Disclaimer: No me pertenecen Kingdom Hearts, Final Fantasy, Disney Enterprises ni ninguno de sus personajes o acontecimientos, este Fic solo posee fines lúdicos.

"Almas Perdidas"

Capitulo 1: "El llamado"

Cuando todos duermen en las grandes ciudades, las sombras despiertan de sus profundidades.

Discretas.

Prudentes.

Reservadas y sigilosas, salen de cacería...

...acechando, observando...

...ESPERANDO.

El teléfono sonaba sin parar, monótonamente, sin siquiera captar la atención del joven que yacía sobre el amplio y elegante sofá.

De cualquier modo, no tenía importancia.

Daba igual quien lo llamase; Riku no pretendía contestar.

Francamente; estaba harto:

Harto de la estúpida película romántica que pasaban en el moderno televisor de pantalla plasma que se elevaba, elegante, en la exquisita sala de estar.

Harto de la imponente vista que los enormes rascacielos desplegaban frente al cristalino ventanal de su flamante departamento.

Y harto, sobre todas las cosas, de saber que, marcando el reloj la medianoche, seguro era Sora, su mejor amigo, quien lo llamaba con tanta insistencia.

Doce de Abril. Su cumpleaños número veintidós.

De todas las personas, Riku sabía que Sora sería el primero en recordarlo y eso, provocó que su labio inferior se frunciera en una mueca de disgusto.

No tomaría la llamada.

Simplemente, no lo haría. Sora, no tenía idea de lo que sentía al hablar con ellos; con aquellos que pertenecían a la vida a la que ya no podía volver.

Una vida, donde las tinieblas aún no se habían apoderado de todo su ser.

El joven dio un respingo; que tonto había sido años atrás, con creer que podía rechazar a la oscuridad simplemente con su fuerza de voluntad.

Hoy, tanto tiempo después, había descubierto que la oscuridad, las sombras... todo, era parte de sí mismo.

Lentamente entreabrió los verdes orbes y con un rápido e impredecible movimiento se dignó a tomar el auricular del teléfono y llevarlo al lado de su pálido rostro, la voz grave e inanimada al contestar:

—Diga.

— ¡Riku…!—La voz del otro lado del tubo era suave y afectuosa — ¿He sido el primero en llamar, verdad?

—Como siempre…

—Pues… ¡Feliz cumpleaños entonces…!

—Gracias… Sora.

Quien llamaba dejó oír un suave gruñido:

—Eh, Riku… ¿Qué ocurre contigo?

—Nada.

— ¿Nada y te escuchas como si el mundo fuera a acabarse?

El joven se limitó a soltar un largo suspiro:

— ¿Cómo está Kairi?

—Eh, ¡Pues bien! —Sora soltó una risita suave— ¡El negocio marcha sobre ruedas! De hecho… jamás creí que las clases de arte se remuneraran tan bien ¿Sabes? Kairi realmente tiene un don y no me refiero a sus dotes creativas, sino a la paciencia que tiene con esos mocosos…

Riku arqueó las cejas:

—Creí que te agradaban los niños…

—Bueno, pues, sólo cuando no juegan al tiro de jabalinas con los condenados pinceles…

Riku esbozó una imperceptible media sonrisa, le agradaba oír de ellos. Indiscutiblemente, el corazón se le encogía de rencor y melancolía al hacerlo, pero, por otra parte, era un dolor que quizá estuviera dispuesto a soportar:

—Riku…

— ¿Hmn…?

—Yo también estoy haciendo algo con mi vida.

El joven soltó un respingo arrogante:

—Ya era hora.

— ¡Ya-a!— Sora esbozó un ligero mohín —Estoy hablando en serio.

—Correcto. Entonces; ¿Qué es lo que estás haciendo Sora?

—Bueno, pues… ESPERA: ¡Promete que no te burlarás de mí!

—Estás loco. ¿Con quién crees que estás hablando?

—Ya. Entonces no te diré nada…

Riku se limitó a sonreír levemente:

—Vamos Sora, ¿Desde cuando te ha preocupado lo que yo opine?

— ¿Qué dices? ¡Si me importa!

—Oh, claro que no.

— ¡Claro que si!

Riku soltó un largo suspiro, frunciendo el ceño antes de volver a tomar la palabra, francamente, no estaba tan loco como para meterse en un duelo de voluntades con Sora. Años atrás lo hubiera hecho sin dudar pero, ahora, difícilmente podía considerarse dueño de su propia voluntad:

—Ya Sora, ¿En qué trabajas?

Había un dejo de duda en el tono infantil que Sora empleaba al hablar con su mejor amigo cuando preguntó:

— ¿De verás quieres saber?

—Si no quisiera saber, no estaría preguntando imbécil.

— ¡No soy imbécil! ¡Tú! ¡Grandísimo…!

La voz de Riku no mostraba ni el menor toque de emoción al interrumpirlo:

—Sora.

— ¡¿QUÉ…?

—Escúpelo de una jodida vez.

Sora se limitó a soltar un ligero gruñido cuando finalmente encontró el valor para responder (Obviamente, empezando a temer que Riku se cansara de tanta charla y decidiera colgar el tubo y no volver a contestarle):

—Bueno, he decidido poner una confitería.

Silencio.

Y más silencio.

Sora se atrevió a articular palabra, temiendo que la línea se hubiera cortado:

— ¿Riku…? Riku: ¿Estás ahí…?

—Claro que si, Sora.

—B, Bueno y… ehm… ¿Qué piensas…?

— ¿Ahora?

Sora soltó un respingo:

—No, Riku: MAÑANA… ¡Claro que AHORA!

Riku esbozó una ligera media sonrisa:

— ¿Y qué quieres que te diga?

—Pues… lo que piensas sobre todo esto.

—Bien, pienso… que no es la primera vez que emprendes alguna tontería así, por lo que sorprenderse no está en los parámetros. Sin embargo…

Sora empezaba a fastidiarse y eso se notaba por el cambio en el tono de su voz, haciéndose esta más grave y cascada a medida que pronunciaba las palabras:

— "Sin embargo" ¿QUÉ…?

—Sin embargo pienso que te verías adorable de cofia y delantal.

— ¡¿PORQUÉ NO TE VAS AL…?

Riku soltó una carcajada ante la rabieta de su viejo amigo de cabellera alborotada:

—Ya Sora, cálmate.

— ¡Estoy… CALMADO!

—Nunca supiste tomar un cumplido.

—Vete al diablo, Riku…

El de verdes orbes suavizó el tono de su voz al continuar:

—Y, esa confitería tuya…

— ¿Qué...?

—Nada pues… ¿Marcha bien?

Sora se llevó la mano libre tras la nuca, mordiéndose el labio inferior al responder:

—Lo hacía al principio, claro, conmigo bastaba para ocuparme de la cocina, las vitrinas y la caja pero después llegaron los pedidos, las largas filas de clientes a media tarde y los camiones del reparto…

Riku frunció el ceño sin notarlo:

—Dices que… ¿Tú solo llevas TODO eso?

El de alborotada melena castaña esbozó una risita trémula:

—No me des todo el crédito Riku; Kairi me echa una mano en sus ratos libres…

—De todos modos es demasiado trabajo para ti solo. ¿No has pensado en contratar asistentes?

—Nah, Ya sabes como soy; odiaría tener que quitarle a alguien su tiempo para sacar esto adelante… además, me gusta trabajar y poner todo mi esfuerzo en lo que hago. Es muy gratificante ¿Sabes…?

—Tonterías. Si no quieres hacerles perder el tiempo entonces págales por el trabajo.

—Bah, no lo sé… quizá todo esto es demasiado para mi… a lo mejor debería tratar con otra cosa…

Riku soltó un gruñido:

— ¡¿De qué diablos hablas? ¿Acaso el portador de la llave espada va a rendirse ante una estúpida confitería? ¡Demonios Sora, creí que tenías más carácter…!

— ¡¿Quién habla de carácter…? ¡Te la pasas encerrado en tu jodido apartamento desde que… …desde que ESO pasó…!

— ¡Pues es mi maldito problema…!

Sora frunció el ceño:

—NO. Tu maldito problema es que no quieres mirar atrás.

La voz de Riku se convirtió en un murmullo apenas audible:

—No lo necesito. No necesito a nada ni a nadie.

—Pues nosotros a ti, SI.

Silencio.

Riku dejó escapar un suspiro; incorporándose del lujoso diván para dirigirse, teléfono en mano, al amplio ventanal de su residencia, desde el cual pudo contemplar las refulgentes torres de Ciudad Resplandor en todo su esplendor:

—Sora…

—Te escucho.

—No sé si pueda…

—Espera, Riku.

— ¿Qué…?

—Quizá quieras oír algo que se me ha ocurrido.

El joven de pupilas aguamarinas se limitó a sonreír con ironía:

—No lo sé, la última vez que se te ocurrió algo acabaste usando cofia…

— ¡Ya-a! ¡No uso nada como eso! ¡Yo… Ni siquiera sé que es una COFIA!

Riku sonrió para sí, esforzándose por sonar afligido:

—Disculpa. No te interrumpiré más…

Silencio.

Sora tomó aire antes de continuar:

—Riku, si hay alguien que puede ayudarme con todo esto… ESE ERES TÚ.

—No, no te entiendo.

—Riku: Necesito que regreses a las Islas del Destino.

El joven de empalidecida mirada esmeralda posó sus apenados orbes sobre la vista que el cristalino mirador le ofrecía.

Las Islas del Destino.

El sitio que fue su hogar durante dieciocho años. Un lugar que lo cobijó… hasta ese funesto día cuando todo se volteó de cabeza y debió escapar para salvar su vida.

—Riku… —la voz de Sora del otro lado del auricular era tan suplicante como los felices recuerdos que los unían— Riku, por favor… sólo serán unos días, al menos, hasta que puedas ayudarme a sacar esto adelante.

—De todas las excusas que pudiste usar para que volviera, esta fue la más creativa ¿Lo sabes…?

Sora esbozó una risita triste:

—Debes darme crédito por eso.

—Lo hago.

Silencio.

La voz de Sora se oyó tan trémula como esperanzada al preguntar:

—Entonces… ¿Volverás…?

—Sora, yo…

— ¡Vamos…! ¡Estarás bien! Te prometo, que nada malo volverá a ocurrir.

Riku soltó un gruñido:

—No necesito que NADIE cuide de mí.

Sora, a su vez, soltó un largo suspiro:

—Nadie más cabezota que tú ¿eh…? Bien, nadie cuidará de ti ¿Satisfecho…?

Silencio.

Riku sabía que Sora no se rendiría, lo llamaba cabezota a él, ignorando lo persistente que era él mismo cuando se proponía algo.

Sora no se detendría hasta que le diera una respuesta decente:

—Una semana.

El de cabellera café parpadeó confundido, haciendo bailar sus enormes orbes azules en su ingenua tez:

— ¿E-Eh…?

—Viajaré allí en una semana. Tengo que arreglar algunos asuntos antes de dejar la ciudad.

Sora soltó un grito triunfal que provocó que su mejor amigo apartara el teléfono de su rostro:

— ¡G-E-E-NIAAAAL! ¡Genial, Genial Riku! ¡No puedo esperar a que vuelvas a casa!

—Sólo iré unos días Sor…

— ¡Si, claro! ¡Ya hablaremos de eso cuando regreses…!

—Sora…

— ¡Espera…! ¡Debo buscar a Kairi y darle las buenas noticias! ¡Estará tan feliz…!

Riku arqueó una pálida ceja al oír a Sora soltar el auricular y dar un fuerte golpe a la puerta principal. Obviamente, corría rumbo a la residencia de Kairi (que quedaba a ocho casas de la suya) por lo que tardaría un buen rato en regresar.

Vacilante, pero sin arrepentirse de la desición que acababa de tomar, Riku colocó el auricular sobre una mesilla de cristal y se dedicó a contemplar el panorama que la moderna metrópolis ofrecía.

Fue fácil ocultarse del pasado en ese lugar. En las Islas del Destino, probablemente ya no pudiera hacerlo.

Eventualmente, todo lo dañaría otra vez.

Mas, en lo profundo de su alma, pudo distinguir a las sombras acecharle y observarle.

Esas sombras discretas, prudentes, reservadas y sigilosas que salían de cacería cuando todos dormían en la gran ciudad.

Esperando…

… Para saciarse de su dolor como lo hacían todas las noches desde hacía ya cuatro largos años.

Y, como nunca antes había pensado siquiera en intentar:

LES DIJO ADIÓS.

¡Fin del episodio!

¡GRACIAS POR LEER!

DREDOMUS-HUGHES