"UNA CORONA ESCARLATA"

La espada se balanceaba incansablemente, dibujando sonrisas color escarlata en los cuellos blancos y desprotegidos de todo hombre armado que se le aproximara. Otabek era de los pocos que podían declararse verdaderamente diestros en algo que no les apasionaba para nada. No encontraba placer alguno en pintar el mundo de rojo con el filo de su espada, pero era devoto de su único amor, por quién podía hacer cualquier cosa.

Los guardias reales, aquellos que hasta el día anterior habían sido sus compañeros, se desplomaban uno a uno ante sus pies, a medida que avanzaba hacia los aposentos del Rey. En lo más profundo de su mente, conservaba aún imágenes de todas las veces que, durante años, el joven Yuri se había aferrado a él, deseoso de ahogar sus lágrimas en su hombro. Atesoraba también el recuerdo de la noche en que Yuri le pidió que matara por él, por el trono que se le había negado por el simple hecho de haber sido engendrado en el vientre de la mujer incorrecta. Otabek no supo decirle que no, y prometió que a cambio de su amor, podía entregarle el reino entero, junto con la cabeza de su medio hermano.

Por amor, era que Otabek estaba allí ahora, de pie frente a la puerta que conducía a la habitación de Viktor. Cuando pateó la puerta con una furia irracional, el Rey se incorporó, como si acabara de despertar de un sueño. Un sueño en el cual negaba la realidad, ignoraba la suerte que pronto correría.

—¿Qué hace usted aquí, guardia real?

—Vengo a acabar con su tiranía.

No sintió remordimiento alguno cuando su espada, manchada con la sangre de cien nobles hombres, perforó el corazón del Rey, que se desplomó en el suelo sin siquiera soltar un grito.

Recorrió los pasillos en silencio, con la espada en mano, dejando un perfecto camino de gotitas rojas sobre los pisos marmóreos. Dejó escapar un suspiro cuando atravesó la puerta doble que daba a la sala del trono, abierta ya de par en par.

Como era de esperarse de toda conspiración, el trono estaba ocupado de nuevo. El orgulloso muchacho al que le había jurado su amor y lealtad estaba sentado allí, ataviado con su manto regio y exhibiendo una sonrisa altanera.

—Lo lograste. —Los ojos verdes brillaron emocionados al descubrir el resultado favorable de los planes que tan cuidadosamente había trazado por meses.

Otabek nunca había precisado servirse de palabras para darse a entender. En absoluto silencio, salvó la distancia que los separaba y le entregó la corona plateada con incrustaciones de zafiros. Las manchas de sangre de su antiguo portador opacaban su brillo, siendo un imborrable recordatorio del crimen que la había depositado en manos de su usurpador

Cuando Yuri colocó la insignia real en su cabeza, Otabek se arrodilló frente a él, frente a su nuevo Rey. Besó con devoción la mano que este le extendió; y al finalizar, se apartó para mirarle a los ojos.

—Ha llegado tu momento.


¡Hola! Probablemente esperaban la continuación de mi longfic, del cual estoy a muy poquito de terminar el capítulo 13 y lo tendrán muy pronto. Pero esta noche, en un grupo de facebook, surgió un reto de drabbles en base a una imagen, donde se ve a Otabek besando la mano de Yuri que es un rey o príncipe. Los que leen mi otra historia de esta pareja conocerán mi amor por las conspiraciones, así que le di mi toque tétrico a esa hermosa imagen~ Espero que les haya gustado! Es el primer drabble que escribo en mi vida, y tiene justo 500 palabras (el límite del reto). ¡Saludos!