I.

-¿Si...? -contestó una chica medio dormida después de que su teléfono móvil hubiera estado sonando por un buen rato.

Varios segundos pasaron hasta que una voz al otro lado del aparato decidió hablar, durante esos segundos la chica estuvo a punto de volver a caer dormida.

-Necesito una transportista -fue lo único que dijo la otra persona.

El sueño abandonó inmediatamente el cuerpo de la chica, se sentó al borde de la cama y su expresión cambió totalmente: ahora estaba seria.

-Lo escucho -respondió la chica mientras miraba la pared.

...

Una hermosa hermosa mañana había pasado, las vacaciones de verano estaban a la vuelta de la esquina con lo cual los ánimos de los estudiantes de Japón estaban al máximo. Las chicas de la escuela secundaria Nanamori no eran la excepción, muchas de ellas ya habían planeado lo que harían durante el tiempo que tuvieran libres, algunas no lo habían planificado tanto. Había un grupo de amigas que estaban igual de emocionadas: las integrantes del Club de Entretenimiento. Su líder, Toshino Kyoko, estaba delirando con todas las cosas que iba a ser capaz de hacer durante las vacaciones, a los diferentes eventos a los que asistiría y demás. Sus amigas, se limitaban a escuchar solamente, compadeciéndose las unas a las otras por todas las actividades agotadoras que iban a tener que realizar por capricho de su líder.

Las cuatro amigas iban de camino a la secundaria mientras hablaban animadamente, o más bien, mientras Kyoko iba hablando y las demás escuchaban. Llegaron a las puertas de la secundaria y procedieron a entrar. Fueron hasta donde las taquillas estaban y procedieron a cambiarse los zapatos. Un trozo de sobre cayó de una de las taquillas al ser abierta, la chica se sorprendió al ver esto y lo recogió lo más rápido que pudo esperanzada en que ninguna de sus amigas hubiera visto nada.

-¿Una carta...? -murmuró para sí misma.

-¿Akari-chan? ¿Sucede algo? -preguntó una de sus amigas al ver que la pelirroja no se movía.

-N-No es nada Chinatsu-chan-contestó Akari-. Será mejor que nos vayamos o se nos hará tarde.

La pelirroja de algún modo pudo ocultar el evento anterior.

Las clases siguieron su curso normal. Y de esta forma la jornada escolar acabó y todas las estudiantes se dispusieron a irse a sus respectivos clúbes. Akari y Chinatsu iban caminando a través de los pasillos mientras iban hablando, o más bien la pelirosa iba delirando acerca de su amada senpai mientras Akari escuchaba atentamente. Mientras iban caminando una masa se avalanzó a toda velocidad sobre la pelirosa haciendo que esta casi perdiera el equilibrio.

-¡Chinatsu-chaaaan! -exclamó Kyoko mientras abrazaba con todas sus fuerzas el cuerpo de la pelirosa.

-¡S-Senpai! ¡Por favor deje de abrazarme! -contestó Chinatsu molesta.

El fuerte agarre de Kyoko cesó de golpe al sentir como una mano impactaba a toda velocidad en su cabeza y como consecuencia una masa empezaba a hacerse presente en su cabeza.

-Déjala en paz -dijo Yui en su usual tono de voz.

-¡Qué mala eres Yui! Yo sólo le estaba dando mi amor a China-chan dijo Kyoko mientras se acariciaba la zona del golpe.

-Yo no quiero su amor-contestó de manera fría la pelirosa-, y por favor deje de llamarse así, es vergonzoso.

-Parece que todas estáis muy animadas hoy -comentó Akari con una sonrisa.

Todas las demás se giraron al escuchar aquella voz, todas ellas tenían miradas de evidente confusión.

-¿Estabas aquí? -preguntó Kyoko con evidente confusión.

-¡Qué mala eres! ¡He estado aquí todo el tiempo! -exclamó Akari enfadada mientras hacía un mohín.

-Perdón, perdón-contestó la rubia mientras se rascaba la parte de atrás de su cuello-, como no tienes presencia alguna me olvido de ti.

-Qué mala eres Kyoko-chan... -contestó Akari triste.

Después de eso las chicas se dirigieron hacia el club.

Akari siempre había sido una chica con poca presencia, por no decir nula. Pero a través de los años se había ido acostumbrando a aquello, aunque seguía doliendo que la gente se olvidase de ti tan a menudo. Pero desde hace unos dos años hacia aquí la situación cambió.

Un día, la pequeña Akari había tenido un accidente en la escuela, y gran parte de su ropa se había empapado. Lo peor era que su ropa estaba en el gimnasio, al otro lado de la escuela pero no se atrevía a ir a por ella, ya que su ropa de deporte se trasparentaba, además, no estaba con nadie que la puediera ayudar, se encontraba sola en ese momento. Tal vez fuera por la emoción del momento o por algún otro factor externo pero a la pelirroja no se le pasó por la cabeza la idea de esperar a que su ropa se secase. Así que hizo lo que menos quería hacer: ir a por su ropa en el gimnasio.

Para su sorpresa nadie le prestaba atención, a pesar de lo mojada que estaba su ropa y que muchas partes podían verse con falicidad. La pelirroja se sorprendió ante esto pero no sabía cuál era la razón de esto. Hasta que a lo lejos vio que dos de sus compañeras de clases se acercaban hablando entre ellas, Akari entró en pánico, miró alrededor y se dio cuenta de que no había nigún sitio para esconderse. La pelirroja cerró los ojos lo más fuerte que pudo mientras se repetía en su cabeza una y otra vez ''¡Que no me vean! ¡Que no me vean!'', aquello era una pérdida de tiempo, era obvio que aquellas dos chicas la verían y que luego se reirían de ella y después sería la escuela entera la que lo haría.

Pequeñas lágrimas se empezaron a formar en las órbitas de sus ojos mientras esperaba el inevitable final, pero para su sorpresa nada pasó. Akari abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba sola, giró su cabeza a toda velocidad y vio que las dos chicas habían pasado de largo y que seguían hablando entre ellas como si nada hubiera pasado. La sorpresa de Akari era enorme, abrió sus dos manos y las observó fijamente durante unos segundos, sin creer aún lo que había pasado.

-I-Increíble... -se dijo a sí misma.

Desde ese día Akari se dijo a sí misma que le sacaría todo el provecho posible a su falta de presencia.

El tiempo pasó como siempre lo ha hecho y hará hasta el fin de la existencia misma. Akari, como se había prometido antes, hizo todo lo posible para que su falta de presencia fuera una ventaja en los momentos que ella quería. Así los meses siguieron su curso natural y cuando se dio cuenta Akari podía desaparecer completamente de un lugar y volver a aparecer cuando esta lo creyera conveniente. Sí, la vida al fin le sonreía a la pequeña pelirroja, pero no todo dura para siempre, esto fue algo que Akari comprobó por sí misma.

Un día, Akari se encontraba en una cafeteria del centro que había descubierto recientemente, se había pedido varias cosas para ella ya que los dulces que servían allí tenían muy buena pinta. Después de un festín de dulces Akari sacó su cartera para pagar por lo que había comido, tocó su bolsillo y lo que sintió la dejó sin aliento: su cartera no estaba. Buscó y rebuscó por todos los rincones de su cuerpo y no encontró nada. Akari se encontraba en un apuro, no tenía cómo pagar por aquello y no sabía cómo reaccionarían los dueños cuanto se dieran cuenta de que ella no tenía cómo pagar... Cuando se dieran cuenta...

La pelirroja recordó de repente su extraña habilidad, miró la mesa de madera durante unos minutos mientras se decidía si la usaría o no. Hasta ese momento Akari había hecho uso de su falta de presencia pero nunca lo había hecho para algo como aquello. Tragó saliva después de meditarlo bien durante unos minutos, decidió que volvería después y pagaría por aquello. Akari se concentró durante unos minutos en borrar su presencia, después de aquello se dio cuenta que las camareras pasaban de largo cuando se acercaban a su mesa, la pelirroja soltó un suspiro y se levantó de la mesa. Dejó todo en su sitio y empezó a caminar. Mientas caminaba a tavés del local se sentía como si estuviera en una jaula llena de animales salvajes y que al mas mínimo ruido estas se despertarían y la atacarían. Pero nada de eso pasó, Akari llegó a la entrada del local y procedió a salir. Ya podía escuchar el ruido de la calle y el aire le daba en el rostro de manera delicada, soltó un suspiro de alivio y se dispuso a marcharse hasta que sintió que algo se aferraba a su muñeca.

Akari sintió cómo el mundo se le venía encima, empezó a sudar y sus brazos y piernas temblaban notablemente. Se giró para encarar al dueño pero para su sorpresa no era el dueño quien la había detenido, no, se trataba de un hombre joven que vestía traje y que estaba sonriendo.

-Es muy interesante eso que has hecho antes -dijo el hombre, en su voz se podía notar que aquello lo divertía.

Akari se sorprendió, ¿aquel hombre se había dado cuenta?

-¿H-Ha visto a Akari...? -dijo casi susurrando.

-Así es, aunque por poco te pierdo. Cuando te vi por primera vi que estabas concentrada en algún punto. Al principio no entendía por qué hacías esto, pero luego te perdí de vista durante unos segundos y cuando volví a ubicarte estabas a punto de salir de la cafeteria.

-I-Increíble... -fue lo único que Akari fue capaz de decir.

-Así que-dijo el hombre-. ¿Qué tal si hablamos un poco? Te invitaré a un helado y todo -dijo con una sonrisa.

Akari supo en ese momento que no tenía escapatoria.

Así había empezado todo, aquel hombre, después de pulir la falta de presencia de la pelirroja la había hecho casi un fantasma. A partir de ese momento la pelirroja tenía una especia de servicio de ''repartición'', por así decirlo. Se trataba básicamente de coger los paquetes de personas con mucho dinero y poco tiempo y llevarlos hasta lugares donde la mayoría de gente no podía acceder. Al principio Akari había empezado con cosas sencillas: cartas y mensajes de voz pero a medida que el tiempo pasaba se había vuelto la mejor en eso y ya tenía clientes muy selectos. De alguna manera se las había ingeniado para que sus amigas no sospecharan, en gran parte se debía a que ellas se olvidaban a menudo de ella a pesar de que Akari no lo intentara, cosa que la deprimía.

Esa misma mañana había recibido una llamada que la despertó, era otro trabajo. Akari se reunía con los clientes en personas muy pocas veces la verdad, esto se debía a que no era realmente necesario hacerlo, siempre había un intermediario para explicarle a Akari en qué consistía el trabajo. El trabajo de esta vez parecía sencillo: llevarle a una persona externa, persona B, un paquete de la persona A, nada del otro mundo. Pero había algo que llamaba la atención de la pelirroja, la cantidad de dinero que le estaban ofreciendo esta vez era inusualmente alta, si la comparamos al trabajo en cuestión.

Cuando la pelirroja reaccionó se dio cuenta de que ya estaba frente a su casa, giró su cabeza y se dio cuenta de que sus amigas seguían hablando entre ellas y no se habían despedido de ella, la habían olvidado otra vez. Una ligera tristeza se hizo presente en Akari, pero decidió no prestarle atención, tenía cosas más importantes en mente.

Entró en casa y saludó a su hermana mayor, quien era la única que estaba allí en ese momento. Después de eso subió a su habitación. Una vez allí se cambió de ropa y se preparó para la noche. Cuando estaba en su cama recordó que esta misma mañana un sobre había caído de su taquilla. Akari se levantó y fue hasta donde su mochila estaba, buscó la carta y cuando la encontró se puso a leerla.

-No puede ser... -murmuró Akari para sí misma.

Aquella era una carta de amor, decía que quería encontrarse con la pelirroja el lunes. Akari no se lo creía, alguien le había escrito una carta de amor, alguien la había notado... Sintió una calidez enorme en su pecho, una pequeña lágrima se formó en su ojo. Llevó la hoja hasta su pecho y soltó un suspiro. Sí, definitivamente iría a ver de quien se trataba, de si era alguien que conocía o no. Su hermana la llamó anunciándole que la cena estaba lista. Se levantó de su sitio y fue a reunirse con su hermana, decidió que se relajaría aquella noche.

...

Era domingo. Un domingo muy bonito en realidad, el cielo estaba sumamente despejado y una hermosa paz reinaba por todas partes. Akari se sentía de maravilla. Vio la hora en su despertador, eran las nueve de la mañana. Diez minutos después de haberse despertado su teléfono empezó a vibrar, era un mensaje de texto. Akari cogió el aparato y se dispuso a abrir el mensaje: era el lugar de encuentro, un lugar que Akari conocía muy bien.

Allí se encontraba, en aquella cafeteria donde todo había empezado. Cada vez que iba a aquel lugar su humor cambiaba drásticamente poniéndola de muy mal humor. Decidió no darle mas vueltas y procedió a entrar. No le tomó mucho ubicar a las personas en cuestión. Se trababa de un hombre de unos cincuenta años acompañado por otro que seguramente no pasaría los teinta. Akari sotó un suspiro y caminó hasta donde ellos estaban.

Se sentó frente a ellos y ordenó una taza de té. Después empezó a mirar fijamente a los dos hombres frente a ella.

-¿Y bien...? preguntó Akari.

El hombre más joven se aclaró la garganta antes de hablar.

-Hemos oído que usted puede entregar cualquier paquete a cualquier persona.

-Así es -dijo Akari, segundos después una camarera llegó y le dio el té a la pelirroja.

-La cosa es que queremos contratarla.

-¿Quieren mis servicios? -preguntó mientras le daba un sorbo al té.

-Así es-dijo y sacó de debajo de la mesa un maletín de coor gris y lo puso sobre la mesa-. Queremos que lleve esto a un lugar indicado.

-Ya veo... ¿Y por qué yo? Seguro que tienen a más personas que puedan hacerlo mejor que yo.

-Puede que tengas razón-dijo esta vez el hombre mayor-, pero nuestros competidores no saben acerca de ti, lo cual es una gran ventaja, además, tenemos muy buenas referencias acerca de ti.

-¿Sakamoto-san? -preguntó Akari mientras se acababa el té.

-No sólo de él, de muchas más personas. Por lo que me puse en contacto con usted y aquí estamos.

-Entiendo... ¿Y adónde tengo que llevar el paquete?

-Aquí -dijo el hombre menor mientras le pasaba una servilleta donde estaba apuntada la dirección.

-Esto está a las afueras de la ciudad... -dijo Akari mientras leía la dirección.

-¿Supone esto algún inconveniente? -preguntó el hombre mas joven.

-No... Ninguno. No se preocupe, el trabajo estará hecho para esta tarde.

-Estupendo... De acuerdo, conforme al precio, esta es la cantidad que estoy dispuesto a pagarle -dijo y le pasó otra servilleta.

Akari agarró la servilleta y procedió a leerla, la cantidad escrita la sorprendió mucho, pero no dejó que eso se notara.

-Es una buena cantidad, creo que hemos llegado a un acuerdo, pero sabe que cobro por adelantado, ¿verdad?

-Así es-dijo y le hizo una seña al hombre más joven, este sacó otro maletín igual al de antes y lo puso sobre la mesa-. Esta es mi oferta -dijo y el hombre abrió el maletín.

Akari vio fijamente durante unos segundos los cientos y cientos de billetes apilados uno encima de otro. Se aclaró la garganta y dijo:

-Bueno, supongo que tenemos un trato, ¿no? -dijo con una sonrisa infantil.

-Así es -dijo y le tendió la mano a la pelirroja, esta se la estrechó.

Akari cogió ambos maletines, no tenía modo de ocultarlos por lo que decidió irse a casa en taxi.

Una vez allí se aseguró de estar completamente sola, subió hasta su habitación y escondió el maletín. Cogió el otro, el que contenía el objeto en cuestión. Era mucho mas pequeño que el otro por lo que cabría perfectamente en alguna de sus mochilas. A continuación se cambió de ropa, se puso ropa deportiva y unas zapatillas para correr. Agarró su teléfono móvil y cualquier otra cosa que creyera necesaria y salió de su casa.

Llegó hasta la estación de autobuses más cercana y esperó hasta que alguno apareciera. Después de diez minutos de estar esperando vio a lo lejos un autobús. Este se detuvo en la parada y la pelirroja procedió a subirse. Para su sorpresa el autobús estaba vacío, pagó el ticket y buscó un asiento lo más cercano a la salida posible. Apoyó su cabeza en el cristal mientras veía todo lo que le había pasado en su vida.

-''Me pregunto cómo reaccionarían las demás o mi hermana al enterarse...'' -pensó y soltó una risita.

La idea era llegar hasta el centro comercial de la ciudad, luego atravesaría el recinto e iría hasta la estación de metro, que estaba a menos de cinco minutos a pie. Luego desde allí caminaría hasta el lugar de encuentro. Podría ser mucho más fácil coger un taxi como hizo antes e ir directamente al punto de encuentro, sí, podría ser más fácil, pero la pelirroja no confiaba en los taxis, antes había cogido uno porque creía que no tenía más opción, pero ahora no era así, quería evitar los taxis todo lo posible.

Después de quince minutos de trayecto Akari pudo ver a lo lejos el centro comercial, cosa que la alivió. Se levantó de su sitio y apretó el botón que le indicaba al conductor que quería bajarse. Caminó hasta la salida y esperó.

Lo que pasó a continuación no se lo esperó.

Sintió cómo perdía el equilibrio, al principio pensó que era solo ella pero luego se dio cuenta de que no era así, vio cómo todo el autobús estaba girando hacia la derecha. El vehículo dio una vuelta de campana y luego aterrizó sobre su techo, aterrorizando a todas las personas que estaban alrededor. Akari miró alrededor y se dio cuenta de que no disponía de mucho tiempo, con una patada rompió el cristal de emergencia y se arrastró hacia afuera. Una vez fuera se revisó a sí misma y se dio cuenta de que sólo tenía unas cortadas, se tocó la parte de atrás y respiró aliviada cuando sintió la mochila en su espalda.

Cayó al suelo.

Algo había impactado contra su oreja, lo que hizo que perdiera el equilibrio, todo le daba vueltas. Abrió uno de sus ojos y vio que un hombre le estaba golpeando repetidas veces. A continuación el hombre agarró a Akari por el cuello y empezó a estrangularla. Akari desvió la mirada y vio que más hombres se acercaban. Mal asunto. La pelirroja reccionó y con una patada en el entrepierna del hombre logró liberarse del agarre. Empezó a toser y antes de que el hombre se recuperara empezó a golpearle en la cara, cuando se aseguró que no se volvería a levantar se marchó hacia el centro comercial. Otros tres homres llegaron y ayudaron al otro a levantarse. Miraron alrededor y entre la cantidad de gente que se había acumulado para ver mejor vieron la entrada del centro comercial. El hombre que parecía ser el lider le hizo una seña a los otros diciéndoles que le siguieran.

-Vamos-dijo-, esa niña no puede llegar muy lejos -dijo mientras caminaba al centro comercial, los otros tres hombres le seguían de cerca.

Aquel trabajo iba a ser mas difícil de lo que Akari creía.