Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Jotaká, yo solo juego con ellos y hago que se me salga lo cursi para festejar a una de las personas más importantes en mi vida.
En tu memoria.
La lluvia azotaba con fuerza en el pueblo. No había nadie en las calles, todos se habían refugiado de la súbita tormenta en sus casas o en la acogedora cafetería del centro, desde donde sonaba música alegre.
El muchacho estaba en la entrada del cementerio. Mantenía su mano sobre la verja que marcaba el límite entre el pueblo vivo y festivo, y el pueblo en el que los muertos descansaban. No se decidía a entrar.
—Vamos, Ted, los dos juntos, ¿quieres?
Ted Lupin asintió y agradeció la mano amigable de su padrino en su hombro. Ese tipo de días lo obligaban a preguntarse cómo era que el resto del mundo seguía feliz, corriendo, disfrutando de la vida, cuando él se sentía solo y triste.
Harry señaló las lápidas cerca de la casa medio derruida en honor a los Potter. Hacía muchos años ya que no era solo una piedra de mármol blanco y brillante con los nombres de James y Lily Potter; no, dieciséis años atrás otro par de tumbas se habían añadido. Una con el nombre de Sirius Black, que Teddy sabía que no contenía más que un ataúd vacío; y otra con los nombres de Remus y Dora Lupin. Harry sonrió pensando que ella no hubiera dejado que escribieran Nymphadora aunque fuera en su lápida. Se agachó y dejó una corona de flores en cada tumba, con un hechizo que impedía que se estropearan con la tormenta. Después se alejó dándole un tiempo a Teddy para que se desahogara.
El día del padre o la madre siempre era incómodo. James, Albus y Lily hacían un pastel con ayuda de la señora Weasley e invitaban a Ted y Andrómeda. Nunca faltaba la fotografía de Remus y Tonks en la mesa.
Y tampoco podían faltar a su cita en el cementerio del Valle de Godric. Solo Harry y Teddy, visitando a sus respectivas familias.
—Ya no sé qué decir —comenzó el chico sentándose en la tierra, sin importarle estar bajo la lluvia empapándose. Su cabello azul turquesa se le pegaba en la frente, dándole un extraño aspecto—. He dicho todo ya cada vez que vengo. El discurso se repite. Solo… desearía que estuvieran aquí. No me gusta hablar con una piedra. Es como el monumento de Hogwarts, no hay nadie que me conteste. Casi quisiera contarles algo nuevo, pero no ha sucedido nada. Sigo siendo torpe y aún cambio mi cabello de color… Y sigo siendo igual a ti, papá. Nada cambia.
Parpadeó sin dejar salir ni una lágrima. Ya no tenía sentido llorar por ellos, no regresarían y muchos años habían pasado desde que el llanto funcionaba para desahogarse.
Sacó una pequeña carta de su bolsillo. La depositó al lado del mármol, observando como el frágil papel se deshacía con el agua y desaparecía para siempre. Le gustaba pensar que se desvanecía y llegaba hasta las manos a la que estaba destinada. Solo quedaba despedirse, lo que jamás sabía cómo hacer. Finalmente dedicó una sonrisa a cada tumba y caminó junto con Harry hacia la salida.
Dirigió una última mirada a las tumbas y vio que las flores se movían ligeramente. Sonrió.
— ¿Crees que estará bien?
—Ha estado bien por dieciséis años, estoy seguro de que seguirá así.
Remus pasó el brazo por los hombros de Tonks y la estrechó contra él mientras seguían con la mirada los pasos de Teddy.
