Los personajes son propiedad de Tite Kubo.

Advertencias: Puede contener OoC.


¡Hola!, aquí les traigo otra historia, lo sé tengo otras empezadas, pero ya me hacía falta escribir algo más enfocado con el romance el drama, y está historia me pareció muy buena.

La historia es una adaptación del dorama Bad Couple, claro que con algunas modificaciones


BECAUSE OF YOU

Capítulo 1.- Familias.

"No cometeré los mismos errores que tú, no dejaré que mi corazón sienta tanto dolor. No me quebraré en la forma en que tú lo hiciste. Tu golpe fue tan duro que he aprendido de la manera más difícil a no dejar nunca que las cosas lleguen tan lejos…"*

Como todas las noches, dos niños de cabello negro se encontraban refugiados debajo de la cama de su cuarto. Él de ojos grises, ella de ojos violetas, pero con rasgos muy parecidos.

Ella se aferraba fuertemente al brazo de su hermano mayor, de apenas once años.

Nii-sama tengo miedo. —susurró con la voz cortada, mientras que afuera se escuchaban gritos y llantos de mujer.

Byakuya la volteó a ver, él también tenía miedo, pero era el hermano mayor y la tenía que cuidar.

No te preocupes, aquí estaremos a salvo.—dijo el niño de cabello negro a su hermanita de 5 años.

La puerta de la habitación se abrió de golpe provocando que se asustaran, Rukia estaba a punto de gritar pero Byakuya le tapó rápidamente la boca.

Ellos vieron como forcejeaban por tomar el control de la puerta, no veían mucho, sólo unas piernas blancas con algunos moretones y con zapatos rojos que intentaban recargarse a la puerta para evitar que se abriera y un zapato negro que se interpuso entre la puerta y el marco para evitar que se cerrara.

Al final las piernas blancas retrocedieron con rudeza y por la puerta vieron entrar unos pantalones de mezclilla y zapatos negros, él había vencido, como cada noche.

¿Dónde están esos mocosos? —gritó enojado el hombre al ver que sus hijos no estaban en la cama.

Ante la potente voz, Rukia cerró con más fuerza los ojos. Byakuya tembló ligeramente del coraje, de la impotencia, del miedo.

Sojun por favor déjalos. —suplicó una mujer con tono angustiado.

Sólo podían ver los zapatos rojos retroceder, y no hacía falta nada más para saber que era su madre.

¡Tú eres la causante de que Byakuya saqué tan malas calificaciones en la escuela! —gritó encolerizado.

Byakuya sintió como Rukia se acurrucó más a él y comenzó a temblar de miedo pues sabía que sucedería después.

¡Ay! —gritó la mujer.

Byakuya vio cómo su mamá cayó al piso, pegándose contra la cómoda de madera negra.

¡No me pegues! —gritó ella poniendo los brazos en cruz sobre su cara.

Byakuya se aterró, pero no podía dejar que su papá siguiera pegándole a su mamá, así que se zafó de Rukia.

No salgas. —le dijo moviendo los labios, ella asintió y se tapó los oídos, pues su mamá había comenzado a gritar.

Ya no la lastimes. —exigió Byakuya a espaldas de su padre, que estaba pegándole a su mamá a mano abierta.

Ya no podía soportar más los gritos de su madre, cada noche era lo mismo. Su padre hacía mucho tiempo que había dejado de amar a su mamá, pero ella no quería darle su libertad, lo chantajeaba con ellos, su padre se desquitaba pegándole.

Tú no te metas. —dijo Sojun volteando a verlo.—Que para ti también tengo.

Byakuya sabía que su padre en el fondo los odiaba por ser los grilletes que lo ataban a esa vida.

Vete Byakuya. —pidió la mamá llorando y sin fuerzas para levantarse.

Ya no quiero que le pegues a mamá, ya no quiero tenerte miedo. —expresó él resistiendo las ganas de llorar. Dio un paso al frente.

Su papá avanzó hacia él.

Te enseñaré a tenerme respeto. —Rugió con furia Sojun. Enseguida Byakuya recibió un fuerte golpe en la cara, pero no lloró, miró a su papá con enojo y de forma desafiante.

Eso sólo logró aumentar la furia de su padre, que le pegó hasta que se cansó. Los gritos de su mamá rogando que se detuviera se oían cada vez más lejanos, hasta que todo se volvió oscuridad y silencio….

...

Se despertó sobresaltado y con el sudor recorriéndole la frente. Todavía después de tantos años a veces lo atormentaban los recuerdos. Y en esta época todavía más, era el aniversario luctuoso de su madre.

Se sentó sobre la cama con cuidado, estiró la mano para prender la lámpara y luego tomó el reloj sobre la mesita de noche. Después de ver que eran las dos de la mañana lo dejó en su lugar otra vez. Se pasó la mano por su cabello negro intentando alejar esos dolorosos recuerdos de él, luego apagó la lámpara.

Quería olvidar la infancia triste y dolorosa que su hermana y él vivieron, pero a veces los recuerdos lo atormentaban. Recordó que pasó mucho tiempo para que ellos pudieran dormir con las luces apagadas y la puerta cerrada, pues siempre que la oían abrirse temblaban al pensar que era su papá entrando para pegarles, que también pasó tiempo para que dejaran de escuchar los gritos y sollozos de su madre.

Esa vida los dejó marcados, los dos se volvieron retraídos, reservados, temerosos, desconfiados; afortunadamente se encontraron con alguien que los ayudó y dejaron de temer a la oscuridad, dejaron de tener pesadillas tan frecuentes y volvieron a sonreír.

Ellos se esforzaron por salir adelante y lo lograron. Byakuya había estudiado ingeniería química y ahora era director de la facultad de ciencias de la universidad de Karakura, Rukia estudió periodismo y actualmente era la editora de una importante revista de moda de la misma ciudad.

Byakuya no podía dormir, así que con cuidado se puso de pie y se acercó a la ventana, corrió la cortina azul y contempló la luna.

—Rukia.—susurró con tristeza.

Aunque ya habían superado muchos problemas, aún quedaban secuelas en ellos y la más afectada era ella.

Rukia estaba renuente a casarse, le tenía miedo a una relación seria, tenía miedo de encontrarse un hombre como su padre, que la hiciera sufrir, la maltratara o simplemente la abandonara.

Byakuya se preocupaba por ella, porque no quería que estuviera sola, él quería verla feliz al lado de un buen hombre y con hijos.

Él también quedó con daños, tanto física como psicológicamente.

El chico siempre recibía los golpes de su padre, pues jamás había tocado a Rukia, así que quedó con un par de cicatrices en la espalda. Eso por mucho tiempo afectó su autoestima, pensaba que cualquier mujer que lo viera le tendría asco, así que tampoco pensaba en relacionarse sentimentalmente con alguien.

Hasta que apareció ella, ella le demostró que podía ser feliz.

Byakuya volteó hacia la cama donde yacía dormida su morena esposa, con la que llevaba siete felices años de casados. Regresó su vista hacia la luna.

Sin embargo él seguía con un temor, temía que alguna vez pudiera convertirse en lo que fue su padre y que llegara a dañar a su familia.

Pero él se hizo una promesa: nunca cometería los errores de su padre, por más enojado que estuviera jamás le levantaría la mano a su familia, nunca le haría sentir a otras personas el dolor por el que él y su hermana pasaron.

Definitivamente jamás seguiría los pasos de su padre.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sintió como unos brazos rodearon delicadamente su torso desnudo y ella recargaba su cabeza en su hombro.

—¿Pesadillas otra vez?preguntó ella con preocupación.

—No, sólo estoy pensando en Rukia. —dijo para no inquietar a su esposa con sus temores.

Ella lo dejó de abrazar y lo hizo girar hacia ella, acarició una de sus mejillas tiernamente.

—Ella estará bien, sólo es cuestión de tiempo para que llegue el hombre indicado. —le dijo con una sonrisa.

Después ella se acercó a él y lo besó en los labios.

—Mamá, papá. —una tierna voz los interrumpió. Ellos se separaron y voltearon a ver a la dueña de la voz, era una niña de seis años, de tez morena clara, ojos dorados y cabello negro hasta los hombros y que vestía una pijama rosa con dibujos de gatos.

—¿Qué pasa Sayumi? —preguntó Yoruichi.

—¿Puedo dormir con ustedes? —cuestionó tímidamente la niña.

—Claro. —respondió Byakuya.

—¿Y el señor Alga también? —preguntó alzando la figura del embajador Alga que llevaba en su mano. Byakuya sonrió orgulloso de que su hija heredara su buen gusto.

—Él también. —respondió Yoruichi con una sonrisa, pues todavía no entendía los gustos de los Kuchikis. Su hija y esposo parecían amar a esa alga verde y su cuñada moría por un conejo llamado Chappy.

La niña corrió hacia su padre que la cargó en brazos. Sayumi era la luz de sus ojos y desde que nació prometió que pasara lo que pasara jamás le pondría una mano encima, que él la educaría de forma diferente.

Los tres se encaminaron hacia la cama y se acomodaron en ella, Sayumi durmió entre ellos, abrazando a su papá.

Antes de volver a dormir Byakuya pensó en su hermana, deseando que pronto ella también formara una familia.

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"Es por ti que nunca más me arriesgaré, es por ti que he aprendido a jugar del lado seguro para que no me lastimen más. Es por ti que me es difícil confiar no solo en mí, si no en todos los que me rodean. Es por ti que tengo miedo…"*

Ella miraba recargada del marco de la puerta, su hermano estaba detrás de ella con las manos sobre sus hombros. Los niños compartían los mismos sentimientos, dolor, tristeza y desesperación.

¡No te vayas!—rogaba su mamá a los pies de su padre. —No nos dejes. —suplicaba la mujer de cabello negro.

Tengo que irme. —dijo el hombre levantándola de los brazos. —Es lo mejor para todos.

Sojun comenzó a caminar hacia la calle.

Rukia se zafó de su hermano y corrió hacia su padre, sus pies descalzos se ensuciaban con la lodosa tierra y recibían pequeñas heridas por algunas piedras enterradas.

¡Papá, papá! —lo llamaba desesperada. Le tenía miedo, pero era su papá y no podía evitar quererlo, era todavía muy pequeña y lo necesitaba.

Su padre se detuvo y se volteó hacia ella.

Rukia, no busques a alguien como yo. —le dijo su padre para luego salir del patio de la casa.

...

La alarma sonó a las cinco de la mañana como todos los días. Rukia se removió en la cama y después de apagar el reloj se sentó en la misma. No recordaba lo que había soñado, pero se había despertado con una sensación de melancolía.

Vio el portarretrato plateado sobre el buró. Contenía una foto de ella siendo abrazada por un hombre de cabello negro y un conjunto de cicatrices en su mejilla derecha.

—Shuhei. —susurró con pesadez, luego sacó la fotografía y dejó el portarretrato en su lugar. Ya no dolía ver su fotografía, ya no se ponía triste al recordarlo, así que había llegado el tiempo de pasar esa página de su vida.

Se puso de pie mientras arrugaba la foto, la tiró en un bote de basura mientras caminaba hacia el baño.

Hisagi había sido su novio por un año, era un hombre bueno, trabajador, consentidor y amable, por eso habían durado tanto.

Entonces ¿Por qué habían terminado hacía casi tres meses?

Fácil, porque le había pedido matrimonio y ella se había negado.

Mientras se enjabonaba el cuerpo recordó lo feliz que se veía Shuhei esa noche en el restaurante antes de que ella sacara un anillo de compromiso de un pedazo de pastel de coco.

Y eso en lugar de hacer más grande su felicidad, terminó por arruinar su relación. Shuhei Hisagi era un hombre que deseaba formar una familia, constantemente le decía que ya estaban en edad de sentar cabeza y aprovechar que todavía podían tener hijos, y a ella eso no le apetecía. Y todo por culpa de su padre, ella temía que con el matrimonio su pareja cambiara o que finalmente la dejara así como su padre lo hizo con su madre.

¿Qué si quería un hijo?

Sí, sí lo quería, a veces se descubría mirando con ternura a los niños en el parque, deseando poder tener entre sus brazos un bebé al cual arrullar y consentir. Y volcaba todo el amor que podía hacia su sobrina Sayumi y hacia el hijo de su amiga Momo, al cual también adoraba.

Pero Hisagi no quería tener hijos fuera del matrimonio, y ella no quería casarse.

Hisagi hablaba largas horas con ella, tratando de convencerla de que se casaran, de que él la haría feliz. Pero ella sabía que no iba a ser así, que el matrimonio a la larga traía desgracias y sufrimientos.

Sus padres le habían enseñado eso.

Ellos se habían casado enamorados, pero a su padre se le acabó el amor y su madre no lo entendió.

Su madre siempre amó a su padre, aun después de las golpizas, aun después de ser abandonada, aun mientras moría en una cama de hospital por depresión.

Y ella se juró que no sería como su madre, que ella no viviría ese dolor, así que en lugar de pensar en el matrimonio como las demás mujeres, sus pensamientos estaban ocupados en su trabajo en la revista, ella simplemente no se veía dejando su estilo de vida por un hombre.

Eso se lo dejaba a su cuñada Yoruichi. A ella la admiraba, había dejado su carrera como modelo para dedicarse a su familia, y al parecer era feliz con eso.

Hisagi no pudo con el estilo de vida de Rukia y prefirió terminar la relación. A ella le dolió, sí, pero no como se imaginaba, quizá no lo amaba tanto como pensaba.

Rukia salió de bañarse y se alistó para ir a trabajar a la revista.

—Muy bien Rukia. —se dijo mirándose al espejo. — eres autosuficiente y no necesitas de un hombre a tu lado, estas bien sola.

Después de su discurso matutino salió de la casa, ubicaba en una privada a unas cuadras del edificio donde vivía su hermano, subió a su coche plateado y se dirigió a la revista.

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Eran las siete de la mañana y en el departamento con el número cinco, en el piso tres del edificio donde vivía Byakuya, se encontraba una mujer de baja estatura y cabello negro terminando de preparar los almuerzos para su esposo e hijo.

—Daisuke ya está tu desayuno. —gritó mientras colocaba los dos platos sobre la mesa.

Un niño de siete años de tez blanca, cabello y ojos marrón salió de su cuarto con el uniforme escolar y se acercó a la mesa.

—¡Qué rico! —mencionó el niño sonriendo mientras se sentaba a la mesa. Su mamá siempre le preparaba lo que le gustaba de comer.

—Sosuke ya te serví. —dijo en voz alta mientras iba por el plato faltante.

Un hombre muy parecido al niño salió de otro cuarto tratando de anudar su corbata. Él vestía un traje beige y camisa de manga larga blanca.

—Nunca puedo anudar esto. —se quejó Sosuke mientras se sentaba en la silla del comedor.

Momo dejó el plato en la mesa, se limpió las manos en el mandil que llevaba y anudó la corbata de su esposo.

—Ya está. —dijo con una sonrisa al terminar su labor. Luego fue a sentarse a su lugar, frente a su esposo y junto a su hijo.

El desayuno pasó tranquilo entre comentarios familiares.

—Momo, quizá salga temprano hoy del hospital. —comentó Sosuke terminando su desayuno. —Así que ¿por qué no te alistas para ir al teatro? —preguntó poniéndose de pie. —Hay una obra que quiero ver desde hace tiempo.

Momo se levantó y comenzó a recoger los platos de la mesa.

—Sabes que no me gusta ir al teatro, no me gustan las aglomeraciones. —dijo ella llevando los platos al lavadero.

—Como quieras. —comentó su esposo tratando de disimular su enojo. Siempre era lo mismo con ella, desde hace varios años su vida había caído en la rutina y el aburrimiento. —Daisuke vámonos. —le indicó al niño que seguía sentado en la mesa.

Su hijo se levantó y fue a despedirse de su mamá con un beso.

—Recuerda que quedamos de ir con Yoruichi y Byakuya. —comentó Momo a su esposo desde detrás de la barra de la cocina.

—No lo he olvidado. —respondió Sosuke, quien se despidió con un simple adiós y junto con su hijo salió del departamento.

Momo se dispuso a continuar con sus labores del hogar.

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Mientras tanto en las oficinas de la revista "Corazón de mujer", ya se encontraban congregados en la sala de reuniones además de Rukia, un hombre alto, de piel bronceada y cabello rojo, una chica de cabello verde y ojos purpura, una chica de cabello violeta y ojos naranjas y una chica de cabello rubio oscuro y ojos azules.

—Entonces ¿ya saben que trabajo tienen que hacer cada uno? —preguntó Rukia terminando de apuntar unas notas en una libreta de cuero color negro.

—Sí. —respondieron Nozomi, Senna y Kiyone al unísono.

—Bien, entonces comencemos con el trabajo. —dijo Rukia sonriendo.

Las chicas se levantaron del asiento y salieron de la sala de juntas para ir a empezar con sus labores asignadas.

—Rukia ¿A qué hora es el desfile del diseñador Ayasegawa? —preguntó el chico de cabello rojo.

—Al medio día. —respondió Rukia cerrando la libreta, ella vio que el chico denotó incomodidad. —¿Tenías planes?

—Quería llevar a Tatsuki a comer. —respondió desanimado. —Ya sabes, para disculparme por dejarla plantada la semana pasada.

—¿Dejaste plantada a tu novia? —preguntó asombrada. —Eso no se hace Renji. —lo reprendió.

—¿Y me lo dices tú? —preguntó el chico incrédulo. —Te recuerdo que fue por tu culpa, me llamaste para decirme que era urgente que fuera a fotografiar el lanzamiento de esos cosméticos, aun cuando era mi descanso.

—Bueno, después del desfile puedes tomarte la tarde libre. —comentó Rukia poniéndose de pie y restándole importancia a la acusación de su amigo. —Te espero en la oficina para que me muestres las fotografías que tomaste para la edición de la próxima semana. —le comentó.

—Enseguida te las llevo. —dijo el chico.

Renji era parte importante de la vida de Rukia, además de ser el fotógrafo de la revista, era su mejor amigo desde la secundaria, conocía su vida, sus alegrías, tristezas y miedos.

El chico fue a su escritorio y tomó las fotografías del reportaje de un tratamiento facial, luego fue a la oficina de Rukia.

Después de tocar entró y vio a Rukia furiosa detrás del escritorio.

—¿Y ahora que te pasó? —preguntó Renji sentándose frente a ella.

—Me encontré con la señora de limpieza en el pasillo. —mencionó cruzándose de brazos.

Renji no le vio sentido a su enojo.

—Y me insinuó que ya estaba grande, que a este paso me quedaría para vestir santos. —dijo indignada. —¿Puedes creerlo?, me dijo que me apurara a casarme y tener hijos.

Renji sonrió.

—Bueno, no es para tanto la señora ya es grande y...

—Es que me parece insultante que crean que porque tengo casi treinta años me tengo que casar. —interrumpió ella enfadada y tomando las fotografías que Renji había dejado sobre el escritorio. —Como si fuera menos mujer por estar soltera.

—Bueno Rukia es que…

—Además soy yo la que elegí esto, soy yo la que no quiere casarse. —volvió a cruzarse de brazos. —¿O qué opinas?

Renji suspiró, a veces Rukia era medio arrebatada cuando tocaban este tema.

—Yo creo que algún día encontraras a la persona indicada. —comentó Renji. —Y cuando eso pase vas a querer casarte y formar una familia. —dijo con una sonrisa y por experiencia propia, pues de joven era todo un mujeriego, pero cuando encontró a Tatsuki ya no tuvo ojos para nadie más, su amor lo había cambiado.

—No creo que eso pase nunca. —dijo Rukia. —Nunca conoceré a un hombre que haga que desee casarme. —dijo con seguridad.

—Si tú lo dices. —respondió Renji, no tenía caso discutir con su jefa.

Después siguieron trabajando.

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Al mismo tiempo en el laboratorio de ciencias de la universidad de Karakura, se encontraba un muchacho de cabello naranja y ojos avellana. Con apenas veinticuatro años ya era un respetado maestro en la facultad, pues sabía mucho de botánica y le apasionaba enseñar.

Ichigo miraba a través del microscopio unas células de una especie de orquídeas que recién le habían llevado.

—¡Good Mornig Ichigooooo! —escuchó la inconfundible voz de su padre y se sobresaltó. Buscó en la habitación pero no lo vio. —¡Good Mornig Ichigooooo! —volvió a escuchar.

Se paró de su asiento y buscó con atención el lugar de dónde provenía la voz de su padre, al escucharla otra vez se dio cuenta que era su celular.

—¡Viejo loco! —exclamó mientras tomaba su celular. De nuevo su padre había cambiado el tono de su teléfono.

"Es para que no extrañes mi voz" le había dicho su padre la primera vez que lo había hecho.

—¿Qué quieres papá? —preguntó Ichigo con fastidio cuando respondió a la llamada.

—Esa no es forma de responder a tu adorado padre que tiene un mes sin verte. —respondió una voz masculina del otro lado de la línea.

—Nos vimos ayer. —respondió Ichigo con fastidio.

—Pero a mí me parece mucho tiempo. —respondió su papá. —¿O acaso un padre no puede extrañar a su amado hijo?

—¿Qué quieres? —preguntó, sabía que algo tramaba.

—Qué aceptes salir con la hija de un amigo. —respondió Isshin.

—Ya te dije que no.

—Entonces con el hijo de una amiga. Eso me agradaría menos, pero si es tu gusto lo respeto.

Ichigo colgó el teléfono antes de insultar a su padre. Se preguntaba cómo es que su mamá lo soportaba.

Un mensaje llegó a su teléfono un par de minutos después.

"Ichigo esto es serio, tu abuelo se está inquietando, quiere un bisnieto. Dice que si no eliges esposa él lo hará por ti.

Así que apúrate a perder tu virginidad que ya queremos ver niños corriendo por la casa. Saludos de mamá, las niñas y de tu apuesto padre."

Ichigo bufó molesto. Su abuelo desde hacía un par de años tenía la idea de casarlo con una amiga de su infancia, hija de una respetada y tradicional familia, sin embargo él sólo la veía como amiga. Además en este momento su prioridad era el trabajo, así que su abuelo y su padre tendrían que esperar.

Guardó su celular y se dispuso a seguir trabajando en el tiempo que le quedaba libre antes de iniciar con sus clases.

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Ya eran las tres y cuarto de la tarde y Rukia iba en su coche rumbo a la universidad de su hermano, en la mañana le había llamado para decirle que su coche se había descompuesto y lo había mandado al taller, así que le pidió que fuera a buscarlo a su trabajo.

Y aunque él bien podía tomar un taxi, los dos sabían que era un buen pretexto para pasar un tiempo juntos y poder platicar.

Mientras esperaba a que cambiara el semáforo Rukia vio caminando frente a ella a una pareja que iba abrazada y dándose algunos besos, la siguió con la vista hasta que llegaron a la acera de enfrente y subieron a un automóvil negro.

Eso no tendría que haberla molestado como lo hizo, si no fuera porque ese hombre que besaba a la rubia de pechos grandes no era otro que Sosuke Aizen, el esposo de su amiga Momo.

—¡Bastardo! —gritó furiosa dando un golpe al volante.

Los claxon de los automóviles detrás de ella le hicieron darse cuenta que la luz del semáforo había cambiado. Así que aunque quería bajarse del coche para ir a apedrear el carro negro del bastardo aquel, tuvo que reanudar su marcha.

Sosuke también avanzó en su carro y se perdió al doblar en una esquina.

Rukia no salía de su asombro e indignación, Momo era una gran mujer, esposa y madre que siempre procuraba a su esposo e hijo, tanto que se olvidaba de ella misma.

Antes de salir de la universidad se casó con Sosuke, y aunque la terminó, no ejerció su carrera de administración y se dedicó por completo a su esposo.

Y ahora ese miserable le era infiel.

—¿Y ahora qué hago? —se preguntó Rukia mientras se estacionaba afuera de la facultad de ciencias.

No sabía si decirle lo que había visto o no a su amiga. Pero al recordar que Momo amaba en exceso a su esposo y confiaba en él a ojos cerrados, decidió que lo mejor era no hacerlo sin pruebas, primero encontraría la forma de demostrarle que su esposo la estaba engañando.

Estaba consiente que con eso destrozaría el corazón de su amiga, pero no podía permitir que le siguieran viendo la cara de tonta.

Así que después de decidir qué hacer, bajó del carro y fue a buscar a su hermano a las instalaciones de la facultad.

Rukia caminaba por el patio de la facultad cuando se topó con un chico de ojos turquesa y cabello blanco.

—¡Hola Toushiro! —saludó ella amablemente.

—¡Hola Rukia! —saludó el muchacho. —¿Vienes a buscar a tu hermano?

—Sí. —respondió ella.

Ellos habían sido compañeros de preparatoria, se dejaron de ver cuando cada uno tomó carreras diferentes, pero se reencontraron cuando Toushiro entró a trabajar a la facultad de ciencias, donde Byakuya fungía de director.

—Sigue en su oficina. —mencionó el chico. —pero que bueno que te veo, te quiero devolver el libro que me prestaste. —dijo el chico sacando de su maletín una bolsa negra de plástico, la que contenía el libro. —Gracias, estuvo interesante.

—De nada. —dijo Rukia tomando la bolsa negra.

Tras un breve comentario más se despidieron y Rukia se volteó para ver alejarse al chico.

Se quedó con ganas de preguntarle si a él también lo molestaban con el sermón de "Ya tienes casi treinta años, el reloj biológico corre y si no te das prisa en casarte no podrás tener hijos".

—Arg. —pateó molesta el suelo. Ya se había enfadado de nuevo por recordar su conversación con la "agradable" señora de la limpieza. Giró de forma violenta y chocó contra alguien haciendo que rebotara hacia atrás, cayera al suelo y soltara la bolsa negra.

—Lo siento. —se disculpó mirando hacia arriba para ver al chico con el que había chocado.

—Ha sido mi culpa por distraído. —respondió el chico de cabello naranja y ojos miel.

Rukia sabía que no era cierto pero no rebatió.

El chico le tendió la mano para ayudarla a levantarse y luego se agachó a recoger una bolsa negra de plástico, que también había soltado por el choque.

Después sin decir más el chico se alejó caminando. Rukia sacudió sus ropas y levantó la bolsa negra, la sintió un poco más pesada pero no le dio importancia.

Retomó su camino para buscar a Byakuya.

Ni Ichigo ni Rukia se dieron cuenta que por error habían intercambiado bolsas, ni imaginaban las consecuencias que ese error traería.


—En la historia Rukia tiene 29 años e Ichigo 24.

—*Las frases son fragmentos de la canción "Because of you" de Kelly Clarkson.


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