¡Hola a todos!

Bueno, pues este es un nuevo proyecto que me vino a la mente después de leer el libro del mismo nombre. Aclaro, antes de empezar, que esto es una adaptación. Quizá contenga algunos pasajes y situaciones muy similares a las del libro, y la idea original un poco trastocada para ambientarlo en el fandom, pero de ninguna manera la plagiaré.

¡Es que es un libro precioso! No pude evitar imaginarme a Arthur mientras lo leía, así que decidí adaptarlo y aquí me tienen, jeje. Si tienen la oportunidad de leerlo alguna vez, lo recomiendo ampliamente.

Además de ser uno de mis intentos por introducirme a la escritura del shonen ai (porque aún no me siento lo suficientemente capaz de escribir yaoi), así que espero les agrade.

Y ahora…

Disclaimer: Ni Hetalia ni sus personajes me pertenecen, tampoco la idea original del libro "El club de los corazones solitarios" (D:) …Le pertenecen a Hidekaz Himaruya y Elizabeth Eulberg, respectivamente, y sólo los tomo prestados para fines recreativos (?) ¡La historia es mía!

Parejas: USUK, Spamano, Gerita (Nyo!ItaliaxAlemania), Pruhun, Franadá, y las que vayan saliendo…

Advertencias: No muchas. Temas adolescentes, algunas nyos! y la boca de Lovino.


Prólogo

Juro solemnemente yo, Arthur Kirkland, nunca volver a enamorarme.

Mucho menos de un idiota.

Los idiotas son los peores.

Y en el mundo hay muchos idiotas.

...

Arthur tomó otro buen puñado de cartas y comenzó a romperlas en pequeño pedazos como si su vida dependiera de ello.

-¡Odio todo esto! ¡Odio a los hombres!

Las lágrimas caían libres por su rostro cansado, haciendo ver sus facciones aún más irritadas y rojizas de lo que ya estaban gracias a horas de llanto incontrolable sobre su cama. Scott había desistido en su intento de obtener la verdad sobre el estado de ánimo de Arthur, por lo que se había marchado hace algunos minutos después de pasarse casi una hora tocando la puerta para que el menor le dejara entrar.

Por último, tomó una gran foto que yacía colgada en la pared, donde aparecían dos rubios sonrientes, como si ese fuera el mejor instante de sus vidas. "¡Ja! Sí, claro…"

-¡Renuncio al amor!

El papel crujió suavemente al romperse, mientras caían dos partes separadas, flotando gracias a la resistencia que oponía el aire contra el ligero material. Cada rubio por su parte.


Vladimir era un chico increíble. De esos que aparecen en las películas de misterio y que, por alguna extraña razón, terminan haciéndote caer a sus pies. Arthur lo sabía, y nunca se había opuesto a su inevitable destino, estaba enamorado y, como la persona madura y consciente que pensaba que era, había aceptado inmediatamente cuando el rumano le propuso ser su novio.

Se conocían gracias a sus padres. Arthur tenía la certeza de haber compartido con Vladimir la mayor parte de su infancia, creciendo juntos, viviendo todas esas cosas que sólo viven las personas que están destinadas a amarse para siempre. Sus madres parecían ser conscientes de esto y de algún modo les debía de agradar, ya que no habían hecho nada por alejarlos o cambiar el tipo de acercamiento que tenían, apoyando a sus hijos en una relación aún inexistente pero con grandes miras hacia el futuro. Todo el mundo lo creía y, por consiguiente, Arthur pensaba que lo más normal era tomarlo por hecho y creerlo también.

Su vida sería sencilla. Conocer a Vladimir, crecer junto a Vladimir, casarse y formar una familia. Ser feliz junto a Vladimir.

Scott siempre le había dicho que era un imbécil por creer en estúpidos cuentos de hadas, y él nunca le creyó. Tan fue así que no escuchó las recomendaciones de su insoportable hermano mayor acerca del rumano, y se formó la idea de que aquel debía ser su único y verdadero amor.

Así comenzó una relación secreta.

Al principio, Arthur creía en Vladimir cuando éste le decía que sus padres podrían no tomar favorablemente la idea de que sus hijos varones mantuvieran una relación amorosa, por eso el británico asentía a las proposiciones de su pareja y ocultaba la verdad a sus padres. Scott era el único que sabía. Pasando el tiempo, Arthur comenzaba a preguntarse si no era demasiado obvio el tipo de orientación que lo caracterizaba.

Sus padres mantuvieron una seria charla con él argumentando que "por sobre todas las cosas, él era su hijo y ellos lo iban a amar siempre". Para cualquier persona normal el tener un hijo homosexual podría representar algunos conflictos emocionales y familiares, pero Arthur estaba convencido que sus padres no eran "personas normales", lo cual agradeció en esos momentos otorgándoles un enorme abrazo, sin necesidad de decir nada más porque las palabras salían sobrando.

Desde ese momento debió haberse dado cuenta que las cosas marchaban mal, porque aun comentándole a Vladimir sobre la opinión de sus padres, este se negaba a hacer pública su relación.

Había comentado algo sobre llevar la relación al siguiente nivel. Formalizarla en sus propios términos.

Arthur era bastante consciente de lo que le estaba pidiendo. Vladimir quería que tuvieran sexo. No es que él fuera un mojigato o que su idea fuera mantenerse virgen hasta el matrimonio, pero estaba seguro que no se encontraba preparado para mantener relaciones en ese momento. Así que se había negado incontables veces, incluso esa noche que ya se encontraba recostado en su cama, con el cuerpo de Vladimir recorriendo su pecho y la mitad de sus prendas desperdigadas por el piso. Aún no estaba listo.

"Sólo déjame amarte de otra manera, Arthur. Demostrarte lo que realmente siento por ti".

El británico había pasado noches en vela pensando en cuál era la mejor decisión. Era obvio que no era lo que esperaba, pero sabía que podía hacerlo por Vladimir, después de todo eso es lo que hacen las personas que se aman, ¿no?

Se decidió por fin una noche de verano, mientras las vacaciones estaban dando su último suspiro y el aire de la noche era tan fresco que lo hacía sonreír. Se dirigía hacia la casa vacacional de la familia de Vlamidir, que se encontraba a sólo unas cuantas cuadras de la suya propia. Pensó que el ambiente era tan relajante que cruzar por el pequeño parque no parecía mala idea. Pero, ¡oh, sorpresa!...

Había sido mala idea.

A lo lejos había dos personas dándose el banquete de sus vidas uno al otro, como si pudieran saber los misterios del universo besándose de esa manera y explorando sus cuerpos por encima de las ropas. Arthur hubiera sonreído y probablemente pensado que era tierno, si aquel no hubiera sido Vladimir apretando a otro chico contra el árbol.

¡Vladimir! ¡Su novio!

-¡¿Qué significa esto?!

Hubiera querido no gritar, pero lo hizo. O que eso no hubiera sonado como un reproche, y claramente falló.

Vladimir cortó el apasionado besó bruscamente mientras su acompañante, un atractivo chico de cabellos azabache y mirada verde opaco, se encontraba aún más confundido de lo que el propio Arthur se sentía.

-¡A-Arthur! ¡Que sorpresa! ¿Qué haces por aquí a estas horas?

El rumano posicionó al joven azabacho detrás de él, como si de alguna manera intuyera el estado de ánimo de Arthur y lo estuviera protegiendo de su inmediata furia titánica.

-¡Cállate! T-tú…maldito infeliz. No vuelvas a dirigirme la palabra en toda tu vida, ¿quedó claro? ¡Esto se acabó, Vladimir! ¡Te odio!

Le dio la espalda a la imagen que había visto, a Vladimir y a sus sueños rotos. Alcanzó a escuchar al rumano gritar desesperadamente su nombre y algunos "déjame explicarte", que de ninguna manera estaba dispuesto a escuchar. Tampoco le daría el placer de verlo llorar.

No, él era Arthur Kirkland, y no lloraba ante nadie. Mucho menos ante estúpidos chicos que no lo valoraban. Era así de sencillo, así debió ser siempre.

Llegó a su casa con el ceño fruncido y arrastrando un humor de los mil demonios que no pasó desapercibido por Niles, que se limitó a avisarle a Scott sobre las condiciones en las que había llegado su hermanito. Scott, que ya presentía que algo así podía pasar, sólo alcanzó a escuchar el brutal portazo en el segundo piso mientras los gemelos comenzaban a hacer sus extravagantes hipótesis sobre el estado del menor de la familia.

-Creo que debes hablar con él-Sentencio Niles como si nada le afectara.

Scott suspiró fuertemente y frunció el ceño. Necesitaba un cigarro.

-Estúpido conejo-


Arthur se mordía los labios nerviosamente mientras esperaba frente al porche de su casa. Sabía que en el momento en el que Lovino lo viera, le iba a atacar con un sinfín de preguntas que no estaba seguro de querer responder, aunque ya le había contado una gran parte de su historia. Después de todo era su mejor amigo.

Escuchó un rechinar violento de llantas contra el pavimento y vio en la esquina un elegante auto negro avanzar rápidamente a su dirección dejando atrás una estela de humo. Esos italianos locos al volante.

Se subió al auto tranquilamente, tratando de postergar lo más que pudiera su inminente muerte a manos del italiano.

-¡Cuéntame todos los detalles sobre ese hijo de puta!-

-Buenos días también para ti, Lovino- Arthur suspiró.

El italiano frunció el ceño y Arthur no pudo evitar sentir que lo había extrañado en vacaciones. Sus enojos constantes y malas palabras se habían convertido en algo de su día a día desde que lo conoció.

Lovino Vargas había llegado hace tres años a la academia W, justo en el último año del secundario. Su hermana, Dacía Vargas era una persona adorable y simpática que lograba opacarlo en casi todo lo que hacía.

Vivían separados, gracias al divorcio de sus padres, pero eran tan unidos en la escuela que daba gusto saber que podían existir hermanos así. Ambos se hicieron muy amigos de Arthur, hasta el día del incidente.

Cuando Alfred F. Jones, el defensa del equipo de fútbol, decidió declararse a Dacía se armó un revuelo total en la escuela, no sólo por la importante figura que representaba Alfred dentro de los chicos del último año, también por el impresionante hecho de que alguien como la hermosa y dulce Dacía Vargas nunca había tenido un novio. Tras días de pensarlo y mantener a más de la mitad del alumnado en vilo, decidió que aceptaba comenzar una relación con él. Aunque Arthur siempre dudo de la validez de su relación, ya fuera por la actitud acartonada y cliché del rubio o la torpeza de la italiana, para Lovino el que su hermana tuviera novio significo el acabose de años de estar juntos y depender el uno del otro, como si de repente cayera en la cuenta de que Dacía era una chica independiente que podía vivir su vida sin necesitarlo, cosa para la que el italiano no estuvo preparado nunca.

Dacía y Lovino representaron una pelea terrible durante un receso en la academia, lo que dejó como saldo una chica llorando amargamente, un chico recitando toda una biblia de insultos en italiano y una relación de hermanos demasiado fragmentada como para componerla en mucho tiempo. Dacía no volvió a sentarse junto a ellos durante el almuerzo, y por su ingreso al grupo de animadoras y sus citas con Alfred dejó de dirigirles la palabra.

Lovino se volvió más cercano a Arthur de lo que cualquier otra persona nunca lo había sido, odiando a su hermana como si fuera el motivo de su vida.

-¿Y bien? ¿Ya le has mandado completamente al carajo?

-No.-Arthur se limitó a mirar al frente, notando que el clima empeoraba cada día.-Sólo le dije que no quería volver a verlo en mi vida, pero no aclaramos nada realmente. Sé que está mal, pero tampoco es como si quisiera verlo en estos momentos sólo para que me diga las razones por las cuales decidió jugar conmigo como si yo no valiera nada.-

Lovino suspiró y Arthur supo que estaba a punto de hacer alguna de sus observaciones maduras, de esas que daba en contadas ocasiones.

-Tendrás que hacerlo, sólo así estarás tranquilo y podrás finalizar la relación sanamente, cejotas.-

Sintió sus facciones contraerse ante el odiado apodo que le había dado su amigo, pensando que nunca se iba a acostumbrar a él.

-No quiero volver a salir con ningún chico por lo menos hasta la universidad. Renuncio completamente al amor.-

Lovino pisó el freno hasta el fondo mientras las llantas de su Fiat derrapaban dejando una impresión negra en el asfalto frente a la academia W. Giró su rostro sorprendido hacia su amigo inglés y le notó mirando al frente completamente ido, pero con esa mirada de decisión absoluta que ponía cada vez que tenía una meta a cumplir. Sintió frío en su columna.

Arthur realmente estaba renunciando al amor.


Muy bien, gente bonita, esto solo fue la introducción, espero que les haya por lo menos interesado. Ya si les gustó, les invito cordialmente a regalarme un Review, haciéndome saber su opinión.

Se aceptan críticas, aplausos, felicitaciones, opiniones, dudas y todo lo bueno que venga de ustedes.

¡Hasta el próximo capítulo!

Wien.