Renuncia: Qué puedo decir, ni TG, ni la diosa-Rize, ni mi bebé-Nimura son míos, todo de Ishida Sui.

Ah, semi-spoiler (o algo así) del cap 101. Also, dance macabre es una pieza de Saint-Saens (que van a ir corriendo a escuchar), y los títulos son estrofas de la canción Fake It, de Bastille. Y… ah, se supone que esto es un two-shot. Vaya a saber cuando actualizo. Love and peace, niños.


Dance Macabre


Nimura es el príncipe. Pero Rize es la Reina.

1. Still wanna waste all of my time (I wanna waste all of my time)

Son dos niños que juegan al paraíso en un jardín de flores podridas. Ah, pero son tan bonitas las flores, aun podridas; tienen un aroma como a cadáveres en descomposición y al sol que se asoma tímido por las colinas, por el horizonte, en una tarde veraniega que llega a su fin (tal dulce, tan agrio). El reloj que cuelga de sus cuellos es como un interminable entretiempo del saber, en el que se pasan las tardes correteando -y aplastando a las flores. Nimura siempre va un paso detrás de Rize. Ella corre salvaje por el campo, hacia el horizonte del tiempo, con su risa estridente y sus dientes blancos -a veces se pueden ver manchas rojas, pero a Nimura no le importa, Rize es hermosa; Rize es La Belleza, ¿qué puede importarle un par de manchas en sus dientes?

Ahí va, la sigue como un condenado, siempre un paso detrás del tiempo.

—¡Rize, esperáme! ¡Rize!

Ella se ríe ante sus suplicas -ah, toda la vida se reirá de sus suplicas- y niega. Extiende las alas -rojas, carmesíes, tentáculos que cubren el horizonte- y acelera. Gloriosa. Los pies queman la tierra y despiadados destripan a las flores. Siente la adrenalina perderse entre tanta piel y el sudor pegajoso bajar por su cuello cual dedos helados. Ella es el viento, es el aire, es el olor a flores marchitas y machucadas con cadáveres. Ella es libre.

—¡Vamos, Nimura-kun!

Lo anima, al pobre desgraciado.

(Nunca será libre, el Desgraciado… pobre pobre Nimura-kun).

2. Still wanna waste all of my time (I wanna waste all of my time With You)

Se prometen promesas rotas; desde que las cosen a sus bocas no son más que mentiras pérfidas que se unen en cadena. La Cadena de los Codenados, la llama Rize en secreto. Es que ella puede ver todas y cada una de sus mentiritas, por pequeñas que sean, con sus ojos grandes y curiosos, hambrientos. Nimura es un niño demasiado dulce, al borde de lo empalagoso, y quizá por eso huela tan bien. Rize se lo pregunta tooodooo el tiempo, mientras sus piesitos cuelgan del horizonte.

Oh oh mi querido Nimura-kun, hueles tan bien, tan tan bien, ¿qué pasará si te doy una mordida?

Incluso cuando el niño aparece frente a ella como un enano que quiere convertirse en gigante y superar cualquier cuento de hadas se lo pregunta, hace ecos; mientras que los cuentos favoritos de Nimura son los de los hermanos Grimm -con sus princesas para rescatar y sus gansas de oro y habichuelas mágicas y lobos que se comen caperucitas- los cuentos favoritos de Rize son los de Takatsuki Sen. Siempre una niña tan sofisticada, esta Rize. Su alta costura -de cuerpecito y de ropitas- equipara y hay noches que supera su alta literatura. Así que hay un puente inquebrantable entre los dos niños que juegan en el paraíso y corren hacia el destiempo. A veces, él tímido y ella atrevida, se atreven rasqueteando el borde a quebrantar el puente. Siguen las migajas de pan como Hansel y Gretel, a encontrar…

—Oh, pero Nimura-kun, lo que se encuentran Hansel y Gretel es una bruja que quiere comérselos.

—Eso es al principio del cuento, Rize. Después… —su voz se pierde.

A Rize no le convence demasiado. Le gusta Hansel y Gretel, si, más no por las razones que Nimura cree.

3. Oh my lover, my lover, my love (We can never go back)

Al final de un ocaso están corriéndose entre sí , riendo y jugando a que son (el cazador y su presa). La risa de Nimura se acerca al histerismo y la de Rize parece poseída por dioses paganos. Son niños muy escandalosos (¿sabes? Queremos comernos al mundo, queremos salir de esta jaula de rosas falsas y este jardín eterno para encontrarnos con la finitud de los cuerpos que cuelgan en los cuentos, los que siempre encuentran su final con bonitas palabras en inglés: t-h-e-e-n-d) que no saben guardar la compostura. Impropios, alguien les dijo una vez. No, maleducados. ¡Eso! Niños que no saben, no conocen, cuál es su lugar. ¿Y cuál es, exactamente? Es en una de esas correteadas que Rize, empapada por el gozo que salta salvaje en sus venas y el olor embriagador de las flores -no, no de las flores, no de cosas que no tiene más vida que la esencia, sino de alguien que suda mares y transpira desiertos- confiesa su pregunta más molesta: ¡hueles tan bien, Nimura-kun!

Entonces Nimura sufre un lapsus mental en el que todas las estrellas del universo se alinean y hay un par de planetas que a lo lejos chocan, explotan, justo cuando Rize lo alcanza. Plop. Chocan como los huesitos de las costillas cuando te dan un golpe por ahí, en el esternón. Se envuelven en los brazos del otro como boas constrictoras, ahogándose y sofocándose -el oxigeno es una mierda superficial, después de todo- y Rize, sientiendóse ebria de placer, alta en su trono de sensaciones, confiesa su deseo más mórbido (di que si di que si di que si mi pobre pobre Nimura-kun): quiero comerte.

(di que quieres que te abra en dos para poder hundir mis manos sobre el corazón que tienes pegado al pecho; prometo solemnemete que lo mantendré a salvo, lo pondré dentro de mi ¿ves? justo al lado del mío, para que latan en sincronía y se burlen del tiempo; anda, Nimura-kun, mi pobre pobre Nimura-kan, di que si y te daré la Tierra entera, será tuya -mientras que tú serás mío)

4. (We can only do our best to recreate)

Era el Desgraciado, así que dijo que sí,

cómeme, Rize

...

...