Apestaba.
Apestaba a muerte y a Chanel Nº 5.
Recuerdo haber entrado al cuarto oscuro, con el ya conocido dolor de pecho, por los movimientos de adrenalina con los que se manifestaba mi corazón.
La habitación tenía la clara intención de pertenecer a un coleccionista. Rembrandt, Picasso y Monet adornaban las paredes, la experiencia me demostró que esta no era la diversión de un aficionado, oh no, esta era una colección invaluable. Invaluable, exclusiva y robada.
