~*~Los Personajes de este fic no me pertenecen, excepto los OCs marcados por la misma historia. Los derechos correspondientes pertenecen a NINTENDO y a los creadores de THE LEGEND OF ZELDA.

~*~Este fic no está hecho con fines de lucro sólo es por entretenimiento y diversión.

Raya (cambio de escena, con una o varias alteraciones Cronológicas)."Pensamientos"*Asterisco en el intertexto* (notas de la autora, marcadas con N.A al final del texto en el mismo orden correspondiente de la lectura)."Referencias a otras frases",Recuerdos muy efímeros, Los sueños aparecerán en cursiva precedidos y seguidos por dos puntitos.

AVISOS Y COMENTARIOS (si es que los hay), al final del capítulo.


.

_.»».*.««._

oOo». Capítulo 1: Duelo y Destino en Taranis oOo

-._.»».*.««._.-

.

Esos ojos brillantes se entornaron, abrió el hocico y de ahí salió su lengua bífida, una risa gutural acompañó aquel gesto, estaba ansioso, muy ansioso, la barrera finalmente había caído, había hecho bien en confiar, había avanzado por los senderos de una frontera intrínseca y complicada, pero ahora finalmente parecía tenerlo a su alcance.

El Brujo le había gruñido, le había dicho que esperara y lo acompañara, pero él se había negado y en cambio solamente le había dicho que le prestaría a Hiperión, al otro lizalfo no le hizo gracia la idea, pero Ceo había rugido de manera amenazante haciendo valer su posición como líder principal de los Dodongo.

Y ahora ahí estaba, las fallas rocosas alrededor del río Taranis eran un escondite perfecto, el camino del río había formado un imponente cañón con el pasar de los milenios, el agua que transitaba su cauce bramaba de manera casi ensordecedora, y la forma del cañón hundido se aseguraba de que el eco de ese bramido fuera aún más potente, no por nada había recibido aquel antiguo nombre.

—Sólo un camino— susurró.

Su mirada se clavó en el puente, era realmente largo, construido en basalto rosa; un mineral extraño y extraordinario, cada parte de su estructura era una obra maestra, enormes pilares decorados con altorrelieve y formas dragontinas adornaban la estructura. Tharaniss se llamaba, en honor al río que le cruzaba justo por debajo y a la pronunciación extraña que había emitido el primer dragón en posarse ahí y susurrar su nombre.

Las pupilas de Ceo brillaron.

Tharaniss era la entrada sur de Colmillo de Guerra, el único paso viable en kilómetros y kilómetros, la única forma de sortear la increíble barrera natural que había formado aquel río milenario.

"Tarde o temprano", pensaba, Zilant tendría que cruzar por ese sitio, ese sería el momento, pero antes necesitaba ir y ocultar su aroma.

—Ese fastidioso caviidae— gruñó, aunque más que un gruñido fue una risa bofa – voy a comérmelo— murmuró.

Recordó claramente que el caviidae también había estado ahí desde el inicio, aquel lejano día, el día en el que Ryuuji había nacido; la espada que guardaba el alma del dragón al que odiaba, odiaba todo en ella, odiaba a su portador, odiaba al ser que la había creado, odiaba al propio Zilant cuya alma alimentaba el filo del arma que había matado decenas de Dodongos.

—Pronto— susurró —….. pronto— volvió a clamar.


En el amanecer de ese día Tomodachi se despertó de modo jadeante, asustado y sorprendido, algo debía de estar mal en su cabeza, al igual que en tiempos pasados había soñado de nuevo con la Diosa Hylia, los ojos tristes de la deidad se habían engrido en su memoria causando que un enorme y desgarrador vacío se instalara en su alma.

Con cierto esfuerzo se llevó las patas al rostro, ya no podía recordar cuantas veces había tenido que pasar por eso, preguntándose una y otra vez ¿Cuándo seria el día en que volvería a ver su sonrisa?, el sentimiento era tan desgarrador que por mucho que lo intentara era imposible describirlo con palabras.

— ¿Tomo?

Alzó la vista ante el llamado, la princesa estaba a su lado, lo abrazó con cariño y le permitió desahogarse en su pecho.

Zelda no estaba demasiado segura de que era lo que ocurría, últimamente las pesadillas solían ser más frecuentes y estaba preocupada de que el pobre Tomodachi sufriera de una conmoción mientras dormía.

Paciente, silente y fiel a su dama, Link aguardaba en el mutismo, se había posado a su lado de forma sobreprotectora esperando como cada noche a que el amanecer llegara, cerró los ojos y escuchó el sonidito triste que se desprendía desde el pecho de Zelda, era el sonido que solían hacer los caviidaes cuando se perdían, cuando tenían miedo, tristeza o angustia. Cuando sentían la soledad y el abandono de un ser querido.

Pero no había nada que Tomodachi pudiera perder en ese momento. En ese instante Link se convenció de que quizás los sentimientos de la diosa estuvieran aflorando desde un sitio inesperado.

—"Es triste", "Es inevitable", "Ese es el pago de ser un alma encadenada, el pago por haber vendido el alma a una deidad"— Pensó. Cierto escalofrió recorrió su ser entero, eran sus pensamientos y al mismo tiempo no lo eran, era su voz pero no su propia voz la que se lo decía, como si algo muy dentro de su ser hubiera soltado el comentario.

La presencia del ser oscuro que habitaba en su alma pareció darse cuenta del disturbio que ocasionaba en la otra parte de su ser, y antes de que Link siguiera indagando se retiró de su conciencia y se fue a dormir placida y pasivamente.

El joven mercenario suspiró de nuevo.

—Extraño,— murmuró— debe ser mi falta de sueño.— asintió para sí mismo.


Parte del camino en aquella mañana fue silencioso, había cierto sopor pese a que el clima era templado y frío, sin embargo la nube de incomodidad se disipó cuando los tres viajeros y la yegua se posaron en uno de los extremos del glorioso puente de Tharaniss. Tomodachi olvidó el mar de sentimientos que lo había invado hacia pocas horas dejando que su lado de arqueólogo se escapara por un rato.

Link negó con la cabeza, había cosas que jamás cambiaban, aunque tenía que admitir que aquel precioso puente incluso a él le despertaba ese sentimiento de emoción, las caudalosas aguas del río que corrían bajo sus pies provocaban un sonido atronador, Epona caminó muy cerca del mercenario y la princesa, sus pequeñas orejas bailaban con el canto del río, el sonido la asustaba pero la presencia de su amo Link la reconfortaba y le daba la seguridad necesaria para seguir avanzando.

Y era un puente largo, muy, muy largo, el más largo que Link hubiera cruzado en la vida, la extraña piedra rosácea se volvió gris y fría cuando las nubes le brindaron sombra, era un espectáculo extraño y casi mágico.

—Magia— susurró simplemente.

Tomodachi irguió las orejas y movió los bigotes, Link no sabía si lamentar haber soltado el comentario, conocía el gesto de sobra así que no le sorprendió cuando su peludo amigo se convirtió en una biblioteca parlanchina, eso no le molestaba, aunque por momentos sentía cierto rezago de celos de que se robara toda la atención de la princesa.

—Es un mineral extraño, y además, escuché por ahí que fueron los sirvientes de los dragones quienes construyeron este increíble sitio.

— ¿Los sirvientes de los Dragones?, quieres decir que había personas a su lado.

—Eso no se sabe, los escritos que corresponden a la época no dan demasiados detalles de su raza o naturaleza, aunque por lo que vemos eran diestros en su oficio.

—Si— respondió Zelda con una sonrisa, su mano jugueteó al deslizarse en el pasamanos ornamentado, la textura ahí era compleja, era como acariciar las escamas del animal mismo, como si aquellos antiguos escultores hubieran querido dejar grabado un mensaje silente, el rugido de los amos de aquellas tierras.

"Éste es nuestro territorio"

Y Zelda así lo sintió, quizás su corazón latió más rápido tratando de que aquella sutil, pero antigua magia no la abrumara, salió del trance cuando su mano chocó contra la pilastra y acarició la cabeza de dragón que yacía escupida en ese sitio.

Entonces supo con seguridad que habían llegado a su destino, al final del recorrido los esperaba un arco de piedra, los viajeros alzaron la vista y contemplaron la curiosa escena, había cinco dragones encaramados al arco, todos eran diferentes, Link estuvo atento de ello, no conocía a todas las especies sobrevivientes, pero había una en especial con la que estaba familiarizado, el ejemplar que representaba a los dragones de plateados encabezaba el grupo al centro de la estructura. Había algo en él que le recordaba a si mismo aunque no supo describir con certeza el porqué de ese sentimiento.

Suspiró y avanzó.

Había un miedo latente en su alma, aunque claro, era normal teniendo en cuanta que hacía un amanecer que literalmente había visto caer el cielo, su mente vagabundeó en el recuerdo, era increíble pensar que una magia tan colosal se hubiera desmoronado, Tomodachi había calculado que a la velocidad en que se movía posiblemente a esas horas ya hubiera cruzado la frontera de Dragonsterra, pero lo que lo intrigaba no era su destino, sino más bien, su origen, ¿Qué era y para que servía?, posiblemente al llegar al centro de la capital encontrarían dicha respuesta, aunque para eso todavía quedaban algunas jornadas de camino, la entrada estaba justo delante de ellos pero el territorio de los dragones era tan enorme como ellos mismos, y en antaño su hogar no había estado limitado por aquellas estructuras de piedra.

Instintivamente llevó una mano a su alforja, tiempo atrás había pedido a Tomodachi que le colocara aquel extraño hechizo, ninguno de los dos había comentado nada con la princesa, no parecía ser demasiado relevante, aunque Link sabía que para poder protegerla iba a necesitar algo más que sólo su fuerza y destreza física, nunca más permitiría que otro ser se la arrebatara de sus manos.

Tanteó su propio terreno, encontró un objeto nostálgico sus dedos lo acariciaron pero después lo abandonaron para posarse sobre la daga de la bruja, era compleja y le recordaba un poco a la propia Ryuuji.

Después de un rato tuvo que sacar la mano de la alforja había otra cosa que necesitaba estrechar con urgencia, la mano de su princesa, ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que ella le había pedido que le prestara su brazo?, ya casi no lo recordaba, aunque ahora era él quien no podía avanzar sin buscar algún contacto con ella.

Zelda lo recibió gustosa. Últimamente se preguntaba por qué sus ojos lucían tan inquietos, lo abrazó con cariño mientras se adentraban finalmente a la tierra de los dragones.

—No te apartes de mí lado— le susurró al oído.

—Tranquilo, voy a estar contigo siempre.

—Siempre— repitió Link, y lo dijo en voz alta para no olvidarlo, sonrió nuevamente sintiendo que había encontrado la felicidad para toda la vida.

Y fue así como finalmente se adentraron en esas tierras desconocidas, sus pasos se posaron firmes en territorio de leyendas, en donde antaño una raza poderosa había sobrevolado los cielos. Ninguno de los tres sabía que muy pronto el destino tomaría un nuevo curso, que las cosas que estaban por ocurrir marcarían el antes y el después en su travesía.


Aspiró el viento, era dulce, las flores despedían fragancias nuevas que su nariz jamás había conocido. Después de varias horas el sentimiento de inquietud había regresado, miró varias veces hacia el horizonte, oteando, pensando... Recordando los sueños que en días pasados habían acontecido. Los ojos azules de la diosa vagabundeaban en su cabeza y sin siquiera pensarlo le clavó la mirada a Ryuuji.

La espada se bambaleaba plácidamente en el cincho que Link se había cernido alrededor la cintura. Apartó la mirada y con desgana se revolvió los bigotes, no supo en que momento la anterior profecía revivió desde sus recuerdos sepultados.

—Imposible...— murmuró en silencio. Las escamas del dragón latían en el interior de la espada, la fuerza de Zilant residía también ahí adentro, no había forma de que las palabras de la diosa recobraran significado.

En ese instante Epona alzó las orejas, miró a la distancia, confundida. Algo había llamado su atención, algo que no supo encontrar por ninguna parte. Pareció olvidarlo después de segundos.

Taranis rugió a sus espaldas, la corriente bravía y ensordecedora hacia sinfonía en el ambiente. Link se detuvo un instante haciendo que Tomodachi chocara contra sus tobillos, y sin más remedio gruñó.

—No te detengas de golpe.

—Caviidae ciego, ¿en dónde crees que tienes los ojos?— lo acusó sagazmente.

En ese instante desvío la mirada, siempre había sabido que Link era perceptivo, bufó al ser desenmascarado.

—Toma— espetó sin esperar contestación alguna.

El caviidae se sorprendió cuando el mercenario le lanzó la espada en vuelo, con maestría logró atraparla antes de que su mente se quedara completamente en blanco. Minutos después se obligó a despertar al sentir que sus acompañantes de alejaban.

— ¿Qué te pasa?

La voz de la princesa llegó a sus oídos de manera casi perceptible, había caminado a su lado pero él se detuvo de golpe al escuchar la pregunta. Nuevamente sus bigotes se tensaron al tiempo que retomaba la palabra.

Cuando el arma caiga, su portador caerá con ella envueltos en las garras de la oscuridad...

—Pero ya paso.

—Sí, ya paso— repitió, la voz de Zelda sonaba sin alerta alguna. Aun así no pudo evitar desenfundar el arma, admiró la hoja; un brillo casi sobrenatural destelló desde ese sitio, sonrío sintiéndose orgulloso, definitivamente esa era su obra maestra.

—Nada pasara— repitió Link siguiendo el hilo de la conversación que sus compañeros habían dejado. — Nada pasara. Estamos lejos de esas tierras.

Y de esa manera apaciguó aquellas lejanas emociones, con maniobra silente volvió a reclamar a su princesa, la llevó a su lado de manera protectora. Tomodachi simplemente meneó la cabeza, desde siempre había intuido que Link era muy celoso con las cosas que le gustaban, y ahora sólo había descubierto que había algo que le gustaba más que Ryuuji.

—"Y menos mal que la espada no es celosa"— pensó con cierta gracia. Un poco a lo lejos el fiero mercenario, el ex demonio de ojos azules, había comenzado a instalar su campamento, le quitó la silla a Epona y con amor desmedido sentó a su princesa en la piedra más bonita y plana que había en los alrededores.

Tomodachi nuevamente movió las orejas, miró al cielo y contempló el sol de mediodía, era temprano para ese tipo de cosas. No obstante al observar el escenario también le entraron ganas de descansar, habían caminado toda la mañana por los largos kilómetros del puente, Taranis era tan ancho que en una época pasada posiblemente se había creído que dividía al mismo mundo.

Finalmente el caviidae pareció darse por vencido, dejó la espada cerca del campamento, y con una ligera señal simplemente le indicó a Link que se marcharía, necesitaba poner en orden sus pensamientos, pero estar cerca de los hylians no le ayudaba demasiado pues aquella parejita melosa parecía pedir a gritos silentes momentos de soledad para ellos mismos.

— ¿Qué le pasa a Tomodachi?

Y la pregunta bailó con el viento, Link miró al cielo sin conocer exactamente la respuesta, posiblemente había alguien que si la conocía, mas sin embargo no sentía ánimos para sopesar y asimilar aquella otra existencia que vivía dentro de sí mismo, por alguna razón sabía que sólo era él, eso no le preocupaba mas sin embargo no podía sacarse de la cabeza que podía ser posible que aquello no fuera del todo cierto.

—Yo no sé, princesa— y no mentía, se sentó a su lado y acurrucó la cabeza contra su cuello, Zelda sólo soltó una risita, a veces Link parecía no saber ni lo que hacía cuando estaba a su lado.

—Tal vez deberíamos pensar un poco más en él, realmente se ve agobiado.

—Pero no podemos hacer nada, si él hizo un contrato, y eso ya forma parte de su vida, entonces únicamente él tiene la culpa.

—Pero… no significa que no podamos hacer nada, ¿o sí?

Entonces él meneó la cabeza, de alguna manera extraña su mirada se posó en Epona, la yegua se había alejado internándose en una arboleda cercana, sintió la necesidad de seguirla pero por cierta razón no lo hizo, y esa razón era su princesa. Zelda se había adueñado de él atrapándolo por la cintura, fue un movimiento imprudente tomando en cuenta que últimamente Link no conseguía retener sus instintos y no precisamente "Los instintos asesinos", sino más bien aquellos deseos reprimidos que eran propios de cada ser viviente, aquellos anhelos habían sido doblegados bajo las fuerzas de los lazos ancestrales y que ahora habían revivido al estar nuevamente con la persona a la que pertenecía.

Sin pensar, sin razonar, se dejó adueñar de ese ser maravilloso, y cuando menos lo imaginó ya le había soltado un beso exageradamente tronado en el cuello.

Al sentir eso Zelda se despabiló moviendo las manos como loca y llamando a Link de manera nerviosa, no era como si no le hubiera gustado, pero aquella acción había sido como un choque eléctrico, algo que jamás hubiera imaginado sentir en su vida, y sintió miedo pese a que era una sensación maravillosa.

Un poco más cerca y el mercenario atolondrado terminó junto a su oído.

— ¡No, Link!— clamó, literalmente tuvo que arrancárselo de golpe.

Finalmente el pobre chico despertó del trance sintiendo que moría de la vergüenza, alzó la mirada para contemplarla y sintió que el corazón se le partía cuando la encontró temblando, entonces se sintió como verdadero idiota creyendo que había despertado los miedos y demonios internos que en antaño atormentaban a su princesa, se riñó a sí mismo, jamás en su vida hubiera deseado lastimarla ¿y qué tal si ahora también a él le tenía miedo?, ¿Qué tal si por culpa de esa estupidez había dejado de verlo como a "su Link" para verlo como a un hombre?, y a Zelda le aterraban los hombres. Jamás en su vida podría llegar a perdonarse si aquello había ocurrido.

—Perdóname Zel… yo.. es que, no quería, te juro que no quería.— tartamudeó, se había alejado como un resorte.

— ¿No querías?— apenas si articulo palabra, temblaba pero no por la razón que Link creía, y ahora un sinfín de emociones se arremolinaban en su cabeza.

—No, no quería.

— ¿Quererme?— preguntó con suma tristeza.

—Asustarte, — musitó para el alivio de la chica— no quería asustarte, perdóname, yo… creo que precisamente esto paso porque… porque te quiero.

Sus miradas se cruzaron, después Link dio la vuelta, estaba a punto de echarse correr cuando ella lo retuvo abrazándolo por la espalda.

—Está bien Link, estoy bien.

— ¿Segura?

—Eso creo.

—Lo siento.

—Lo sé. Ya no importa.

— ¿Segura?

—Eso creo…— volvió a repetir.

—Te quiero mucho princesa, no me hagas esto, necesito tomar aire— tropezó con sus palabras, la princesa finalmente lo soltó cuando entendió a lo que se refería, y sin más lo dejó que se marchara para que pudiera refrescar su cabeza.

Una vez más se quedó sola sin saber cómo sentirse, era muy feliz de entender que podía despertar esa clase de emociones en su compañero, pero por otro lado se arrepentía de haber provocado ese sentimiento de angustia en el joven mercenario, ella mejor que nadie sabía que Link por mucho que llegara a quererla jamás dejaría de amar "a esa otra persona".

Suspiró tratando de quitarse eso de la cabeza, no quería lastimarlo, ni tampoco deseaba seguir lastimándose y mucho menos cuando después de tanto tiempo había aceptado que lo amaría siempre sin importar que su corazón no le perteneciera.

Miró a la lejanía por donde había partido Tomodachi, el caviidae también había desaparecido, así que se quedó sentada con la mente en blanco, hasta que recordó la sensación electrizante del beso y se puso a reír de manera tonta, definitivamente le había encantado (pese a todo lo que eso contraía)

Cerca de ese sitio Link estrelló su cabeza y la espalda contra un árbol, cierto alivio recorrió su cuerpo al ver desde la distancia que Zelda sonreía, al menos su tontería no había tenido consecuencias.

—Idiota…— musitó.

Un relinchido suave le pegó en la frente.

—Tú no Epona, yo.

La yegua asintió con la cabeza.

—Gracias, eh, esperaba que movieras la cabeza hacia otro lado, pero supongo que hasta tú sabes reconocer eso.

Nuevamente Epona asintió, cogió a Link de la túnica con un mordisco, indicándole que quería que la siguiera, parecía inquieta, el joven mercenario negó con la cabeza pero al final de cuentas se dejó convencer por la equina y la siguió al sendero que se internaba en la arboleda.


Viró la vista pero no encontró a Link con la mirada, no le importó demasiado al fin y al cabo lo conocía de sobra, no debía de estar muy lejos. Cerca de los límites del cañón que rodeaba el río encontró varias plantas medicinales, Link lo había regañado porque le decía que recogía demasiadas tonterías, pero había hierbas que nunca estaba de más tenerlas bajo la manga.

—Tonto Link— rechistó haciendo berrinche— siempre me regaña por todo.

Alzó las orejes al percibir un ruido extraño, sonaba como si un animal estuviera arrastrándose entre las rocas y con curiosidad escaló unos cuantos metros sobre la pendiente de la falla geológica, pronto el ruido se detuvo, Tomodachi ladeó la cabeza pensando en que quizás lo había imaginado, perdido en sus pensamientos se concentró nuevamente en sus labores, tenía otras cosas en las cuales mantener su mente ocupada; el hechizo de localización que había puesto sobre Beast resonaba no muy lejos de ese sitio, de pronto había parado pero el Caviidae intuyó que estaría tomando un descanso después de tan larga travesía.

Nuevamente sintió como si algo lo observara, alzó las orejas y olfateó el aire.

Por unos instantes sitio escalofrió pero al mirar a su alrededor no encontró nada, esa sensación lo estaba poniendo nervioso.

—Tontos instintos— susurró, a veces lo odiaba pero había aprendido a vivir resignado.


Link entrecerró los ojos cuando Epona le mostró las marcas en el piso, algo se había arrastrado dejando un enorme surco, se acuclilló al ras del suelo e inspeccionó la huella; era reciente, pero se preguntaba qué clase de animal podría dejar algo parecido.

Fuera lo que fuera el sólo hecho de tener presente aquella imagen lo instó a volver a su campamento.

—Ven Epona— la llamó.

Epona soltó un resoplido y avanzó en la dirección contraria, sus ollares se habían dilatado como si hubiera captado un olor ahí cerca, entonces Link se llevó una mano tahalí, avanzó despacio pero lo suficientemente cerca para poder proteger a su compañera.


Y entonces Zelda se preguntaba por qué Link no volvía, cansada de estar sola fue a buscar a Tomodachi, llegó al pie de la ladera y lo observó nefelibato, de vez en cuando saltaba de roca en roca y olfateaba el ambiente, hasta que de pronto le vio crispar los bigotes y entrecerrar la mirada.


—"Acércate"— su voz era ronca incluso en sus pensamientos, estaba cansado de jugar al escondite.

El viento estaba inquieto y no podría ocultar más su presencia, tarde o temprano el caviidae lo olfatearía, así que antes que perder el factor sorpresa prefería dar el primer golpe. Sigiloso y escurridizo se movió entre las rocas, se arrastró tal cual reptil era, retrajo las garras y preparó su salto.

El caviidae estaba justo enfrente, durante un segundo el viento cambio de rumbo desapareciendo cualquier rastro que lo delatara, y entonces sonrió con una mueca chueca que dejaba a la vista las hileras de dientes filosos.


— ¡Tomo!— volvió a llamarlo.

Finalmente el caviidae salió de su letargo, saludó a la princesa con una seña. Quizás había sido su imaginación, pero entonces ¿Qué era ese sentimiento tan inquietante?

Así sin más escucho que algo crujía fuerte a sus espaldas, algo muy pesado que se movía tras los arbustos

— ¿Eso es?— curioso acercó la cabeza.

Craso error. Lo siguiente que supo fue que una sombra enorme había salido desde aquel escondite, se quedó completamente helado cuando vio al ser que se ocultaba bajo aquel ralo mar de hojas.

Entonces sintió el golpe y resbaló por la ladera, soltó un chillido instintivo que se entremezclo con el rugido de aquel ser descomunal que se la había echado encima.


Pocas cosas podían ser tan evidentes. Los ojos de Link se volvieron fríos mientras se acuclillaba e inspeccionaba el rastro, finalmente había una parte en la que la creatura se había cansado de ocultarse dejando que el surco revelara las verdaderas hullas.

No cabía duda, Link había visto esas marcas decenas de veces en el pasado.

—Lizalfo…

No cabía error en ello, eran huellas de lizalfo. El estómago se le revolvió al tiempo que se levantaba y por un instante sintió… miedo. Esa creatura estaba dentro de la barrera ¿Cómo era posible?

De pronto cayó en cuanta del peligro que corrían al haberse detenido en ese sitio, sintió la necesidad de echar un brinco y montarse sobre la yegua, pero para el caso hubiera sido una tontería; la espesura del bosquecillo habría entorpecido el trote de la equina.

Y sin más simplemente corrió, casi se fue de bruces cuando escuchó que Zelda gritaba aterrorizadamente.

— ¡Princesa!— la llamó simplemente por instinto, su cabeza se volvió un caos mientras se llenaba de miedo. Pisó fuerte haciendo eco en su travesía, con el cuerpo lleno de adrenalina en cada paso que daba, lejos de su entendimiento escuchó el relinchido de Epona alejarse sin remedio al no poder seguirle el paso.

Entonces todo se volvió verde, solamente veía árboles, se enganchó como gato montés dando saltos por las ramillas sin dejar que estas lo detuvieran.

— ¡Tomo!— nuevamente la voz de Zelda llegó a sus oídos.

Algo había pasado, algo malo. Lo sabía. Jamás debería de haberla dejado sola.


Perdió parte de su vida en ese instante, en el preciso momento en el que vio como ese Lizafo se le echaba encima a su amigo, en el momento en el que el chillido del caviidae se mezcló de manera extraña con aquel rugido gutural que parecía extasiado al tener entre sus garras a su presa.

Desde esa distancia simplemente se quedó paralizada sin poder hacer nada al respecto, y gritó de miedo y también de angustia.

En ese preciso instante y sin saber cómo Tomodachi se había envuelto en una pequeña barrera de magia, Ceo lo había alcanzado de lleno para ese entonces, así que sin más ambos se desequilibraron y cayeron rodando por la pendiente, por breves segundos la princesa no había logrado distinguir que había sido de su amigo, el lagarto lo había arrastrado hasta el fondo más allá del alcance de cualquiera que pudiera ayudarlo.

— ¡Tomo!— lo llamó y corrió, no pensó demasiado en que podía ser peligroso, rodeando la ladera finalmente lo encontró tirado a unos cuantos metros, estaba cubierto de polvo y pequeños pedruscos, lo tomó entre sus brazos y lo estrujó fuertemente.

—Rayos— escupió un poco de polvo, el terreno se había desgajado ante el peso de la otra creatura, así que a mitad de camino ambos habían quedado envueltos entre un pequeño derrumbe.

Zelda no se dio cuenta de eso hasta que de pronto el lizalfo volvió a salir de las rocas que se habían deslizado y amontonado.

—Vaya, vaya. Gracias por ahorrarme el trabajo de buscarle, Alteza— escupió las palabras con sorna venosa mientras sus ojos se clavaban en la chica, soltó un breve resoplido y se sacudió el polvo de las escamas.

Por primera vez quedaron frente a frente. Los ojos de la futura soberana de Hyrule se cruzaron con los del líder de los ladrones Dodongo, Ceo esbozó una sonrisa chueca y mostró la legua bífida, pocas veces había saboreado el sabor de una futura venganza, solía ser frío y calculador, pero pese a todo podría haber aparentado cualquier cosa excepto el animal que era.

Para mala fortuna el asunto le había carcomido el entendimiento durante años en su cabeza, el odio hacia Zilant y hacia el herrero que había creado aquella espada cuyo filo había sido el causante de la muerte de su hermano. El honorable líder ahora no era amas que un lagarto cualquiera.

—Tú— siseó de manera amenazadora, de verdad que deseaba clavarle lo dientes a ese caviidae.

Zelda estrechó a Tomodachi contra su pecho cuando la mirada ambarina del lagarto les cayó encima. Casi paralizada por el miedo obligó a sus piernas a dar pequeños pasos en la dirección contraria, sin embargo, no era posible que pudiera correr lo suficientemente rápido para salir de aquel aprieto en el que se habían metido.

Los ojos ambarinos de Ceo reflejaron la silueta de la princesa, cada paso que daba, cada respiración que exhalaba con su aliento… sus sentidos de depredador únicamente esperaban el momento preciso para dar el golpe justo.

Las cosas se estaban poniendo realmente feas, y sin Link cerca el panorama se dibujaba realmente sombrío.

—Corre— musitó en voz silenciosa.

Zelda agachó la mirada unos segundos para ver a Tomodachi, el caviidae había crispado los bigotes mientras miraba al Lizalfo que los tenia acorralados, estaba por repetirle la indicación cuando de pronto Ceo dio un salto y cayó justo detrás de la princesa, la joven hylian gritó por instinto y aflojó el agarre de sus brazos, fue en ese momento cuando el Lizalfo soltó un zarpazo. Sabiendo lo que sucedería el caviidae pateó fuerte con las extremidades inferiores en el estómago de su acompañante obligando a la princesa a que lo soltara, por escasos segundos ambos libraron el golpe al separarse.

Zelda se tambaleó sobre su eje y su vista se nubló por un breve instante.

—Imbécil— gruño el líder de los ladrones mientras esbozaba una risilla, sabía que lo que el caviidae buscaba era traer su atención, pero en lugar de perseguirlo se sacó el haz de la manga, o más bien dicho de la garganta…

Retrajo el vientre y después con fuerza soltó un escupitajo ígneo, el proyectil de fuego literalmente golpeó a Tomodachi por la nuca haciendo que el pobre rodara por el piso envuelto en un abrazo de llamas candente. No hubo gritos ni chillidos así que simplemente intuyó que lo había matado de un sólo golpe, era una lástima, una verdadera lástima, había tenido tantas ganas de masticarlo entre las fauces, pero desde siempre había odiado la comida carbonizada.

Finalmente se viró hacia la chica, avanzó despacio dejando que sus enormes y escamosas patas dejaran huella en el suelo.

Paralizada por el susto y por el hecho de ver a su amigo desaparecer entre las llamas Zelda no reaccionó hasta que tuvo al lagarto de frente, entonces su respiración se detuvo, el Lizalfo le acercó el rostro y con descaro le acarició la mejilla.

—Ay una personita que te quiere cueste lo que cueste— pronunció con su voz gutural y fría— quizás en otro momento habría respetado tratos de trabajo. Pero para su mala suerte, alteza, Zilant guarda hacia usted demasiados sentimientos hermosos— clamó escupiendo la última palabra con asco, su garra se hundió cerca de su rostro haciendo que un hilillo de sangre resbalara por la mejilla de la joven hylian.

Pero en ese momento en lo último que pensaba era en el dolor del corte, tenía la mente en blanco mientras las palabras del Lizalfo hacían un eco bailarín en su cabeza, sabía que por sí mismo tenía sus razones para quitarle la vida, pero lo que no lograba entender era quien era aquella otra persona que ansiaba verla muerta.

—Sentirá en carne propia el dolor de perder a alguien que quiere, quiero verlo enloquecer de rabia antes de matarlo con mis propias garras— pronunció, sus ojos mostraron un deseo insaciable de muerte, estuvo a punto de cerrar la garra sobre el rostro de la chica cuando de pronto algo se le había trepado en la espalda.

—Mira quien es ahora el imbécil— rechistó cierta criaturita en voz provocativa, Tomodachi le había saltado al lomo sin que se diera cuenta.

— ¿¡Cómo demonios sobreviviste!?

—Magia.

El Lizalfo gruñó de forma furica, precisamente porque no creyó que pudiera seguir usando artes antiguas, ya que era extraño que los miembros de esa especie pudieran canalizar magia por voluntad propia, así que antes había creído que aquel escudo lo había creado por un mero golpe de suerte.

Pero no era así y había cometido un error al subestimarlo, cuando menos se lo espero terminó por recibir la peor cosa que podría de un caviidae.

Simplemente lo había mordido, le había clavado los incisivos con todas las fuerzas de su alma en el cuello, no había peor cosa que eso, podía ser herbívoro pero tenía los dientes realmente largos. Las cuchillas óseas en forma de bisel* consiguieron atravesar el escudo de escamas.

Eso provocó que el Lizalfo rugiera como loco, se sacudió de manera recia pero no consiguió quitárselo de encima, era una desventaja que el "roedor" se hubiera encaramado en el punto muerto al que no le llegaban los brazos ni la cola. Bufó de cólera pero después de unos segundos dejó de seguirle el juego, se quedó quieto, miró por el rabillo de la mirada.

—Que desesperado, aunque acepto que es un movimiento casi inteligente viniendo de parte de alguien que sabe que no puede ganar. Aunque lamento decirte que esos esfuerzos son inútiles, simplemente mírala— espetó señalando a Zelda con la mirada— tu sacrificio no vale más que su miedo.

Fueron sus últimas palabras, salto de la nada y se dejó caer en peso muerto contra el piso. Algo crujió de manera inevitable.

—Casi inteligente— repitió con voz carente de emociones, se levantó del suelo, algo se desprendió desde su cuello— es una lástima que seas tan pequeño. Inútil y pequeño, deja que te dé un regalo por haber logrado lastimarme.

Sintiendo un dolor terrible al haber sido aplastado de aquella manera el pobre caviidae únicamente pudo abrir un ojo, no le habían roto los huesos gracias a que irónicamente le había salvado estar cerca de la pequeña hendidura de la nuca del Lizalfo, pero el golpe lo había dejado seminconsciente. Observó cómo Ceo se llevaba una mano a la cintura, traía ahí un tahalí verdaderamente rustico que utilizaba para sujetar una curiosa cimitarra.

Alzó el brazo y dejó descender el arma, la media luna cortó el viento y al parecer también el resto de los sonidos, todo pareció moverse en cámara lenta hasta que finalmente de detuvo con un estruendo.

El tronido de ambos metales se escuchó en seco, el ataque de la media luna había sido frenado por la intrusión de otra arma…


Ese fue el inicio del fin de todo.

Ambos cruzaron miradas de manera asesina. Era un momento que Ceo había esperado durante años.

—Zilant— bramó el nombre escupiendo veneno.

Las espadas chillaron al unísono mientras ambos metales se rozaban de manera implacable. Entonces Link empujó al Lizafo, quizás no tenía la misma fuerza bruta, pero como espadachín tenía una mejor técnica.

El lagarto rugió mientras daba un salto hacia atrás.

Y nuevamente se miraron mientras ambos empezaban a danzar en un círculo de muerte, desde la distancia Link le dedicó una mirada a Zelda, nuevamente sintió que la sangre le hervía de rabia al verle la herida de la mejilla.

Siguió avanzando en círculo mientras el Lizalfo le imitaba, las botas de Link resbalaron ligeramente sobre la grama, estaba húmeda debido a la constante corriente que fluía a través de Taranis, el viento llevaba consigo diminutos resquicios de agua haciendo que todo aquello que se encontrara cercano al cañón sintiera sus efectos pese a que se encontraban a una gran altura.

Los ojos del lagarto se clavaron en el Hylian, sacó la lengua bífida y saboreó el aire, el reflejo de su oponente se dibujaba en sus grandes ojos ambarinos. Y por un momento todo pareció detenerse. El viento aullaba ensordeciéndoles los oídos pero eso no les importaba, entonces fue Link quien dio el primer paso, arremetió fuerte con intenciones de matar en un primer golpe.

La cimitarra recibió a Ryuuji, se tambaleó y gruñó en un quejido agónico y tintineante, por breves segundos Ceo sintió el mismo empuje y sólo con ese gesto comprendió como era posible que aquel Hylian le hubiera causado tantos problemas hasta entonces.

Los hábiles pasos de Link hicieron retroceder al lagarto hasta que llegaron al pique de la quebrada, y Ceo dibujó una sonrisa sardónica en la que la hilera de alabes dentellaron antes de escupir una risa llena de éxtasis.

—Peleas bien para ser un simple gusano— susurró.

Link entre cerró los ojos evitando caer ante aquella provocación, sintió el peso muerto de su enemigo cuando este se dejó caer y se escurrió por la parte baja esquivando la ira de Ryuuji. Con una voltereta el lagarto lanzó un zarpazo, lo recibió en el costado y ahogó el grito de dolor, no huyó, sólo lo miró con rabia y aprovechando que su enemigo había cantado victoria lo embistió por la parte baja y ascendió dándole un cabezazo verdaderamente sonoro.

Zelda se quedó pálida cuando la quijada del lagarto crujió como si hubieran pisado un palito de madera.

La cabeza de Link sangraba pero al parecer el joven mercenario no le estaba dando importancia a eso, miró al lagarto el cual dio un salto en reversa para alejarse de su contrincante.

Y ahí estaban nuevamente matándose sólo con la mirada, Ceo mismo se dislocó la mandíbula y volvió a recolocársela, era la ventaja que tenia de ser lagarto, aunque Link ya lo intuía así que tampoco se sorprendió al ver semejante espectáculo.

El gruñido de aquel ser reptido sonaba tenue, pero peligroso y sus ojos ambarinos parecían husmear el terreno buscando la manera de ganar ventaja, definitivamente jamás había creído que Link portara semejante resistencia, cualquier otro ser se hubiera retorcido de agonía ante semejante arañazo que le había metido. No obstante el joven mercenario había aprendido a soportar ese tipo de dolor manteniendo la cabeza fría; había crecido en las tierras más hostiles y agrestes, decenas de animales salvajes ya le habían dejado huella muchísimo antes que cualquier otro ser humano.

—Ni se te ocurra— musitó de manera peligrosa al ver que Ceo le clavaba la vista a Zelda. Sabía que en cualquier instante jugaría sucio. El lagarto soltó una risita.

—De verdad te importa, ¿cierto?

Aun no terminaba la oración, ni terminado de parpadear cuando se dio cuenta de que ya tenía al mercenario encima, gruñó por la sorpresa y apretó los dientes que recién se había recolocado, ningún otro ser había osado mantenerlo a raya durante tanto tiempo seguido y por primera vez en muchos años sintió que peleaba en serio, que si lo vencía la venganza seria lo suficientemente dulce. Soltó la cimitarra y se entregó al instinto salvaje, Link se vio obligado a cambiar de estrategia cuando su oponente comenzó a lanzar dentellados, de un momento a otro logró tirarlo y por un buen rato rodaron en el suelo como dos perros rabiosos buscándole la yugular a su adversario.

Asustada y sin aliento Zelda reaccionó cuando escuchó que Link se quejaba, el lagarto le había metido un rodillazo aprovechándose de su propio peso, así que al pobre se le había ido por un momento el aire y nuevamente había sentido esos dientes demasiado cerca pero los repelió usando a Ryuuji.

Entonces Ceo entró en cólera y mordió la espada esperando quebrar a ese maldito metal de una buena vez por todas.

—Que te den…..— masculló Link lanzándole una patada en la entre pierna, pero no cedió, ni siquiera se movió un milímetro, solamente abrió más la quijada y volvió a cerrar con una mordida fuerte atrapando el arma nuevamente entre los filosos dientes del fondo. Eso hizo que Link realmente se enojara y en lugar de jalar también empujó haciendo que el filo se deslizara tratando de llegar a la parte posterior de la boca.

Gruñidos y gruñidos, era todo lo que se escuchaba, con cierto nervio Link ladeó la cara tratando de esquivar la baba que comenzaba a escurrir desde el hocico del líder dodongo, quizás eso fuera lo más peligroso, no por nada corrían rumores de que la mordida de un Lizalfo era sinónimo de muerte, la saliva envenenada le escurrió lentamente por uno de sus brazos haciendo pegajoso el agarre con la empuñadura.

La mano trémula no pasó desapercibida ante los ojos de la bestia.

— ¿Qué pasa?... ah se me olvidaba, sabes mucho de nosotros ¿cierto?, supongo que entiendes lo que ahora sigue—clamó entre dientes dejando salir ese aliento pútrido y asqueroso, era peor que oler a un animal muerto, seguramente aun tenia entre los dientes los restos de su última comida.

Un gorgoreo extraño comenzó a salir desde su garganta, estaba por a hacerlo, ¡realmente iba a hacerlo! Desde la lejanía Zelda se sintió desfallecer al reconocer el sonido, sabía que en cualquier momento el enorme reptil empezaría a lanzar lenguas de fuego por la boca tal y como lo había hecho antes con Tomodachi.

Link apretó los dientes y empujó con más fuerza a Ryuuji, el filo de la espada logró retroceder un poco pero por mucho que intentó encajarse hasta la piel de los labios del Lizalfo ésta estaba llena de escamas y el daño que le hizo fue muy pequeño. A sabiendas que de seguro no se salvaría del flamazo el joven hylian contrajo un brazo e intentó cubrirse el rostro.

Entonces el gorgoreo se hizo más intenso, Ceo entrecerró los ojos con una sensación de placer indescriptible.

—"Por fin"— pensó creyendo que tenía la victoria, pero entonces algo le cayó en la cabeza, una piedra relativamente grande y redonda.

— ¡Suelta a Link!— gritó la princesa desesperada, no quería que su amor terminara chamuscado, y como ultima defensa se había puesto a lanzarle piedras al lagarto con la esperanza de que cediera en sus malvadas intenciones.

La lluvia de piedras siguió cayendo sobre la cabeza de Ceo, irritándolo cada vez más y más pues debido a eso no podía concentrarse en acumular el fuego en la garganta del hocico.

Link se dio cuenta demasiado tarde de aquello, no fue sino hasta que escuchó un rugido furibundo que no precisamente estaba dedicado a su persona.

—Zel.. ¡Basta..!, ¡Basta!

Por un segundo Zelda no logró escucharlo, solamente quería quitarle al lagarto de encima pero no se daba cuenta de que estaba tocando cuerdas muy sensibles en el instinto del lizalfo.

— ¡Basta!— gruñó a todo pulmón.

Sus ojos azules finalmente alcanzaron a los ella, le dedicó una mirada fría y autoritaria.

— ¡Huye de aquí, es una orden!

— ¡Pero, Link!

— ¡Te digo que te vayas, sólo así podré seguir peleando!

— ¡Pero, Link!— repitió.

—Que te vayas… ¡Me estorbas!

Nuevamente esos ojos fríos. La mirada del mercenario que había conocido hace meses salió a flote, las palabras de Link la hirieron profundamente, mas aun así, más allá de aquellas oraciones supo encontrar ese tono suplicante. Lo miró de nuevo a los ojos, y bajo aquellos cristalinos perpetuos y fríos como el hielo logró percibir el cariño, el amor y la amabilidad.

Supo que mentía, y sólo había una explicación, quería salvarla aun a costa de su propia vida.

El lagarto sacudió la mandíbula y con un movimiento rápido aprovechó que la mirada del hylian se había desviado hacia la joven. Y le lanzó ese ataque mortal, Link sudo en frío cuando los dientes de su enemigo crujieron en la aspereza del guantelete protector que por buena fortuna no se había quitado.

—"Maldita sea..."— pensó. Creyó que las cosas no podían ponerse peores, Ceo de verdad que pesaba una tonelada y eso lo obligaba a mantenerse muy cerca del piso restringiendo casi todos sus movimientos de defensa, por más patadas que le hubiera dado el enorme lagarto no habría cedido.

Pronto sintió como los colmillos atravesaban el metal y el cuero del accesorio de su brazo, maldijo por dentro, aunque hubiera deseado que lo mirara a él y sólo a él, que lo mordiera y lo destrozara con tal de que no pusiera su atención en la princesa. Pero eso no sería posible ni ahora ni nunca, porque Zelda también lo amaba y ese amor la obligaba a hacer cosas ilógicas y sin sentido, sin siquiera pensarlo la princesa volvió a arrojar la piedra que derramo la ira de Ceo, le dio justo en la sien, jamás habría sabido como pero tocó un punto blando; eso hizo que comenzara a sangrar y que rugiera de manera encolerizada.

— ¡No!— Link rugió con todas las fuerzas que le daban sus pulmones cuando vio que el lagarto alzaba el rostro intentando lanzar fuego contra su damisela, no supo de donde rayos sacó las fuerzas pero apretó fuerte con Ryuuji y logró hacerle un corte en la lengua haciendo que sangrara con un líquido viscoso de profundo color escarlata.

Enfurecido y aturdido el lizalfo retrocedió un poco, eso hizo que Link se librara de aquel agarre de la muerte al que lo tenían sometido, pero no cedió del todo, y lo que en un inicio había sido un forcejeo terminó convirtiéndose en una barahúnda desalmada en la que ninguno de los dos cedía, rodaron por la grama de manera peligrosa, sin que nadie pudiera hacer algo para detenerlos.

Nuevamente Zelda llamó a Link con voz desesperada, hasta que algo estalló realmente fuerte haciendo eco en todo el límite de Tharaniss, la espada del mercenario cayó al suelo junto con su brazo agonizante, finalmente Ceo había soltado el fuego que tenía atragantado en el hocico, y lo peor de todo era que lo había hecho sin gracia, al rodar descontroladamente en ese forcejeo; se había mareado y literalmente había vomitado aquello que tenía retenido en la garganta. La bola de fuego le dio a Link directamente el pecho, y a esa corta distancia fue como haber explotado un cañón a quema ropa.

Casi muerto y sin sentido trató de sostener la espada pero era inútil.

—Muérete bastardo— clamó el otro con una risa cargada de malicia.

La princesa estaba que desfallecía al ver semejante escena, sin fuerza alguna cayó sobre sus rodillas al creer que su Link estaba muerto, comenzó a llorar de puro dolor al ser consciente de que quizás ella había sido la causante de tan terrible tragedia.

Entre tanto otro pequeño ser había recobrado fuerzas y conciencia, se acercó a la chica y jaló de manera fuerte la tela de su vestido.

—Señorita Zelda…. ¡Señorita Zelda!, levántese que viene el lagarto— anunció de manera temerosa. Jamás había tenido ese tipo de miedo, quizás debía de haber huido, pero Tomodachi se quedó ahí a su lado pese a que ya no podía hacer nada porque la totalidad de su maná ya se había drenado.

Relamiéndose los labios Ceo se acercó a la princesa, sintió el sabor férreo que emanaba a través de la cortada que Link había osado hacerle en la lengua, mas no le importó, quería venganza sólo venganza.

—Mercenario, sé que no estás muerto, ¿Quisieras escuchar como llora tu princesa?, la voy a hacer sufrir antes de matarte.

—Desgraciado ¡No te lo permitiré!— clamó Tomodachi y sin pensarlo mucho se colocó a modo de barrera con los brazos abiertos protegiendo a la princesa.

Ceo lanzó una carcajada, le hacía gracia que ese pequeño ser siguiera oponiéndose a su destino.

—Pequeño e inútil caviidae— volvió a repetir, rugió antes de lanzar un zarpazo con el que el pobre Tomo salió volando hasta aterrizar muy lejos, quizás habría muerto de no ser porque un arbusto de bosque cercano amortiguó su caída.

—No es cierto… no puede ser posible— musitó Zelda mientras veía como el inmenso reptil estaba a tres pasos de ella. — Link… Tomo…

—Te quedaste sola, que triste. Míralo por el lado bueno, el brujo de cualquier manera iba a matarte yo solamente estoy aligerándole el trabajo. Adiós, alteza.


Estaba consiente, herido pero consiente, miró con incertidumbre y sin poder hacer nada en absoluto.

—Levántate— ordenó una voz en lo más profundo de su conciencia— ¡Levántate!— clamó de manera imperante.

Jamás volvería a perder algo valioso, nunca más mientras aun le quedara aliento de vida. En el momento en el que Ceo lanzó sentencia una fuerza desconocida lo motivo para erguirse y dar pasos decisivos.

No había marcha atrás, jamás había existido, esa decisión marcaria su destino y posiblemente también el de Zelda.


—Adiós— murmuró con sorna, lanzó el zarpazo y una sonrisa despiadada.

Pero las garras del Lizalfo no llegaron a rozar la piel de la futura soberana, el metal de Ryuuji la había protegido, Link había saltado ahí para interponerse obligando a su espada a detener el ataque y con ambas manos había frenado el letal golpe.

Pero más allá de mostrar sorpresa Ceo sonrió como si de verdad se lo hubiera esperado.

—Eres tan predecible— bufó.

Link se quejó al tiempo que Ceo uso la otra garra para imprimir presión.

—Muy predecible— sonsacó, con una terrible sonrisa, con gracia abandonó el ataque y dio un giro convirtiendo su cola nuevamente en un arma letal.

Link no pudo hacer nada, sólo mirar como la guadaña le llegaba desde un punto ciego inaccesible para ser bloqueado, lo siguiente que supo era que se había impactado contra la defensa natural del Lizalfo al tiempo que el filo le llevaba la espada de las manos y le golpeaba la cara con severa fuerza.

Fue como pasar un cuchillo a fuego vivo por la carne. Link soltó a Ryuuji al sentir como el corte de la guadaña le lastimaba el ojo izquierdo, cayó de espaldas con peso muerto cosa que el lagarto aprovecho nuevamente, esta vez para rematarlo.

Estaba seguro de que lo tenía, lo había tumbado y literalmente le había desfigurado la cara, la espada que portaba había volado lejos después de que la propia inercia del traicionero golpe le hubiera dado alcance. Lo tenía… lo tenía…

O quizás lo creyó demasiado pronto.

Cuando Link sintió que nuevamente lo acorralaban su instinto hizo que buscara la única arma que le quedaba a la mano, con destreza y con casi nula vista logró desenfundarse la daga de la bruja, tiró un golpe completamente ciego que por fortuna dio en la parte blanda del cuello del lizalfo.

El jefe Dodongo jamás habría visto venir aquello, nunca hubiera imaginado que aun en esas condiciones Link fuera a seguir dándole pelea. Se alejó con un chillido sonoro quejándose por el dolor que le había causado la pequeña arma blanca.

—Link, ¡Mis diosas!— Zelda se acercó al hylian caído sin poder poner otra cara que no fuera de preocupación, tenía la cabeza llena de sangre y el sayo chamuscado después de la bocanada de fuego que le habían lanzado.

—Zel…— gruñó jadeando su nombre— Te dije que huyeras.

Ahogó el dolor que sufría, no quería que ella se diera cuanta. Y con el único ojo bueno que le quedaba se quedó inerte ante la visión, palideció al verse la mano izquierda; brillaba mientras dibujaba sobre su piel un tatuaje de brillos irisados.

Malas noticias… terribles noticias.

—No puede ser… "Lo tenía en la cola"— pensó.

— ¿Qué es eso?— musitó Zelda tratando de levantarlo, el lagarto gruñía aun a la distancia y no tardaría en volver a acosarlos una vez que el berrinche se le pasara.

—Un hechizo de protección que me dio Tomodachi hace años.

Quiso preguntar qué clase de protección pero Link la cayó con la mirada.

—Vete— ordenó a secas.

—No, iremos juntos, ¡Levántate!

—No hay manera de vencerlo ahora. Luchare hasta que pueda, coge a Tomo y huye a un lugar seguro.

—Link— lo llamó de nuevo, no quería dejarlo y menos en el estado en el que estaba.

El mercenario le gruñó para que se fuera pero nuevamente ella negó con la cabeza, Link se sintió cansado y vencido, hasta que de la nada Epona por fin pudo salir del bosque, se acercó a su amo y relinchó suavemente.

—Mira nos salvamos, sube— la incitó, Zelda lo miró con cierta duda pero obedeció a medias creyendo que pronto estarían fuera de peligro— sube, necesitare que me jales me duele el costado— y de esa manera la convenció para que montara primero.

—Dame la mano, rápido.

—Perdóname princesa.

— ¿Qué?

—Escucha Zel. Te quiero. Te suplico que te vayas.

Lo vio alzar el brazo como si estuviera tomando vuelo.

—No Link, ¡no te atrevas!— pero fue tarde, descendió con fuerza hasta la grupa y le dio un golpe a Epona haciendo que esta se asustara y saliera corriendo del sitio— ¡Link!, No Epona no corras.

Siguió llamándolo y suplicándole a la yegua para que se detuviera, pero los gruñidos del lagarto hicieron que las cosas se pusieran aún peores, el instinto de la yegua salió a flote y subió el terreno encrespado como si fuera un proyectil vivo, no dio rienda a su razonamiento sino hasta mucho más tarde, y cuando por fin las palabras de Zelda la alcanzaron ya había llegado a las inmediaciones del puente del cañón que divida la tierra de los dragones. Estaban lejos muy lejos. Zelda le suplicó que regresaran, pero Epona tenía miedo de bajar el terreno empinado que antes había subido gracias a la adrenalina.

….

—Maldito Zilant.

—Ceo, eres resistente como piojo.

—Eso digo yo. Pero tú sí que estás muerto— dijo soltando una carcajada mientras le señalaba a Link la herida que le había hecho en el rostro y bambaleaba su guadaña de manera burlona.

—Pero tú vendrás conmigo.

—Atrévete.


De verdad le había dolido, agradecía las diosas que hubieran puesto esa masa de vegetación justo en donde había aterrizado. Aturdido aun por el golpe sacudió la cabeza tratando de aclarar su visión, aunque lo primero que vio no fue nada reconfortante, Epona corría a trote llevándose lejos a Zelda, esas eran malas noticias pues aquello sólo le anunciaba que Link había dado por sentado que no podría ganar aquella pelea.

Sabiendo de ante mano que no podía hacer nada se encaminó al mismo rumbo, en la hondonada que llevaba al cañón los rugidos de la pelea aun vibraban en el aire, miró por el rabillo del ojo, Link había dejado de pelear hacía tiempo, no tenía arma así que sólo podía defenderse con el pequeño cuchillo que habían encontrado días atrás en el bosque. Sintiendo pena pero poniendo la lógica en su sitio también decidió abandonarlo, llegó a donde estaba Epona casi sin aliento después de haber subido el escarpado terreno.

— ¡Señorita Zelda!— la llamó y debió atraparla por una pierna cuando la vio con intenciones de volver a aquel sitio peligroso.

—Suéltame, ¡Suéltame!, ¡Va a matarlo!

—Y también a usted, ¿No lo ve?, Link no está seguro de ganar por eso él quiere que huyamos.

Por un segundo se quedó helada, ¿Y si tenía razón? ¿Y si sólo estorbaba?, miró desde la distancia como el cabello de Link había perdido el color por completo, estaba teñido de rojo al igual que sus prendas, sus movimientos debían de haberse vueltos torpes después de haber sufrido semejante daño, pero sólo se dio cuanta cuando el Lizalfo lo embistió y rodó metros abajo dejándose la mitad de la piel por el terreno escabroso lleno de rocas puntiagudas. Entonces nuevamente la princesa sintió que se le iba a la vida y lloró de impotencia sabiendo que no podía hacer nada.

No muy lejos de ese sitio, Link irguió una cansada sonrisa, discretamente saco algo pequeño y redondo de su alforja y mientras ceo estaba distraído saboreando su futura victoria escondió el objeto entre la poca vegetación que había en el sitio.

—Cinco— musitó de manera muy baja, aun le quedaban dos pero no estaba cerca de la posición que quería, se levantó con aplomo y esquivó la guadaña asesina que por poco y le cortaba la cabeza.

— ¿Mareado?— preguntó el lagarto con una risilla, —me sorprende que puedas seguirte moviendo, pero mientras más brincos des más rápido terminaras muerto.

Link lo sabía, la cabeza le ardía como si tuviera fuego en ese sitio. Lo sabía… estaba envenenado hasta los huesos, entrecerró los ojos y vio como una pequeña gota del mortal liquido resbalaba por la guadaña de la cola de su enemigo.

Lo azuzó con la mirada de manera provocativa pero el lagarto ya había perdido el interés en absoluto, estaba seguro de que había ganado y ya no le interesaba hacer ni un mínimo esfuerzo, aun así se divertía arreándolo tratando de sacarle una que otra mueca desesperada.

—Eso es… me gustan esos, los ojos resignados que han visto su propia muerte.

—No le temo a la muerte Ceo, mi oficio me obliga a ver ese riesgo como una probabilidad entre otras tantas, en cambio…— musitó con una sonrisa, habían llegado al filo del cañón, el rugido del agua nuevamente ensordecía sus oídos— me pregunto si tú también estarás dispuesto a aceptarla.

— ¿Juegas conmigo?, debes estar desesperado.

—Quizás, aunque toda mi vida he luchado hasta mi último aliento— y sonrió tal y como siempre lo hacía, pensó en Zelda y en el amor tan grande que le tenía, en el cariño que ella le había brindado aun cuando el mundo entero le había negado la más mínima pizca de compasión. Si tenía que morir protegiéndola eso no le importaba, y si debía librarse de una vez por todas de aquella sombra del pasado éste era el momento justo.

Con un grito de guerra se arrojó contra su enemigo, fue rápido como gato y tacleó al lagarto en el estómago, por un segundo Ceo no lograba salir de la sorpresa pues no comprendía de donde sacaba tanta fuerza cuando prácticamente debería de estar muerto, con enojo el Lizalfo irguió una de las garras pero al descender se encontró de nuevo contra la daga de la bruja, ambas armas rebotaron haciendo que Link se salvara de otro golpe severo y aprovechando la inercia rodó por la grama hasta el borde del acantilado.

Varias piedritas se desprendieron del sitio al sentir el peso del guerrero.

Sonreía y Ceo lo miró con rabia, más aun cuando Link levanto la mano y le mostró lo que había recuperado del piso; que no era otra cosa más que su fiel espada.

— ¿De qué te sirve ahora?

—De nada… eso creo. Oye mira— clamó con sonrisa burlona, nuevamente sacó esa cosa pequeña y redonda de la alforja y Ceo rechinó los colmillos al percatarse de lo que era.

— ¡Bastardo!, ¿de dónde la sacaste?

—Me la robe de tu escondite la última vez que osaste tocarle un pelo a Zelda.

Entonces arrojó la bomba y esta quedó relativamente lejos, el jefe dodongo no entendió porque no la había usado o porque la había tirado así al desperdicio.

—Sólo me quedaba una pero había hurtado siete, creo que se me cayeron de la alforja mientras me perseguías haciendo tus berrinches.

— ¡Y eso que!, ¡No son nada!

—Quizás no, a menos que no hayas notado en donde estamos parados, una explosión por pequeña que sea hará que éste terreno se desprenda de su sitio.

Entonces se viró con brusquedad, por primera vez vio varios de los objetos regados en el sitio, ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta?

—Estas demente, morirás si lo haces.

—De todas maneras ya estoy muerto.

—Soy más rápido que tus tretas.

—Pero sabes cuál es la ironía después de todo— musitó, chaqueó los dedos y encendió una pequeña llama danzarina— no me había dado cuenta de que también sabia usar la magia, intentaste matarme con fuego, pero será el mismo fuego el que te destruya— terminó de hablar, sacó la última bomba que le quedaba y prendió la mecha antes de arrojarla a un punto clave entre las otras que había traído.

En ese instante las pupilas de Ceo se dilataron, escuchó el agua del cañón y comprendió todo de golpe. Creía que jugaba con ese hylian pero había sido Link quien lo había arreado a ese sitio.

—Estas demente— y por primera vez su voz sonó trémula, escuchó como la bomba se deslizaba fuera de su alcance y entendió que si no salía de ahí no sobreviviría a semejante caída, después de todo los de su especie no se llevaban bien con el agua en grandes cantidades.

Se dio la vuelta e intento emprender huida, hasta que de pronto algo lo detuvo de manera férrea, un terrible dolor le atravesó la cola, miró por el rabillo de la mirada y descubrió a Link burlándose de la desgracia que estaba por venir.

Con mano firme y con todas la fuerzas que le quedaban el joven mercenario había empuñado la espada y la había clavado en el piso atravesando parte de la cola del aquel lagarto enorme.

El pobre Ceo abrió los ojos como platos, estaba empalado, atrapado. De pronto la bomba que Link había encendido estalló llevándose las otras seis en cadena, Link las había acomodado de manera que quedaran todas en una misma línea, y cuando reventaron una enorme fisura se abrió haciendo que esa parte del suelo comenzara a deslizarse hacia la vertiginosa empinada que se habría detrás de ellos.

— ¡Suéltame!— gruñó, intentó darse la vuelta pero Link había atinado justo al punto ciego en la retaguardia, con rabia desmedida volvió a soltar un flamazo desde el hocico pero el ángulo le quedaba corto y la llama pasó por encima de la cabeza de aquel ser que lo tenía retenido.

—Te dije que venias conmigo.

La tierra crujió bajo sus pies, mientras todo se desmoronaba, cerró los ojos y de pronto escuchó su nombre. Desde la distancia Zelda lo llamaba.

—Adiós Zel… perdóname, no cumpliré mi promesa. Te amo.

Jamás le habría entregado su corazón a otra persona, sólo a ella, a su princesa, y pese a que jamás había tenido verdaderos sueños, en ese instante deseo no haber sido tan ciego.

—Si por lo menos me hubiera dado cuenta, mi lucecita. Te habría entregado la totalidad de mi alma desde el instante en el que nos reencontramos. — Pero aun así era feliz, no podía explicarlo con palabras pero el simple hecho de haber estado con ella esos meses lo había llenado de verdadera dicha.


Te amo

No supo como pero logró entenderlo, a pesar de que Link lo había dicho casi para sí mismo, leyó el mensaje en sus labios y gritó nuevamente su nombre.

Adiós

¡LINK!— Zelda jamás había alzado la voz como aquel día. Aquel nombre pareció viajar entre el eco de la barahúnda que inundaba a Taranis después de muchos siglos.

Nuevamente por un segundo el mercenario y la princesa se miraron a los ojos y fue como si el tiempo se hubiera detenido. Y después todo se quebró en un instante, la mitad de la hondonada se fue hacia abajo llevándose consigo al Lizalfo y al hylian, el rugido de Ceo desapareció entre decenas de rocas.

El estruendo del río engulló el resto de los sonidos tal y como lo había hecho con el par de guerreros que minutos antes habían luchado a muerte.

.

.

Continuara...

.

N.A.: Bueno esta es una nota de Zilia que me pareció muy muy interesante:

Los dientes de los roedores tienen una forma de bisel, por eso cuando muerden cortan, la forma es ideal para cortar vegetales o carne XD, algunos igual son medios canivales jajaja, la gente cree que los dientes de los raedores no cortan, y si XD muerden y hacen bastante daño XD, más si es en defensa.

*Espero que recuerden que Ceo y su camada, son lizalfos de la misma especie que los de Skyward Sword, así que realmente les va demasiado mal el agua xD, no como los de BotW que esos si vienen en todos los sabores y colores jajajaja.


Cometarios del Capitulo:

Antes que nada muchas gracias a Zilia-k por haberme ayudado a quitarle los dedazos jajajaja, que habia algunos que no sabia ni como se me fueron xD

Bien, ¿qué dijeron?, ya la abandono ¡Pues noooo! de ninguna manera, ya saben que Camino a Hyrule es mi hijo predilecto :3 . Los que pasa es que con tantos proyetos abiertos voy a paso de tortuga en todas mis historias, incluso en Twilight Games en la que tabien estoy trabajando para traerles la siguiente saga lo mas pronto posible.

Queridos lectores decidi separar el fic para no tener el gran monton de capitulos juntos xD (aceptemoslo da la grandisima flojera a la vista ), basicamente la historia tiene cinco momentos principales de los cuales tres ya han sido narrados asi que podria decirse que voy un pasito mas alla de la mitad jajajaja. La otra razon es que voy a comenzar a reeditar la parte que ya esta publicada puesto que ahora tengo más conociemientos en Ortografia y sinceramente me parece mal que una historia tan importante para mi este en semejante estado.

De ante mano espero que hayan disfrutado mucho el capítulo, como regalo especial y a modo de disculpa por este largo año de stand-by para este mes voy a publicar los tres primeros. Entrando el año regresamos a publicacion normal (y espero que el ritmo no llegue a pasar de tres meses entre capítulos).

Muchas gracias a quienes aun siguen esta historia ;)