión voy a llamarle y voy a quedar con él. Basta ya de juegos, basta de esperar a morir para confesar el amor. Basta. Le amo, y eso es lo único que importa.

El resto del viaje lo paso tensa. No sé qué palabras voy a utilizar. Además, sé que tengo que decirle que me acuerdo de aquel día, que me acuerdo de sus palabras. Espero que pueda perdonarme. Espero que pueda entenderlo.

Memorizo un discurso, aun sabiendo que después, mirando sus ojos azules como el cielo, no iba a poder decirlo de la misma manera que sonaba en mi mente, en el tranquilo y solitario asiento de avión.

'Vamos a realizar el aterrizaje. La previsión para Nueva York es de Sol y temperaturas elevadas. Abrochen sus cinturones. Cuando pisemos tierra podrán encender los móviles'

Vuelve a sonar la voz del piloto por todo el avión. Se me ha pasado bastante rápido el vuelo. En parte, porque no sé si puedo afrontar lo que sé que tengo que afrontar ahora.

El avión pisa tierra, rebotando por el contacto con el suelo.

En unos minutos, ya está completamente quieto.

Enciendo mi móvil, dispuesta a empezar mi 'misión'.

Entonces veo que tengo un mensaje de Castle en el contestador. Me da miedo escucharlo, puede que le haya pasado algo. Pero hay una parte de mí que lo niega. De ser así, tendría mensajes de Lanie y los demás de la comisaría.

Le doy al botón para escuchar el mensaje y lo acerco a mí oreja.

Me doy cuenta en el primer segundo de la grabación que Castle habla borracho. Pero lo que más me sorprende son sus palabras.

"Querida amiga y nada más, ¿qué me dices si decimos la verdad? ¿Acaso no me ves siguiéndote como un tonto? ¿Acaso no te das cuenta de que vivo para ti? Pero claro, somos compañeros y nada más, ¿no Kate? ¿Eso somos? ¿Qué te parece si te digo la verdad? ¿Qué te parece si te digo, o más bien te repito que te quiero? ¿Qué te parece si te digo que estoy enamorado de ti hasta las trancas, querida compañera y nada más?"

Esto no me lo esperaba para nada. Me quedo unos minutos en shock por aquel mensaje, y decido que lo mejor es responderle y quedar con él para hablarlo.

-Castle, ¿te parece que nos veamos en 1 hora en mi apartamento?- le escribo suplicando que dijera que sí.

Al salir del JFK cojo un taxi y le doy la dirección de mi apartamento.

-¿Qué tal si no, Kate?- veo que me responde Castle.

-¿Por qué? Tengo que hablar contigo.- estoy sorprendida por su respuesta. Imagino que sigue borracho, así que quizá lo mejor sería dejarlo hasta mañana.

-No tengo ganas.- responde.

-Está bien. Nos vemos mañana. - respondo.

-Eso va a ser complicado.- me dice él. Veo en mi pantalla la palabra 'escribiendo'. -Estoy en los Hamptons.

-¿Cuándo volverás?-parezco desesperada, pero en realidad, lo estoy.

-No lo sé Kate. Quizá en un par de meses. Necesito desconectar.- noto como mi corazón se rompe poco a poco y una lágrima rebelde escapa por mi lacrimal. Eso me pasa por enamorarme.

-Está bien. Nos veremos. -terminó la conversación, pero me doy cuenta de que no le he nombrado nada de su grabación de voz.

-Ah, y Castle. -continuó.

-Di- pregunta él.

-No somos solo compañeros. -termino.

Al rato el taxi para frente a mi apartamento. Le pago y me bajo. Mi apartamento está vacío y a oscuras, como siempre. Siempre estoy sola. Una lágrima resbala por mi mejilla y no hago el esfuerzo por quitármela. Las demás no tardan en seguida. Dejo la maleta tal cual en la puerta y voy hacia mi sofá. Me tiro como si estuviera derrotada, lo cierto es que lo estoy, pero no físicamente. Justo cuando me decido a dar el salto, él se aleja, ¿por qué? ¿Por qué me hace eso? ¿Por qué no quiere escuchar lo que le tengo que decir? La respuesta es fácil; se ha cansado de esperar. Ya no quiere estar conmigo, se ha cansado, pienso entre lágrimas. Pero yo no me voy a rendir tan fácilmente. No después de todo. Me lo merezco. Se lo merece. Nos lo merecemos.

Pronto caigo dormida del cansancio.

Cuando mis ojos se abren me doy cuenta de que sigo vestida, y estoy en mi sofá. La ciudad aún sigue bajo La Luz de la luna. Miro el reloj. Son apenas las 6 de la mañana. Pero no puedo dormir más.

Tengo que ir a los Hamptons. No puedo rendirme ahora.

Me meto en la ducha, dejando que el agua empape todos mis poros y me despeje. Me visto de forma informal, sin mirarme si quiera al espejo, y abandono mi piso al poco tiempo. Caigo en la cuenta de que llevo un día sin comer pero no siento sensación de hambre. No hasta que consiga soltar todo lo que tengo dentro.

Me meto en el coche cuando el reloj marca las 6 y media. Hay más de dos horas en coche hasta los Hamptons. ¿Estará despierto para cuando llegue? Espero que sí.

Sin esperar más, empiezo el viaje. Enciendo la emisora de radio pero la quito a los pocos minutos. Sonaba una canción de Adele y la verdad no estoy de ánimo para canciones de Adele.

Transcurren 2 horas y media hasta que por fin veo el cartel que indica la entrada a los Hamptons. Sé dónde vive Castle porque en algún momento, cuando él se encontraba allí, me mandó su dirección invitándome a acercarme, invitación que, obviamente, no acepté. Estúpida Kate, pienso.

Aparco el coche una calle más abajo. Necesito dar unos cuantos pasos antes de dar el gran salto. Me río por lo tonta que soy.

Cuando llego frente a su puerta, puedo notar como mi corazón bombea más rápido que nunca, siento que se me va a salir del pecho. Tomo una bocanada de aire y avanzo hasta tocar el timbre.

Todo permanece en silencio unos minutos. Quizá esté dormido. Son las 9 de la mañana. Vuelvo a llamar. Entonces oigo el sonido de la puerta abriéndose. Mi corazón se acelera -si se puede- aún más y mi mente va a mil por hora.

Sus ojos azules aparecen tras la puerta, con expresión de sorpresa.

-¿Beckett?- pregunta aún demasiado en shock.

-Hola...- empiezo tímidamente.- ¿Podemos hablar?- le pido, echando un vistazo al interior. Quizá este con otra mujer, pienso. Pero no lo creo.

-Pasa.- me dice él, dándome la espalda y yendo hacia el interior.