Disclaimer: los personajes, lugares y cualquier cosa que reconozcan le pertenecen a Rowling.

Cuestión de sangre

Sangre sucia, para algunos algo por lo que podrían ser torturados sin razón, para otros algo tan aborrecibles e impuros como los muggles. El mundo mágico divido y una generación de jóvenes destinados a elegir entre de qué lado estar.

La vida, nuestra vida no es más que una pequeña compilación de momentos, cada momento nos hace ser lo que somos, pero existen grandes momentos, grandes situaciones que antes que lo podamos notar nos cambiaron para siempre. Somos y seremos hijos de nuestra época dicen, y ellos son el mejor ejemplo.

Una generación de guerreros. Una generación de adolescentes que no pueden serlo. Una generación de infractores, inadaptados y alborotadores que luchan por lo que creen correcto, por amor, por amistad y por sobrevivir.

Una historia de héroes y soldados, de víctimas y opiniones, de buenos y malos, de puros e impuros. En una guerra que los somete y los arrastra a todos, que los marca y los obliga a elegir qué bando estar.

Ésta es su historia.

Capítulo I: El dolor de James.

Estudiaban en absoluto silencio en la enorme biblioteca de Hogwarts. Sólo se escuchaba el roce constante de las plumas en los antiguos pergaminos. Como era de esperarse los alumnos de sexto tenían pocos periodos libres de dicha y tranquilidad y muchísimos trabajos con los que ponerse al día.

– Este trabajo de Binns puede calificarse como el más aburrido de su… ¿Cómo llamarlo?– Preguntó con aburrimiento Mary McDonald, rompiendo el silencio luego de una hora.

– ¿Su existencia?– Ayudó con una sonrisa Emmeline Vance, haciendo que Mary riera un poco.

Marlenne y Lily las miraron con un cierto reproche, pero evitando que se formara una sonrisa en su rostro. Al fin y al cabo el ensayo sobre la vida y obra de Wallace cara de bota, era tan estúpida como absurda.

– Díganme, por favor ¿Cómo alguien puede creer que Wallace tuviera más de 150 hijos con sólo 2 esposas? – Expresó Emmy con sorna soltando su libro en la mesa – uno dirían que con tanta procreación, le quedaba realmente poco tiempo para todo lo demás…

– Shh– Susurró Dorcas con un dedo apoyado en sus labios. La estricta señora Pince se acercaba hacia ellas y no querían acabar como el grupo anterior que había sido vetado de por vida, claro que fue porque esos estúpidos estaban rayando un libro de la sagrada y más noble biblioteca… pero con la loca y desquiciada bibliotecaria nunca se sabía y dada la cantidad de deberes que tenían no podían permitirse perder la entrada.

La señora Pince paso cerca de su mesa y las miró como un ave de rapiña acechante y muy mal nutrida. Las niñas se mantuvieron calladas y completamente concentradas en sus libros.

Mary suspiró una vez que desapareció detrás de una de las enormes columnas a su izquierda.

– Seré Gryffindor pero esa vieja me hiela los huesos.

– La señora Mary, es de mala educación decir "vieja"– Murmuró Marlenne como de costumbre.

– Como sea– Accedió ella restándole importancia con la mano.

– ¿Saben lo que se comenta sobre ella y Filch? Bertha Jorkins la regordeta que se graduó con Frank asegura que los vio en un pasillo mal iluminado el último día de clases el año pasado. ¿No sería genial que sus almas se unieran en sagrado matrimonio?– Preguntó divertida y sarcástica Emmy haciendo que sus amigas rieran al imagina la desagradable pareja.

Lily se mantenía callada, totalmente perdida en sus pensamientos, porque desde la otra esquina de la biblioteca su ex mejor amigo la miraba con insistencia. Severus… una punzada de tristeza la invadió por un lado se sentía triste por su amistad y por otro lado se sentía triste por él, por sus elecciones.

Suspiró mirando el antiguo libro con cierto reproche, como si fuera la culpa de Wallace cara de bota, había decido no pensar más en eso porque su antiguo amigo no sólo creía que las personas como ella no valían más que un elfo doméstico, sino que apoyaba el escarmiento y maltrato de los sangre sucia como ella, ¿Cuál era la diferencia entre ella y otros nacidos de muggles? ¿Qué importaba si no quería su muerte, pero si la de su amiga Mary?

Suspiró, no, no era solo tristeza lo que sentía, también sentía enojo por que él la había decepcionado como nadie en el mundo, ella siempre lo había defendido y excusado, pero ahora se daba cuenta lo estúpida que había sido, Severus Snape siempre había sido siniestro y siempre había odiado a los muggles como cuando lastimó a su hermana, como cuando excusó a Mulciber por lastimar a Mary…

Marlenne la miró y se dio cuenta lo que le pasaba. Tomó su mano y la apretó fuerte dándole una cálida sonrisa.

Ella sonrió de vuelta, la buena de Marlenne McKinnon, siempre comprensiva, siempre tan abierta. Ella había sido la única que entendía su relación con Severus, pero el año pasado incluso ella había comenzado a decirle que tenía que dejar de frecuentar a Snape, que temía que los amigos de él le hicieran daño, que no podía seguir confiando en él porque se había metido de lleno en las artes oscuras. Pero Lily era cabezota y a pesar que escuchaba rumores lo seguía justificando. Había discutido con sus amigas durante el año, hasta aquel día ya no pudo seguir excusándolo, Snape reveló ante toda la escuela que incluso ella, su mejor amiga, era para él una sangre sucia.


Salió del despacho de la profesora McGonagall con rapidez, se detuvo al ver varios alumnos que bajaban por la gran escalera de mármol hacia el gran salón. Los alumnos reían y conversaban, ajenos a toda realidad, felices. Escuchó a la profesora salir detrás de él, pero no lo llamó, inclusive cuando empujo a un alumno para hacerse paso por la escalera.

La subió con furia, contra la marea de alegres alumnos, ni siquiera se dio cuenta cuando atropello una niña de primero y pisó todos sus apuntes.

Corrió y corrió por los pasillos, asustado, tembloroso, dolorido… Sentía al animal salvaje que llevaba dentro, presionar contra su pecho. No estaba preparado para algo así, no podía soportar la noticia. Sin pensar ni detenerse corrió hasta el cuarto piso, sus pasos resonaban con furia por los pasillos, haciendo eco de su desgarradora pena.

Pasó a varios alumnos congregados en la puerta de la biblioteca, rozando con violencia a uno, sin siquiera notar el golpe.

– ¡Ay!– Se quejó el alumno, pero James Potter ya había desaparecido en una esquina, ajeno al mundo, ajeno a que había chocado con Lily Evans.

Siguió corriendo como un poseso hasta el espejo del cuarto piso, se frenó para abrir el pasadizo hacia los terrenos del colegio y en ese momento, cuando sus piernas pararon, la bestia que le desgarraba el pecho cayó con fuerza, como convertida en plomo puro, sus rodillas se tambalearon y se derrumbó en el suelo. En ese momento James Potter se reflejó en el espejo del cuarto piso y se dio cuenta que hacía rato que estaba llorando…

– ¿James se está tardando mucho no creen?

– Sí, ese pícaro de James seguro que se trae algo con Minnie…– Susurró Sirius en forma de burla, y luego agrego con falso enojo – Tendré que hablar con él no puede robarme mis conquistas…

Peter rió a la gracia de Sirius como de costumbre.

– Sirius, Peter tiene razón, mira si se enteraron de nuestra escapada la otra noche– Remus removía sus manos con nerviosismo.

– Mi querido amigo peludo, si ese fuera el caso nos habrían llamado a todos. – Lo tranquilizó poniendo una mano en su hombro y sirviéndose ensalada con la otra.

– Remus, Padfoot tiene razón, espero que no esté en problemas por el último enfrentamiento con Mulciber.

– Por su seguridad espero que ni Avery ni él abrieran su bocota…

Los tres lanzaron una mirada hacia la mesa de Slytherin, Avery comía con tranquilidad y no hablaba con nadie, parecía deprimido, Mulciber comía con su característica voracidad animal y lucia enojado, pero nada que indicara que los había delatado. Los ojos de Sirius se desviaron hacia su hermano y sus miradas se encontraron. Había odio y dolor en los ojos de él. Sirius sintió un gran pesar, odiaba a los Black, con pocas excepciones, pero su hermano era una. El día que se marchó, lo último que vio fueron los ojos grises de su pequeño hermano mirándolo suplicante y sorprendido desde la escalera.

Sacudió la cabeza quitando esa imagen. Ellos ya no eran hermanos

Remus y Peter compartieron una breve mirada, pero no dijeron nada. Sirius se giró hacia ellos como si nada hubiera sucedido.

– ¿Han visto las enormes tetas que tiene Catchlove?– Comentó Sirius como quien habla del tiempo, masticando un gran pedazo de carne con despreocupación– Estoy seguro que el año anterior la podría haber confundido con un chico.

Peter rio y Remus aun contra sus principio dejó escapar un esbozo de sonrisa. Sirius era un idiota.

Notando que el ambiente seguía tenso, Sirius suspiró.

– James no tardará, seguro que McGonagall lo llamó por las pruebas para el equipo de quidditch… ya saben lo competitiva que es cuando se trata de eso. – Tomo un sorbo de su bebida– Está ansiosa por derrotar a Flitwick los escuche el otro día discutiendo sobre eso.

– ¡No tienen posibilidades contra James, es el mejor jugador en un siglo!– Exclamó Peter emocionado.

– Supongo que tienes razón, pero escuche que este año los Ravenclaw tienen un nuevo jugador. Por ahora lo mantienen en secreto, confiando en el factor sorpresa que les dará. – Les dijo Remus con su voz tranquila.

– ¿Ya hicieron las pruebas?– Preguntó Peter con sorpresa antes de llenarse un poco de zumo de calabaza en su copa.

– ¿Cómo sabes todo eso?– Exigió Sirius a su amigo.

– Si ya las hicieron y me enteré por qué a un tal Quirell de cuarto se le escapó en un pasillo decir que no había quedado en las pruebas.

– James se volverá loco cuando se entere, ¿Me pregunto como hicieron para hacerlo sin que lo supiéramos?– Expreso Sirius sorprendido.

– Estábamos ocupados planeando nuestro ya saben… merodeo mensual…– Contestó Remus con algo de vergüenza antes de servirse otro cucharon de papas.


– ¿Estás bien?

Lily Evans era conocida por muchas cosas dentro del colegio. Estudiante modelo, prefecta, consentida de los profesores, amiga de un Slytherin, pero por lo que más la conocían era por su caótica relación con James Potter.

Qué hubiera dejado a sus amigas ir solas al comedor sin decirles absolutamente nada, para preguntarle a Potter que le sucedía no tenía precedentes, pero el hecho que Potter huyera de esa manera como un animal herido tampoco.

Él no respondió.

Lily le puso una mano en el hombro y repitió la pregunta.

James Potter se giró a verla y Lily vio por primera vez, desconcierto y dolor en sus ojos, en lugar de su eterna sonrisa infantil y sus ojos vivaces. El muchacho abrió la boca para replicar pero las palabras nunca salieron de su boca, el nudo en su garganta era tan grande que incluso le costaba respirar.

Sin decir nada, James Potter reemprendió su huida, sin importarle que Lily estuviera allí, sin importarle la oportunidad de hablar con ella y sin importarle que acabara de mostrarle un pasadizo secreto a la prefecta de su casa.

La bestia había vuelto y de un bocado ya no tenía conciencia.

Corrió desesperado por los terrenos hasta el linde del bosque prohibido donde de un salto se transformó en un ciervo. Cabalgó con vigor descargando toda su furia y su angustia de la manera más primitiva y salvaje, empujando y rompiendo todo a su paso, dejando todo atrás porque ya no había nada que le importara.

Lily se había quedado paralizada en su lugar, dudó unos instantes, no sabía si seguirlo o avisar a alguien. Miró a través de la abertura por la que había desaparecido James, pero no lo vio, había corrido como huyendo de un asesino.

Repentinamente se sintió incomoda, casi culpable. Suspiró y acomodó el espejo, no tenía caso seguirlo, resolvió que lo mejor sería buscar a Remus, él sabría qué hacer.

Caminó con paso decidido hacia el gran salón.

– Señorita Evans. – Lily se giró para ver a una muy seria profesora McGonagall, sus labios se apretaban con más fuerza de la habitual en una fina línea y lucia preocupada. – ¿Ha visto al señor Potter?

– Lo vi corriendo hace un rato, pero no tengo idea donde puede estar. – Mintió insegura, por alguna extraña razón que no comprendió no develó el secreto del pasadizo.

– ¿Podría avisarle a Black, Lupin o Pettigrew, que el señor Potter acaba de recibir una mala noticia y que no se encuentra bien?

– ¿Qué sucedió profesora?– Preguntó ella incapaz de retener su oscura curiosidad.

La profesora suspiró y acomodó sus gafas, demorando la respuesta.

– Su padre… – Se aclaró la garganta, como si le costara decirlo– murió esta mañana.

Lily se tapó la boca asombrada.

– Por favor señorita Evans, busque a Black lo antes posible. – Le dijo su profesora con algo de impaciencia.

Ella asintió y corrió hacia el comedor, directo hacia su objetivo. Varios ojos la miraron sorprendida cuando entró al gran comedor con gran prisa y se dirigió inmediatamente al sitio de los merodeadores.

– Black…– Murmuró recuperando el aliento, posando una mano en la silla del aludido.

– ¡Te juro que ellos empezaron Evans! Deberías dejar de defender a…– Comenzó a excusarse estúpidamente el primogénito de los Black al verla llegar tan exaltada.

– Potter, recibió una muy mala noticia y se encuentra muy mal. – Le cortó ella con impaciencia.

– ¿Qué pasó?– Preguntó Remus pausadamente, como si temiera escuchar la respuesta.

Ella dudo unos instantes nerviosa ¿Cómo demonios das una noticia como aquella? Decidió que rápido y conciso era mejor. Tomó una gran bocanada de aire antes de responder.

– Su padre… murió esta mañana. – Les comunicó la prefecta retorciendo sus manos.

Los tres amigos la miraron unos instantes procesando lo que dijo y luego se levantaron como si hubiera resortes en las sillas.

– ¿Dónde lo viste?– Preguntó Sirius perturbado y dejando su constante actitud infantil, para dar pasó a una expresión madura y decidida.

– En el cuarto piso, cerca del espejo antiguo de los elfos de Warwick, tú sabes ese que está en el segundo corredor hacia la izquierda, pasando la biblioteca. – Explicó Lily haciendo especial hincapié en el espejo.

– ¡Maldición!– Gruñó Black, empujando la silla mientras corría detrás de Peter que se había adelantado.

– Gracias Lily– le dijo Remus antes de seguir a sus amigos por la enorme puerta del gran comedor.

Lily se quedó de pie incapaz de moverse. ¿Lo habían matado los ahora llamados mortifagos? Tenía entendido que su padre era Auror.

– Ya me cuentas que demonios está pasando Lily– Mary se había acercado a ella y la había sacado de su estupor girándola por los hombros – ¿No te paso nada, no?

Ella asintió, todavía con la vista perdida.

– ¡Lily! ¿Qué paso?

Ella la miró con duda en sus ojos verdes y se mordió el labio. Debatiéndose entre contar algo tan delicado que no le correspondía, pero enseguida dedujo que se enteraría de todas formas.

– Potter… no se encontraba bien, me sorprendió nunca lo había visto tan mal…su padre murió Mary. – Susurró Lily, dejándose caer pesadamente en la mesa de su casa.

– ¿Charlus murió?– Preguntó una sorprendida y afectada Dorcas. Ella y James eran amigos de la infancia– Pobre Dorea, debe estar devastada y mi padre…

– ¿Habrán sido los mortifagos? Ya saben cómo cuando murieron los padres de los Bones. – Susurró Emmy.

– No lo sé, Charlus era un Auror retirado. – Dorcas había dejado que una lágrima se asomara por su rostro. La fuerte e insensible Dorcas tenía los ojos empapados. – Si lo hubieran conocido, era un genio, siempre tan amable y gracioso…

– No creo que fueran los Mortifagos, miren hacia su mesa, estoy seguro que si así fuera los Slytherin nos estarían mirando con sus sonrisas burlonas– Aseguró Lily.

– Lily tiene razón, además Charlus era un hombre grande. – Añadió Dorcas y limpiándose una lágrima rebelde se paró decidida. – Debo escribir a mi padre, era su mejor amigo y debo ir a buscar a James, su padre era su héroe, estoy segura que hará algo estúpido.

La muchacha se marchó con precipitación ondeando su larga cabellera negra y dejando su plato lleno de comida.

– ¿Y a ti que se te dio por seguir a Potter?– Preguntó Emmy con suspicacia reclinándose es su respaldo.

– Si hubieran visto como se encontraba…parecía, no parecía él…sus ojos– Lily tragó recordando. – sus ojos eran los más tristes que vi en mi vida.


– ¡JAMES!– Sirius gritaba como un poseso, ahuyentando algunas aves cercanas. – ¡JAMES!

Habían seguido unas muy identificables huellas desde la salida detrás del espejo hasta el inicio del bosque prohibido. Los tres amigos estaban seguros que se trataba de su dolido amigo.

– Sirius, James debe estar como cornamenta…- Le indicó Remus tomándolo del hombro y señalando unas huellas de ciervo.

– Transfórmate Sirius, tal vez así lo podrás rastrear– Sugirió Peter.

Sin esperar un segundo más el muchacho se transformó en un enorme perro negro y comenzó a olfatear el aire con impaciencia.

– Sirius no vayas a…– Comenzó Remus, pero era demasiado tarde Padfoot se sumergió bosque con un ladrido sin esperar a sus amigos.

Peter y Remus corrieron detrás de él, pero el perro era mucho más rápido. No tardaron en perderlo de vista.

– Cabeza hueca– Murmuró Lupin sin aliento sosteniéndose en un árbol– ahora los dos están perdidos en el bosque.

– Tranquilo Remus, ambos conocen bien el bosque…

Pero Remus se preocupaba, por conocía a sus amigos y sabia lo imprudentes que solían ser.


Lily se dirigía con Mary y Emmy a su clase de encantamientos, Dorcas no había vuelto y parecía que ni ella ni los merodeadores atenderían a la clase.

Las tres caminaban distraídas, absortas en la noticia del padre de James. Hoy en día, la muerte era moneda común para los alumnos de Hogwarts y si bien su padre parecía haber muerto de causas naturales, les recordó a todas que cualquiera podría ser el siguiente. El año había empezado con el sangriento asesinato de la familia Bones, dejando a sus tres hijos, Edgar, Amelia y Jack huérfanos. En vacaciones de verano, la madre de Hestia Jones una reportera muy valiente, había sido cruelmente asesinada al encontrar un escondite de mortifagos y el padre del ex alumno Frank Longbottom un auror consumado, había sido torturado hasta la muerte unos días antes de septiembre.

Si de algo estaban seguros es que nadie que se opusiera estaba a salvo. Hijos de muggle, mestizos y los llamados traidores a la sangre eran el plato del día para los mortifagos. Si bien el castillo, las clases y el quidditch los mantenían alejados de alguna manera de lo que sucedía fuera, en la escuela los alumnos se veían divididos, estaban por un lado aquellos que aspiraban ser mortifagos, aquellos que aspiraban a ser aurores y lograr un cambio y aquellos que aspiraban pasar desapercibidos.

Lily se preguntaba si ella podría pasar desapercibida, si debería huir de Inglaterra o esconderse con su familia como había hecho su compañera de casa Medea Blake, luego de ser amenazados de muerte por las publicaciones del diario de su familia: La Gaceta.

El curso había comenzado sin ella y aunque no se sabía a ciencia cierta era obvio que la familia permanecía escondida. El diario, se dedicaba a sacar a la luz todas las noticias que el profeta desconocía convenientemente y continuaba con su edición semanal. Sus lectores lo leían en clandestinidad por propia seguridad y su suscripción requería una recomendación.

Marlenne las esperaba dentro del aula sentada con sus pergaminos y pluma ya lista para tomar nota. Lily sentía la necesidad de hablar con ella y contarle lo que había sucedido en el almuerzo, pero el profesor entro en ese mismo instante y comenzó a explicar.

Lily suspiró… tendría que esperar.

La clase fue aburrida. Lily se desconcentraba tan fácil que aunque encantamientos era la asignatura en la que más se destacaba tuvo que pedirle a Flitwick que repitiera algunos conceptos en varias ocasiones ganándose una mirada preocupada de su profesor.

– Lily– susurró Emmy a su lado. – ¿Podrías explicarme como hacer el encantamiento?, sigo sin conseguir que mi piedra se detenga…

– ¿Qué?– Preguntó la muchacha distraída– oh si disculpa Emmy, mira trata de mover la varita primero de manera circular y luego más ovalada.

Emmy analizó su expresión unos instantes antes de tirar la piedra hacia arriba y mover su varita como le decía.

– ¡Aresto momentum!– Pronunció la muchacha con decisión pero la piedra cayó con fuerza en el suelo haciendo un golpe sordo. – ¡Maldición sigue sin salirme!

Flitwick le envió una mirada de advertencia.

– Y yo que creía que los magos no toman la palabra maldición como blasfemia…

Mary rió a su lado completamente de acuerdo con su amiga.

– Tienes que ovalarlo más en el segundo giro– Le explicó Lily con paciencia. – Mira así: ¡Aresto momentum!

Lily apunto la piedra y esta comenzó a caer con lentitud extrema hasta frenarse por completo.

Mary lo intentó luego de observar a Lily pero su piedra comenzó a caer lentamente para luego estrellarse estrepitosamente en el suelo como propulsado por un encantamiento de velocidad. Los pedazos volaron a gran velocidad en todas direcciones, Flitwick realizó el encantamiento deteniendo a todas las partículas y luego convocándolas a su mano con un simple accio. Evitando que alguien saliera lastimado.

– ¡10 puntos menos para Gryffindor, McDonald!– Exclamó el profesor terriblemente enojado. – Para la próxima clase espero un informe de porque el encantamiento le salió mal.

Unos Slytherins rieron y murmuraron algo, probablemente burlándose de su error.

La clase continúo sin ningún otro problema y Flitwick les dejo salir antes, aunque con una pila de deberes para la semana siguiente.

– Es raro que Flitwick se chifle así, ¿No creen?– Susurró Linda Garrow, una chica de Hufflepuff a Lily, Emmy y Mary.

Marlenne las alcanzó en ese instante cargada de libros y se despidió rápidamente para asistir a su siguiente clase. Ella era la clase de estudiante que tomaba todas las asignaturas que podía y prácticamente no tenía tiempo entre clase y clase.

– ¡Ha sido injusto!– Se quejó Mary indignada.

– El otro día Flitwick le chilló a mi hermano Jack que tenía que aprender el encantamiento escudo si quería aprobar sus T.I.M.O.S– Les dijo Amelia Bones uniéndose a la conversación por el pasillo de encantamientos, luego miró en todas direcciones asegurándose que nadie oía– me contó que luego el profesor pidió hablar con él en privado y le dijo que el encantamiento escudo era algo muy importante para protegerse, que si seguía teniendo dificultades le daría clases particulares…

– ¿Quieres decir que detrás de esa enorme cantidad de tarea, como si fuéramos a tener exámenes cada día se esconde una genuina preocupación por nosotros?– Resumió Emmy un poco sarcástica.

– Eso parece…– Asintió Amelia. – Me pregunto si fue Dumbledore el que pidió que los profesores sean más exigentes, ya saben, por todo lo que está ocurriendo…

– No me extrañaría, McGonagall siempre fue severa pero en lo que va del año vi saliendo varios alumnos llorando de su clase. – Comunicó Lily. – y las clases… todas las cosas que aprendemos parecen estar enfocadas en supervivencia y defensa.

– ¿Qué me dices del ensayo de Wallace cara de bota?– Sugirió Mary, aun enojada por lo sucedido.

– ¿Wallace?– Preguntó Linda confusa.

– Wallace cara de bota un brujo que lo más destacado de su vida fue procrear 150 hijo con solo dos esposas. – Se burló Emmy– Me arrepiento de haber pedido cursar esa materia.

– Si mal no recuerdo, Wallace es el primer mago conocido en realizar el encantamiento fidelio: la protección absoluta. – Acotó Amelia Bones– ya saben para evitar que su esposa oficial matara a su amante.

Las tres Gryffindor la miraron por unos instantes.

– Ok, aparentemente detrás de cada aburrida tarea se esconde algo verdaderamente útil. – Aceptó Mary– Después de todo puede que Dumbledore esté verdaderamente detrás de esto.


Padfoot había encontrado el rastro de su amigo, conocía su olor con perfección. Avanzaba con el hocico pegado al suelo como un buen sabueso, le estaba resultando fácil seguirlo no solamente por su rastro de olor sino también por las ramas rotas y caídas que dejaba a su paso. Avanzó hasta una gran rama quebrada en dos y con espanto olfateo un fuerte olor, un olor que conocía muy bien… a carne combinada con hierro viejo: Sangre.

Ladró fuerte y asustado y corrió con velocidad, sin pensar ni notar lo cerca que se encontraba de la pequeña colonia de graphorns.

Avanzó hacia el oeste internándose aún más en el bosque y sintiéndose cada vez más cerca de su amigo, los rastros y la sangre eran más frescos y el hecho que hubiera menos cosas destrozadas por el camino le indicaba que Cornamenta estaba perdiendo fuerza.

Estaba tan apurado y tan asustado que casi pasa de largo ante su amigo.

James estaba sentado en el piso en su forma humana, tomándose la cabeza con ambas manos, enredando sus dedos en su desordenado cabello.

Sirius se acercó con cautela y le apoyó el hocico en la rodilla. Desde donde se encontraba el olor a sangre penetraba en su potente nariz como un puñetazo. Pudo ver como una de las manos de su amigo sangraba desde la muñeca casta el codo. Sirius se mantuvo en forma de perro unos instantes, mayormente por qué no sabía que decirle si se transformaba en humano.

James lo miró directamente y Sirius notó como no solo tenía lastimado el brazo sino también un feo corte debajo del ojo y otro en la frente.

– No sé qué hacer Sirius… me siento tan perdido. – Confesó su amigo volviendo a tomarse la cabeza con las manos. – él no puede haber muerto… tú lo viste, se encontraba bien cuando partimos hacia aquí la semana pasada…

Sirius se transformó en humano y se sentó a su lado, aún dudando que decir.

James se levantó y golpeó con furia el tronco sobre el que estaba apoyado, lastimando más su mano.

– ¡Él no puede haber muerto!, no sin mí a su lado, no después de nuestra pelea…– James golpeaba furioso el tronco lastimándose aún más y Sirius lo miraba entristecido incapaz de intervenir, lo mejor era que descargara su ira. – No sin decirle cuanto me importa…

– James– Le dijo Sirius tomando brazo, para evitar que siguiera golpeando el árbol. – Tu padre sabe cuánto lo querías, tu pelea con él sólo refleja cuanto te importaba. Créeme tú y tu padre se preocupaban y se querían el uno al otro y nadie jamás podría dudar de eso.

– ¡Pero le dije cosas que no debería! ¡Le dije que lo odiaba!– Le gritó a Sirius, aunque más bien se gritaba a él mismo– Me comporte como un niño, mi madre me miró como si no me conociera, fue…

– Ya James, tu padres entienden– Susurró para luego agregar– son las personas más comprensivas que conozco…

James abrió los ojos con miedo, completamente sin palabras y la boca ligeramente abierta, Sirius conocía esa expresión, era la que ponía cada vez que descubría una verdad aterradora.

– Mi madre…

Sirius lo miró sin entender.

– ¡Soy un idiota!– Explotó tomándose la cabeza– Ella debe estar desolada, estoy aquí como un auténtico capullo pensando en mí, mientras mi madre está sola. – Enojado volvió a golpear el tronco con furia. Su mano estaba empapada de sangre y Sirius sospechaba que tenía un par de huesos rotos.

– Tengo que ir a verla. ¡Soy un idiota Sirius!…

Sirius pensó en decirle que tal vez tendría que hacerse revisar su mano primero, pero se dio cuenta enseguida que no tenía sentido, Dorea era más importante y Sirius lo entendía, porque incluso para él que no era su madre Dorea era más importante en este momento.

James volvía a golpear el tronco con furia, ahora enojado consigo mismo. Pero Sirius no intentó evitarlo puesto que había algo más preocupante sucediendo a su alrededor: Una manada de graphorns los acechaban desde el lado este como toros enojados.

Eran unos siete, pero el líder de la manada se encontraba en la cacería y ese valía por lo menos como tres más, puesto que era el más grande, más fuerte y más experimentado de la colonia.

– James, transfórmate y corre tenemos visitas. – La voz de Sirius lo trajo a la realidad por unos instantes.

– ¿Qué?

– Graphorns idiota, transfórmate rápido, sin movimientos bruscos. – Le dijo tenso y enojado.

James miró hacia donde Sirius tenía la vista fija y los vio: siete enormes bestias de color purpura plomizo con grandes zarpas y cuernos aún más grandes que los miraban fijo y en posición acechante.

Antes de transformarse Sirius y James compartieron una mirada de alarma y se lanzaron juntos a toda velocidad por donde había venido siendo seguidos de muy cerca por las enojadas criaturas.


Lily, Emmy y Mary se encaminaban a su siguiente clase sin hablar. Cada una con la mente en su propio mundo y totalmente distraídas.

Era la última clase de la primera semana del año y Lily esperaba que se le pasara lo más rápido posible. Sólo podía pensar en conseguir un cómodo lugar cerca de la ventana en la torre de Gryffindor. Escuchó entonces un chistado desde el pasillo a su izquierda, justo al lado del cuadro de Robert el soplón. Se giró para encontrarse con el rostro de su cetrino amigo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

– ¿Qué quieres Severus?– Preguntó frenándose y cruzándose de brazos.

– Quiero hablar Lily, no respondiste mis cartas en verano, no atendiste la puerta cuando fui a buscarte y desde que empezaron las clases esta semana me has evitado.

Emmy y Mary se giraron para ver la escena y miraron a Snape con reproche. Pero este sólo tenía ojos para Lily.

– Yo no quiero hablar contigo. – Le espetó ella indiferente.

– Lily por favor, eres mi mejor amiga…

– Creí que lo había quedado claro, no quiero seguir con esto, no quiero ni puedo seguir justificando tu comportamiento porque no tiene justificación. Soy hija de muggles y eso te repugna. – Lily se giró dando por terminada la conversación.

– ¡Tú no me repugnas Lily!– Exclamó él ofendido porque ella pensara así y cometió el error de tomarla del brazo.

– ¡Me llamaste sangre sucia!, crees que mi sangre está sucia porque soy hija muggles. – Chilló ella soltándose con brusquedad – ¡Por mis padres muggles que siempre te trataron con amabilidad!

– Lily yo no pretendía…tú no eres…– Snape se excusaba desesperado.

– ¿Yo no soy qué? ¿Cuál es la diferencia Snape, entre yo y otro nacido muggle? Cómo esperas que seamos amigos, cuando aunque no me lo digas a mí se lo dirás a Mary o cualquier otro. Cuando realmente crees que existe una cuestión de sangre.

– ¡No es así Lily! Yo no deseo…dime qué puedo hacer para arreglar esto…– suplicó él.

Lily se quedó de piedra, Severus suplicando delante de sus amigas, sus ojos lucían sinceros, pero ¿cuánto podría durar esto? Le había costado mucho llegar a esta conclusión, sabía que era lo mejor, debía mantenerse firme.

– Por favor Sev, vete, ya no sé cómo explicarte que tú y yo no podemos ser amigos…no puedo ser amiga tuya cuando odias a la gente como yo.

– No, no me iré hasta que me perdones. – Exclamó él testarudo. – Nuestra pelea no tiene sentido, sabes que es fue estupidez, que yo nunca quise…

– No es una cuestión de perdonarte… No podemos seguir como estábamos, pareces no comprender que el problema es más grande que el hecho que me llamaras sangre sucia, mucho más grande.

– Lily– Exclamó él pero enmudeció al instante, porque unas voces se acercaban por el pasillo, y él las conocía muy bien, eran sus amigos.

Su expresión asustada lo delató ante ella.

– ¿Lo ves?– Soltó Lily dolida– ¿Cómo pretendes ser mi amigo cuando tienes que mantenerlo en secreto…cuándo temes que te vean hablando conmigo por ser como soy?

– No es así– murmuró él tan bajito que apenas lo escuchó.

– ¿Entonces cómo es?

Pero el muchacho ya no dijo nada, y Lily se marchó con sus amigas más enojada que dolida.


James y Sirius escapaban de los graphorn como podían pero sus perseguidores eran incansables y mucho más fuertes, su única ventaja radicaba en que eran más pequeños y se podían mover con mayor facilidad en el tupido bosque.

Sirius iba a la cabeza corriendo a toda velocidad y saltando las ramas con su agilidad canina, pero pronto se dio cuenta que su amigo estaba empezando a perder velocidad, llevaban quince minutos de carrera y cornamenta lucia agotado.

Se giró y le ladró para apremiarlo, pero a James cada vez le costaba más saltar las ramas y raíces del suelo. Entonces Sirius notó con espanto que James tenía lastimada una de sus patas delanteras, le sangraba cada vez que pisaba y lo estaba retrasando cada vez más.

Sirius volvió a ladrar, esta vez con preocupación. Si no hacía algo James iba a ser devorado por aquellas bestias. Sin pensar en las consecuencias y muy fiel a su estilo, Sirius Black se hizo a un lado y frenó dejando que su amigo siguiera de largo, luego volvió al camino enfrentándose a la manada, con el pelo erizado y mostrando su blanca dentadura en un gruñido feroz. Se giró hacia James y le hizo un ademan para sé que marchara. Este dudo unos instantes y pateo el suelo moviendo enojado su cabeza, haciéndole saber que no lo dejaría solo.

Sirius le gruño impaciente y le lanzó un mordisco, no estaba de humor para que James lo contradiga. Pero el ciervo pateo el suelo enfurecido y se quedó a su lado con su cornamenta defendiendo a ambos.

Genial, pensó Sirius enojado, ahora moriremos ambos.


Lo bueno de la clase runas antiguas era que la compartían con Marlenne y después de lo había pasado con Severus, Lily agradecía su comprensiva y amable presencia.

– ¿Qué tal Aritmancia?– Pregunto Lily alcanzándola en la puerta de la clase.

-Bien, supongo- Les dijo ella notando con rapidez el descontento y enfado de sus amigas.- ¿Qué les paso?

– Ya sabes, encantamientos no me pone en mi mejor humor– Suspiró Mary con pesadumbre– Flitwick siempre me hecha bronca.

– No te preocupes Mary, Flitwick se ha puesto más exigente que de costumbre ¿Qué pasó con Dorcas?- les preguntó por lo bajo con interés.

En instantes Emmeline la puso al tanto de lo ocurrido durante el almuerzo, pero tuvieron que dejar la conversación para otro momento por el profesor había llegado.

La clase de Runas antiguas pasó con una lentitud insoportable. La ausencia de Dorcas y Remus les valió a los Gryffindor 10 puntos menos.

– Espero para la próxima clase un ensayo sobre las runas de protección del hogar, como aplicarlas y donde para evitar que sean anuladas. Aquel que haga el mejor trabajo a mi criterio ganará 50 puntos para su casa, pueden retirarse.

En ese momento unos niños de tercero pasaron corriendo por el pasillo y golpearon una armadura en la carrera. Lily los miró, se suponía que debería seguirlos y quitarles puntos o por lo menos ponerlos sobre aviso, pero estaba cansada mental y sentimentalmente como para hacerlo.

– ¡Hey!– Les gritó Marlenne que era prefecta de Ravenclaw– No corran por aquí o les quitaré puntos.

– Disculpa, pero un alumno nos envió a buscar a Emmeline Vance con urgencia. – Se justificó una niña con voz aguda. – Dijo que era de vida o muerte.

– Yo soy Emmeline– Exclamó Emmy igual de confundida que el resto.


El líder los atacó con furia, sus cuernos se estrellaron contra la cornamenta de James produciendo un ruido violento en el silencioso bosque, mientras los otros comenzaron a flanquearlos, con sutileza felina.

El líder los hizo retroceder hasta el tronco de un enorme sauce y entonces cuando estaban acorralados las bestias atacaron.

Entre una tormenta de cuernos y zarpas Sirius logró derribar a uno y quebrándole la pata de un certero mordisco, pero entonces un cuerno se enterró entre sus costillas y lo levantó del suelo. Sin poderlo evitar aulló lastimero.

El ciervo se defendía con astucia, pero el aullido de su amigo lo distrajo lo suficiente como para recibir un zarpazo en su lomo. James supo entonces que ambos morirían.

Sirius lo sabía desde un primer momento, desde que se quedaron a enfrentarlos, pero el sentir que todo estaba perdido los hizo combatir con una ferocidad inusitada, porque no hay peor enemigo que aquel que no tiene nada que perder.

Sirius logró derribar a otro, mientras que James se dedicaba a soportar los embistes del líder y proteger el otro flanco. Pero pronto el perro negro, terminó bajó el peso completo de un adversario, aprisionado entre las zarpas, incapaz de moverse.

Sirius le mostró su blanca dentadura con fiereza, dispuesto a morir, por lo que se sorprendió cuando su enemigo se elevó en el aire cual unicornio y terminó estrellado contra el roble de enfrente. Se incorporó en sus cuatro patas y sonrió, si porque aunque era un perro seguía siendo humano y el hecho de despedirse de la muerte era suficiente para celebrar.

Remus y Peter atacaron a las criaturas con hechizos y maldiciones, haciéndolos retroceder. James logró entonces empujar con fuerza al líder, la manada tenia claras intenciones de huida, pero el que los lideraba les rugió con ira ante la idea de retirarse y volvió a lanzarse contra el ciervo.

James lo estaba esperando, no era estúpido, los graphorn no se retirarían hasta que el líder lo decidiera. Esperó antes de posicionar su cornamenta, dejándose completamente desprotegido y esquivando con astucia el primer ataque atacó con su cornamenta el rostro del animal, produciéndole una gran herida.

Los demás se asustaron aún más abandonando a su cabecilla, internándose en el bosque.

James juró haber visto la mirada de la derrota en aquel animal, que luego de lanzarle un aullido de amargura, se marchó tras su manada, perdiéndose en la espesura.

Remus y Peter se acercaron a sus amigos visiblemente preocupados. Sirius se transformó asustando a los recién llegados con su herida.

– No tengo nada, esperan a ver a…

Sirius no completó la frase, no hacía falta, un James ensangrentado apareció ante sus alarmados amigos. Tenía heridas como donde se lo mirara.

– Tengo que ir a ver a mi madre– Fue lo primero que dijo.

La expresión en el rostro de Remus y Peter era un poema, Sirius por su parte se esperaba esa actitud.

– Seguro– Asintió Sirius, puesto que sus otros amigos parecían incapaces de pronunciar nada por el momento– pero si no quieres asustarla debemos ver tus heridas primero…

Remus cerró su boca, que todavía se encontraba abierta.

– Vamos– Los apremio el hombre lobo, no tenían tiempo que perder. Se acercó a James y pasó su brazo por debajo de su hombro para ayudarlo a levantarse.

James se quejó del dolor.

– Tengo…– Susurro mordiendo con fuerza e intentando alejarse del roce de Remus– tengo la espalda lastimada.

Remus lo tomó con más cuidado y sin poder evitarlo pensó: Menos mal que conocen el bosque.

– ¿Cómo nos encontraron?– Preguntó curioso Sirius que era ayudado por Peter a hacerse un venda primitiva sobre su herida con su cinturón un pedazo de su túnica.

– Tu aullido– Exclamó el más pequeño de los merodeadores. – Lo reconoceríamos entre una manada de 100 perros.

Peter Lucia orgulloso de su hazaña.

– Fueron descuidados– Los retó Remus algo enojado por su temeridad. – Saben que los graphorns se encuentran cerca de las montañas.

– Sabes que no estaba pensando Remus. – Le dijo James con simpleza mientras Sirius le ayudaba a vendarse la mano, rasgando otro retazo de su túnica.

Remus calló, su amigo había perdido a su padre, por supuesto que no estaba pensado, pero no puedo evitar enojarse con ellos. Sirius y James eran demasiado temerarios y nunca pensaban las consecuencias de nada. No se lo dijo, porque James no necesitaba más que apoyo en este momento pero por su mente se cruzó ¿Qué hubiera pasado con Dorea si morías James?

– Debemos ir rápido, James está perdiendo mucha sangre y el único hechizó de curación que sé es para los huesos rotos.

– Tiene los huesos rotos en la mano derecha– Le dijo Sirius recordando.

James levantó su mano para que Remus le aplicara el hechizo.

– Gracias Lunático, mucho mejor… ¿Tenemos todavía algo de esencia de murtlap?– Preguntó James mientras caminaba con dificultad siendo ayudado por Remus.

– No creo, usamos bastante luego de la última luna llena. – Le recordó Peter.

– ¿Para qué quieres esencia de Murtlap?– Preguntó Remus, dándose cuenta de lo que decía James. – Vamos a ir con Pomfrey James.

El muchacho de anteojos, lo miró enojado.

– Creo que no entiendes Remus: Necesito ir a ver a mi madre. Si voy a la enfermería, Pomfrey no me dejara irme hasta que no tenga ni un rasguño, y no pienso dejarla sola tanto tiempo.

– ¿Qué pretendes hacer entonces?– Preguntó Remus resignado, pero entendiendo el punto de su amigo. – No tenemos esencia de murtlap.

– Vance– murmuró Sirius a su derecha.

– ¿Qué?

– Emmeline Vance, su madre es sanadora y la obligó a saberse todos hechizos de primeros auxilios. – Explicó Sirius ante el desconcierto de sus amigos.

– Bien, yo iré a buscarla– Accedió Remus– Peter ayuda a James.

– Iremos hasta la parte trasera de los invernaderos. No podemos correr el riesgo que nos vea Hagrid. – Le dijo James mientras se acomodaba con Peter.

Remus asintió y sin mirar atrás avanzó corriendo en busca de la muchacha, sólo rogaba que pudiera convencerla, después de todo ni siquiera eran amigos.


– ¿Por qué yo?– Preguntó Emmy desconcertada.

– No lo dijo, pero me pidió que te dijera que lo rogaba. – La muchacha lucia nerviosa con tantas preguntas.

– ¿Tampoco te dijo su nombre?

– ¡Eso sí! Su nombre es Lupin, Remus Lupin. – Exclamó el chico que la acompañaba.

Lily, Mary y Marlenne compartieron una fugaz mirada.

– Está bien, muéstrame el camino. – Le contestó Emmy.

Los dos niños las condujeron con rapidez hasta el hall de entrada, donde ambos se detuvieron al pie de la enorme escalera de mármol.

– Me especificó que te reunieras con él detrás de los invernaderos, en el lado oeste. – Le explicó el muchacho señalando el lugar donde se encontraban los invernaderos, aunque no fueran visibles desde dentro.

Emmy asintió y los chicos de tercero se marcharon.

– Si no fuera porque es Lupin, y porque aquellos niños no lucían como mentirosos diría que es una emboscada para matarme…

– No seas dramática– Le espetó Marlenne, mientras salían por las enormes puertas del castillo hacia los terrenos del colegio.

– Supongo que te necesita por Potter– Dedujo Lily pensativa, acomodándose el pelo que le revolvía el viento– la cuestión es ¿por qué?

– ¡Vance!– Remus se acercaba corriendo hacia ellas con premura. – Necesito tu ayuda. – pronuncio él a su lado mientras recuperaba el aliento con la manos en las rodillas.

– Si lo sé, mi pregunta es ¿Por qué debería hacerlo?

Remus esperaba algo así, después de todo no eran amigos y ella era una mujer de carácter.

– Tienes que ver esto, te aseguro que si lo ves te convences en ayudarme.

– ¿Qué es?– Negó ella testaruda.

– James, James necesita tu ayuda, por favor. – Le pidió el impaciente.

– ¿Mi ayuda? ¿Para qué?– Emmy estaba cada vez más desconcertada y recelosa.

– ¿Qué paso Remus?– Preguntó Lily mirándolo preocupada.

Remus lo pensó, sabía que ellas podían terminar obligando a James a ir a la enfermería, asique midiendo muy bien sus palabras les dijo.

– Para ver a su madre lo antes posible. Sólo tú puedes ayudarlo Vance… ella es una mujer mayor y su marido acaba de morir, James es lo último que le...

– Está bien– Accedió ella ante su argumento– ¿Dónde está?

Remus miró a las otras chicas indeciso ante la idea de llevarlas a todas.

– Ellas vienen Lupin, si quieres mi ayuda…– Se adelantó Emmeline.

El muchacho asintió.

– Bien síganme. – Murmuró conduciéndolas hacia los invernaderos.

Remus iba a la cabeza un poco impaciente, con un ademan les indicó que giraran hacia el este por la parte trasera del sector, muy cerca del bosque.

Al girar tuvieron la primera imagen de sus compañeros de curso, magullados y en el caso de James ensangrentado por donde se lo viera.

Claro que ellas esperaban algo grave, pero James parecía recién salido de una picadora de carne.

Su brazo se veía en un ángulo extraño y la sangre brotaba del codo hacia el fin de la extremidad, su mano lucía hinchada y la carne podía verse en los nudillos. Su pierna dejaba ver algo de su hueso justo por debajo de la rodilla y su rostro estaba cortado y ligeramente inflamado bajo sus anteojos.

Sirius a su lado tenía la camisa manchada con una aureola de sangre, algunos feos hematomas y la capa hecha jirones.

Ambos estaban sentados en la tierra completamente agotados junto a Peter que lucía nervioso.

Lily se llevó la mano a la boca, Mary chilló un poco de impresión, Marlenne y Emmeline tenían una expresión de espanto.

– ¿Qué les pasó?– Preguntó Marlenne McKinnon preocupada y alarmada a la vez.

– Es largo de explicar– Soltó James con neutralidad, como si no sintiera dolor en lo absoluto y mirando directamente a Emmy le dijo. – Necesito que me cures Vance. Por favor.

– ¡Estás loco Potter! tienes que ir a ver a Pomfrey– Le espetó Lily como si no diera crédito a la estupidez de él.

Él no reaccionó en lo más mínimo.

– Si no vas a hacerlo, puedo buscarme a otro. – Continuó con parsimonia y tranquilidad– Pero no le digas a nadie lo que viste.

– Lily tiene razón, estás loco. ¿Qué pretendes evitando la enfermería? Yo no puedo más que hacer unos simples encantamientos de primeros auxilios.

James la miró con intensidad antes de añadir.

– Ir a ver a mi madre que está sola. Pomfrey no me dejara irme de aquí esta semana. No puedo permitirme tanto tiempo. Mi madre me necesita.

Emmeline movió las manos indecisa.

– Mira, sé que no somos amigos y que no de debes nada. Pero ella está sola ahora, mi padre…– La voz se le cortó y no pudo continuar – Soy capaz de cualquier cosa por ir en este momento. Haré lo que sea si me ayudas.

Emmy asintió para luego acomodarse junto a James ante la sorpresa de sus amigas y no pudo más que recordar las palabras de Lily, pues para ella los ojos de James también eran los más tristes de vio en su vida.

– Sirius tu deberías ir a la enfermería. – Le aconsejó Marlenne, incapaz de acercarse por la impresión.

El aludido sonrió de costado. Aunque su sonrisa siempre encantadora no podía estar más fuera de lugar, su cara parecía haber sido golpeada por un troll.

– Nada que un poco de murtlap no pueda curar.

– ¿Lo dices enserio? Tu rostro parece tener todo en el lugar incorrecto– Le dijo burlonamente Emmeline a su lado.

– Marcas de guerra Vance, además no quiero ir a la enfermería hasta que James se valla de aquí, Dumbledore es lo suficiente inteligente como para atar cabos.

Marlenne lo miraba sin dar crédito a lo que oía, Mary evitaba mirar a James de la impresión y Lily lucia disgustada.

Remus a su lado era la personificación de la preocupación, mientras miraba a Emmy pronunciar una y otra vez: Sanentur, sanentur sobre la pierna de James.

– Supongo que ninguno dirá como demonios terminaron así…– Les espetó con rudeza la prefecta de Gryffindor.

– Supones bien– Sonrió Sirius cerrando un ojo y apretando su herida.

Lily suspiró y miró a Remus esperando su ayuda, pero el sólo la miró avergonzado, dándole a entender que tampoco diría nada.

Lily se mordió el labio con impotencia.

– Terminaras desmayado antes que Potter se vaya, la esencia de murtlap no curará la herida de tu estomago tampoco, tal vez díctamo pero no es seguro.

– ¿Preocupada Evans?– Se burló Sirius riendo un poco de la situación.

– Por supuesto idiota, si se vieran en un espejo lo entenderían mejor– Soltó Mary defendiendo a Lily.

– No seas idiota Sirius, se te puede infectar si la curas con díctamo– Le dijo Marlenne

– Da igual lo que digan, ir a la enfermería seria como delatar a James y no pienso hacerlo.

– Tu lealtad raya la estupidez– Le espetó Marlenne negando con la cabeza.

– Gracias– Dijo él riéndose de ella, como si en realidad considerara lo que dijo como un cumplido. Como si lo que sucediera no fuera grave y le causara gracia.

– ¿Alguien puede ir a buscar esencia de díctamo o murtlap?– Pidió Emmeline concentrada junto a James.

Peter se ofreció al instante algo más pálido de lo normal.

– Nosotros siempre tenemos en nuestra habitación– Explicó antes de marcharse apresuradamente hacia el castillo.

Lily no dudaba que curarse a sí mismos era un acto habitual para ellos. Después de todo vivían en problemas.

James no hablaba ni se quejaba, cosa que sorprendió a Emmy, según tenía entendido el hechizo sanentur producía bastantes molestias, por no decir que era jodidamente doloroso en heridas profundas porque la restauración del tejido muscular no era tan simple como la de la piel.

En cambio en vez de adolorido, Potter lucia impaciente, como a punto de levantarse y salir corriendo luego que ella terminara.

– No me animo a cerrar la herida sin desinfectarla– Dijo preocupada Emmeline más para sí misma que para los otros.

– Con agua bastará– Afirmó James seguro.

Emmy lo miró a los ojos unos instantes, pero la mirada imperiosa de James le rogaba que aceptara sin discutir.

Suspiró resignada.

– Aguamenti. – Pronunció decidida.

Pero Marlenne, casi al mismo tiempo emitió un simple Accio.

– ¿Qué?– Dijo al ver que todos la miraban curiosos– Tengo algo de alcohol en mi habitación y mi ventana da a este lado del castillo.

Con un poco de Alcohol en mano la seguridad de Emmeline volvió y terminó con rapidez la herida de la rodilla, el brazo era problema aparte.

Si el proceso de desinfección le produjo alguna molestia a James Potter, no se notó porque su rostro parecía tan ensimismado como al principio.

– Realmente me sorprende que aun estés consiente– Expresó Emmeline aplicando una gran cantidad de alcohol en su mano, ahora libre de la primitiva prensa que le había hecho Sirius.

El muchacho asintió, pero Emmy estuvo segura que apenas le prestó atención. Bufó indignada pero esto tampoco saco al muchacho de su ensimismamiento.

– Tomen que alguien ayude al inconsciente de Black, o que lo haga el mismo, da igual. – Emmeline sostuvo el frasco de Alcohol hacia atrás a la espera que alguien lo tomara, algo enojada y preguntándose por que había aceptado ayudarlos. – No creo que aguante hasta que llegue Pettigrew.

El aludido abrió la boca para protestar, pero al parecer era verdad que había perdido mucha sangre porque la cerró al instante. No tenía fuerzas ni para discutir.

Remus y Marlenne se acercaron al mismo tiempo, la muchacha se sonrojó un poco y le dejo el lugar a él.

Cuando Sirius se levantó la camisa mostrando su lesión, Mary que ya se encontraba indispuesta, se llevó una mano a la boca y miró en la dirección opuesta. Lily le palmeo la espalda y frotó su hombro en actitud de apoyo.

Peter llegó en ese instante corriendo con un frasco en la mano y se lo entregó a Emmy, ella lo abrió con rapidez tirando el corcho a un costado y se lo aplicó a James en las heridas con eficacia.

La chica se acercó un poco a Sirius y rasgó un trozo de la túnica del muchacho.

– ¡Hey!– Exclamó Sirius con clara indignación. – ¿Qué haces?

– Deja de quejarte Black, porque no te ayudo. – Amenazó ella agitando el trozo de tela– de todas formas necesitaras una túnica nueva.

– Bien, ya está– Declaró la muchacha levantándose mientras le entregaba el trozo de túnica con un poco de esencia de Murtlap para la herida bajo el ojo– hice lo mejor que pude.

– Espera, todavía no terminamos. – Dijo James levantando su túnica y girándose para mostrar la espalda.

Un sonido seco se escuchó contra la tierra. Mary estaba desmayada.

Emmeline se quedó quieta de la impresión, Remus soltó un sonido indescifrable y Lily se llevó la mano a la boca horrorizada antes de ayudar a Mary.

Peter no podía ver la espalda de James desde el ángulo que se encontraba, pero tampoco quiso ir a comprobar.

– ¿Qué demonios te paso Potter… una quimera por la espalda?– Soltó Emmeline cortando el silencio.

Pero no respondió y Lily estaba segura que nunca respondería.

– ¡Es una locura!– Explotó Lily indignadísima– Deberíamos haberlos llevado a la enfermería desde un primer momento… no sé qué demonios hicieron pero ¿En que estaban pensando? Podrían haber muerto.

El discurso de Lily no avergonzó a ninguno en lo más mínimo. Después de todo McGonagall misma les gritaba por lo menos cada semana.

Lily bufó indignada antes de ayudar a Mary. No tenía caso hablar con ellos, era como hablar con una puta pared y lo peor de todo es que estaba segura que el anormal de Black se había sonreído ante su preocupación.

Ninguno se quejó ante el alcohol, los hechizos o la esencia de murtlap. Emmeline y Remus lograron terminar luego de diez minutos más.

– Estas bien Black, pero yo que tú le pediría a Pomfrey que me arreglara la nariz. – Le dijo Emmy luego de aplicarle el hechizo sanetur en su estómago.

– Está bien, puedo arreglarla yo– exclamó murmurado un claro episkey.

– Gracias Vance, te debemos una. – le dijo James limpiándose el rostro.

– Prometo esperar sentada.

– Un merodeador siempre cumple Vance, cuando necesites algo nos lo pides. – Aseguró Sirius ofendido por su desconfianza.

James se levantó decidido y Sirius lo hizo al mismo tiempo, como si pudieran leerse el pensamiento.

Pero Lily los miraba con reproche y los brazos cruzados impidiéndoles el paso.

James la miró con curiosidad, preguntándose qué demonios pensaba hacer. Sirius sonrió de lado y abrió la boca para decir alguna gilipollez pero ella le gano de mano.

– Sé que no me escucharán, puesto que nunca lo hacen. Pero quiero que sepan que la próxima vez que los vea en este estado le diré a Dumbledore. –Les dijo ella desafiante y enojada.

La mirada de curiosidad de James dio paso a una diferente, una mezcla de enfado e irritación se cruzó por su rostro.

– Puedes ahorrarte el discursillo Evans pues me…– pero James no terminó abrumado por la sorpresa, porque ella le apunto con la varita pronunciando un encantamiento.

– Qué demonios…– Exclamó Sirius impresionado cuando ella lo hechizó a él también.

Se miraron y notaron que sus uniformes estaban libres de sangre y lucían como nuevos.

Esta vez James la miró con una sorpresa diferente, intentando descifrar por que los había ayudado.

– Creí que estabas apurado– Le dijo mirándolo con sus increíbles ojos verdes y una sonrisa tímida.

Congelado la miró estupefacto, aun incrédulo de su actitud. Algo caliente le recorrió el pecho al mirar sus ojos amables y su pequeña sonrisa.

– Gracias Lily– Susurró pronunciando su nombre por primera vez delante de ella antes de emprender la marcha hacia el castillo sin mirar atrás. Dejando a Lily un poco sorprendida por ello.

Sirius la miró con extrañeza en sus ojos grises unos instantes más.

– Quien lo diría Evans…– Sonrió él antes de seguir a su amigo, junto con Remus y Peter que las miraron con agradecimiento.

Marlenne los vio marcharse y se acercó ayudando a Mary, que se encontraba débil.

Emmeline la miró levantando una ceja, aun acuclillada en el suelo.

– ¿Desde cuándo ayudas a Potter y rompes las reglas?– Le preguntó divertida incorporándose.

Lily chasqueó la lengua.

– Lo dices como si fuera una enferma de las reglas… además de alguna forma creo que puedo simpatizar con él… entiendo su urgencia por visitar a su madre.

Emmeline asintió.

– Supongo que yo haría lo mismo– Murmuró Emmy – claro que sin pasar por la picadora de carne primero… no entiendo esa necesidad de los hombres de hacer idioteces en los momentos de dolor, ¿Quién lo motiva a lacerarse el cuerpo?

– No me lo recuerdes por favor– rogó Mary apoyada en Marlenne.

– Deben de haber tenido problemas en el bosque prohibido…– Concluyó Marlenne con un suspiro señalando el reguero de sangre que salía desde los árboles. – no creo que lo haya hecho a posta, pero concuerdo con Emmy, eso les pasa por que no piensan antes de actuar.

– Vamos al castillo por favor– les pidió Mary recuperando un poco de color.

Las muchachas asintieron y se encaminaron hacia las puertas del castillo, dejando a sus espaldas el lóbrego bosque.

– Dorcas no nos creerá que nos entendimos civilizadamente con sus amigos. – Exclamó Emmeline con las manos en los bolsillos de la túnica y una mueca que indicaba lo divertido que lo encontraba.

– Dorcas estará lo suficientemente preocupada por Potter como para sorprenderse Emmy– recalcó Mary intentando controlar su pelo que se revolvía con el viento. – la que no lo creo soy yo, ¿no es que odias a los hombres?

– Lo hago, pero tampoco podría ser tan perra como para dejarlo desangrarse en las puertas del castillo. Además Lily tenía razón…estaba devastado y sacó a flote un poco de mi piedad.

– ¿Quién lo diría?… Emmeline Vance sintiendo compasión por un hombre. – Se burló Marlenne.

– ¡Basta me hacen parecer una arpía!

– ¡Lo eres!– dijeron a coro sus amigas y ella no pudo más que reír.

– Bien lo admito pero sólo con los hombres, no me pueden negar que son unos gilipollas que sólo piensan en sexo.

– ¡Ah Emmy! Algún día encontrarás la horma de tu zapato…– le replicó Mary con mejor color mientras cruzaban las puertas de entrada. – y te enamorarás…

– ¡Estás loca Mary! ¿Para qué quieres que me enamore? Para que resulte ser otro idiota como Gale.

– ¿No era que lo habías superado?

– Lo hice… pero no puedo cambiar mis gustos, estoy condenada a elegir el mismo tipo de gilipollas y cometer el mismo error una y otra vez. No puedo cambiar mi mal gusto con los hombres…

– Hay Emmy no todos son como él– le dijo Lily con un suspiro.

– No claro que no, pero estoy convencida que si me gusta lo será… el otro día eligiendo mis escritores favoritos me di cuenta que eran: Oscar Wilde y Walt Whitman. ¡Hasta los escritores me gustan gays…estoy perdida!

Uno de los retratos la miró sorprendido. ¡Qué chismoso! Emmeline le hizo un gesto que habría sonrojado a McGonagall.

– A mí también me gustan– le dijo Marlenne– y no he salido con gays.

– Bien gracias por recordarme que la mala suerte y el mal gusto son sólo míos.

Marlenne rodó los ojos ante su amiga.

– Yo no diría que Lenny tiene buen gusto precisamente– Se burló Lily.

– ¡Ho claro! Tómensela con migo… podrían apoyarme no calumniarme y tú Lily eres un desastre con los hombres no puedes hablar.

– ¡Chicas!– Exclamó Emmeline Vance con una mueca de disgusto– ¡Por favor, parecemos esas estúpidas que se la pasan llorando o riendo dependiendo de si el tío que les gusta la mira o no!

– Yo no veo cual es el problema de hablar de ellos– Le dijo Mary.

– ¿Problema? Es que no se lo merecen Mary…


– ¡James!– Dorcas se acercaba corriendo hacia su amigo de la infancia, lo abrazó con timidez pero decidida.

No había necesidad de decir nada, tampoco era que Dorcas fuera una mujer de muchas palabras, ni James las necesitara, puesto que el abrazo de su amiga era lo suficiente reconfortante.

– Ya le envié una carta a tu madre– dijo ella un poco cohibida. – Le dije que irías cuanto antes y que te encontrabas con todos tus amigos.

Él le dedicó una mirada de puro agradecimiento. Doe siempre había sabido que hacer cuando él metía la pata.

– Gracias Doe… a veces no sé qué haríamos sin ti.

Ella lo miró tranquilizada al verlo sano y salvo, si lo conocía como sabía que lo hacía estaba segura que por un pelo no había cometido una estupidez.

Remus, Sirius y Peter, los observaban en silencio. Pero Doe los conocía lo suficiente como para saber (aún sin mirarlos) que la miraban con gratitud.

James y Dorcas, se conocían desde hacía mucho tiempo, porque sus familias eran amigas y porque ambos vivían en Godric hollow. Pero a pesar de eso su amistad había tenido sus altibajos, no siempre había concordado y varias veces habían dejado de hablarse por tonterías... aunque en el fondo se apoyaban siempre.

James y los hermanos Meadowes, Dorcas y Connor había compartido veranos completos en el valle. Dorcas era tal vez la única mujer que era realmente amiga con los merodeadores.

– ¡Potter!– La profesora McGonagall lo miraba con una mueca extrañísima, como si quisiera reprenderlo y a la vez no.

– Disculpe profesora, no he actuado como corresponde, lamento tanto haberme marchado de esa manera y no terminar de escucharla– ¡Ho sí! Porque si había algo que James hacia bien, además de no pensar con claridad cuando la situación lo abrumaba era hablar con una excelente capacidad para convencer a cualquiera. – Pero he vuelto, arrepentido porque no pude preguntar cómo debería por mi madre.

– Está bien Potter, no es necesario que me pida disculpas. Me he adelantado y ya tengo el permiso del director para que vuelva a su casa, mi chimenea está conectada, sígame.

James sintió un leve deseo de besar sus pies, por algo era su profesora favorita.

Caminó sintiendo cómo su cuerpo y su cabeza eran un remolino de sensaciones, como si todos los estímulos del mundo lo afectaran más de lo normal. La gratitud, el dolor, los ojos de Lily, las palabras amables de sus amigos, el abrazo de Dorcas, el arrepentimiento, la preocupación por su madre todo eso lo afectaba y le revolvía el estómago confundiendo sus emociones, mareándolo.

Sus amigos lo siguieron pese a que su profesora no les había indicado que lo hicieran.

McGonagall le entregó un puñado de polvos flú.

– Potter, dígale a su madre que iré.

James la miró unos instantes sorprendido, pero no quiso preguntar porque no quería saber a qué.

– Profesora. – Sirius Black se había adelantado como un cachorro a punto de pedir algo. – Le pido que por favor me deje ir con él. Yo, estoy viviendo con ellos y quiero…ellos son mi familia ahora.

La profesora lo miró unos instantes como evaluándolo.

– Ya he pedido permiso para usted también Black. No esperaba menos. – A Sirius le pareció ver algo parecido al orgullo en su profesora. – Los dejo para que se despidan en privacidad.


– Vaya las cosas que uno tiene que ver en los pasillos. – Mulciber y su grupito de serpientes las abordaron desde atrás con muecas fingidas de asco. ¿O eran reales? Nunca se sabría con ellos.

Al parecer los Slytherin salían de su clase de Cuidado de criaturas mágicas y recién entraban al castillo.

– Concuerdo contigo Mulciber, es terrible tener que ver tu puta cara. – Emmeline y su delicada boca que siempre sabía cómo escupir un par de verdades.

Marlenne ocultó su sonrisa, al igual que Lily, pero a esta se le encogió el corazón al ver a Severus en el grupo que las agredía.

– Mejor cierra el pico mestiza. No te creas que haya alguna diferencia entre tú y las dos sangres sucias con las que frecuentas Vance. – Esta vez fue el turno de Avery de hablar, lo que a Mary le resultaba casi gracioso porque estaba segura que él se sentía atraído por su amiga.

Marlenne rodó los ojos, como si toda la charla le aburriera. Era tan típica la conversación: Los Slytherins llegaban decían que eran sangre sucia, ellos les respondían, llegaba un profesor, todos a hablar con Dumbledore.

– ¿Diferencia? ¡Claro que la hay Lily es la mejor del curso! Y Mary, bueno ella es definitivamente más bella que tu novia Avery. – Escupió Emmeline con sorna.

– ¿Escucharon? Dice que Evans es la mejor del curso…– Exclamó Mulciber, los Slytherin rieron como un grupo de actores pagos. Todo lo que hacían parecía casi ensayado como una obra de teatro. – Apuesto a que Severus puede destrozar a Evans cuando quiera.

A Lily se le encogió aún más el pecho. Estaba segura que esto era algo planeado, Mulciber sólo había esperado el momento indicado. Sin quererlo y sin pensarlo sus ojos y los de su ex amigo se miraron unos instantes, y supo pese a lo bueno que era él ocultando sus sentimientos que tenía miedo.

– ¿Disculpa? Yo no tengo que demostrarte nada…– Lily se había irritado con toda la situación. Se había irritado con ella, con los Slytherins y con el idiota de Snape. Pero en el fondo, si era sincera consigo misma sentía un poco de miedo y preocupación por lo que podía pasar.

Mulciber la miró como si se sintiera ofendido que ella se dirigiera a él, cosa que la irritó más. Él Slytherin miró a Severus, dando a entender que nunca le dirigiría la palabra a una sangre sucia como Evans.

– Snape, vamos, será divertido mirarte hechizando a tu antigua amiga. – Maléfica, esa era la palabra para describir la sonrisa de Mulciber.

Snape lo miró con indiferencia, como aburrido, pero Lily que era una experta descifrando sus gestos sabía que estaba asustado.

Rosier, Wilkies, Avery y Bulstrode miraban interesados lo que sucedía.

– Antes de que Snape pueda tocar a Lily te corto un miembro Mulciber. – Ahí estaba la fiera de Emmeline que no podía controlar su lengua.

El Slytherin se rio, con una voz cristalina y suave.

– Puede que antes de eso estés maldecida Vance, como le sucedió a McDonald. – Mulciber miró a Mary con una sonrisa perversa con clara intención de intimidarla.

La muchacha levantó el mentón con desafío intentando evitar el estremecimiento que solía aparecer cuando recordaba lo que había sucedido.

– Me aburren, ¿Podemos irnos?– Adela Bulstrode se dirigía a sus amigos expresando extrañamente lo que Marlenne sentía en ese instante.

Mulciber ni siquiera la miró ignorándola olímpicamente.

– Vamos Severus, o sino terminaré pensando que te importa esta sangre sucia.

Snape lo miró levantando una ceja y soltó una risa amarga.

– Creo que lo dejé muy claro Razban, no me interesa juntarme con sangres sucias como Evans.

Lily lo miró ofendida, pensar que él solía decirle que esas cosas no importaba. Ofendida y dolida por que una cosa era repetírselo una y otra vez en su cabeza, que Snape no la había elegido a ella y que había abrazado esas ideas de sangre, pero que la despreciara tan abiertamente le habría una gran herida.

– ¡Perfecto! ¿Entonces puedes darle una lección a Vance? Recuerda que ella cree que la sangre sucia es al mejor del curso… como Slytherins no podemos dejar que algo así se expanda por el colegio. – Snape también estaba seguro que Mulciber lo había planeado. Toda la situación se debía a que lo había visto hablando con Lily horas antes y no se había creído su coartada.

A Lily le costaba recuperarse de la impresión de ver nuevamente a Snape repudiarla, pese que se había disculpado y casi rogado por otra oportunidad apenas unas horas antes.

– No te creas tanto Snape, después de todo tu padre era muggle– Lily había golpeado bajo y lo sabía, pero estaba tan enojada que fue la furia la que habló por ella.

A Marlenne le pareció que si los Slytherin no lo sabían, lo disimularon estupendamente.

– ¿Ves Snape? Tienes que ponerle un freno… perseguirte por el colegio, hablarte como un igual…esas son cosas que no debes permitir, Evans necesita una lección.

Las palabras de Razban Mulciber le cayeron como un balde de agua fría. ¡No era ella la que perseguía a Snape, si no él!… pero seguramente el muy cobarde había dicho a sus amigos que era ella la que le pedía una segunda oportunidad. Sus mejillas se tornaron rojas de coraje.

– ¿Disculpa?– Emmeline no pudo controlar su lengua, atónita como las demás ante la declaración de Mulciber.

– ¿Qué esperas que haga Razban? ¿Qué la hechice en medio de un pasillo? Serán meses de detención. – Preguntó Snape alzando una ceja.

Lily lanzó un ¡Já! Irónico, recalcando que dudaba que pudiera hechizarla. Mientras que Emmeline rechinaba los dientes.

– ¿Cuál sería el problema?– Era una pregunta con más de un sentido y Snape estaba caminado en terreno peligroso.

– Pues que no me apetece para nada.

– Tiene razón Razban, son dos prefectas le chivaran todo a Dumbledore y terminaremos todos en detención. – Ralph Wilkies se acercó a ambos.

Marlenne se cruzó de brazos y levantó su ceja.

– Si esto es porque dudas de mí…– Empezó Snape atrayendo todas las miradas.

Razban lo evaluó unos momentos.

– Claro que no dudo Severus, dejaste todo muy claro el año pasado, aunque debo admitir que antes de eso pasara no confiara en ti. – Le palmeo levemente la espalda como felicitándolo.

Snape sonrió forzadamente.

Lily se giró para marcharse, no entendía por qué se había quedado tanto tiempo mirando y escuchando. Tendría que haberles cortado el rostro y no seguir su estúpido juego desde un principio. Tomó el brazo de Mary y dio unos pasos. Para congelarse cuando escucho a Razban.

– Pero necesito que me lo confirmes Severus. Tú sabes…es necesario.

Snape dudo unos instantes mirando a sus amigos.

Wilkies estaba en desacuerdo con Razban, al igual que Adela, Avery lo miraba como indicando que lo hiciera y Rosier estaba expectante a su reacción, claramente desconfiando de él como Razban.

– ¿Qué lo confirme? ¿Te refieres a que no alcanza con terminar nuestra amistad?

Razban sonrió, con una nueva sonrisa, completamente satisfecho…como si…como si todo hubiera llegado al exacto punto que él quería. Sus ojos brillaron un destello de victoria antes de hablar.

– Quiero que le expliques delante nuestro porque no debes ser más su amigo.

Ahí estaba, eso era lo que buscaba Mulciber desde el principio.

Severus tragó con fuerza antes de asentir y dar unos pasos hacia Lily.

– Evans, si me haces el favor– Los Slytherin lo miraron mal por ese comienzo tan agradable.

– ¡Púdrete Snape!– Le espetó Lily roja sin girarse. – ¡Yo no pienso caer en su juego!

– ¡Por eso ya no somos amigos!– Le grito él. – ¡Porque eres…!

Ella soltó a Mary y se giró. Lo vio rojo y temblando parado en el pasillo con su ridícula postura encorvada frente a ella, con Razban detrás con una sonrisa satisfecha.

Si no recordaba mal era ella quien había terminado su relación, pero claro Snape les hacía creer a sus amigos que había sido él por obvias razones.

– ¿Por mí? Recuerdo claramente que fuiste tú Snape él que arruinó nuestra amistad. ¡Pero tranquilo entiendo perfectamente por qué no debes ser más mi amigo! Te desagrada mi ascendencia muggle.

– Si me desagrada– La declaración le pegó mucho más fuerte de lo Lily que hubiera querido admitir. Busco en sus ojos algo que le indicara que no lo decía en serio, pero no encontró nada.

– ¿Te crees en posición de decir algo así? ¡Tu padre es muggle!

– ¡Un maldito muggle que debería morir!

Lily estaba shockeada por la revelación de Snape. Ella sabía que Snape lo odiaba y muchas veces le daba la razón, pero esto… era demasiado. Los demás muggles no tenían por qué ser como su padre, ella lo creía lo suficientemente inteligente como para entenderlo y diferenciarlo.

– ¡Estas mal de la cabeza Snape!– Le dijo ella negando con la cabeza.

– ¡No me hables así! Tú no entiendes lo que mueve esta guerra, nunca sabrás lo que es vivir con alguien como mi padre. ¡Esa clase de personas no deberían vivir!

– ¡Estas demente! Tú no puedes decidir, nadie puede… ¿No te das cuenta?

– No me hables así, ya no puedes opinar sobre mi vida ¡Eres una sangre sucia!

Lily iba a replicarle algo grosero, ponerlo en su lugar, pero ¡Merlín! sólo quería llorar. Se sentía una estúpida por sentirse afectada con lo que él le dijera. No quería sentir así, nunca más. Estaba parada frente a él y se sentía sola y diminuta en ese pasillo. Sabía que su cuerpo temblaba pero no podía evitarlo.

Snape cambió su mirada a una de dolor dándose cuenta de lo como había afectado a la chica y Lily pudo jurar que él estaba a punto de disculparse.

Pero algo sucedió. Alguien pasó rápidamente por su lado, se interpuso y golpeó a Snape en la cara tirándolo al suelo.

Snape gimió en el suelo producto del dolor y la sorpresa. Intentó tomar su varita, pero su atacante volvió a golpearlo imposibilitándolo.

Era James.

Razban levantó su varita con rapidez y lanzó un rayo rojo hacia el atacante. Pero Sirius murmuró un rápido protego y se enzarzó con él en un duelo.

Lily gritó simplemente no sabiendo bien que quería mirando como Snape le devolvía los puñetazos a James, en un remolino de manos y pies.

Los Gryffindors vs los Slytherin en medio de un pasillo cerca del gran comedor.

James había oído los gritos antes de irse por red flú y casi pudo jurar que era la voz de Lily, sin pensarlo corrió hasta allí, para escuchar como Snape le gritaba que era una sangre sucia. Eso había detonado su paciencia. Si había un día en que podía perder los estribos era aquel. Su sensibilidad aumentada y su confusión lo hacía el doble de impulsivo.

Quería destrozar a Snape. Pero no hechizarlo, no, hechizarlo no le daba la misma satisfacción que golpearlo a mano limpia. Pesé que recibió un par de golpes bien puestos estaba en ventaja. Casi no podía saber lo que sucedía alrededor de ambos de lo enojado que estaba. Snape lo golpeó y le abrió la herida recién curada de su ceja. Sintió la sangre caer por su cara, pero no le importaba.

Volvió a golpearlo en toda la cara y el júbilo de la pelea le recorrió el cuerpo.

Mary se había acercado a Lily y la había sacado de en medio del pasillo. Vio a Emmeline disparar a Avery y a Remus defendiendo a James, mientras gritaba.

Dorcas y Peter peleaban con Bulstrode y Rosier.

Esto está mal pensaba Lily y no porque era romper la regla #352 del código del colegio que prohibía los duelos no autorizados. Sino porque si bien las peleas por toda esta cuestión de sangre eran comunes nunca habían superado los insultos. Esto, era diferente, un duelo con verdaderas ganas de hacerse daño, demostraba cuan metida estaba la guerra en Hogwarts.

– ¡Basta!– Gritó ella, pero nadie la escuchaba. James y Severus estaban ensimismados en su pelea con una furia bestial. Sirius y Mulciber se lanzaban cada vez maldiciones más poderosas. – ¡Basta!

Lily miró a Mary, pero esta negó con la cabeza haciéndole entender que tampoco sabía cómo parar la situación.

– ¡Paren de una vez! ¿Qué creen que hacen?– La voz de la estricta profesora McGonagall los congelo a todos en su sitio. – ¿Qué clase de muestras barbáricas son estas?

Incluso James, soltó a Snape ante la voz de su jefa de casa. Que se levantó intentando mantener un poco de dignidad.

– ¡Todos a la oficina de Dumbledore!– Les gritó con el ceño tan fruncido que sus cejas parecían una. – ¡Ya mismo!

Los alumnos marcharon claramente distanciados en dos grupos.

– ¡Tú no Potter!– Le dijo a James, aunque Sirius se quedó junto a su amigo asumiendo que él también tenía que quedarse.

James estaba exaltado lleno con la adrenalina de la lucha, casi no podía quedarse quieto de lo alborotado que estaba.

– Te deje tiempo para que te despidieras no para que golpearas a otro alumno…te creía más sensato pero al parecer no puedo confiar en ti Potter. En ninguno de los dos.

– ¡Profesora, Snape…!– Habló Sirius intentado justificar a su amigo.

– ¡No me importa lo que haya hecho Snape Black y no pedí tu opinión!– Lo interrumpió ella con brusquedad.

Suspiró y se arregló su ropa, como intentando restablecer su compostura perdida.

– Deberían ir a la enfermería… pero tu madre te espera Potter. Cuando vuelvan tendremos una charla y cumplirán su castigo.

Los apuntó y les hizo un hechizo de sanación. Les volvió a entregar un puñado de polvos flú, esta vez con más brusquedad y sin sonrisas.

– ¡Que tu elfina los vea! Poppy se volverá loca si se resultan tener algo más grave. – Les dijo ella antes de ver desaparecer a James.

Cuando Sirius desapareció tras las llamas verdes McGonagall se sentó unos segundos en la butaca, cansada y preocupada antes de dirigirse al despacho del director.

Tenía que hablar con Dumbledore, tenían que dejar esta guerra lo más lejos posible de la escuela y sus alumnos. Con ese pensamiento se levantó y se marchó de su despacho.


Hola, supongo que si leen esto ya habrán leído el capítulo completo. Me gustaría saber si les gusta el fic y que les pareció. Este fic tiene la intención de retratar la época de los merodeadores, lo más cannon posible incluyendo si es posible el material de pottermore. Esta no es la típica historia donde los amigos de James se enamoran de las amigas de Lily, o donde Peter no existe. Sino una historia sobre la sangrienta primera guerra, de elecciones y decisiones que, los que vivieron en ese tiempo, fueron obligados a tomar.

Déjenme sus comentarios diciéndome si quieren que la continúe, o diciéndome cualquier cosa que piensen... incluso si les pareció horrible (con cierto respeto por supuesto).

¡Saludos!