After the Rain

La historia fue escrita por Kracken, y con su permiso, traducida por Aelilim y Van Krausser. Pueden comunicarse con la autora mandándole un mail a kracken(arroba)bonpublishing, en Livejournal donde está con el mismo nick, o saber de ella poniendo simplemente en Google "Kracken" más "Gundam Wing". Es una fan muy activa y prolífica del 1x2, así que se los recomiendo.

Quiero darles gracias infinitas a Kracken por el permiso, a Van Krausser por embarcarse conmigo en este proyecto, y a Neutral por el beteo de la traducción y los ánimos. Sin alguna de ellas, esto hubiera sido imposible.

Disclaimer: Nada nos pertenece y sacamos cero lucro al realizar esto.

Advertencias: Slash, violencia, tortura y lenguaje explícito. El fic es una divergencia del canon y hay breve mención de 3x4.

Invisible #1


Estaba lloviendo y al objeto de la fascinación de Heero no le gustaba. Cómodo en el dormitorio de la escuela, Duo se inclinó sobre el alféizar de la ventana y fulminó con la mirada el día gris.

—Adiós al básquet —se quejó, empujándose lejos de la ventana. Se estiró como un gato, bostezando, y se lanzó encima de la cama, removiendo los libros y papeles distribuidos de modo aleatorio en las mantas. Apartó los objetos de un manotazo y se echó de espaldas, poniendo las manos detrás de su cabeza. Logró hacer todo eso sin que su trenza castaña se enredara debajo de él.

Heero estaba en su propia cama, sentado con las piernas cruzadas y limpiando su arma. Las partes de metal brillaban por la luz artificial que lo rodeaba. Gruñó en respuesta a las palabras de Duo sin levantar la vista.

—Ese fue el gruñido número once en secuencia —dijo Duo, sarcásticamente—. Deberías poner empeño en tu vocabulario o convertirte en un mimo como Trowa.

Heero sintió que el calor lo invadía. No contestó, pero tampoco dijo "hn" de nuevo.

Duo contempló el rostro de Heero, su piel todavía incapaz de ocultar el brote de calor en cada mejilla. Vio el sonrojo con fascinación. ¿Heero estaba avergonzado? No encajaba con lo que sabía del piloto del Wing. Muerto de aburrimiento, mentalmente frotó sus manos, entusiasmado por exasperar a su silencioso e impávido compañero.

—¿Quieres conversar? —preguntó Duo sentándose, las manos en su regazo y las piernas entrecruzadas.

Heero devolvió el contacto visual con los mismos ojos ilegibles con los que siempre le miraba.

—Ya hemos coordinado la misión con los otros pilotos y he compartido espacio contigo en algunas casas de seguridad, pero no sé nada de ti. Eso me molesta porque tengo que confiarte mi vida mientras estemos juntos en esta misión —explicó Duo—. Necesito saber que no me equivoco en esa confianza.

Heero montó su arma tan rápido que apenas pudo seguir el movimiento de sus manos. Al final de la demostración, giró el cilindro, apuntó al corazón de Duo y bajó el arma para poner las balas de vuelta en su lugar.

—No necesito probarme —respondió finalmente—. Nunca pedí que confiaras en mí. Sigo las órdenes del Dr. J, y él me dijo que trabajara contigo en esta misión. De otro modo, me libraría de ti.

Duo tragó en seco, sin estar seguro de qué tan en serio hablaba Heero. Que lo apuntase con el revólver lo había alterado, a pesar de saber que no estaba cargado. Reconocía una advertencia cuando le hacían una: «No te cruces en mi camino y no me molestes», era lo que decía la acción.

—Bien —replicó Duo con parquedad—. Esas han sido más palabras juntas de las que antes te había escuchado decir. Tal vez valió la pena.

Heero hizo caso omiso de su ironía, ocupado como estaba en abrir su laptop, y revisar de manera afanosa y por milésima vez los planos para la misión. Sin embargo, en secreto estaba vigilando a Duo para ver qué hacía a continuación. Últimamente se había atrapado haciendo eso sin saber el motivo.

Duo hizo una mueca, buscó debajo de su cama y sacó una bolsa de lona. Después de extraer una tablet, se echó de nuevo boca abajo.

Para asegurarse de que Duo no fuese un espía de Oz, Heero se había encargado de leer el diario que Duo escribía en la Tablet. Había encontrado el diario lleno de comentarios vanos y emociones que no tenían sentido alguno para él. Hasta donde podía ver, nada apuntaba a algo importante.

Los dedos de Duo teclearon la contraseña. "Solo". Heero archivó la información. La primera vez había hackeado el dispositivo sin molestarse con el código de seguridad. Siguió mirando mientras Duo fruncía más el ceño y seguía escribiendo. Al fijarse en el movimiento de sus dedos en el teclado táctil, le fue fácil descubrir el mensaje: «Heero Yuy es un cabrón». Eso era todo. Duo cerró el programa y dejó la Tablet a un lado con satisfacción. Rodó sobre su espalda, puso sus manos detrás de su cabeza y se acomodó para tomar una siesta. En cuanto a dormir se trataba, Duo era peor que un gato, pensó Heero, e igual de extraño y temperamental.

Duo empezó a respirar pesadamente. Así como así, sin tomarse un momento para agarrar un arma y ponerla al alcance de su mano en caso de un ataque repentino.

Heero tuvo la súbita necesidad de hacer eso, atacar a Duo y ver su reacción. Le era difícil entender cómo alguien tan despreocupado y desorganizado podía ser el piloto experto que el Dr. J había logrado que fuera. Esa actitud confiada y escandalosa tenía que ser un acto. A lo largo de su vida había conocido a muchos asesinos y todos ellos habían mostrado sombras de ello en sus ojos y en su comportamiento; ninguno había actuado como Duo, como si no fuese más de lo que aparentaba: un adolescente en una escuela privada con solo exámenes y chicas llenando su cabeza.

Alto, delgado. Duo no tenía la apariencia de alguien con músculos. Sus manos con largos dedos, su rostro, su piel pálida que lucía demasiado suave como para alguien que estaba por convertirse en un hombre. Incluso sus pies eran pequeños, además de esa ridícula trenza castaña. ¿Cuál era el punto?

Considerando lo que hacían, era ridículo: brincar hacia y desde gundams, reparar máquinas demoledoras; salir y entrar al espacio y a trajes de vuelo; correr bajo lluvias de fuego, y otras cien cosas más que hacían que una trenza tan larga se volviera un peligro mortal. ¿Por qué corría ese riesgo? ¿Tanto deseo tenía por aparentar ser una mujer?

El ceño de Heero se frunció, cerrando su laptop con suavidad. Se corrigió a sí mismo: Duo, con su aspecto delicado y menudo, y con su larga trenza, no lucía como una mujer. Y, sin duda, no actuaba como una. Sus hombros eran anchos para alguien tan delgado y su rostro tenía una curva apenas visible que apuntaba más a masculino que a femenino. Además, tenía una personalidad dominante a la que le gustaba hacerse cargo. Para su molestia, él mismo se había encontrado siendo dirigido por Duo más de una vez.

Como esa opción no podía ser, la trenza tenía otro significado. Tal vez un reconocimiento o una costumbre, aunque no recodaba que el crisol cultural de L2 tuviera tradiciones de algún tipo. Era un misterio y Heero no se sentía cómodo con los misterios. Una misión no debía tener puntos ciegos, incluso uno diminuto como por qué un chico tenía una trenza de más de noventa centímetros.

Duo se estiró, una mano se deslizó por su cuerpo y frotó su entrepierna inconscientemente, quizá aliviando una comezón o incomodidad causada por sus pantalones.

Heero, testigo silencioso, sintió un calor punzante en algún lugar de su ingle. La blanca y delicada mano de Duo contra los pantalones negros estaba curvada sobre lo que sabía que había debajo de la tela.

Dolor. Cada nervio de su cuerpo fue recorrido por este. Se puso rígido en un tirón de músculos, su mandíbula apretada. El dolor emergió hasta que vio una luz blanca, caliente, y entonces desapareció, dejándolo enfadado y helado. Miró con ira a Duo, cualquier efecto que le había causado antes, ahora aplastado y olvidado. Se levantó y sintió la necesidad de herir a quien, sin saberlo, lo había lastimado. Se controló con esfuerzo. Se contentaría con desagrado y probablemente odio si es que seguía sucediendo, pero sabía que no podía comprometer la misión si se vengaba de modo físico.

Heero se quedó parado al lado de la figura durmiente del adolescente y pensó cien maneras distintas de matarlo en un segundo. Aquello le dio satisfacción a alguno de sus demonios internos, y sintió una descarga de comodidad y sensación de complacencia.

—Idiota —dijo y se dio media vuelta para evaluar la misión una vez más.

Duo alargó un cepillo de cabello en dirección a Heero. —Vamos, pásalo solo una vez.

Estaba vestido en su uniforme escolar, su cabello cepillado hasta estar brillando y en una trenza. Sus libros estaban bajo su brazo y su cuerpo, bloqueando la puerta. El peaje para que le dejara pasar era aceptar su petición.

Heero parpadeó. Estrechó peligrosamente sus ojos azules, pero Duo siguió sonriendo y tendiéndole el peine. Su mirada tenía un fulgor que indicaba que se hallaba listo para hacerle pelea y disfrutarlo.

Consideró utilizar la violencia, pero también tomó en cuenta el ruido y la atención que atraería sobre ellos. Con un tirón, arrebató el peine de la mano de Duo, dejando una marca. A la vez que el otro piloto siseaba y agitaba su mano dañada, Heero pasó el cepillo a través de su cabello salvaje.

Cuando terminó, le lanzó el peine de vuelta a Duo, quien lo atrapó limpiamente y sin romper el contacto visual. Con una venia, se quitó del camino.

—Después de ti, Yuy.

Heero no se movió. No le daba las espaldas a nadie. Después de una larga pausa, Duo suspiró exasperado y se adelantó, su larga trenza de un lado al otro sobre los pantalones color grana, los cuales parecían muy ajustados para alguien tan delgado como Duo.

—¿Por qué? —preguntó Heero.

Duo no se giró, recorriendo el pasadizo hacia afuera de los dormitorios y a los salones de clase.

—¿Por qué hice que te cepillaras el cabello? —aclaró con aire sufrido—. Quizá estás tratando de representar el look de chico malo, rico y malcriado, pero paso vergüenza al ser visto contigo.

El cerebro de Heero analizó las palabras y las clasificó de inaceptables.

—¿Tu propia apariencia no te da vergüenza?

Ja, ja, Heero hizo una broma —resopló Duo—. Hay una gran diferencia entre tener buen gusto y ser desaliñado.

—¿Es por eso que tienes el cabello tan largo? —cuestionó, aprovechándose para deducir más información sobre el piloto del Deathscythe—. ¿Quieres tener buen gusto?

—No quiero, ¡lo tengo! —Duo rió entre dientes y con más seriedad, dijo—: No, no se trata de eso. Es algo personal así que no te entrometas. —Hizo una pausa y volvió al tema anterior—. Sobresales como pez fuera del agua, ¿sabes?, así tratando de lucir peligroso y misterioso. Creí que peinándote ayudaría a reducir algo de eso… —Le echó una mirada sobre el hombro e hizo una mueca—. No ayudó mucho. Hay algo en ti que grita "peligro". La gente me mira a mí y solo piensa que soy gay o que soy revoltoso y excéntrico. Te miran a ti y se preguntan en qué asunto estás metido.

Heero digirió la explicación y no pudo negar las conclusiones, lo cual le enfurecía. No le gustaban las fallas. Duo le estaba diciendo que su propia naturaleza creaba la posibilidad de arriesgar la misión y ponerlo al descubierto. Su apariencia, algo a lo que nunca le había dedicado segundos pensamientos, repentinamente era una carga.

Al entrar al ambiente común de la escuela con el bullicio y ajetreo de los otros estudiantes y profesores yendo a sus clases, Heero tomó en cuenta el modo en el que la gente reaccionaba a su presencia. Se apartaban de su camino, lucían nerviosos, en ocasiones asustados; le evadían la mirada o, caso contrario, le seguían con los ojos con abierta curiosidad. En contraste, Duo era saludado con sonrisas amigables, gritos, y efusiva buena voluntad. Solo unos pocos pasaban por su lado especulando sobre su sexualidad y dirigiéndole ojeadas irritadas. Ninguna de esas miradas era de recelo o curiosidad. Duo era aceptado por lo que era, un estudiante sin nada que esconder.

A medida que transcurrió el día, a veces en la misma clase, otras no, continuó estudiando a Duo. Siempre era el centro de atención, pero a la vez no; Heero encontraba difícil de explicar el fenómeno que era Duo Mawell. Era inteligente, sin embargo, pretendía no serlo. Contestaba preguntas erróneamente, se disculpaba con una sonrisa y era perdonado por un profesor que le devolvía el gesto. Bromeaba y jugaba a hacerse el tonto con los otros estudiantes, pero también tenía un comportamiento indefinible que detenía al resto de acercarse demasiado. Era amigo de todos, pero no lo era.

En resumen, era el operativo encubierto perfecto.

En la cafetería atestada de gente, Duo caminó hasta donde Heero se encontraba y se sentó en frente de él en la mesa. Nadie más se atrevía a acercase tanto. Heero había estado a solas, una sombra oscura, taciturna entre los adolescentes habladores y ruidosos.

Duo tenía su bandeja a total capacidad con cada comida que el menú ofrecía, y algo más. Había tres barras de caramelo de la máquina expendedora, gaseosa, y una bolsa de papas fritas, además de su nutritiva comida.

Heero ojeó la complexión delgada de Duo y frunció el ceño. Su cerebro midió la capacidad de su estómago, reservas de grasa y el tiempo que tenían asignado para acabar de comer. Nada de eso resultaba en alimentos digeridos.

—Vas a vomitar —pronunció Heero.

Duo sonrió y empezó a comer. —No deberías desestimar la capacidad de estiramiento del estómago de un huérfano de las calles de L2 —susurró comiendo un bocado.

Con el rabillo del ojo, Heero dirigió un vistazo rápido a los alrededores. Algunas caras giraban hacia ellos, pero la mayoría eran miradas de admiración dadas a Duo, y otras perturbadoramente curiosas lanzadas en su dirección.

—No deberíamos sentarnos juntos —dijo Heero—. Nosotros…

Duo sonrió autosuficiente, tragó y se lamió los labios.

—Estamos en el mismo ambiente y somos los nuevos. Las personas esperan que permanezcamos juntos a pesar de que no seamos socialmente compatibles. En una semana, pensarán que estoy teniendo sexo contigo y no mirarán dos veces si es que nos ven irnos juntos del campus. —Duo le guiñó un ojo—. Tendremos que compartir unos besos y abrazos, pero estoy seguro que…

Heero sintió un agudo dolor a la vez que su cuerpo se calentaba. Se había formado una súbita imagen mental de Duo besándolo. Antes de que pudiera registrarla al completo y saber cómo se sentía ante la imagen, el dolor la rompió y lo llevó de vuelta a su entrenamiento. Frunció el ceño y lució mortífero. Los ojos de Duo dieron evidencia de haber notado su cambio gracias a un pequeño tic, el cual, a su vez, le reveló a Heero que el otro chico esperaba que se enfureciera, y tal vez, lo había engatusado para causar tal reacción.

—¡Sin palabras! —fastidió Duo—. Bueno, al menos no me golpeaste. Solo estaba bromeando, Heero.

Ante esto, Heero sintió una nueva sensación. Se sonrojó de nuevo, y no por ira o vergüenza. Era algo más, y de inmediato detestó la sensación, sin embargo, no pudo disiparla con odio. Se encontró a sí mismo mirando fijamente la sonrisa cada vez más amplia de Duo, y bajó los ojos a su comida. Empezó a mover su tenedor como si necesitara esconderse tras esa acción.

—Está bien ser tímido —dijo Duo con suavidad—. ¿Es por eso que nunca hablas mucho?

¿Tímido? Había escuchado ese término siendo utilizado. Pensaba que significaba lo mismo que tener miedo, pero Heero no tenía miedo, en especial no de Duo. ¿Qué era, entonces? No pudo levantar la vista o responder, sintiéndose presa de esa nueva emoción.

Se atrapó deseando que el dolor volviese y restableciera la cordura en su mente. ¿Dónde estaba el dolor? ¿Por qué no arremetía otra vez?

¿Por qué esta emoción era diferente al resto que le habían enseñado como indeseables?

Duo puso una barra de caramelo en el plato de Heero.

—Creo que tienes razón, mis ojos abarcan más que mi estómago. ¿Por qué no me ayudas a comer algo? No puedes crecer a base de arroz y pollo… Eso es pollo, ¿no? ¿Por qué la comida de cafetería nunca luce como lo que se supone que es?

—El azúcar es dañino —declaró, tratando de controlarse por el medio de llenarse a sí mismo de irritación.

—¿Y comer demasiado arroz no lo es? —replicó Duo y sonrió—. Relájate.

Heero se levantó.

—Relajarse solo consigue que un hombre sea asesinado —contestó impávido, dejando su comida y a un Duo boquiabierto para ir a su siguiente clase.

No disminuyó sus pasos hasta alcanzar el corredor y las partes más tranquilas de la escuela. Duo se le había metido en la piel y lo desconcertaba. Eso también asesinaba a un hombre, pensó sombríamente. Mientras Duo pudiera llegar a él, desbalancearlo y hacerle sentir emociones extrañas que no había tenido antes, el joven era un peligro.

Heero finalizó su día escolar, entrenó en el gimnasio y regresó al dormitorio. Se sentía renuente a hacerlo, Duo estaría ahí y la nueva emoción resurgiría. Se preguntó por qué Mawell lo hacía sentir tímido, como si de algún modo fuera inferior, ¿o era temor de que pudiese encontrar otra falla en él? Quizá era eso último, miedo a que Duo encontrara otra grieta en su armazón perfecto.

Cuando Heero ingresó a la habitación, encontró a Duo echado boca abajo en la cama, un lápiz entre sus dientes y un papel escrito a medias en el lado de un libro abierto. Estaba usando una camiseta suelta de algodón y un par de shorts. Sus largas, delgadas piernas tenían dos tatuajes y una cicatriz horrible a lo largo del revés de una. Uno de los tatuajes era tosco, como si hubiera sido hecho por un niño. Decía "Solo". El otro era más sofisticado: era un círculo de números y lucía como si hubiera sido quemado. Heero lo reconoció. Algunos de los depósitos de suministros de Oz usaban marcas en sus envíos. Cada marca era grabada con un número de registro identificando el contenido y el dueño, fuera una base o una persona.

Duo levantó la mirada y le sonrió. Cuando se puso sobre sus codos, sus shorts se removieron en una de sus caderas. No tenía ropa interior, notó Heero, y la cadera que se veía era redondeada y lisa.

—Te tomaste tu tiempo para volver —dijo Duo—. ¿Fuiste al gimnasio?

Heero se puso una mano en la cabeza a medida que el dolor lo cegaba, pero ese movimiento fue la única evidencia.

El dolor aumentó y eliminó todos los pensamientos del trasero de Duo mientras Heero se concentraba en respirar y en mantener su pulso firme. Regresar a un estado controlado era la única forma de parar el dolor. Cuando al fin lo logró y el dolor cedió, fue como si una cuerda se rompiese. Le regresó el movimiento, fue hacia el baño y cerró la puerta.

Heero abrió la ducha para que Duo no sospechara e hiciera preguntas. Se desvistió y se recuperó en el piso del baño, las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Rápidamente, revisó el control en cada parte de su cuerpo. Todo estaba bien, todavía en perfecto control. ¿Por qué mirar a Duo le había hecho doler? Estaba confundido y eso lo enloquecía. Tenía que saber qué le estaba pasando y por qué. Los misterios le eran inaceptables.

Heero se duchó y se secó, se vistió con cuidado, de manera deliberada tomándose el tiempo para usar cada técnica de su impresionante arsenal para hacerse a sí mismo a prueba de toda reacción ante Duo Maxwell. Cuando sintió que estaba listo, abrió la puerta, el vapor escapando hacia el cuarto, y giró en dirección a la cama de Duo como si estuviera preparándose para un asalto total del enemigo.

Duo no se encontraba ahí, aunque la impresión de su cuerpo se había quedado en la cama, y su libro estaba cerrado con el lápiz masticado señalando una página. Había una nota en la pequeña mesa cerca de la puerta.

«El gimnasio es una buena idea, creo que iré a ejercitar y coquetear con algunos alumnos. Tengo que divertirme antes de que el trabajo real empiece».

De una, Heero fue hacia el diario de Duo. Utilizó la contraseña y encontró que había sido cambiada. La hackeó en meros segundos. La última entrada que había hecho Duo tenía la fecha actual. Sintió una punzada de nervios y sorpresa aguda al leer lo que decía:

«Solo tienes que preguntar».

Continuará


En total son once capítulos más un pequeño epílogo, y como la traducción está completa, las actualizaciones serán seguidas. Cualquier comentario será muy bien recibido. Por cieeeerto, si eres fan del yaoi de GW, te recomiendo que busques en FB, "Gundam Wing Yaoi en español" para fanarts, convocatorias de fics y entretenimiento. :D ¡Hasta pronto!