Disclaimer: Lo de siempre. Theo no es mío, Hogwarts tampoco y no pretendo lucrar con ellos. Dejemosle eso a Rowling y sus editores.

Bueno, esto fue un flash. La idea vino en clase de Lenguaje y para Biología estaba casi listo. Es corto, aún no me convence y mientras escribo esto dudo de subirlo o no. Sí, lo haré. Puede que use esta historia para subir drabbles, viñetas o one shoots sobre Nott; o puede que simplemente se quede así hasta el fin de sus días, la verdad no lo sé. Sólo espero que lo disfruten.


"Tiempos de Guerra"

(Theodore Nott)

Está cerca. Puede sentirlo.

Escucha los insonoros pasos que nunca se dieron, y siente aquellos perezosos dedos que no existen escurriéndose por el cuello de aquella camisa que nunca usa.

El invierno ha llegado sin avisar. Los labios azulados se debaten entre ellos componiendo un réquiem que más que aliviar duele, que se cuela por debajo de tu piel y navega hasta lo más profundo de tus entrañas, que se queda ahí palpitando como si viviera (Y la ironía es enorme, está muerto).

Es el miedo. Ese idiota traicionero que congela todos tus sentidos en el momento menos oportuno. Él, que invisible no puedes combatir. Lo sientes.

Y es que ya están en el campo de batalla. Lo ve. Lo sabe. La guerra se cierne a cada segundo que pasa un poco más sobre ellos y la muerte se camufla observándolos desde una prudente distancia. Están justo en medio de todo, pretendiendo ser un ente seguro y tiritando en realidad. Alzándose en medio de una danza sin compás y reuniéndose al son de destellos que aún no se dan.

¿La Guerra? Comenzó hace mucho. Sólo que desde hace poco que hizo su magnífica fiesta de bienvenida, una que no tuvo tiempo, en la que no existió un lugar y a la que nadie asistió. Una que simplemente se insertó. En la atmósfera, en las palabras, en los pensamientos. En ti.

Y Theodore no puede evitarlo.

No puede evitar que la guerra retrase su visita, que pierda su boleto en el andén y se olvide de extender su aliento en nucas ajenas.

No puede evitar que su memoria recuerde, que las imágenes de lo que no ha sucedido (Pero joder, sucederá) le golpeen día sí y día también.

Y no puede, no puede evitar que cada día que pasa el hielo escarche más allá, que falte poco para que congele su gastado músculo latente y que rocíe de a poco su manchada alma.

Un poco más, un poco más. Hace frío. Dentro, sobretodo dentro.

Y es que en plena guerra el invierno no da tregua. Muestra su exquisita belleza aderezándose con tonos en rojo y pretendiendo que la culpable fue la serpiente (Estás condenado, desde siempre. Lo sabes, desde siempre). Lo congela todo y se abre paso entre las grietas de aquellos desvencijados muros (Y las de tu alma, ésas enormes y sin fin). Te observa desde todos los ángulos y busca el adecuado para quitarte el aliento, juega con cielos plomizos y se regodea en su exultante humor.

Está cerca. Lo sabe.

Puede observar a través de la ventana a la muerte en todos sus puntos. En el lago congelado y en la nieve en tonos grisáceos. En las sonrisas olvidadas y en las lágrimas nunca derramadas. La ve ahí, justo enfrente de él y piensa que es como su propio reflejo.

Falta poco. ¿Unas horas? ¿Un día? ¿Semanas? ¿Un mes? A lo sumo. Y todo dejaría de ser tan inquietante. El rojo lo teñiría todo y le daría un toque especial.

Después de todo, el seguía vistiendo de verde.


Ya saben que todo comentario, crítica e incluso fruta podrida es recibida con mucho amor. Sólo tienes que dejar un review. Besos,

Bell