DISCLAIMER: TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN A J. K. ROWLING

* CAPITULO REEDITADO *

ONÍRICA

Prefacio

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Sonrió para si. Después de un largo y cansado día de escuela. Por fin ya era de noche.

Cerró el libro que estaba estudiando en su Sala Común, y con un escueto buenas noches se despidió de sus compañeros. No esperó respuesta y se encaminó a su dormitorio.

Esperaba con ansia el retorno a su anhelada cama, a la tranquilidad que le confería recostarse en el colchón y empezar a relajar sus músculos. Dormir. Sin duda era su parte favorita del día.

Rápidamente se desvistió y se enfundó en su ropa de dormir, dando gracias nuevamente por que su dormitorio estuviera vacío. Acomodó sus sábanas y se recostó, procurando cerrar cuidadosamente las cortinas del dosel de su cama, no quería ninguna mirada curiosa e inoportuna que pudiera perturbar lo que consideraba las horas más sagradas del día, y cerró sus ojos.

Empezó a sentir que todo se volvía más lento, más suave... esa deliciosa calma que te inunda cuando comprendes que estás empezando a caer en el mundo de los sueños. Su cuerpo comenzó a destensarse, y se dejo caer…

En un principio todo era borroso como siempre, una sensación de desorientación se extendió por su ser, y sonrió, agradeciendo nuevamente tener esa facilidad para dormir, prácticamente al instante, cuando su cabeza se apoyaba en la almohada.

Soñar ahora se había vuelto la esencia de su vida, su momento. Y deseaba fervientemente poder convertir esas maravillosas horas en la realidad. Si tan sólo fuera posible de alguna manera… Pero era más probable que el mismo infierno se congelara a que Hermione Granger y Draco Malfoy pudieran tener lo que tenían en un lugar que no fuera en sus sueños. Lo que tenían en su mundo, en su realidad onírica...

Entonces caminó unos cuantos pasos y vio una silueta que avanzaba hacia su posición delinearse a la distancia. Una silueta que, al menos en sus sueños, sabía que anhelaba. Y comenzó a caminar para alcanzarle.

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—Hola —musitó Hermione por lo bajo, con una leve insinuación de sonrisa en su rostro—. Supongo que todavía no puedo deshacerme de tí ni en sueños.

—Ay Granger, déjalo ya —le contestó Draco rodando los ojos y poniendo su mejor expresión de cinismo—. Ambos sabemos que si fueras tú la que soñaras, definitivamente estos serían los mejores sueños de tu vida —increpó con su clásico dejo de altanería en la voz—. Además, te recuerdo, estos son mis sueños, no los tuyos; es decir, mis pesadillas —completó el rubio, dejando asomar su mejor sonrisa de medio lado.

—No vamos a empezar otra vez con lo mismo, verdad Hurón. El hecho de que tenga que tenerte enfrente, incluso en mis sueños, no quiere decir que lo disfrute; creo que eso ya lo habíamos dejado claro hace algún tiempo. Está de más, a sabiendas de que nos seguiremos viendo las caras toda la maldita noche.

Malfoy tenía una asombrosa capacidad para sacarla de sus casillas cuando se lo proponía, y esta vez, en apariencia, no sería la excepción. Resignada suspiró mientras se cruzaba de brazos... aún tenía una larga noche por delante.

—Además esa maldita discusión de tus sueños, mis sueños, ya nos viene grande. El hecho es que estamos aquí, otra vez…

—Si tú dices Granger —comentó algo divertido por el aire de sabionda que empleaba cuando comenzaban a discutir de esa manera—. En fin… ¿Y hoy que hacemos?

Hermione relajó un poco su postura y contestó —No sé... ¿Vamos de nuevo al lago? Me gusta mucho eso de no ahogarme al estar bajo agua— le dijo, comenzando a animarse por la perspectiva de pasear nuevamente por las profundidades del lago y ver todo lo que éste escondía.

—Pues vamos entonces —comentó Draco con un encogimiento de hombros—, aunque prefiero caminar encima del lago que debajo de él. Eso de poder caminar sobre el agua me sigue agradando—. Soltó una ligera risotada que hizo sonreír involuntariamenterna la castaña. Sin agregar nada más, se encaminaron rumbo al lago.

Era muy curiosa la manera en que, dentro de sus sueños, se reproducía con tal exactitud el entorno de los terrenos de Hogwarts, de no ser porque además de ellos dos no había una sola persona más alrededor, hubieran jurado que no era un sueño. Bueno, por eso y por el hecho de que pudieran llevarse tan "civilizadamente".

Draco Malfoy juraba que todo era producto de su creativa imaginación, incluyendo a la castaña que caminaba a su lado. La cual, estaba de más decir, era una copia fiel de la Hermione real. Se sorprendía de la exactitud con que su subconsciente podía emular sus gestos y sus palabras, incluso su habilidad para sacarlo de sus casillas y exasperarlo con aquel característico aire de "No-hay-nada-que-no-sepa". Era una copia fiel incluso en el tono de sus ojos, y la manera en que se mordía el labio inferior cuando pensaba en algo que la incomodaba, o su andar ligeramente desgarbado pero perfectamente femenino… "Demonios" pensó "Creo que le he puesto demasiada atención a la Ratona últimamente. Será mejor poner los pies en la tierra y ubicarme de una vez por todas en la realidad. No importa que tan bien pueda verse, no es saludable, bajo ningún concepto, observar su trasero de la manera en que lo estoy haciendo...".

Hermione, por su parte, estaba totalmente segura que estos sueños que tenía no eran otra cosa que una evasión de la realidad; y que su subconsciente había calcado al rubio de manera exacta físicamente. Aunque, irónicamente, lo había humanizado un poco.

Ciertamente era conciente del atractivo del Hurón botador, que cada año ganaba admiradoras que babeaban por los pasillos atraídas por sus rasgos finos y aristocráticos, aunados a unos hermosos ojos que cuando no reflejaban hielo eran increíblemente cálidos y brillantes. Poseía una complexión delgada pero fibrosa, que destacaba a la perfección a pesar de usar atuendos siempre en color negro. Su altura y caminar elegante terminaban de encajar con sus demás atributos y lo volvían sencillamente un hombre muy atractivo.

Eso era tan obvio que no podía pasarlo por alto. Sin embargo, ella nunca se había sentido atraída hacia él debido a que era la persona más despreciable que había conocido. Todas sus facciones se afeaban por esa mueca constante de desagrado ante la vida y esa mirada fría e impersonal que le dedicaba a cualquier persona que no fuera, ante sus ojos, digna de ser mirada. Sin embargo en sus sueños… en sus sueños todo lo que demeritaba su atractivo se evaporaba. Se volvía más amable, bueno no; tanto como amable no, si acaso sólo un poco menos cínico, pero se volvía más tolerable. Y su mirada no era de hielo. Y no tenía la nariz engarrotada en una mueca de desagrado

—¿Por qué crees tú que estamos aquí? —preguntó de repente Hermione, cortando el hilo de ideas que llevaban, una vez que se detuvieron frente al lago.

—¿No me dijiste que querías venir al lago? —increpó un poco extrañado el rubio y avanzó para empezar a caminar, como tanto le gustaba, por encima del agua—. Si quieres podemos ir a otro lado, creo que esta semana no hemos ido a Hogsmade…

—No, no… —lo interrumpió suavemente Hermione—, me refería a ésto —agregó mientras comenzaba a caminar sobre el agua para alcanzarlo—. Al hecho de estar soñando contigo.

Vio que el rubio iba a rebatir una vez más y aclaró —o tú conmigo, como sea. El punto es, ¿Por qué?

Draco lo pensó un minuto antes de contestar —No lo sé. ¿Subconsciente?, ¿jugarreta de la mente?, tal vez por el hecho de que de alguna otra manera sería absolutamente imposible que estuviéramos juntos tú y yo. Tú me odias y yo…

—Y tú me desprecias por ser lo que soy —terminó Hermione con la frase iniciada por el rubio y miró hacia abajo, donde un banco de peces nadaba a sus pies y sacaban destellos metálicos a sus costados cada vez que se cargaban a un lado.

—Pues, si fuera así; si realmente te despreciara tanto Granger, ni siquiera me permitiría soñar contigo. Quiero decir, tal vez en realidad no te desprecio… —Comentó un Draco meditabundo, que realmente estaba analizando todas las connotaciones que podía tener el hecho de soñar con la prefecta de Gryffindor.

—O tal vez yo me estoy inventando ésto porque estoy harta de oír tus ofensas a diario, o porque creo ciegamente que todos tienen un lado bueno que puede salir a flote conociéndole un poco más —la chica empezó a explayarse, de esa manera que sólo lograba cuando se apasionaba con una intensa charla introspectiva o con algún libro sumamente interesante, y empezó a hablar cada vez más rápido sin pensar mucho en lo que decía.

—O porque mi mente escasamente creativa no es capaz de crear por sus propios medios a un "príncipe azul" medianamente aceptable y tengo que ponerle la pinta de lo mejorcito que he visto caminar frente a mi o… —pero se quedó callada en el acto y se ruborizó ante tremenda falta de juicio. "Demonios Hermione, para la verborrea, ni siquiera en tus sueños puedes permitirte decirle a Malfoy que lo encuentras atractivo. ¡Estúpida!".

—¡Ja! Granger, nunca aprendes a cerrar la boca ¿no?—. El chico usó un tono claramente burlesco, pero no pudo evitar sentirse ligeramente alagado por el hecho de que la castaña lo encontrara atractivo. "No es como si no fuera lo más obvio, ¿Por qué te emocionas imbécil? Las mujeres te encuentran atractivo y nunca te habías sentido así. Definitivamente te ablandas con esta mujer…"—Creo que tus conclusiones no te van a llevar a ningún lado, ¿no crees? —se apresuró a agregar, para luego ironizar un poco y cortar la tensión que se formaba entre ellos—. Es evidente que me encuentras atractivo ¡Y claro! Si existiera un príncipe azul, definitivamente sería yo.

Draco se tomó las solapas de su túnica alzando ligeramente una ceja y componiendo una sonrisa altiva de medio lado.

Si Hermione se había sonrojado, ahora se puso colorada, y tuvo que recurrir a su mejor cara de disgusto para que no fuera evidente que se sentía abochornada por la situación que había provocado su imprudente boca.

—Ay Malfoy, baja esos humos quieres, que tampoco es para tanto. Si al menos hubiera competencia real en Hogwarts entonces te daría el merito —tomó aire para aclarar sus ideas y luego concluyó—: Además, si esto realmente fuera tu sueño, ¿no crees que sería lógico que tu propio inconsciente egocéntrico me haría decir que me pareces atractivo sólo para complacer tus propia sed de protagonismo que, para ser totalmente realista, jamás pensaría en realidad? —Sonrió por la cara de perplejidad que esbozó el rubio.

—Touché —el ánimo de Draco decayó un poco, pero recobró la compostura—. Pero la Granger de mis sueños, tan terca y obstinada como la real, seguramente me diría eso porque sería incapaz de aceptar que soy atractivo —sonrió con suficiencia y prosiguió—. Y definitivamente tú nunca aceptarías que ésto es un sueño mío, ya que te aferras a suponer que es tuyo, así que lo más probable es que después de exponer tu comprometedora confesión tratarías de salirte por la tangente con cualquier complicado comentario para tratar de zanjar el tema y no seguir comprometiéndote al hablar en exceso.

—Sabes Malfoy, mejor dejémoslo así, en verdad es muy engorroso cuando llegamos a este punto —la chica se volvió hacia su derecha y continuó caminando lentamente, esperando que el Slytherin la alcanzara—. Pero la duda me sigue molestando… ¿Por qué será que sueño contigo?

—No se Granger, no se—. "Lo único que se es que no me desagrada, como sin duda debería disgustarme…" —Pero sabes, en el fondo no es tan desagradable como hubiera supuesto.

—¡Vaya Malfoy! viniendo de ti, eso es todo un cumplido —alegó Hermione mientras reanudaba la marcha.

—No te acostumbres Granger, recuerda que esto es sólo un sueño—. "Y en la realidad, aunque quisiera, nunca me podría acercar a ti sin que intentaras maldecirme... o darme un puñetazo".

—Definitivamente Malfoy, sólo en un sueño podrías ser medianamente agradable—. "Algo que dudo pueda existir ni remotamente en la realidad, por más que me gustaría que así fuera".

Ambos se miraron un largo rato y dieron por zanjado el tema, ya que podía llegar a volverse un poco comprometedor.

—¿Vamos a Honeydukes? Creo que me gustarían unos diablitos de pimienta —comentó Hermione de manera casual.

—Tengo toda la noche —agregó Draco mientras ambos se encaminaron de nuevo a los lindes del lago para dirigirse a Hogsmade.

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Dos meses atrás.

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Draco Malfoy caminaba por los terrenos del castillo. Era de noche y no había indicios de vida alrededor de los jardines. No lograba recordar qué hacia ahí o por qué no estaba metido en su condenada cama.

Siguió caminando rumbo a los invernaderos cuando vio a Hermione Granger sentada en una de las bancas, mirando con aire ausente hacia algún lugar del Bosque Prohibido. "¿Qué estará haciendo Granger ahí en la madrugada?¿y dónde habrá dejado a Cara rajada y a la Comadreja?"

Lo primero que sintió al tomar conciencia de que estaba en medio de los jardines era que estaba sola, era muy noche, y no recordaba cómo demonios había llegado hasta ahí. Lo último que recordaba era que estaba acostada en su cama, pensando en el programa de estudios que llevaría acabo al día siguiente. Pero estaba ahí, en medio del jardín. Y una atmósfera de irrealidad se sentía en el ambiente, como si de alguna manera fuera consciente de que estaba soñando. "Esto es muy raro, creo que debería subir a la Sala Común…"

Pero un crujido detrás de ella la alertó de que no estaba sola y volteó levantando su varita.

—Granger… ¿No sabes que es peligroso andar sola a estas horas y sin tus amiguitos para cuidarte la espalda? —preguntó Malfoy arrastrando las palabras y acercándose lentamente, mientras su mano acariciaba la varita que se encontraba dentro del bolsillo de su túnica—. Nunca sabes a quién puedes encontrarte, o qué puede hacerte… —Enarcó una ceja mientras se detenía a escasos metros de donde se encontraba la castaña en guardia.

—Malfoy, creo que puedo defenderme perfectamente si lo más peligroso que me puedo encontrar merodeando por el castillo es un Hurón desteñido —puntualizó mientras apuntaba con su varita hacia el pecho del rubio—. A ti no te tengo miedo.

—Granger, Granger... —comentó pausadamente el Slytherin mientras movía su cabeza en un ademán de negación—. El mundo no gira a tu alrededor sabes. No vengo a molestarte, ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí; pero es un hecho constatable que no es adecuado que andes merodeando por los jardines del castillo a éstas horas de la noche, podría ser peligroso. Tampoco creo que sea adecuado que andes amenazando gente... —Draco interrumpió abruptamente su comentario, y con un rápido movimiento de varita la apuntó y gritó—: ¡Expelliarmus!

Pero nada paso. Ni una sola chispa salió de su varita.

—Vaya Malfoy, ni siquiera puedes desarmar adecuadamente. Creo que el único que podría correr algún peligro aquí eres tú... ¡Expelliarmus!

Nada.

Ambos se miraron fijamente y con la misma expresión de desconcierto.

—¿Qué demonios está pasando?, ¿qué hiciste Granger?— preguntó alarmado el rubio.

—¡Yo no hice nada, Malfoy! ¡no funcionan las varitas! No entiendo qué demonios sucede aquí— exclamó Hermione bastante preocupada.

—¡Lumus!—, invocó la castaña, pero no sucedió nada. —Ni siquiera funciona el lumus… ¿Que coños pasa?—. La chica esperó a que el rubio dijera algo, pero no obtuvo contestación. Seguía manteniendo la mirada fija en su varita, intentando averiguar por qué no funcionaba.

—Al menos ten la decencia de… —pero se quedó callada al voltear y comprobar que Malfoy había desaparecido. Giró su cabeza a todas direcciones, pero no había rastros del rubio por ninguna parte. Todo a su alrededor estaba desierto y silencioso.

—¿Malfoy? ¿dónde estás? —preguntó la chica con un timbre de miedo en la voz—. ¡Ésto no es gracioso, Hurón!

De repente todo se volvió borroso y negro.

Y se despertó exaltada.

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Una chica con el pelo revuelto y las sábanas sobre sus piernas, volteaba de un lado a otro intentando aclarar su mente mientras espetaba confundida: —¿Qué demonios fue eso?