No entiendo lo que quieres de mí. ¿Ver unos moratones en una piel ligeramente tostada por el sol de trabajar en el campo? ¿Unos ojos verde oliva humedecidos por el escozor de cada herida que abrías?
Pues… Te juro… Que no pienso soltar una lágrima.
- ¡¿Por qué no abres la boca?! ¡Sé que tú sabías que Feliciano estaba enfermo! ¿¡Por qué ni tú ni él me dijisteis nada!? ¡Era su novio! ¡Me había costado cuatro años reconocer mi sexualidad desde que lo conocí, y tan solo medio año después de comenzar a salir juntos…!
Desapareció sin poder decirte nada. La Esclerosis Lateral Amiotrófica se manifestaba de pronto, con síntomas que a largo plazo hacían de la recta final hacia tu muerte algo interminable, insufrible… Que terminas sin saber si has muerto antes de mente o de cuerpo.
Mi hermano, Feliciano Vargas, murió hace dos semanas. Yo era el único en todo el mundo –a excepción de los médicos que lo trataron- que conocía su caso. Cuando tan solo tenía quince años, detectaron en su cuerpo la existencia de esta enfermedad, pero no fue hasta hace medio año que comenzó a presentar los síntomas.
Feliciano Vargas sabía que iba a morir. Y justo cuando salimos de la mano del hospital tras recibir esa infortunada noticia hace cinco años… En sus ojos castaños se reflejaba la imagen del fornido alemán que tiraba de sus tres perros, ¡que casi tumbaban a mi hermano al suelo! La primera vez que escuchó la voz de Ludwig…
[ - Disculpa, no te querían hacer daño, solo iban a jugar y no pude sujetarlos… ¿Te encuentras bien? ]
No se parecía en absoluto a la que ahora chillaba desde arriba acompañada de fuertes palmetazos. Tsk… Escupía sangre hacia uno de los lados, mirándole firme a los ojos.
- ¡¿Por qué NO ME LO DIJISTE?!
Si esa fue la decisión de Feliciano, estuviera bien o mal, yo la iba a respetar. Él quiso llevar su corta esperanza de vida con una sonrisa siempre por delante, y ante todo, quiso desaparecer de tu mundo para que los últimos días se los pudiera llevar a la camilla del hospital como buenas memorias. ¿Crees que alguien enamorado iba a permitir que lo último que viera de su pareja fueran unas rabiosas e impotentes lágrimas?
Las que estoy viendo ahora mismo yo… No quisiera por nada del mundo que Feliciano guardara esta imagen para su tumba… Estoy muy orgulloso de su elección.
Tú, Ludwig… Por mucho que llores ahora… No entenderás jamás por lo que he pasado junto a mi hermano. No tienes ni la menor idea. Que un día te llame por teléfono y te diga que está en el suelo y no puede levantarse. Que al día siguiente al salir del trabajo, te encuentres un mensaje de audio en el móvil, escuchando una voz ronca sin apenas vocalizar que pide papilla porque se ahoga si intenta masticar algo…
Tú te pudiste guardar una imagen de Feliciano dando brincos por la calle como el idiota que es. Yo cada vez que pienso en él, la imagen que me persigue es la de un hombre deprimido con una falsa sonrisa pegado al suero.
Mi nombre es Lovino. Lovino Vargas. Tengo veintitrés años y mi hermano menor murió a los veinte por una enfermedad que solo cinco de cada cien mil personas en el mundo sufren. Es una enfermedad que consiste en el desgaste anticipado de las neuronas, de modo que dejan de poder mandar órdenes al cuerpo, y al mismo tiempo, no afecta a la mente, pues eres plenamente consciente de cómo te estás muriendo. Por norma general, es una enfermedad que crece en las personas de cuarenta años mínimo pero… Hay de todo. Y su hermano ha sido una excesivamente joven victima de esa mierda.
Llevo una semana secuestrado por este fornido alemán come patatas. Aunque no lo parezca, yo tengo vida allí afuera. Que mi hermano haya muerto no significa que no tenga nada. Tengo una casa vacía a la que ir. Un mal remunerado trabajo recogiendo aceitunas.
Hmmm…
Bueno, ¡es algo, ¿vale?! ¡No quiero amargarme como este imbécil estaba haciendo! Rayos, ¡llevaba una semana pegándome y no tenía suficiente! ¿Pero que mas querías de mi? No puedo traerlo de vuelta. ¡Y esa enfermedad es hereditaria! Tenía que saber los resultados de las pruebas que me hice este año…
- Eh, bastardo – Vocalizaba por primera vez en los últimos tres días – Déjalo ya, ¿quieres? No te confundas, no te estoy pidiendo piedad. Lo haría, de no ser porque me parece que tu motivo no tiene sentido. Es estúpido. Igual que tú. Feliciano… No va a resucitar… - Fruncía el ceño, enfadado de verdad – Si crees que es algo que a mí no afecta, adelante, piensa lo que quieras. Pero aun tengo cosas que hacer afuera. Igual que tú. Y si, igual que yo, amabas a Feliciano… Acaba con esto. Él, si te viera, no podrá estar en paz allí arriba. ¿Quieres arruinarle el descanso a tu supuesto amado, eh?
Yo resoplaba… y el parecía haberse calmado. Señor santo… Le costó una semana pillar la realidad de la situación, ¿eh?
Sin embargo…
Cuando pensaba que iba a replantearse de una vez el soltarme y dejarme marchar, un latigazo atosigaba mi espalda.
… Maldito bastardo come patatas… Eso iba a dejar marca…
Ludwig era de esas típicas personas serias, con una paciencia bendita, que se veían frías, enormes y rudas, pero por dentro eran un mar de amabilidad. Eso fue lo que mi hermano vio en él y lo que yo creo que ha desaparecido. No sé si crónica u ocasionalmente. Pero durante estos días, ni amabilidad ni paciencia. Solo golpes. Ah… mientras me sintiera vivo de mente… Esto no era absolutamente nada.
Cinco días más tarde de lo que habéis leído, pisé la calle. No tenía nada más que hacer en Italia. Ni si quiera me atreví a denunciar al rubiales traumatizado. Solo…
Quise empezar algo nuevo en cuanto vi los resultados del test médico de este año.
