Ella observa la cama, en ella ve algo que nadie mas ve, no es un chico moribundo, ní el último maestro aire. Es solo el único ser mas poderoso que ella. Con el tiempo ella superara a su padre y a su viejo y gordo tío. Pero Azula no podría controlar los cuatro elementos. La princesa de fuego estaba limitada. El poder del chico, la habilidad de saltar de mundos, todo en el parecía estar hecho para dominar el mundo. Pero la maldita suerte no le había concedido esos poderes a la Princesa de Fuego, si se hubiera cazado a los tres Avatares y se les hubiera asesinado… Si se hubiera actuado a tiempo y ella tuviera todo el poder en las manos de ese pequeño niño.

Las largas uñas de la princesa pasan por el rostro del chico inconciente y este reacciona entre sueños.

-Tu amiga esta muerta, y los otros dos chicos que huyeron con el Rey están siendo perseguidos por Ty Lee y Mai, pronto nada se interpondrá en mi camino, y ningún general en las cuatro naciones, ningún Avatar que ha sido o es podrá detenerme.-Azula se descubre hablando a si misma pero con la boca pegada al oido del chiquillo.-No me puedes detener Avatar. Cuando haya sacado a Zuko del camino te dejaré vivir encarcelado, asegurandome que ni´ngún Avatar nazca en estos días, en mis años de gobierno. Y aprenderan a amarme, y a temerme al punto de desesperar. Su gobernante, con los ojos tan temibles como el sol. Y tu Avatar. Tu aprenderas a amarme también.-La Princesa se sorprende de sus palabras, también el chico que logra abrir sus ojos un momento aterrado.

-Disfrutaras tu estancia en la nación de Fuego monje… No somos salvajes en la Nación de Fuego, yo misma me encargare de escoltarte.-Dice la Princesa de Fuego mientras se aleja de la cama donde el Avatar reposa.

Aang puede mirar un deje de sonrojo en sus mejillas, tan bella, tan aterradora, ninguna caracteristica imponiendose a la otra, una dosis directa de desesperanza a la mente del chico, reafirmada solo cuando voltea a mirar el cuerpo inmóvil de Katara en una cama a lado, el brazo en una posición antinatural, como roto por una piedra, no esta quemada, sus cabellos están perfectamente peinados, pero la ropa tiene signos de quemadura.

-Yo me encargue de que su belleza no fuera arrebatada por el Fuego, supuse que querrías verla una última vez.-Dice en un tono frío.-Y entendieras como palidece frente a mi.-Sonrie.

-Falle.-susurra el maestro Aire.-Te falle Katara.

Azula sigue sonriendo mientras descubre los ojos de Aang cobrando voluntad propia y arrastrandose a su vestido veraniego de Nación de Fuego. Ya triunfo, en todos y cada uno de los aspectos, y nada le sienta tan bien a Azula como la victoria. Ni siquiera ese estorboso vestido del que se empieza a despojar.