Los personajes no son míos. Solo la historia lo es ¡Te odio Meyer! ¡Porque ha creado a Hombres/Vampiros/Lobos tan irresistible! ¡Yo también quiero uno!... A ti también te odio Bella Swan
Summary:
Se conocieron y se enamoraron siendo solo humanos…una desgracia los separara por obra y magia del cruel destino. Los años pasan y las herías y recuerdos perduran…Aun luego décadas, ellos siguen recordándose. Ambos creen que el otro siguiendo el rumbo de la vida humana hasta llegar a su final, la muerte… ¿Qué sucederá cuando los Cullen reciban una visita de un clan de viejos amigos?
El rencuentro ha comenzado y el dolor también. Edward e Isabella se observan…Todo ha cambiado y aquella muchacha de la mano de su amor, lo demuestra. Recuerda, todos cambian y todos tienen un pasado esta no será la excepción
Bella Pov
— Te amo – susurre en su oído para luego recostar mi cabeza sobre su bien formado pecho, desnudo. Sonreí cubriéndome aun más con las blancas sabanas, mientras él en un intento de mantener el calor, me estrechaba aun más cerca de su cuerpo desnudo
— Lo sé — lo observe sonreír. Golpeé su costado logrando que hiciera una mueca de dolor. Beso mi cuello comenzando a formar pequeños caminos húmedos tras cada beso
— Eso fue doloroso ¿Lo sabes?
— Era el punto
— Aun con un carácter de temer, sigo amándote… ¿Podría acaso ser mas masoquista? — exclamo con un perfecto tono melodramático digno de un actor consagrado. Bufe arrepintiéndome al instante que sus manos comenzaron a descender por mi cuerpo. Gemí con anticipación, al sentirlo colocarse sobre mi cuerpo
— Edward… no — volví a gemir a modo de suplica. Sonrió socarronamente comenzando a acariciar mis costados — Detente. No…
— No quiero — negó como un pequeño niño, observándome con su penetrante mirada esmeralda, dificultándome aun más el hecho de alejarme de él — Te deseo. Te amo y es injusto que no pueda tocarte
— Edward — sonreí, besando castamente el tierno puchero de sus labios — Solo serán dos o tres horas; Si no llegamos temprano a la casa de tus padres…No asesinaran o al menos eso te hará tu madre cuando duermas
— Serás una buena escritora de terror. Eres convincente — aseguro burlón. Fruncí el ceño, mi comentario no pretendía ser gracioso, por el contrario, sabía que Elizabeth sería capaz de hacerle eso a su único hijo si este no cumplía con sus estrictas ordenes de estar temprano para recibir a los invitados de la fiesta — Solo cinco minutos mas ¿Aceptas?
— Suena interesante, pero olvidas el hecho que si Charlie llegara a venir…mueres de un disparo — enarque una ceja esperando a que intentara replicar. Ambos sabíamos que de cierta manera Charlie mataría a Edward si llegara a encontrar a su amada hija de dieciséis años junto a su novio de diecisiete, ambos desnudos, en la habitación de la que se suponía era su pequeña niña
— Puede que sí, pero...
— Levántate de una vez, haragán — le ordene, haciendo uso de toda mi fuera para tumbarlo a un costado de mi cuerpo, para luego tomar las sabanas y cubrir mi cuerpo con ellas. Le sonreí con la intención de dirigirme hacia el cuarto de aseo
— No escaparas — dijo arrebatándome las sabanas de un tirón. Chille cubriendo mi cuerpo, por lo que él rió
— Edward Masen, devuélveme mis sabanas — dije enfatizando aun más el: "mis"
— No. Tengo frío — se carcajeo, enredando las sabanas a su perfecto cuerpo, imposibilitando cualquier posibilidad de poder recuperar mis sabanas… ¡Mías!
— Bien. Haz lo que se te pegue en gana — replique tomando una toalla entre mis manos, comenzando a caminar desnuda hacia el cuarto de aseo para dejar que el agua de la ducha relajase los músculos de mi cuerpo — Tonto novio con cuerpo perfecto — refunfuñe por lo bajo. Una sonrisa se instalo en mi rostro al pensar que ese tonto, era mío…mi novio
Tenía suerte de que alguien tan perfecto como Edward Masen se enamorara de mi…Isabella Marie Swan, una común niña de dieciséis años que vivía en la fría ciudad de Chicago, junto a sus padres; El jefe de policías de la ciudad, Charlie Swan y una alegre y dinámica maestra de Kindergarten, Renee Swan …
Aun no lograba asimilar la idea de que una chica ordinaria, común y sin gracia, como lo era yo con mi cabello caoba, ojos marrones, piel pálida y estatura promedio, fuera la novia del Edward; Alguien simplemente perfecto en casi todos los sentidos, si no se tenía en cuanta su actitud de niño, su necedad y su distorsionado sentido de la responsabilidad…Aun así, él para mi, era perfecto
— ¿Qué haces aquí? — exclame a voz de grito sintiendo como mi corazón comenzaba acelerarse al sentir su aliento chocar sobre mi piel y sus manos acariciar mi espalda
— ¿Qué? — le escuché decir en un completo tono inocente. Volteé a observarlo para encontrarme con una aun más, perfecta, expresión inocente. Entrecerré los ojos en espera de su respuesta — Has dicho que hiciera lo que quiera. Y quiero esto
— Lo dije, pero…
— No me culpes por obedecerte — me interrumpió comenzando a mojar su cabello sin dejarme de observar divertido. Gruñí, olvidaba el hecho de que siempre lograba salirse con la suya
— Muévete. Tengo frío — me queje al sentir como el frío aire comenzaba a hacerme temblar, cosa que no haría si él no hubiera acaparado toda la ducha
— No quiero
— Edward apártate — exclame a modo de orden. Estaba cansándome de esos juegos y…tenia frío. Era otoño en Chicago, lo cual significaba que el frío empeoraba aun más…cuando te olvidas de encender la calefacción — Pescare una hipotermia — me victimice intentando utilizar la misma expresión tierna que el utilizaba conmigo
— Ven — sonrió, tomándome delicadamente del brazo, acercándome hacia su cuerpo, colocándonos a ambos bajo la ducha — Jamás dejaría que te pasara algo
— Lo sé — asegure en apenas un susurro vergonzoso, recordando las caídas de las que me había salvado, las veces en que me había sostenido antes de que me chocara contra algo o, en su defecto, me cayera hacia el piso y arrastrara a cualquier persona que se cruzaran en mi camino. En definitiva, Edward, siempre ha estado allí cuando lo necesitaba… cosa que era muy a menudo, ya que mi torpeza hacia acto de presencia la mayor parte del tiempo
— Mmm… Dígame señorita ¿Quien era la que decía que debíamos llegar temprano a casa de mis padres? — pregunto sarcásticamente correspondiendo, aun así, a mis apasionados besos. Me encogí de hombros
— Tú rompiste las reglas antes — me defendí, sonrojada, luego de que ambos nos separáramos por falta de aire. Rió entre dientes comenzando a besar mi cuello para luego descender…
.
.
Nos encontrábamos vistiendo. Habíamos perdido demasiado tiempo en aquella ducha…una de las mejores duchas de mi vida, pero aun así habíamos tardado más de lo previsto…
Me observe frente al espejo. El vestido que Elizabeth habia eligido para mi era... hermoso, debía admitirlo, su color azul rey contrastaba a la perfección con lo pálido de mi piel y al parecer estaba diseñado especialmente para realzar cada curva, por minima que fuera, que poseía mi cuerpo. Si, solo Elizabeth podría elegir algo tan único y delicado. Simplemente era perfecto
— Luces hermosa — susurro detrás de mi rodeándome con sus brazos. Sonreí al observar nuestros reflejos a través del espejo
— Tu igual — respondí, observando avergonzada como el rubor comenzaba a extenderse por mi rostro. Ahora entendía porque a Edward le parecía gracioso el verme, sonrojada. Fruncí el ceño, debía dejar de sonrojarme de esa manera
— Deberíamos quedarnos — aseguro — Es peligroso para mi, ir a aquella fiesta
— Siquiera lo pienses, Elizabeth te mataría y luego a mi — fingiendo horror, recibiendo un casto beso de él en mi cuello
— Bien — acepto a regañadientes — Solo prométeme alejarte de todo aquel que quiera bailar contigo. Estas demasiado hermosa como para compartirte a los ojos de los demás
— Deja de exagerar y muévete…Aun llegamos tarde
— No exagero — decía mientras me hacia girar sobre mis talones para así quedar frente a él. Puse los ojos en blanco ante su afirmación — Te sobrevolaras demasiado, Bella — dijo depositando un beso sobre mis labios — Dejare que termines de arreglarte — informo yendo en busca de su camisa. Asentí — Amor ¿Te colocaras esto? — observe como sostenía entre sus manos aquellos zapatos de tacón
— Ja-Ja — reí irónicamente — ¿Te crees muy gracioso?... Sabes que no lo haré. Podría terminar la noche en el hospital debido a que me he torcido un pie o quebrado este mismo — rodó los ojos divertido, mas aún así, no se atrevió a replicar a sabiendas que no mentía
— Me colocare algo que no atente en contra de mi vida y me disculpare con tu madre alegando que he perdido los zapatos que me regalo
— Eres pésima mintiendo
— Lo sé — admití cabizbaja, oyéndolo reír. Odiaba no saber mentir
— No debes preocuparte; Algo se nos ocurrirá en el camino
— ¿Estás listo? — pregunte estúpidamente. Estaba segura de que había sido yo la que había tardado más en arreglarse y no me equivocaba, se encontraba perfecto con su esmoquin negro y su pulcra camisa blanca. Sonrió para luego asentir, tomando mi mano entre las suyas, dirigiéndonos hacia la salida
.
.
Observaba temerosa las calles de Chicago y el peligro que corría ante la conducción de Edward, quien ahora se encontraba aparcando el auto fuera de la mansión. Habíamos logrado llegar en menos de quince minutos mientras que en una conducción normal, con un conductor normal, que respetaba las normas de seguridad, tardaría no menos de cuarenta minutos en recorrer toda la ciudad, desde mi casa hasta en donde se encontraba la de Edward, a las afuera de Chicago
¡Por dios! Aun no lograba entender como nunca había recibido una multa; Incluso mi padre creía que maneja de las mil maravillas, aunque teniendo en cuenta que nunca lo ha visto manejar, realmente no lo culpo
— ¡Al fin! — exclame melodramáticamente una vez que nos encontrábamos fuera del auto. Entrelazo nuestras manos para luego bufar
— Exagerada — ¿exagerada? ¡Pero si había superado los 180 km!
— No olvides que estás hablando con la hija de un policía, la cual si respeta la ley — me defendí
— Bien, hija de policía, nos deben de estar esperando
— Gracias — le sonreí al sentir como la abrigadora tela de su saco, que él de manera caballerosa coloco en mis hombros, me protegía el frío clima de Chicago
— De nada —rodeó mis hombros con uno de sus brazos estrechándome hacia él — ¿Entramos señorita?
— Por supuesto, Caballero — bromé mientras ambos nos adentrábamos dentro de su casa — Sorprendente — deje escapar una exclamación de sorpresa al encontrarme con todas aquellas personas allí, platicando animadamente a la espera que la verdadera fiesta comenzara. Me encogí de hombros, supongo que esto era lo normal tratándose de la familia Masen quienes eran reconocidos no solo por su apellido, el del Juez Edward Masen, sino también por las grandes y celebres fiestas que realizaba su esposa, Elisabeth Masen
— Si, sorprendente, y yo que le creí a mamá sobre lo de: "será una pequeña fiesta"— intento imitar la voz de Elizabeth. Reí ante lo patético de su imitación
— Que mala imitación
— No debes búrlate. Me amas ¿Recuerdas?
— ¿Cómo olvidarlo? — respondí comenzando a ser guiada por el trémulo de personas que se arremolinaban por el gran salón
— ¡Bella, Edward, aquí! — se dejo escuchar el grito Elizabeth, logrando que la mayoría de los presentes se voltearan a vernos. Me sonroje avergonzada — Al fin se encuentran aquí ¿Qué estuvieron haciendo? — pregunto pícaramente. Me sonroje aun más a diferencia de Edward quién reía junto a su padre…Risa que se había tornado nerviosa al percatarse de la presencia de mi madre
— Hola, Elizabeth, Edward — salude a los padres mi querido novio, que por primera vez en su vida se hallaba cayado y avergonzado — Hola mamá, ¿Y papá? — pregunte estúpidamente tratando de olvidar el tema de conversación anterior, sin embargo los tres continuaban mirándonos como si hubiéramos cometido un crimen y ellos lo supieran
— Está de guardia, ya sabes lo que dice, el crimen nunca descansa — cito, con una sonrisa amorosa bailando entre sus labios, las mismas palabras que mi padre siempre decía. Reí quedamente al recordar a mi padre decir aquellas palabras con tanto ímpetu cada vez que se dirigía hacia su trabajo
— Mmm… — La verdad es que no se me ocurría ningún tema del cual hablar y el eco que siguieran observándonos de aquella manera tan peculiar me ponía aun más nerviosa — Bueno…es…
— Niños ¿por que no van a bailar? – dijo el Sr. Masen recibiendo un asentimiento de parte de su hijo quien me arrastro inmediatamente hacia la pista de baile antes siquiera que su padre terminara la oración
— Se están divirtiendo demasiado a nuestra costa — aseguro entre dientes Edward aun fulminando con la mirada a sus padres que, al igual que Renee, aun seguían riéndose de nosotros
— Ya lo creo, pero agrádesele al cielo que mi padre no se encontraba cuando decían su "pequeño" comentario — suspire mientras él me miraba inquisitivamente. Enarque una de mis cejas
— ¡¿Qué?¡ — Le pregunte intimidada por su forma de mirarme
— ¿Me concede esta pieza señorita?
— No es buena idea. Ni lo pienses — asegure tajante. Yo y mis dos pies izquierdos bailando no eran seguro ara el caminar de Edward. Hozo un adorable puchero observándome, esta vez, con una súplica latente en sus ojos
— Te lo ruego
— No sé bailar
— Todo depende de aquel que guía — mordí mi labio, pensativa, en busca de otra excusa
— Podría pisarte
— Me arriesgare
— Si te piso no te quejes — le amenace
— Lo prometo señorita; No recibirá queja alguna de mi — Sonrió deslumbrante, al verse vencedor, comenzando a guiarme hacia la pista de baile en donde un Vals romántico sonaba a lo alto. Comenzamos a movernos al compas de la música, el guiándome de manera delicada y yo siguiendo sus pasos o al menos eso es lo que había intentado aquellas cuatro piezas que habíamos bailado hasta que, Edward, al ver mi cansancio nos había sacado de la pista de baile para hablar — Iré a buscarte una bebida — informo para luego de manera rápida dirigirse hacia la barra de tragos
— Iré con Renee y padres — alcance a avisarle, antes de que se marchara, a lo que él solo asintió para seguir con su camino. No tarde mucho en divisar a Renee quien efectivamente se encontraba junto a los padres de Edward
— ¡Allí estas, Bella! — exclamo Renee al ver que me acercaba hacia donde se encontraban ellos, junto a un grupo de personas, platicando animadamente — Hija, quiero presentarte al Dr. Carlisle Cullen — señalo a un hombre extremadamente hermoso de piel blanca, como la nieve, cabellos rubios, fracciones perfectas y ojos de un extraño color ambarinos/Dorados. Le sonreí a modo de saludo — Y a su esposa, Esme Cullen — su esposa era al igual que él, simplemente, hermosa, su rostro poseía forma de corazón la cual hacia un perfecto contraste a su cabello de color caramelo y sus ojos al igual que los de su maridos se asemejaban al color dorado
— Un placer conocerlos, señores Cullen — le salude amablemente aun sin dejarles de sonreír. Me agradaban
— Igualmente — saludaron ambos al unisonó para luego sofreírse entre si y a su vez sonreírme a mí. Sonrisas las cuales correspondí — Así que tú eres la famosa Bella —afirmo Carlisle, divertido
— Todo dependerá de las cosas que hayan escuchado. En caso de que sean buenas, pues entonces lo seré — asegure — Pero si por el contrario solo han escuchado cosas malas de mi… — deje la frase inconclusa comenzado a sonreí con picardía a lo que todos rieron
— No debes preocuparte; Edward no ha hecho más que hablar maravillas de ti — aseguro Esme de manera dulce y maternal
— Si ese es el caso… Soy Bella Swan, un gusto en conocerlos
La conversación se volvió realmente llevadera y animada. Los Cullen eran personas realmente interesantes y por supuesto que siempre había unos infaltables comentarios de Elizabeth y Renee hacia mi persona, los cuales lograban sonrojarme la mayoría del tiempo. Observe, disimuladamente, hacia mi alrededor, preocupada por la tardanza de Edward ¿Se habría perdido? Supongo que tal vez si, ya me había sucedido a mí, pero siendo esta su casa…Era imposible.
Me disculpe rápidamente con todos para luego ir en busca de Edward… Y lo encontré, vivo, aunque no por mucho…
— Un gusto me llamo Alice— me saludo alegremente una chica menudita de cabellos negros cortos y perfectamente desordenados, piel blanca y hermosos rasgos de duende que la hacían asemejarse a una muñeca de porcelana
— Igualmente. Me llamo Isabella — salude amablemente queriendo muy en el fondo matar al idiota de Edward quién se encontraba bailando animadamente con una tipeja la cual no le quitaba las manos de encima a MI Edward — Solo dime, Bella
— ¡Genial, Bella! — Sonrió de oreja a oreja dejando relucir su perfecta dentadura blanca— Supongo que al que observas es tu novio ¿Verdad? — pregunto señalando a Edward
— Lo era
— ¿Lo era? ¿Por qué?
— Porque en cuanto termine de bailar, será hombre muerto
— No lo dudo — aseguro, entre risas, divertida — Pero lograra convencerte de una manera u otra, para evitar que lo asesines — aseguro como si realmente fuera consciente de lo embustero que podría llegar a ser Edward — También tengo un novio que hace lo mismo — se apresuro a agregar. Me encogí de hombros aun fulminando con la mirada a Edward
— Al parecer todos los hombres son así — murmuré distraídamente para luego observarla curiosa — ¿Acaso eres algo del Carlisle y Esme Cullen? — le pregunte al percatarme del extraño color dorado de sus ojos. Ella asintió
— Soy su hija — respondo alegre — Y tu eres la hija de Renee — aseguro por lo cual fue mi turno de asentir — ¡Tu madre es genial!
— Es prácticamente como una hermana para mi, aunque a veces, suele llegar a ser a comportarse como una niña pero de igual manera la adoro — sonreí al rememorar los disparates que podía llegar a hacer Renee
— ¿Bella? ¡Bella! — me llamo Edward luego de unos minutos al percatarse que me encontraba prácticamente a diez pasos de distancia. Lo ignore olímpicamente mientras continuando mi plática con Alice, quien veía alegre y divertida los vanos intentos de Edward para separarse de aquella chica la cual reconocí como, Brittany Wells — Gracias por prestarme atención — replico, una vez a mi lado, de manera sarcástica
— ¿Para qué? Se te observaba cómodo bailando junto a ella, Masen
— ¿Estás celosa? – pregunto engreídamente. Gruñí un insulto intangible
— Jamás — mentí — ¿Vamos Alice? — le pregunte a la susodicha, que nos observaba como si nos tratáramos de su telenovela favorita, la cual asintió inmediatamente mientras se dirigía hacia donde se encontraban todos nuestros padres o en mi caso solo Renee
— Bien. Supongo que si no estás enojada puedo seguir bailando junto a Brittany — lo fulmine con la mirada. Era un idiota y sobre todo, u idiota que quería bailar con la chica que llevaba enamorada de él dese que ambos llevaban pales… ¡Ugh! ¡Estúpido!
— Apresúrate, entonces…Te la podrían robar
— No te enojes — pidió sosteniendo mi manos entre las suyas; Me aleje de su agarre como si este quemara — Solo bromeaba, Bells
— Ya deja de ser tan… — no pude terminar de decir la frase debido a que nos encontrábamos frente a nuestros a nuestras familias incluyendo los Cullen, observándonos curiosos
— ¿Es que acaso se pelearon? –pregunto Renee de seguro al ver mi expresión furibunda o tal vez ya había aprendido al reconocer la expresión "Ayuda" en el rostro de Edward quien a través del tiempo había logrado convertirse en el cómplice de Renee quien salía en defensa de Edward en cada pelea y le ayudaba para que no estuviera mas enojada con él. Ambos se complotaban en mi contra
— ¡No, que va! ¡Estamos de maravillas! — mintió Edward abrasándome por la cintura mientras. Fulmine con la mirada a aquella que decía ser mi madre mientras que ella solo me observaba con inocencia y una sonrisa picara
— Si. Estamos más que bien — mentí, estoy segura que pésimamente, mientras golpeaba fuerte y disimuladamente a Edward en las costillas para que me soltara, cosa que hizo de inmediato, aunque creo que falle en eso de disimuladamente ya que todos comenzaron a sofocar sus risas a lo que Edward se frotaba enfurruñado en donde lo había golpeado
— Ya veo, están perfectamente — aseguro Elizabeth riendo junto a su esposo, Edward
La noche pasó entre pláticas junto a los Cullen y los Masen y a decir verdad Alice logro alegrarme la noche mientras recibía miradas de disculpa de Edward hacia mi dirección. Suspire, esa noche había descubierto al ídolo de Edward, quien era nada más y nada menos que Carlisle Cullen…
— ¿Sigues enojada? — pregunto aquella hermosa y aterciopelada voz detrás de mí, luego de que prácticamente todos los invitados se fueran
— No — mentí ya que estaba a punto de quererlo ahorcar — ¿Debería estarlo por algo? ¡En lo absoluto!
— Eres una mala mentirosa — ¡demonios! Porque debía conocerme a la perfección, y aun peor… ¿Por qué carecía de dotes a la hora de mentir? — Necesito que me perdones… ¿Me perdonaras? — podría mentirle y hacerle sufrir…solo un poco, pero la verdad es que ambos conocíamos la respuesta de aquella pregunta: Si. Era sabido que nunca podría enojarme con Edward en un máximo de dos horas… ¡Acabo de romper mi record, han pasado cuatro horas desde nuestra pelea!
— Sabes perfectamente que lo hare — asegure con una sonrisa, volteando sobre mis talones para observarlo, al igual que yo, sonriendo —Pero…La próxima vez que algo similar suceda, tu Edward Masen, recibirás el peor golpe de tu existencia… — mis labios fueros imposibilitados de decir cualquier otra palabra pues se amoldaron perfectamente a los ansioso labios de Edward, recibiendo gustosos sus besos
— Solo por si acaso cuidare mi espalda…Aun a que tú sepas que soy total y completamente inocente de los cargos de los que me acusas — aseguro en un susurro somnoliento, apoyando su frente obre la mía, rodeado mi cintura con sus manos
— Deberás demostrarlo, Masen — susurre picara, besando las comisuras de sus labios, a lo que él solo sonrió con aquella sonrisa ladeada que lograba conquistarme e idiotizarme
— Gustoso lo hare, Swan — respondió con rapidez para sellar tiernamente sus labios junto a los míos. Rodé mis brazos alrededor de su cuello, queriendo perdurar así por siempre, solo él y yo…
Hola Adorados Lectores… ¡Historia nueva, recién salida del horno!
Espero que les agrade este primer capítulo ¿Qué opinan?
Los adoro…
Besos: Bella-Ragaza
¡Dejen Revierws!
