Bueno, me he atrevido a hacer un fic largo. Y aquí está el primer capítulo. Va a ser het y slash. Por lo que se podría llamar bi. Más tarde habrá spoilers, pero ya avisaré con un capítulo de antelación.

Respecto a Gabrielle, sé que en los libros tiene unos ocho años, pero en la película se muestra que ya estudia en Beauxbatons, así que he utilizado esa edad. Aquí tiene entre once y doce años.


La flor de la reina

Capítulo 1: Lujuria y porcelana

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La música era dulce, tanto como las chicas que recorrían el pasillo y movían su cuerpo como si fueran abrazadas por el ritmo de las notas. Colores celestes, pelos rubios y morenos, tacones perfectos, pero todo brillante. Ni una mota de polvo cerca de ellas, que parecen tener una burbuja invisible que impide que algo ajeno roce su belleza. Princesas cuidadas, peinadas hasta el último pelo, con un maquillaje que se pierde entre sus pómulos. Suave locura francesa transformada en estudiantes.

Pero hasta las princesas tienen su reina. Y ésta destaca entre ellas de una forma sutil, casi imperceptible a la vista. Eso hasta que sale de la burbuja, guiando con la mano a una pequeña flor en crecimiento. Las dos dejan sin luz al resto del castillo, pero no importa. Porque son ellas las que iluminan, como linternas andantes. Y ni las llamas del Cáliz de Fuego al anunciar el nombre Fleur Delacour son capaces de destacar sobre ellas dos. Una, pasión y lujuria entre los mayores. Otra, muñeca de porcelana para los pequeños.

Al acabar la velada, para Ginny sólo queda felicitar a Harry. Pero algo en el estómago le impide acercarse a él y se limita a una sonrisa ligera cuando él la mira. Y sabe que la mira porque ella es su hermana, aunque al menos tiene el consuelo de que él no se ha girado para ver como pasaba aquel desfile para dirigirse a sus carrozas. Pero sí se ha girado a mirar otra mesa, y eso no es consuelo, es tortura.

Esa noche, por increíble que parezca, la conversación entre los estudiantes de Gryffindor no es el hecho de que Harry sea Campeón del Torneo. No. La mayoría de la gente sólo sabe hablar de cómo se quedaron sin palabras con la Campeona de Beauxbatons. Y algunos incluso con la hermana pequeña. Para las chicas en cambio, Fleur era una pija sin remedio y Gabrielle, una niña mimada que necesitaba ir de la mano de su hermana a todos los lados, y que no había podido resistir la tentación y había tenido que seguir a Fleur. Pero aún así, Ginny seguía viendo en ellas una mezcla extraña, como una poción a punto de explotar.

A los días siguientes, cuando todo el mundo creía estar en silencio en clase, siempre se oía algún tacón resonando por los pasillos y unas cuantas palabras en francés, incoherentes para todo el mundo. En los jardines, los ojos dolían cuando una chica agitaba su pelo y en él reflejaba el sol. Y había gente que comprobó que si miras durante un minuto uno de sus vestidos, una mancha de color azul celeste se queda en tus pupilas cada vez que parpadeas.

Conforme se acercaba la primera prueba, Hogwarts se había convertido en un hervidero. Apuestas por las esquinas, uñas mordidas entre las seguidoras de Cedric y Krum, ofrecimientos a Fleur y una Ginny que querría decirle a Harry todo lo que sentía. Pero Hermione ya le había recomendado olvidarse de él. Y, aunque lo estaba intentando, sabía que era imposible. Que ella, desde aquel uno de septiembre, habría seguido corriendo el tren sólo por ir con él. Así que se limita a estar cerca de él en la sala común, porque sabe que así recibe cierta fuerza, aunque no toda la que podría darle.

Ya le había pedido consejo a Luna, esa chica extraña de pelo rubio que solía dar palmadas al aire intentando matar algo, pero ella no entendía nada de chicos, a decir verdad tampoco de chicas, sólo entendía las extravagancias que podía leer en la revista de su padre. Y Hermione seguía empeñada en cambiar de tema siempre, además últimamente apenas la veía y cuando le preguntaba a Ron, éste replicaba con cara enfadada que no, que tampoco lo sabía él.

Llegó el día de la primera prueba y Ginny se limitó a bajar al estadio con sus compañeras, para luego separarse y sentarse sola. Y, al darse cuenta, un asiento a su derecha estaba ella, Gabrielle Delacour, con su pelo brillante y su gorro perfectamente colocado.

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Intentaré actualizar con puntualidad. Ya estoy preparando el siguiente capítulo.

Un beso,

Swanny