CAPÍTULO 1 PAPARAZZI

Penetró en la habitación, dejando el casco sobre el escritorio sin darle importancia al hombre que permanecía sentado en la silla del otro lado, frunciendo el ceño de modo pronunciado, perforando con sus orbes azules al chico frente a él. Mientras tanto el recién llegado colocaba un sobre manila sobre la superficie de madera, para después tomar asiento de modo despreocupado cruzando ambas piernas mientras giraba su cabeza en dirección de la puerta.

El hombre de ojos azules y cabello castaño tomo el sobre, abriéndolo con rápida agilidad, para después observar no con poco placer el contenido del mismo, cada folio fue recorrido con su mirada, para después permitirse ver el siguiente, cada una de las imágenes contribuyendo a borrar poco a poco el ceñudo continente, dejando al final a un joven con una sonrisa débil. Meneó su cabeza en varias ocasiones antes de levantar su mirada de las fotografías.

-Lo has hecho muy bien, pese a que casi pierdo a uno de los mejores. Debes aprender a ser más cuidadoso, no me importa si te matas por ti, pero piensa en que eres el único que consigue esto. No seas estúpido-

El aludido no se digno a dar señal alguna de haberle escuchado. Después de un momento se giró en dirección del mayor, colocando sus manos sobre al mesa de modo tranquilo. Antes de dirigirle una mirada de comprensión, bajando su rostro ligeramente antes de sonreír de un modo frío y educado.

-Comprendo bien, y no creas que quiero morirme antes de dedicarme a lo que me gusta. Así que no tienes de que preocuparte, tendrás tus fotos mientras yo siga necesitando de ti y del trabajo-.

El castaño asintió, complacido de la arrogancia del otro, le iba bien, al menos hacía su trabajo de modo impecable.

Podía recordar aún cómo lo había conocido hacía dos años, ese jovencito de ojos azules y mira penetrante, recién salido de la universidad y con deseos de una oportunidad. Se había negado a darle trabajo al chico, no tenía nada que ofrecer. Y sin embargo, al día siguiente lo tenía en su oficina esperándolo; no era normal que alguien llegase a esas horas de la madrugada, solamente él y los encargados de la edición de la revista llegaban tan temprano, y sin embargo ahí estaba ese chico.

Lo hizo pasar guiado por la curiosidad, el chico le parecía inteligente así que le parecía casi imposible que el mismo se hubiese aventurado a regresar sin tener nada que ofrecerle. Y no se equivocaba. El muchacho no venía con las manos vacías, por el contrario, llevaba en su brazo, oculto un sobre, tal y como el que ahora, dos años después reposaba en su escritorio; la diferencia era que esa primera vez no se había esperado ver un contenido tan interesante.

El susodicho sobre de aquel segundo encuentro contenía fotos de cierta personalidad bastante famosa en la ciudad, en una posición un tanto comprometedora. Sus cejas se arquearon antes de observar al muchacho de nueva cuenta, su rostro era sereno y por ningún motivo hubiese pensado que era tan joven, la calidad era buena, bastante. Pero preguntas martilleaban su mente.

-¿Qué pretendes que haga con ellas?-

-Supuse que le interesarían, las saqué aproximadamente hace dos horas. La verdad es que pude ir a otra revista, pero siento que esta es la menos… amarilista de todas-.

Frunció el ceño, no había una sola nota de sorna en el comentario, y es que ciertamente ellos no se dedicaban al mero chismoseo, por el contrario le gustaba tener cosas variadas, pero bien era cierto que tenían un espacio considerable de dos hojas para ese tipo de información. Además esas fotos eran casi, artísticas pese a lo que retrataban.

-De acuerdo, ¿cuánto quieres por ellas?- realmente no pensaba pagarle lo que fuera, ya había una cantidad fija en su mente, pero sería interesante probar qué tan codicioso era el muchacho.

-Estás van por cuenta de mía-respondió tranquilamente- sin embargo la próxima vez quiero el precio justo por ellas-.

Le miró sorprendido, antes de aceptar tal cosa, prefería pagarle en ese mismo momento, por lo que extrajo rápidamente la llave del cajón, uno de los muchos cheques pre firmados que poseí, colocó la rúbrica rápidamente antes de extendérselo.

-No me gusta dejar sin remunerar un trabajo que lo merece, aunque quisiera que me dijeras qué te hace querer trabajar para mí. En esta revista no hay lugar para fotógrafos de planta. Y tu trabajo es muy bueno, quizás demasiado para dedicarte a tomar esta clase de fotos-.

El chico le miró nuevamente antes de encogerse de hombros. Se giró hasta quedar de frente, tomando asiento con toda tranquilidad.

-Si quiere saber por qué una persona que estudió artes visuales, cuyo deseo es dedicarse a al fotografía artística desea trabajar para esta revista como un fotógrafo de farándula, sólo le diré que dedo de empezar de alguna manera, no todos hacemos lo que nos gusta para vivir-.

Le sorprendió lo crudo de la respuesta, y sin embargo asintió. Extendiendo el cheque de nueva cuenta. El chico parecía resistirse a tomarlo, pero él era más necio.

-Tómalo, espero este sea el inicio de una sociedad productiva-

Por primera vez vio sonreír al chico frente a él. Mientras asentía suavemente tomando con su mano enguantada el papel.

-Délo por hecho-.

Y de ese modo Aioros Karanmalis, editor de una conocida revista de Francia terminó por establecer una relación de trabajo muy conveniente con un joven recién salido de la escuela de Artes plásticas, quien siempre le conseguía fotos de personalidades, eventos importantes y situaciones poco usuales. Era ese chico, Camus el que había conseguido darle mayor calidad a las páginas de la farándula. Sin embargo seguía sin poder ofrecerle una plaza en la revista, todo era por confianza. Y aún así el chico seguí cumpliendo puntualmente, como el día de hoy, en que le traía más fotos del artista del momento en su casa de vacaciones. No podía dudar de él, y no lo haría era un buen chico, a veces demasiado temerario en su trabajo, pero ello le aseguraba tener futuro.

-Camus, ven mañana por favor, hay cierta propuesta que deseo hacerte, pero antes debo consultarlo. Peor te aseguro que te conviene. Quiero que dejes de ser , un …-

-¿Paparazzi?- preguntó con cierta burla el menor mientras tomaba el casco del escritorio- vamos, no hay que irnos con sutilezas, eso soy Aioros, me la paso siguiendo gente famosa, tomando fotografías de sus vidas, y en pocas palabras, acosando gente, aunque sea a la distancia-.

-Puede que tengas razón pero todos sabemos que tus capacidades dan para más. Así que mañana a las nueve te quiero ver aquí-

-De acuerdo, nos vemos aquí entonces. Hasta mañana-.

Sin más Camus abandonó la oficina de la Dirección de la revista, saludando a Hilda amablemente, la secretaria de Aioros sin duda era una de las personas más amables con él. Contrario a muchas personas por ahí que no le tenían ni el más mínimo aprecio. Con cierta prisa se dirigió a la plaza de St. Michel, y ahí en uno de los numerosos cafés, se encontró con uno de sus contados amigos.

-Buenos días Afrodita, ¿cómo has estado?-

-Buenos días Camus. Por un momento pensé que no llegarías ¿sabes?-

-Perdona, tuve que ir a entregar las fotos, y ya sabes tardo en revelarlas y todo eso… Peor ya estoy aquí, todo tuyo como te lo prometí-

-A veces me haces sentir como una cosa Camus, yo que siempre te ayudo, y tú que pareces sólo sentirte comprometido, qué amigo tan frío me he venido a conseguir-.

Por su parte el chico le miró divertido antes de reír discretamente, después tomó asintió frente al joven de origen sueco al que conociera en la universidad. EL mismo al que le debía también enterarse de varios asuntos útiles en su medio de trabajo.

-No exageres, siempre he estado dispuesto a seguir tus extraños juegos y peticiones como venir a tomar un café contigo para darle celos a un ex amante-.

-Eres cruel Camus, pero para tu suerte al parecer no se aparecerá por aquí el día de hoy-.

-Ya veo, lo lamento Dita, pero eso no significa que no puedas invitarme un café ¿cierto?-

-¡Y el trabajo?-

-Decidí tomarme el día, estoy un poco cansado, además salí a Toulon siguiendo a un actor, por lo que me tengo bien ganado un descanso-.

-De acuerdo, yo quiero un capuchino, ¿y tú?-

-Un expresso-.

-Qué simplón eres Camus, a veces me cuesta creer que eres francés..-

Éste simplemente elevo sus hombros antes de sonreír de lado. Llamaron pues a la mesera y pidieron sus cafés. Después, muy a su pesar, Afrodita aceptó que su amigo lo llevara en motocicleta hasta la agencia de modelos donde trabajaba.

-Nos estamos viendo Camus, cuídate-

-Igualmente Afrodita y de nuevo gracias por el aviso de ayer-

El aludido sonrió antes de guiñarle un ojo y entrar al edificio. Ya una vez solo decidió encaminarse a visitar los hermosos jardines de Luxemburgo. Disfrutaba de tomar fotografías de la naturaleza y de la gente que se paseaba por ahí, sobretodo de las pocas personas que no iban atareadas y con prisa en la caótica ciudad de París. Observó a un par de hombres caminando por los árboles, sonriendo y bromeando, sin pensarlo mucho les tomó una fotografía rápidamente, no deseando tener que acercarse y pedir permiso para hacerlo, eso hubiese roto el encanto inconsciente de la escena. Ambos eran atractivos, jóvenes pese a notarse la diferencia de edades entre ambos. Los observó un instante más antes de decidir en regresar a su apartamento.

No tardó así en llegar al tercer distrito, avanzando por Rue Bretagne, hasta encontrarse en centro mismo de aquel barrio que tanto le gustaba. Le había costado mucho, y aún lo hacía, pero el precio lo valía. Con el bondadoso pago que recibía por cada una de sus fotos Camus había logrado ahorra lo suficiente como para rentar un pequeño y lujoso apartamento en el Marais, el barrio mas cosmopolita de todo París. Vivía de modo sencillo aunque elegante, cualquiera hubiese podido pensar que se dedicaba a cualquier cosa, menos a ser un paparazzi, y aunque despreciaba el término y sus connotaciones, lo cierto era que le permitía vivir holgadamente, hasta que encontrara aquello que realmente llenara su vida.