Disclaimer: nada de esto me pertenece. De lo contrario, en este momento estaría en Egipto, siendo abanicado por cuatro modelos en ropa interior. Sólo escribo por diversión :)
Este fic participa en el reto "Tres palabras, tres personajes", del foro The Ruins. Hice lo mejor que pudo con lo que me tocó, así que espero que lo disfruten.
Marca
El cabello negro le caía sobre el rostro empapado de sudor. Lo llevaba largo a la altura de los hombros y algunos mechones se le pegaban en la frente. Sus ojos marrones brillaban con lujuria. Sus pupilas dilatadas evidenciaban placer, un placer insano, retorcido, masoquista, mientras los latigazos laceraban su espalda.
—Te gusta duro —le susurró al oído una melosa voz de mujer, mientras le acariciaba la mejilla con una de sus uñas violetas. Ella presionó más fuerte y un pequeño corte apareció en la piel pálida de Antonin Dolohov. Él sonrió, lujurioso, mientras se relamía los labios.
—No pares.
Ella lo azotó una vez más con su varita, de cuya punta sobresalía un largo látigo de cuero negro y reluciente. Se llevó un dedo a la boca y contempló su trabajo. La espalda sangrante de Antonin era toda una obra de arte de la que ella estaba perfectamente orgullosa. Lástima que luego tuviera que hacer desaparecer las marcas con un hechizo. Antonin estaba en el equipo de Quidditch de Slytherin y si sus compañeros lo veían en los vestuarios, comenzarían a hacer preguntas. Y ella, que tenía novio, no podía admitir que nadie descubriera el pequeño juego que tenían.
—¿Rodolphus te deja hacerle esto, Bella? —le preguntó Antonin a Bellatrix, mientras se colocaba bien la túnica. Su espalda aún le dolía placenteramente, aunque las marcas desaparecían por completo en cuestión de media hora.
—Eso, cariño, no es de tu incumbencia —le susurró ella, juguetona, mientras recorría el rostro del chico con su varita. Antonin tenía solamente quince años, pero no los aparentaba en lo absoluto. Era distinto a cualquier otro chico de su edad, y eso era lo que había llamado la atención de Bellatrix.
—Supongo que nunca lo sabré —le sonrió él; una sonrisa torcida, agridulce.
Abandonaron aquella aula vacía con una diferencia de quince minutos, para no levantar sospechas. Los pasillos de Hogwarts estaban oscuros, pero había una buena posibilidad de que los atraparan. A ninguno de los dos le importaba; era un detalle menor, un pequeño precio a pagar que justificaba el increíble momento que acababan de pasar.
Claro que no duraría mucho. Bellatrix pronto abandonaría Hogwarts y el particular pasatiempo que la unía a Antonin desaparecía por completo. Una vez graduada, iba a tener cosas mucho más importantes de las que ocuparse. Tenía planes, planes grandiosos.
Pero lo que Bella no sabía, era que un tipo de marca muy diferente a las que ahora adornaban la espalda de Antonin los volvería a reunir años después. Una marca en el antebrazo izquierdo, que nada tenía que ver con el placer de castigar y ser castigado, ese pequeño juego al que le dedicaban buena parte de su tiempo en Hogwarts.
Porque no había tiempo para el placer al lado del Señor de las Tinieblas.
Nota: Por el momento subo el primero de los tres escritos. Los otros los subiré antes de la fecha final de entrega del reto.
Saludos,
Alex Franco
