Me despierto sobresaltada, respirando con dificultad, y me quedo sentada en la cama observando la oscuridad ante mis ojos. Puedo oír las suaves respiraciones de Rose, Valeria, Jacqueline y Martha en la habitación, y me maldigo por no poder dormir igual de tranquila que ellas. Suspiro pasándome las manos por mi melena castaña clara, aparto las mantas y las cortinas de la cama, y me bajo. Me niego a quedarme aquí mientras el insomnio hace una vez más de las suyas.

Me calzo las zapatillas y salgo despacio del cuarto, evitando hacer ruido. Cuando llego al final de las escaleras que llevan a la salan común de Gryffindor lo primero que veo es que afuera está nevando. Inmediatamente luego me sorprendo al ver que ya hay alguien sentado en una de las butacas delante del fuego, que crepita mansa y acogedoramente. Al oírme, se gira y unos ojos verdes, coronados por un pelo azabache alborotado, me miran interrogantes.

-¿Audrey? ¿Otra pesadilla?- No puedo evitar alegrarme de verle allí, al final no iba a tener que estar sola. A pesar de todo, la sonrisa que le dedico antes de ir a sentarme a su lado en otra de las butacas, es triste.

Está sentado despreocupado en el sillón. Le miro brevemente, lo justo para darme cuenta por su pijama y su pelo revuelto más de lo habitual, que hacía poco que había salido de la cama.

-Sí, otra.- Ahora sus ojos verdes, preocupados, miran intensamente los míos, y los eludo mientras subo las rodillas a la butaca y me las abrazo, enterrando mi cara en ellas.

-¿Otra vez…?

No le dejo terminar.

-Sí, más de lo mismo.- Mi voz suena cansada y me esfuerzo por cambiar de tema mientras vuelvo a levantar la mirada.- ¿Y tú qué haces aquí? Es tarde.- Para mi sorpresa, ahora es él quien elude la mía cuando contesta.

-No podía dormir.- Decido no entrar más en el tema, y él parece que decide hacer lo mismo con mis pesadillas, porque por unos segundos los dos nos quedamos en silencio mirando el fuego, con su crepitar como único sonido en toda la sala, hasta que Albus se endereza en el sillón y mirando sus manos entrelazadas decide romper el silencio.

-¿Nunca has tenido miedo de que la gente espere demasiado de ti, y tú no puedas complacerles?

La pregunta me sorprende tanto y es tan poco propia de Albus que bajo las piernas y le miro preocupada.

-Albus, no le debes nada a nadie.

Sus ojos esmeralda se vuelven hacia mí, y sólo en contadas ocasiones había visto en ellos tal magnitud de tristeza, cosa que hace que me preocupe aún más, olvidando completamente mis pesadillas.

-¿No te das cuenta? Hasta ese nombre, ¡Albus…! Hace que la gente piense en el gran mago que fue Albus Dumbledore cuando lo escucha, y no sólo eso, mis otros nombres ¡Severus Potter Weasley! – Entierra la cabeza en las manos y se pasa los dedos por su pelo negro, exasperado. –Llevo cinco años en Hogwarts, y desde que llegué…Desde que llegué todo son miradas de asombro y susurros a mis espaldas.

Por un momento no sé muy bien qué decir, pues mi familia, los Autumn, son una familia de magos de lo más normal. Es más, mi abuela fue la primera bruja entre una familia de muggles. Medito bien la respuesta antes de contestarle.

-¿No te has parado a pensar que muy posiblemente también le haya pasado a tu hermano mayor?- Digo pensando en James, el mayor de los Potter. -¿Por qué no hablas con él? Es más,- Me aventuro a seguir.- también podrías hacer lo propio con tu padre, estoy segura de que cuando llegó a Hogwarts cada vez que alguien oía la palabra "Harry Potter" se giraban para mirarlo dos veces, ¿Quién mejor que él pudo sentir una responsabilidad mayor para con el mundo?

Parece reflexionar, como si nunca antes se le haya ocurrido esa posibilidad, y cuando abre la boca para contestar, alguien nos sobresalta desde lo alto de las escaleras que llevan a los dormitorios.

-¿Qué hacéis aquí? Son más de la una de la madrugada.

Nos giramos sorprendidos hacia la voz. Ambos descubrimos al mismo tiempo a una Rose con el pelirrojo cabello alborotado y unos ojos azules interrogantes.

-Pues…- Me cuesta volver a recordar el por qué había bajado hasta la sala común, ya que la preocupación de mi amigo había acaparado toda mi atención.- Mis pesadillas.- Digo recordando de pronto, mientras mi amiga Weasley baja despacio las escaleras para venir hasta donde nos encontramos.- No podía dormir.

-La oí bajar y le vine a preguntar. Eso es todo.- Le dirijo a Albus una mirada de desconcierto por la evidente mentira, al menos para mí, que le acababa de decir a su prima, pero rápidamente intento ocultar mi sorpresa y le sonrío a Rose, sintiéndome algo mal.

-Estoy bien.- Le digo, ya que me mira con el ceño fruncido.- De verdad. De hecho, ya me iba.- Me levanto y mi amigo hace lo mismo, musita un leve "hasta mañana" y desaparece por las escaleras hasta el dormitorio de los chicos.

-¿Y qué le pasa a ese?- Me pregunta Rose mientras volvemos al cuarto.

Intento parecer convincente al mismo tiempo que maldigo a Albus por no haberme dejado otra opción que tener que mentirle.

-Estará cansado.- Manifiesto en voz alta, pero en mi fuero interno no paro de preguntarme qué le habrá llevado a no querer decirle nada a su prima, esperando que sea sólo el evitar que la pobre Rose se preocupe.

Cuando llegamos ante la puerta, voy a abrirla, pero su mano me detiene el brazo. Me vuelvo para mirarla y sus ojos azules se clavan en los míos marrones.

-¿Otra vez lo mismo?- Me quedo un rato desconcertada hasta que me doy cuenta de que habla de mis pesadillas. Inmediatamente reprimo un escalofrío en la oscuridad e intento alejar el recuerdo de unos ojos del color de la sangre.

-Sí, otra vez lo mismo.- No hace falta más, me suelta y rápidamente abro la puerta, no quiero ver su mirada de piedad.

Me meto silenciosamente en la cama, mientras mi amiga hace lo mismo, y cuando me cubro con las mantas y corro las cortinas, sólo puedo pensar en la larga noche que me espera, llena de espacio para llenarse con viejas pesadillas.