Hola! Vaya que tenia mucho tiempo sin andar por acá. Pero me alegro porque hay muchos fics para leer e.e . Debo confesar que este fic y la idea o ideas centrales, las empecé a desarrollar desde mediados del año pasado. Sin embargo no me habia dado por subirlo porque descubrí el manga de "Gintama" y me encantó, y despues descubri el anime de "Gintama" que me encantó todavia mas y pues medio abandoné el fandom de Fairy Tail y me deje arrastrar al fandom de Gintama xD. Pero hoy finalmente me decidí, le medio di una pulidita a este fic (del cual ya tengo escritos algunos capitulos que me falta re-revisar) y aprovechando que estoy super feliz por el capitulo de este viernes, con mi Jellal super badass *.* Pues sin mas aqui se los dejo.
Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima.
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Apenas logró dormir esa noche, la despedida de soltero que le habían organizado le dejó exhausto; sin embargo, lo que menos le había permitido conciliar el sueño, era el sobresalto que le producía el hecho de que ese mismo día tendría que casarse. Se talló los ojos mientras trataba de desperezarse de la cama, intentando que las pocas conexiones que realizaba su cerebro al despertarse aletargado, le permitieran desvelar como su situación había logrado concluir de esta manera.
Sus amigos se sorprendieron por lo precipitado de su decisión, si bien era cierto, su noviazgo había sido duradero; incluso, si a ello se le sumaba el tiempo de amistad, era ya una relación de varios años. Entonces, ¿por qué ahora él mismo también se sorprendía de su propia decisión?
Durante el par de meses siguientes después de la proposición, los días habían transcurrido demasiado rápidos para él. A pesar de que los preparativos de la boda corrieron principalmente a cargo de la novia y las amigas de ambos; logrando asi que éste quedara completamente exento de las decisiones respecto a la ceremonia, lo cual de hecho, no le molestaba. Muy por el contrario, se había sentido extrañamente aliviado al no formar parte de nada por ese entonces. Sin embargo, ahora que su participación era inevitable, se sentía seriamente abrumado.
De pie frente al espejo de cuerpo completo, llevaba un elegante esmoquin blanco, con un chaleco color plata, sin corbata; sus amigos le habían reprochado recordándole que el esmoquin debía ser negro.
-Pero si es una boda –alegó a secas-. ¿Por qué habría de vestir como si fuera a un funeral?
Repitió las palabras exactas que le había dicho su novia cuando le escogió el traje. Se le grabaron plenamente en la memoria y ahora respondía mecánicamente ante la crítica de sus amigos.
Se abrochó los gemelos de las mangas, y se ajustó la bufanda; sí, una bufanda. Era un recuerdo de su padre, el cual había muerto hacía seis años, la bufanda había sido el último regalo que le trajo de uno de sus viajes. Tan solo dos semanas después de eso tuvo que partir de nuevo. Aún lo recordaba bien; después de fallecer su madre al darlo a luz, su padre, la gran mayoría del tiempo salía de la ciudad, siempre ocupado, siempre negociando. Había sido uno de los más brillantes abogados, y a pesar de ello, también había tratado de ser un buen ejemplo para su hijo. Lo mejor que podría bajo sus condiciones. Siempre enseñándole valiosas lecciones, e, irónicamente, a valorar a la familia más que a cualquier otra cosa en el mundo. Así que cuando falleció, sufrió mucho. Y fue en esos momentos más vulnerables donde la había conocido a ella:
La hermana de una de sus amigas más cercanas. Ella lo acompañó en sus momentos más tristes, apoyándolo y dándole ánimos de seguir adelante. Por eso era que él la amaba, y ahora, seis años después, la iba a convertir en su esposa.
-No te vas a ver mejor, Natsu –le dijo Gray con voz molesta, al ver que éste no dejaba de mirarse en el espejo-. Después de todo ya va a ser tu esposa, no le queda de otra.
-¿Envidia, Gray? –bufó-. Ya va siendo hora de que te vistas ¿no?
Gray chasqueó la lengua, tratando de recordar donde había puesto el saco y la camisa. Aun tenía bastante tiempo, el suficiente como para comer algo antes de terminar de vestirse. Se dirigió a la salida de la habitación, juntó las manos haciendo un ademan de resignación dirigido hacia Natsu, éste pudo verlo a través del espejo, y se limitó solo a sonreír. Al ver la puerta cerrarse tras él, dejó salir un sonoro suspiro de pesar.
En menos de una hora se casaría, todos sus amigos estarían presentes. Lamentaba en cierto modo que la luna de miel tuviera que efectuarse dos semanas después, pero ahora mismo estaba en un caso muy grave. Después de que su padre falleciera, a sus 17 años no tuvo otro remedio que estudiar Leyes para hacerse cargo del bufete de abogados que él dirigía. Y aunque sabía que jamás lo haría tan bien como su progenitor, trataba de dar lo mejor siempre, a pesar de que en el fondo odiara el Derecho. Aunque había logrado hallar cierto placer en la litigación, la cual sus amigos atribuían a su tendencia a la agresión, ya que le facilitaba el culpar a los demás. Lo que de hecho le hacía un muy buen fiscal.
Natsu siempre había sido espontáneo e impulsivo, cualidades que tuvo que reprimir al terminar la carrera. Debía ser prudente y coherente ahora, siempre estudiando, siempre analizando. Se exasperaba de sí mismo, pero debía enorgullecer la memoria de su padre.
"-¿Qué te gustaría ser de grande, Natsu? -le preguntó un día.
-¡Un ninja! –contestó entusiasmado con una gran sonrisa en el rostro."
-Eso no es un trabajo, hijo.
-Umm, entonces un famoso explorador, o fuerte luchador."
En su mente infantil, había creído que cuando creciera uno de estos sueños o ambos, serían posibles. Incluso había convencido a su padre de que le pagara clases de karate y boxeo. Las cuales agradeció en las diversas ocasiones que se enfrentaba a delincuentes.
"-Eres como un héroe para mí –le decía su novia-. Siempre me estas protegiendo, Natsu."
Le repetía cada vez que la salvaba de algún peligro, o de algún idiota acosador que trataba de pasarse de listo. Natsu sonreía, cautivado por su hermoso pelo blanco y sus grandes ojos azules
Jamás habría podido ser capaz de imaginar que un par de horas después ella lo dejaría con el corazón destrozado y una carta en las manos.
No había podido concebir el sueño en toda la noche, se casaría en unas horas y, sin embargo, no había comenzado a arreglarse. Su vestido estaba pulcramente colgado en alguna habitación, lejos de ella. Escapando en la noche, se escabulló hasta un hotel y permaneció allí hasta que el sol iluminó con energía la habitación. Su celular no había parado de sonar en toda la mañana, pero no lo escuchaba, lo había puesto en modo silencioso. No se sentía capaz de contestarle a nadie.
Se dio cuenta de que todavía permanecía sentada frente a la pequeña mesa que estaba justo al lado de la puerta de entrada. Tenía entre sus manos una libreta y un sobre al lado; a su alrededor, varias hojas hechas puño amontonadas en el piso.
Ahora mismo no era capaz de pensar con claridad, se arrepentía de haberle dado el sí a aquel hombre, cuando ya desde entonces tenía todas esas dudas en su corazón.
Lo amaba, de eso estaba segura, o al menos era lo que siempre se afirmaba, lo que siempre le afirmaban. Pero cuando recibió esa propuesta de trabajo, debido a uno de sus diseños, su corazón empequeñeció y las preguntas comenzaron a rondar su mente. Hacía casi un año que había terminado la carrera, al igual que sus amigos. El diseño de modas era lo que más le apasionaba, y en diversas ocasiones había usado a su hermana mayor como su modelo. Tenía una gran sentido del gusto y de la moda, así que cuando le respondieron positivamente de la agencia de modas más importante, elogiando su trabajo, no supo que hacer. Tan solo el día anterior su novio le había propuesto matrimonio.
Ella no había tenido un trabajo sólido en ese año, de vez en cuando escribía artículos para revistas de modas, pero sabía que eso no era lo que deseaba hacer por siempre. Y hasta antes de esa llamada, había decidido conformarse con lo que tenía y resignarse a la vida como un ama de casa; supo que algo estaba mal cuando titubeó un poco antes de darle el sí a su novio.
A éste lo conoció en un momento terrible, durante el funeral de su padre. Su hermana la había llevado. No pudo evitar conmoverse al ver el estado del chico, ella misma sabía lo que era perder a sus padres, puesto que también perdió a los suyos desde muy pequeña. Aunque, a diferencia de Natsu, ella tenía a sus dos hermanos mayores, que todo el tiempo trataban de compensar la dolorosa perdida. Y fue por eso principalmente que ella trataba de pasar la mayor parte del tiempo con él, evitando en lo posible dejarlo solo.
Y así fue como congeniaron, unidos por el dolor de él y la ternura de ella. Iniciaron una relación formal dos años después. Él era su primer novio, al igual que ella era la primera en él también.
De ese modo, tres años de noviazgo después, le pidió ser su esposa. Llevaban tanto tiempo juntos, que eso era lo natural: casarse. Pero ahora ella tenía dudas, amaba a su novio, pero también sabía que a su lado, sería como la relación de él y su padre. Natsu trabajaba mucho últimamente, incluso desde antes de terminar la universidad; tenía que hacerlo después de la muerte de Igneel. Ni siquiera tendrían luna de miel, no por el momento. Y ella no quería esa clase de vida, de ausencias. Por lo que al abrirse ante ella un futuro inesperado de promesas y ambiciones, de lo único que pudo estar segura era que no iba a ir a la iglesia.
Cogió su celular. Tenía más de 30 llamadas perdidas de su hermana.
-Mira –dijo por el teléfono al escuchar la preocupada voz de su hermana-. Por favor no me regañes y no te enojes conmigo –su voz se había quebrado y ahora estaba llorando-. No voy a casarme con Natsu. Ven a verme por favor.
"Lissana, ¡por Dios! ¿Qué cosa estás diciendo? No puedes hacerle esto, él te ama."
-Por favor, ven a verme, hermana.
Colgó al darle la dirección y se tiró de cuclillas al suelo, el corazón le dolía si; estaba sufriendo, sufría al imaginarse el dolor que les causaría a todos, pero sobre todo el dolor que le causaría a él.
Se sentó y comenzó a escribir nuevamente, no tenía mucho tiempo. Su vuelo saldría pronto. Esperó a su hermana, deseando desde el fondo de su corazón que aquel hombre pudiera perdonarla.
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En la Iglesia, todos los presentes se encontraban impacientes; miraban al reloj continuamente y después a la entrada. ¿Cuánto más iba a demorarse la novia?
-Estoy preocupado –dijo Natsu a Gray-. Lissana no es impuntual. Y ya ha pasado más de media hora, y, ¿si le pasó algo?
Erza, una de las damas de honor se acercó a confortarlo.
-Tranquilízate, ella está bien. Es normal que se demore, debe verse hermosa para ti. Mira tampoco ha llegado, así que debe estarla ayudando a arreglarse.
-Gracias, Erza –le respondió con una sonrisa sincera.
Fueron interrumpidos cuando una figura apareció en la entrada de la iglesia. Todos respiraron profundo, anticipando la entrada de la novia, pero no era ésta, sino su hermana mayor: Mirajane. Llevaba el mismo vestido que Erza, también era una de las madrinas, pero su maquillaje estaba estropeado y su rostro reflejaba una palidez tremenda.
El novio imaginó lo peor.
-Mirajane –dijeron al unísono varios de los presentes.
Ella se acercó al altar y tomó a Natsu de las manos, lo arrastró hacia el confesionario, cuidando de estar lo suficientemente apartados de los oídos ajenos.
-Por favor perdónala, Natsu –soltó inmediatamente sin darle tiempo a hablar-. Ella no va a venir.
-Pero ¿cómo? –cuestionó alterado-. ¿Está bien? Por Dios, Mira. ¿Qué le pasó?
Su voz reflejaba la angustia y su mirada se había ensombrecido.
-Lissana está bien –no pudo evitar el llanto-. Pero, ella no va a venir. Por favor, perdónala… No va a casarse contigo. Yo no sé porque tomó una decisión así de precipitada –su voz sonaba ahogada, casi era incapaz de mirar al joven a los ojos sin sentir una enorme tristeza. Ten –le entregó un sobre sellado, el cual estaba firmado por una bella caligrafía que Natsu reconoció al instante-. Ella quiere que tengas esto, me dijo que, tal vez después de leerlo, podrías ser capaz de perdonarla.
-No. Lissana no haría algo asi –tomó el sobre, mientras empuñaba sus manos-. Dime donde está, Mira, iré a buscarla, tengo que hablar con ella. ¿Por qué hace esto?
Las lágrimas recorrían los ojos de la joven. Natsu solo mantenía la mirada fija en ella, como si no lograra comprenderla. Ella trató de abrazarlo, pero él la empujó sin violencia. Seguía apretando el sobre con sus manos.
-¿Dónde está? – repitió, mordiéndose los labios con fuerza.
-Estaba en un hotel, pero me dijo que se marcharía en cuanto yo viniera para acá. Natsu, yo no sé lo que está pasando. ¿Había problemas entre ustedes?
El chico bajó la vista, dejó de apretar los labios cuando sintió un ligero sabor a sangre en la lengua. ¿Problemas? Se preguntó por dentro. No, no había problemas. Ella era feliz con él. ¿Lo era? Ahora recordaba que cuando le propuso matrimonio, ella demoró mucho más de lo normal para responderle, y cuando intentó besarla debido a la emoción, había bajado la cabeza, por lo que el beso lo recibió en la frente. Pero eso no podía significar nada, simplemente ella también estaba emocionada y no sabía cómo reaccionar.
Tal vez, ella había logrado sentir sus inseguridades, y, si era así, entonces por qué nunca le dijo nada. ¿Por qué esperó hasta este preciso momento?, cuando él ya no habría sido capaz de dar marcha atrás. Pensó en la ceremonia, en sus amigos; todos vestidos para ellos. Sus mejores amigos, arreglados de manera casi igual para ser los padrinos. ¿Cómo reaccionarían?
Salió de la sala para enfrentarse a los invitados. Se había limpiado el labio, y trato de endurecer la mirada y la voz, mientras pronunciaba las palabras que jamás hubiera imaginado que diría ese día:
-La boda está cancelada –tragó saliva, apretando la mandíbula-. Por favor, siéntanse libres de asistir al banquete, sería una lástima desperdiciar tanta comida.
Trató de fingir una sonrisa cuando dijo esto último, pero su boca apenas se curvó en una mueca desagradable.
Los padrinos fueron los primeros en acercarse, seguidos por las madrinas.
Lo último que Natsu quería o podía hacer era explicarles, no terminaba de asimilar las palabras de Mirajane, por lo que no se sentía capaz de repetirlas.
Sonrió con amargura mientras los dejaba atrás, ignorando sus preguntas. Le pareció escuchar incluso frases de consuelo y alguna que otra critica dirigida hacia la novia por parte de los invitados. En cualquier otro momento se hubiera detenido a callarlos. Sin embargo ahora, ni siquiera volteó a mirarlos con rabia; cientos de pensamientos martilleaban su mente. Mientras empuñaba con fuerza el sobre que le entregó Mirajane, al punto de arrugarlo seriamente, cayó en cuenta que dentro de este, estaba la única respuesta que llegaría a encontrar.
Gracias por leer, y nos vemos en el próximo capitulo (que no debería tomarme mucho subir puesto que ya está escrito xD) Saludos! :D
