Este es un two-shot mientras me despejo de todo y así retomar Reverie.
Pairing: Dean/Castiel, Dean/Claire!Castiel (Algo AU).
Disclaimer: Los personajes son de Kripke; esta aberración es cosa mía.
Spoilers: Toma algunos hechos de la cuarta temporada, luego sigue su propio curso.
Desde las profundidades.
Eran de esos días, esos donde Dean se siente perdido y molesto, donde no puede evitar andar rabioso y desquitarse por cualquier pequeñez con Sam.
Entonces ocurre lo esperable. Sam Winchester opta por lo más sensato y menos indoloro; se retira dejando a su hermano mayor peleando con el inmobiliario del cuarto de motel, sale hacia el estacionamiento y se sienta en el capó del Impala. Coge aire.
Quisiera poder quitarte el yugo a Dean, borrar las atrocidades que pasó en el Infierno. Si tuviera una varita mágica (una real, no una de juguete como con la que jugaba de pequeño) no dudaría ni un instante en socorrerle. Desea poder compensarle por aquel colosal sacrificio, muestra de amor fraternal, ese que Sam se recuerda constantemente cada noche antes de darle un último vistazo al rostro dormido y derrotado de Dean para luego refugiarse en los brazos de Ruby. Se convence de que lo hace por Dean, que esta vez es su turno de salvarle, de protegerle…
Pero, desde las profundidades de su ser, está consciente que es por poder. Porque sólo él tiene la capacidad, el mojo de reducir demonios en humo con su cabeza. Ayuda a la gente, muchos inocentes se han salvado gracias a eso…
Sí, no puede ser malo. Está haciendo lo correcto. ¿Verdad?
El celular refracta un rayo de sol cuando lo saca del bolsillo de sus vaqueros.
— ¿Ruby? —Musita procurando que no hay nadie a su alrededor—. Necesito verte ahora.
OoO
Dean observa a su alrededor.
No ve realmente.
Pareciera que un huracán hubiese arrasado con el cuartucho de motel; ropas repartidas por todo el lugar, armas, artilugios en la cama, botellas de cerveza obstaculizando el paso.
Es increíble lo mucho que cambió el lugar desde que Sam se fue hace diez minutos.
Y cuando Dean por fin empieza a escuchar algo más que su respiración, a disfrutar la calma después de la tormenta, lo siente.
—Hola Dean.
El Winchester maldice para sus adentros y se sienta en el suelo donde se había dejado caer desastrosamente cuando se cansó de intentar destruir la pocilga de motel con el fin de darle otro toque a la mala decoración.
Castiel está frente a él, su cabeza ladeada y sus ojos azulísimos clavados en los del cazador.
— ¿Qué rayos quieres, Cas? —Suspira pesadamente rodando los ojos de la exasperación. El ángel frunce el ceño de la extrañeza.
—Vine a ver cómo iba tu recuperación —responde enderezándose cuando se percata que Dean se pone de pie. Contempla en silencio como éste avanza a la cocinilla para hacerse de un vaso y sacar de una bolsa de papel otra botella de alcohol. Esta vez es whisky.
—Bueno, si lo que te preocupa es si la zurra que Alistar me dio me zafo algún otro tornillo, pues no —ironizó vagamente apoyándose contra el lavadero, enfrentándole. Movió el vaso, absorto en el juego de luz y sombra en que se ensalzaba el líquido marrón.
—Dean…
Fue tan rápido, tan fugaz. Y pese a que la sorpresa debería haberle hecho soltar unos cuantos improperios cuando notó que Castiel estaba frente a él, tan cerca que podía captar la calidez que emanaba de su recipiente, el humano calló.
—Ya no estás en el Infierno, ¿por qué te empeñas en revivirlo a cada segundo?
— ¿Estás husmeando en mi sesera de nuevo? —Arqueó una ceja y luego bebió un sorbo—. Cas, sabes que detesto que lo hagas.
—No necesito invadir tus pensamientos —rebatió mirándole fijamente, casi sin parpadear—. Te conozco mejor de lo que crees, Dean.
El cazador bufó fingiendo gracia.
—Ya, ahora me dirás que has estado cuidando de mi desde una esponjosa nube —su rostro se endureció abruptamente—. Ahórrate esa mierda, Cas. Lo que menos necesito ahora es un acosador a tiempo completo.
—Pero es cierto —su voz sonó más profunda y la estela de tristeza se transparentó al instante, rozando a Dean, helándole—. Y antes, tú solías cuidar de mí.
El cazador se tropicó.
— ¿De qué rayos hablas? —En ese segundo pareció despertar de un largo ensueño; el entumecido temor se entremezcló con la sensación asfixia y antes de saberlo el Winchester se había alejado unos buenos metros del ángel—. No tengo idea qué carajo aspiraste, tío, pero créeme cuando te digo: hoy no estoy de humor para psicoanalizarte.
—No entiendo esa referencia —arrugó los labios, un aura de tristeza cobrando fuerza y rodeándole, haciéndole ver menos majestuoso, menos ángel. Casi humano. Vio la barrera invisible que Dean levantó, esa que decía No te acerques o te pateo el culo y me importa un putas si eres ángel. Evoca esa misma ferocidad, sí, es de cuando lo encontró en el averno tan destrozado, tan humillado y frágil…Vuelve a sentir que su Gracia se estruja. Suelta el aire de golpe con ojos cerrados como si de pronto estuviese muy cansado, aunque realmente no rememora la sensación, y pide disculpas a su Padre por lo que está a punto de hacer—. Dean —alza la mirada reticente. El humano todavía se muestra receloso, pero al oír su nombre en ese tono casi quebradizo relaja levemente el ceño; al menos se lo debe—. No vine con la intención de importunarte —aclara el mensajero de Dios sin mostrar intenciones de acercarse—sino para contarte la verdad.
— ¿La verdad?—Tosió Dean mirando con escepticismo a Castiel—¿Qué quieres decir, Cas?
— Quiero decirte cuando realmente nos conocimos, en qué circunstancias... y lo mucho que anhelé poder volver a verte.
Antes de poder objetar con todo su florido vocabulario, el ángel le tocó en la sien y sólo el estrepito del vaso estrellándose contra el suelo resonó en la vacía y desolada habitación.
OoO
— ¿Dónde estamos? —Exigió el cazador en cuando pudo ponerse de pie y enfocar a su alrededor. Esto definitivamente no era Massachusetts.
—Lo exacto es decir en qué año estamos —aseveró Castiel a su lado sin mirarle, azorado por el paisaje ante sus ojos. Por segundos algo parecido a nostalgia bañó sus facciones. Echo a andar sin esperar que el humano tras si le siguiese o en su defecto increpase.
Había algo, percibió Dean. El lugar, el aire… le parecían tan familiar. No frenó el impulso de ir tras el ángel y pese a que se cuestionó su extraño actuar, porque Castiel siempre había sido rarito para su gusto, su psiquis no entró en estado de alerta cuando se dijo que tenía que ir con él.
—Esta época se conoce como Ilustración —de pronto la voz de Cas inundó todo mientras se acercaban a los asentamientos de una ciudad; la gente parecía no verles ni escucharles y Dean tuvo que detenerse un segundo cuando realizó que había atravesado a una jovencita que pasó corriendo y brincando—. Las personas que vivieron en este periodo no consideraban que así fuera… al menos, yo no.
—Lo dices con mucha propiedad —comentó el cazador una vez que Castiel se detuvo en una casa a simple vista lujosa.
—Puedo decirlo —susurró— porque viví aquí.
— ¿Perdona? —El cazador se acercó al ángel lo suficiente para no parecer invasivo—. Creo que no escuché bien…
—No siempre fui ángel, Dean —Castiel giró lentamente el cuello y ancló sus ojos en los desconcertados ojos verdes del humano.
En ese momento, una jovencita de abundantes bucles dorados como el sol y grácil figura, calcada a Claire Novak, salió por una de las puertas de la mansión. Sonreía como si mantuviese un hermoso secreto consigo mientras se deslizaba a hurtadillas por la verja de seguridad.
—Solía ser humana —confesó entonces Cas, mirando de soslayo a la muchacha que se escabullía a sus espaldas.
— ¡Cassandra! —Exclamó una voz desde el interior de la casa. Una mujer con pinta de nodriza apareció con un rictus de enfado y desesperación en los labios—. ¡Vuelve aquí Cassandra! —La muchacha echó a correr en cuando advirtió la voz de Anabelle. Una pelirroja hizo aparición y Dean se mostro anonadado con el parecido que tenía la nodriza con Anna.
— ¡No me atraparás! —Gritó entre risas la muchachita, perdiéndose entre la multitud con facilidad.
— ¿Me estás diciendo que… tú fuiste ella, Cassandra? —Inquirió el Winchester a punto de padecer una embolia severa. Cuando el ángel asintió, Dean se dijo que si este era un sueño quería despertar y no volver a dormir jamás.
Una brisa sopló y de pronto se encontraban a las afueras de la ciudad. El cazador distinguió a Cassandra adentrándose en lo que parecía ser una casona abandonada. Castiel la siguió sin dudar, esta vez chequeando que el Winchester le acompañaba.
El interior estaba oscuro pese al día soleado, las persianas cerradas y las telas rotas que alguna vez fueron unas flamantes y costosas cortinas ayudaban a crear ese halito tenebroso que Dean había visto tantas veces ya en sus cacerías, pero sin duda el factor nuevo era un tipo alto al fondo, apoyado en la única ventana abierta que iluminaba pobremente el pasillo.
—Dane… —murmuró la chica, su pecho agitado, el cabello alborotado y las mejillas sonrojadas—. Siento la demora.
—No hay problema Cas —respondió y en ese momento Dean sintió un pinchazo atravesarle de lado a lado. Dane se giró y Cassandra se le echó a los brazos inmediatamente, hundiendo el rostro en su pecho. La sala de estar se llenó de luz, y algo emergió de la espalda de Dane, exponiendo nítidamente su rostro. Dean flipó.
Un par de preciosas y sublimes alas rodeó a Cassandra y ésta se puso de puntillas con ojos cerrados, esperando.
En el momento justo en que el ángel Dane se inclinó para besarla, Dean Winchester sintió como se estuviese mirando en un espejo.
—No… —sacudió la cabeza el cazador, rechazando de cuajo lo que sus ojos veían—. No es cierto —cogió a Castiel de las solapas y le estampó con brusquedad contra uno de los pilares—. Si esto es una broma tuya, te juro que no que le veo el puto chiste.
—No lo es —susurró el ángel en aquel desgastado recipiente masculino—Esta es la verdad, Dean.
— ¡Mientes! —Rugió empotrándole con más fuerza contra el material—. ¡Si hubiese sido un idiota con alas lo recordaría!
—Te borraron la memoria, por eso no lo recuerdas —contesto Cas sin inmutarse—. Era parte del castigo al que nos condenaron…
—Habla claro.
El escenario cambió nuevamente.
—Tenía diecisiete años cuando apareciste —un cumulo de imágenes lleno la cabeza de Dean, su cuerpo flotando en la nada y la voz de Castiel proviniendo desde sus entrañas le absorbió por completo—. Ese día me escapé de casa y como no llevé conmigo ninguna clase de iluminación se me hizo tarde y me perdí en el bosque —las escenas se alinearon y comenzaron a tomar forma a medida que Castiel hablaba, mostrando exactamente lo que narraba—. Tenía miedo e inútilmente traté de regresar, pero solo conseguí adentrarme en las espesuras del bosque. Llegué al claro gracias al sonido de una cascada al descubrir lo sedienta que estaba. Fue cuando te vi. Estabas de espaldas, malherido. Y tus alas…
Dean no necesitó escuchar más ya que su propia mente siguió contándole aquellos ecos del pasado. Los recuerdos volvieron a él como un suave rocío de agua luego de una terrible sequia. No había palabras, sólo sentimientos, sensaciones.
Y al final el dolor floreció desde las profundidades de su memoria, esa que sellaron por un absurdo castigo…
—Cassandra… —suspiró antes de separarse de aquel cascaron humano.
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