Peligro

Mujer al volante

Por Mayra Exitosa

- No sé a qué te refieres con eso Tom, lo que sí sé es que existe la igualdad y si me quede sin trabajo como enfermera de tiempo completo, debo buscar un modo para subsistir.

- Tú lo has dicho Candy, subsistir, y cuando manejas, no se te ve ni el polvo. ¡Eso no es subsistir! es darse un tiro en la cabeza.

- Tom, si no llevo mi pasaje con rapidez, dejaran de llamarme mis clientes, son pocos, van al hospital, por lo tanto necesitan que vaya veloz.

- Candy es preferible llegar tarde, que no llegar.

- Bueno Tom, solo estaré seis horas trabajando como enfermera, mi sueldo no cubre los gastos de Jim, Katy y Peter, ¿que haremos? esperar a que el ganado se venda, si apenas son becerros.

- Esta bien, Candy, pero prométeme una cosa, que te cuidaras mucho y… no subirás pasaje desconocido.

- Te lo prometo, ya sabes que solo llevo a los conocidos del pueblo, no tengo permiso de chófer, solo este pequeño auto, además, no caben más de dos personas.

- Bien, pero entonces como le haces para meter a los tres niños en él.

- Son pequeños, cuando crezcan serás quien los lleve en tu camioneta. Tom se quejaba y cerraba los ojos era una hora para ir por ellos hasta la escuela, una hora completa perdida desde ese punto donde vivían, si no fuera por la velocidad de manejo de Candy, siempre llegarían tarde los niños. y recogerlos era mas fácil, porque los llevaba a comer, antes de regresar.

Candy era una enfermera muy eficiente, el exceso de personal había decidido que para no despedir a la mayoría de ellas por baja temporada, se les contratara por menos tiempo y así cuando tuvieran mayor necesidad de empleadas, se les incrementaría el horario. Tom hermano adoptivo de Candy, y encargado de cuidar a tres jovencitos ex miembros del hogar de Pony, al no ser adoptados, se iban a vivir con ellos, quienes los aceptaban como únicos familiares, siendo ellos su familia de acogida, para continuar un buen futuro. Tom fungía como padre y Candy como tía de ellos, Tom continuaba soltero, no estaba convencido de tomar esposa, pues la indicada no había llegado. Y Candy, había tenido un novio, pero este se fue del país, a Francia y ya no volvió, terminaron su relación y ella conocía a otros chicos, pero ninguno que le interesara para formar un hogar.

Lejos de ahí, en otro lugar había un circuito de autos de carreras, este año se celebrarían los campeonatos en USA y estarían participando varios de los corredores más famosos. Andrew, empresario muy conocido, tenía un auto imponente con toda la tecnología más moderna, su compañero Grandchester no se quedaba atrás, siendo este de los favoritos por varios campeonatos continuos y la fama de ser de sangre real en su familia, lo hacían de los hombres más perseguidos. Brown un joven piloto que desde muy pequeño había incursionado en la velocidad y ahora participaría junto a su compañero Stear, un joven piloto a quien le apasionaba la mecánica de los autos y ahora llevaría su auto por primea vez, el lo pilotearía para probar su nuevo invento en metales.

- Podemos poner a un piloto, Stear.

- Archie, es tiempo que pruebe mis creaciones, estoy seguro que si demuestro que es el más veloz, podría comprar esta tecnología todos los pilotos de carreras no solo de la fórmula uno, incursionaría en otras áreas, este material es más aerodinámico.

- Stear, ni tu mejor amigo Brown ha querido ser el piloto al no estar seguro de él, no te arriesgues.

- No me arriesgaré, ya he probado suerte en otras ocasiones y nos ha ido bien, hoy no será la excepción, además Paty me apoya.

- Paty hará todo lo que le pidas, te ama.

Stear sonreía, travieso, Paty le había demostrado que lo amaba en muchas maneras y si, tener una novia como ella, era lo mejor que un hombre podía lograr, Paty era la mujer más hermosa, inteligente y sobre todo, lo amaba en todos los aspectos. En cambio su hermano, tenía una novia medio loca, que se la pasaba coqueteándole a todos los pilotos, no la había descubierto abiertamente, pero se rumoreaba que Annie, se había metido con varios pilotos por esa adrenalina de la que poseía. Paty no le agradaba pues aseguraba haberla visto con Grandchester sin ropa alguna y después de eso, la odiaba a muerte, pues Archie era el hermano de Stear, por lo tanto su cuñado, aunque no estuviera casada y eso no le agradaba en lo más mínimo, se lo había comentado a Stear, pero como Annie aseguraba que no era lo que pensaban, pues ninguno de los dos le dirigía la palabra.

Albert Andrew, tenía un personal muy profesional y capacitado, se relajaba saliendo a manejar su Ferrari por los alrededores. Todos los días en el camino hacia su oficina, a las seis de la mañana, se topaba con un mini coche muy veloz, que pasaba casi siempre a la misma hora, haciéndolo sentir pésimo, pensando que el auto no servía por su capacidad o el no funciona por su piloto.

- Allá viene de nuevo, ese mal nacido se arriesga a competir conmigo o a humillarme, apuesto a que debe saber quién soy y lo hace de manera intencional.

- Niños, el rubio está a sus trescientas, mírenlo bien, ahora, díganle adiós. Candy aceleraba al verlo, no sabía porque pero el joven del Ferrari la perseguía por todo el camino y ella sentía esa satisfacción tan grande de mostrarles a los pequeños que llevaba al colegio que un auto costoso no era precisamente el más veloz. El auto poseía vidrios obscuros y aunque se miraba muy bien de adentro hacia afuera, no se podía hacer lo mismo de parte de los que afuera observaban, así que aunque los niños lo saludaban cada que ponía su cara de pocos amigos, ese era un semblante natural de los corredores.

- Trae lo vidrios obscuros y ese polvo no me deja ver su matrícula, pero ese tono de auto es inolvidable, ahora le daré una lección.

Ambos autos sorteando el tráfico de las calles, con paradas, subidas y bajadas, se daban una leve persecución todas las mañanas y en ocasiones en otros horarios. Cada que se encontraban era lo mismo, ella venía del rancho, el lodo y el polvo cubrían la matricula del auto levemente, eso ante los ojos del piloto, del flamante Ferrari, que cada día despertaba su incógnita por conocer al piloto, sospechaba que era alguien de su escudaría y que estaba enfadado por algo o bien era parte del entrenamiento que deseaban darle extra de manera continua.

En un tramo en el que el trafico empeoraba, siempre como todos los días el Ferrari, perdía al pequeño auto que consideraba de marca chafa, y que por una razón u otra lo reconocía pero no se dejaba ver.

- ¡No! ¡Otra vez no! El rubio golpeaba el volante incapaz de hacer nada más al estar en una zona escolar ahora y no poder acelerar, solo ver como giraba el pequeño cochecito que tres cuadras atrás ya lo había sobre pasado.

Candy por su parte bajaba a los pequeños, los dejaba en la escuela, y ellos brincaban felices porque como en otras veces eran lo primeros en llegar y habían vencido al corredor más imponente que ellos conocían y habían visto en la televisión.

- Tía eres la mejor, eres genial y le has ganado de nuevo.

- Si, pero siempre con mucha precaución, los llevo a ustedes y son el mejor tesoro que pueda tener. Los niños con abrazos y besos se despedían, a lo que Candy con precaución se estacionaba en una cochera cerrada de la casa de una amiga, para no correr el riesgo de infracciones y caminaba hasta el hospital para llegar temprano.

Como otros días, sin ningún gesto en el rostro, Albert entraba serio, sin palabras, saludando con un breve movimiento de su cabeza, y entraba a su oficina, donde soltaba el maletín y daba un golpe a la pared de entrada, al haber sido vencido por un mini cacharro de bajo nivel, con 2.0 litros y 200 caballos y dos mini puertas que no sobre salía en ninguna manera de poderlo vencer.

- ¿Sucede algo, Albert?

- No George, menos que me confieses que tienes algún plan para probarme y que desista de entrar a la carrera de este mes.

- ¿A qué te refieres?

- A nada. Albert se iba a ver sus pendientes mirando con cautela a George, entrecerraba sus ojos observándolo minuciosamente, sospechando como hace tiempo que ponía a un piloto importante a perseguirlo y que al final le diera una lección, venciéndolo en ese tramo del camino.

En el hospital, Candy iniciaba su rondín con una sonrisa efusiva, feliz por iniciar el día, agradeciendo aun contar con unas horas de trabajo, dando su mejor actitud para cuidar a quienes requerían de una enfermera eficiente.

- Buenos días, Sra. María, si gusta mañana la traigo yo, estaré libre, los niños no van a clases.

- Gracias hija, si pasa por mí.

- Nos vemos mañana a las seis.

- Estaré lista desde las cinco treinta.

- Bien.

Albert por su parte, revisaba los modelos de sus autos nuevos, recibía la propuesta de Archivald, sobre el nuevo material para autos que proponía su hermano el inventor, tenía ciertas ventajas, sería más veloz y ligero para correr y aun así podría con la velocidad y la resistencia, pero había algo que no lo convencía del todo, y eso era suficiente para dudar, así que esperaba a verlo en la próxima competencia.

- Solo hasta no ver, no creer, ese material no cubriría la resistencia en un choque, sería pérdida total y el costo seria, la muerte segura.

- No sé, el joven Cornwall, se está jugando mucho en este material, deberíamos poner a prueba con algo de robótica y no con la vida.

- Me parece inteligente, déjame ver si lo convencemos.

CONTINUARA…