"Eirik" es Islandia. El resto de los personajes es obvio :)


de periodistas y procesos penales

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Era una hermosa tarde de invierno para todos en la ciudad menos para Eirik Steilsson, que estaba tomándose un latte a la entrada de Tribunales, sentado en los escalones de piedra mientras miraba aburrido cómo la gente iba y venía. Aburrido. Aburrido. Aburrido. El latte estaba bueno.

Hacía bastante frío y el sol salía de vez en cuando, asomándose tímidamente entre grandes parches de nubes grises, y bañaba de luz amarilla la plaza, los monumentos, y el gran gomero que con sus ramas eternas hacía de casa como a cinco vagabundos.

Eirik releyó distraídamente las notas que había estado tomando a lo largo del caso y suspiró. Cuando lo pasara en limpio, no solamente iba a causar un terrible revuelo en el mundo de la farándula, sino que (antes), iba a costarle noches y noches de insomnio. Porque era un terrible despelote, por eso. Como siempre.

Por eso odiaba con toda su alma los reportajes de juicios, y si le asignaban alguno, pobre del que se le cruzara. Pero, en fin.

El casito que tenía entre manos era una joya de lo insólito. En medio de una fiesta under, de esas atiborradas de gente mal vestida con colores flúor, cuero de vez en cuando y mucho, mucho plástico negro; habían pescado al DJ traficando drogas. Bueno, así resumido parecía fácil. La verdad era que las pruebas eran dudosas (aunque droga había, y mucha, y de la dura), que el allanamiento había sido un poco intempestivo, y que el DJ narco en cuestión era una de esas celebridades de la música electro que levantaba guita en pala. Eso último en especial siempre, siempre trababa los procesos. Eirik casi que tenía pruebas contundentes: estaban todos comprados.

Bueno, a decir verdad, no todos. Había un par de individuos, con los que Eirik había tenido que verse en un par de ocasiones antes por temas parecidos y distintos. Y a esos no los compraba nadie ni con todo el oro de la conquista de América:

El fiscal y el juez.

Claro, claro, fiscales y jueces rotaban según temas de competencia y jurisdicción, pero a fin de cuentas, cuando a Eirik le mandaban a escribir notas imposiblemente largas y detalladas (¡y jugosas!) sobre la "vida judicial" de los famosos, siempre terminaba viéndoselas con ellos porque esos casos siempre caían en sus juzgados.

Eirik revisó sus notas nuevamente. El quid de la cuestión del famoso este que le tocaba, el DJ, "DJ Puffin" como le llamaban los fans (que tenía una cara de mafia serbia que se caía de lo intimidante), era que la abogada defensora había pedido una suspensión de juicio a prueba, una "probation", y (con lo que Eirik juzgaba era excelente criterio, si tenía que hablar por la pinta del DJ) el Tribunal Oral se la había denegado. Claro, si le concedían la suspensión de juicio a prueba significaba que pagando por el daño que teóricamente había cometido, le conmutaban la pena por la realización de tareas comunitarias. Resumidamente, la probation podía sólo aplicarse a delitos con pena máxima de tres años, y la que le tocaba a este DJ Puffin era de máximo 6 años, por lo que no procedía aplicarla.

Entonces la abogada defensora, Tiina Väinamöinen, que era una mujer de mediana edad, ni muy alta ni muy baja pero bastante bonita y con un carácter explosivo, había interpuesto recurso de casación.

"Ya vas a ver, Mr. Puffin," le había dicho, "No te van a poder tocar ni un pelo. Vamos a hacer justicia…" Claro, Eirik tenía que agregar en su nota que la mujer se las había ensañado con el fiscal, un tipo súper competitivo que, de yapa, odiaba la música electro.

Køhler, Matthias Køhler se llamaba el fiscal, y viéndolo caminar por la calle era un personaje por el que Eirik no hubiera dado ni un centavo. Alto, entrador, súper buen mozo y jovial, vestido tan informal que la corbata parecía un chiste. Eirik le había caído bien de entrada, y no había vez que el periodista no se cruzara con el fiscal y éste le pasara los brazos sobre los hombros en gesto afable, o que le desordenara el pelo que había estado media mañana acomodando.

"¿Y el artículo sobre mi para cuando, eh?" solía decirle Køhler, "Todos estos famosos son unos pichis delincuentes, dejáte de perder el tiempo!" Y se reía. Con esa risa amplia y contagiosa, que hacía que Eirik siempre terminara sonriendo un poquitito muy a su pesar. Claro, ni bien lo conoció pensó, este tipo es un idiota engreído y en dos segundos la defensora le va reventar los argumentos

Y nope. Naaaaaaaada que ver. Resultó ser que el tal Matthias era bastante bueno en lo que hacía. Cuando Tiina y Mr. Puffin pidieron el recurso de casación, les había él desbaratado la defensa antes de que se pudieran dar cuenta.

Tiina lo había encarado sin problemas, y dado que ya a esa altura se trataban como viejos conocidos, le había dicho algo como: "¿Y el principio de igualdad? Está bien redactadito en el art. 16 de un librito que se llama CONSTITUCIÓN NACIONAL. Te recomiendo que lo leas, Matthias, es muy interesante…"

Y la respuesta del fiscal había sido, según la opinión de Eirik, vagamente desagradable pero impecablemente formulada: "No encuentro que el recurso solicitado pueda prosperar con base en los principios constitucionales que el demandado pretende invocar, dado que la solución del conflicto puede hallarse sencillamente en el derecho común, más precisamente en el art. 76 bis del Código Penal." Según el que llanamente si eran más de 3 años de pena no podía aplicarse la suspensión de juicio a prueba. "Más claro echále agua," había agregado Matthias luego, con una sonrisita sobradora que a Tiina la ponía del más pésimo mal humor.

Entonces Tiina, mujer de armas tomar si las había, lo había agarrado a DJ Puffin y le había dicho: "Mirá, Puffin, de esta vas a zafar. Ya más que por vos es contra él," y lo había señalado a Matthias que, al salir de casación, se había encontrado con un abogado americano amigo suyo y estaban haciendo planes para ese viernes a la noche.

Después de eso, la defensa interpuso recurso extraordinario federal para que la Suprema Corte revisara el caso. De más está decir que Matthias, una vez repuesto de su terrible borrachera del fin de semana, claro está, le desarticuló los argumentos una vez más, diciendo que no correspondía que le concedieran el recurso extraordinario cuando ni siquiera había podido demostrar una lesión al debido proceso que lo ameritara. Y la Suprema Corte había denegado el recurso.

Eirik había estado presente en todas las instancias relatadas, autorizado por los tribunales y por Mr. Puffin, como una suerte de cronista del proceso. Suponía además que la revista para la que trabajaba tenía sus contactos, o que Mr. Puffin estaba interesado en que se contara su historia de manera épica y había sobornado generosamente a diestra y siniestra para que eso fuera posible, de cualquier modo, lo único que realmente había disfrutado había sido la breve entrevista entre la defensa, el fiscal, y un juez de la Suprema Corte, después de que la defensa se hubiera vuelto a quejar y le concedieran finalmente el recurso extraordinario.

Ese día había sido épico, y Eirik había tenido que hacer fuerzas para mostrar la menor cantidad de emociones en el rostro. Casi parecía que los tres se habían olvidado de que estaban intentando ver si condenaban o no a un hombre a prisión por comercialización de estupefacientes (la forma correcta de decir "venta de LSD a pendejos inconscientes"), sin hablar del tema del no/si suspensión de juicio a prueba.

Eirik, sentado en el fondo de la sala, había estado mensajeándose con un colega polaco que estaba pasándola en grande en un evento de alta costura en Rio cuando entró el juez a la audiencia. Era un hombre alto y ancho de espaldas, mucho más joven de lo que Eirik suponía era el promedio de edad de los jueces de la Suprema Corte, elegantísimo y muy serio.

Y la primer gran cosa que Eirik vio ese día fue que el juez, nunca perdiendo la cara de póquer, se sonrojó bajo los anteojos cuando la defensora lo miró por primera vez y le sonrió. Ahí fue cuando el periodista puso el celular en silencio y lo metió en la mochila, sacó el cuadernito de notas y empezó a tomar apuntes, muy entretenido.

"…se denegó la suspensión de juicio a prueba porque el máximo de prisión excede los tres años," dijo el juez (que, según las notas de Eirik, debía llamarse Sven Östenstjärna).

"Pero, Vuestra Señoría," dijo Tiina más amigablemente de lo que la situación requería, "según el segundo supuesto del artículo 76 bis, hay delitos con condena de cumplimiento en suspenso para los que puede aplicarse."

"Claro," interrumpió Matthias, "Así, cualquiera tergiversa el código procesal. Y no se olvide, 'Vuestra Excelencia', en casación andaban quejándose de violaciones muy infundadas al derecho de igualdad."

El juez, de negro íntegro e imparcialidad claramente dudable apenas miró al fiscal, por quien claramente no sentía demasiada simpatía, y dijo:

"Se solicita al Ministerio Público Fiscal que deje de decir incoherencias."

Matthias pescadeó por unos segundos, sin querer creer lo que acababa de oír, y Sven les adelantó la resolución de la Suprema Corte en pocas palabras: había por ahí dando vueltas un principio pro homine, según el que se debía privilegiar la interpretación legal que más derechos le confiriera al ser humano frente al poder del estado. Y que aplicado a la cuestión a resolver, implicaba una interpretación amplia del bendito artículo 76 que Eirik jamás había leído, pero que posibilitaba que al DJ de moral dudosa le suspendieran el juicio a prueba…

Eirik leía sus notas, y ahora estaba tan inmerso en ellas, recordando la cara de horror del fiscal y la sonrisita cómplice que habían intercambiado juez y defensora, que no notó a la persona que se le acercaba hasta que se sentó al lado de él y le puso una mano en el hombro.

"Hola hermano," le dijeron, y Eirik (una vez pasado el sobresalto), reconoció enseguida la voz de Nor Fjellssønn, que después de los entretenidos cuentos de Eirik había decido acompañarlo el día que anunciaran el veredicto del caso Puffin, que ya se había filtrado un poco a la prensa y los tenía a todos los adolescentes enloquecidos queriendo probar lo que el DJ vendía. Claro. Publicidad negativa.

Era del tipo de "paradojas dramáticas que ponen en evidencia al mundo cruel en el que todos nos desarrollamos en nuestra lenta transición a la agonía final" que al sofisticado Nor le encantaban.

Las puertas de tribunales se abrieron al final de las escaleras, y empezó a salir gente. Algunos periodistas rondaban ya por ahí dispuestos a entrevistar a DJ Puffin, pero Tiina lo guió rápidamente a un auto negro que los estaba esperando, todo el tiempo diciendo "Mi cliente no tiene nada que decir," y se fueron. Así como así. Y así también se dispersó la prensa, ya que no salió ningún juez (mucho menos Östenstjärna, Eirik pensó divertido) ni nadie que les pudiera satisfacer la curiosidad.

Eirik parpadeó apático y Nor sacudió la cabeza:

"Si hubiera sabido que iba a ser esto nada más, me hubiera quedado leyendo La Divina Comedia," se lamentó.

"Uh, Eirik…" una voz se escuchó detrás del periodista, y Eirik, al darse vuelta, vio que era Matthias que estaba saliendo de tribunales una vez que se aseguró de que no había nadie que fuera a molestarlo.

"Me ganaron esta vuelta," dijo, con expresión preocupada, "… Pero es que ese hijo de puta del juez, ese Östenstjärna y que el diablo se lo lleve, estaba muy ocupado haciéndole ojitos a esa bruja de Väinamöinen…"

Eirik, entre la cara de derrotado del fiscal y lo que acababa de escuchar, tuvo que reírse. "No te preocupes, algún día alguien va a escribirte un reportaje…"

Matthias masculló un par de obscenidades más hasta que sus ojos dieron en fijarse en Nor, se abrieron grande y sonrió.

"¡Vos! ¿Sos pariente de Eirik? Uuu, son iguales! ¿Son hermanos?" sin esperar respuesta, fue a intentar revolverle el pelo a Nor, como siempre hacía con Eirik, pero un movimiento que sospechosamente olía a karate le detuvo la mano en seco. El fiscal no pareció darse cuenta,

"Ah, si, bueno, es un gusto conocerte! ¡Cualquier familiar de Eirik me cae bien!" siguió diciendo.

Nor, apáticamente como siempre, lo miró a Eirik y sentenció: "¿Éste es el famoso fiscal, Eirik? Es un idiota." Eirik asintió seriamente.

"Jeje, ¡Sos muy interesante…! ¿Cómo te llamás?" seguía diciendo Matthias, y daba la vaga impresión de que no le estaban haciendo mucho caso.

"Ya es casi hora del almuerzo," dijo Nor con la misma voz que alguien que lee un aviso fúnebre.

"¡Podríamos ir a comer algo! ¡Esta vez no gané, pero al próximo seguro que lo meto preso!" exclamó Matthias, de perpetuo buen humor.

Eirik suspiró y guardó su cuaderno de notas nuevamente en la mochila. "Quiero otro latte," anunció.


A/N;

Claramente estaba estudiando probation, no entendía un carajo, y tuve que recurrir a mi viejo método de estudio: escribir fics!

Por si a alguien le interesa, las normas citadas son reales y pertenecen a la legislación Argentina. Con respecto al proceso penal, lo simplifiqué mucho. Y tiene muchos muchos elementos ficcionales.

En especial la parte del fiscal sexy.

jajaja.

Leer fics de Hetalia tiene esa gran capacidad de hacerte perder tiempo y aprender cosas inútilas a la vez. xD

Espero que lo hayan disfrutado! Quizás haya algún capítulo más. Este AU es muy copado =D