Autor: Hinaluna-chan.

Pareja(s): NaruHina/ NaruSaku / SasuSaku.

Longitud: Aproximadamente 15 capítulos.

Advertencias: Posible Lemon, OoC y palabras obscenas.

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen son de Masashi Kishimoto (Ojala fuesen míos, seria multimillonaria)


La Ceremonia


"Con leña prometida no se calienta la casa" (Proverbio Japonés)


El verano en Akita es un infierno, tanto, que provoca estar bajo un ventilador perenne. Ningún árbol se mueve y el follaje pierde el color debido a la sequía; es la época del año más decaída para el turismo y la belleza de la ciudad; pareciera como si todo se estuviese muriendo. No hay brisa en los días de verano, a menos que sea de noche —y era un aire relleno de humedad— y se levanta una humarada que produce oasis en los lagos invitándote a lanzarte en ellos sin pensarlo. Por si fuera poco, el verano es la época más aburrida en la prefectura de Akita. Es un total infierno.

Fue una locura haber escogido una temporada tan problemática para una boda. Ahora tenía que caminar desde su casa en los suburbios hasta el centro con yukata. Y, aunque, el traje era del algodón más liviano, las dos telas superpuestas le hacían sudar en sobremanera; tenía una película perlina en todo el cuerpo y aún faltaba como mínimo unas diez cuadras. Hinata Hyuuga hubiese preferido un fresco día de primavera, siempre había un roció en la mañana que embellecía las flores y despejaba el aire para una brisa agradable, el verano no solo era húmedo y sucio, también le traía malos recuerdos.

Tenía unas ganas irremediables de quitarse los zapatos e ir corriendo hacia el hotel; pero las personas ya la miraban con curiosidad por su traje formal como para llamar aún más la atención. Se resignó con un suspiro y siguió subiendo la cuesta. Tenía muchas cosas en la mente como para solo ocuparla en el calor que reinaba en el ambiente; habían también cosas agradables del verano: la risa de los niños en los parques, la soledad de las calles, el olor de una sandía recién cortada y el brillo del sol en los vidrios de los comercios. La mayoría de las personas descansaban dentro de los cafés tomándose una buena malteada con hielo; otros tantos que le gustaba sentirse de vacaciones descansaban sus cuerpos semi desnudos bajo la sombrilla de unas mesas pospuestas en la acera. Ella los sorteaba con algo de torpeza; no era muy diestra con los movimientos de su cuerpo, ni con las miradas de los transeúntes. Aún no iniciaba el festival de verano así que no había razón aparente para usar una lujosa yukata; claro, tampoco es como si toda Akita estuviese enterada de que Sakura Haruno se iba a casar.

Trató de concentrarse en ese pensamiento. Tenía tantas cosas que organizar antes de llegar al hotel, por ejemplo: el discurso para su amiga, la presentación con la familia del novio, la presentación con el novio, la entrega de los anillos y practicar algunos comentarios graciosos y elocuentes que pudiesen gustar a los presentes. Habían muchas cosas en su personalidad que brillaban por su ausencia, una de ellas era la espontaneidad; si era espontanea era torpe; siempre había sido una relación directamente proporcional; por si fuera poco tampoco era graciosa, no podía ser a menos que fuese torpe, allí si arrancaba risas y carcajadas de hora, por supuesto no era por su elocuencia, si no porque se burlaban de ella. Lo peor de todo es que presentía que no iba a ser su día: se había levantado tarde, había dejado olvidada la yukata en la silla bajo un montón de papeles que la arrugaron, el cabello le amaneció desastroso y cuando iba de camino en el carro junto a su familia se había percatado que el regalo estaba en casa. Su padre no había hecho ningún comentario al respeto, se imaginaba que estaba resignado a saber que su hija era una inútil para nada; despistada.

Ahora estaba diez minutos atrasada, con un regalo en las manos y el calor cocinándole las neuronas. Seguro se había perdido la ceremonia de entrega de flores, los saludos preliminares entre las familias invitadas y por su puesto alguna conversación jugosa que le pudo haber servido como tema de conversación en la fiesta. ¡Se había perdido todo! Y si no se apuraba se iba a perder también la ceremonia.

Apuró el paso mientras seguía ocupando su cabeza por tonterías:

Buenos días, señor Namikaze —practicó mental—, ¿Hace hoy un buen día? ¡No, no nos conocíamos! ¡Soy una gran amiga de su esposa! ¡Sí, espero que les vaya de maravilla y tengan muchos hijos!... no, lo de los hijos es algo invasivo… ¡Espero que la fortuna les sonría! ¡Mucho arroz para ustedes!

Se golpeó la cara con el envés de la palma, eso había sido lo más patético de toda su vida. Hubiese preferido haber conocido al prometido de su amiga antes de la boda, al menos, así hubiese encontrado una manera menos incomoda de abordarlo… ¿De qué podía hablar? A los hombres no le interesaban los pormenores de los vestidos, mucho menos como estaba decorada la sala; iba a ser una reunión muy molesta. ¿Cómo sería Namikaze-san? ¿Qué tipo de hombre le gustaría a su amiga? Nunca se lo había descrito.

Si fuese sincera cuando se imaginaba a Namikaze-san se le cruzaba la imagen de Sasuke Uchiha, el eterno modelo de hombre que le había gustado a Sakura. Seguro era alguien frío que no necesitaba muchas palabras, que era mejor no hablarle demasiado. Si se trataba de ese tipo de hombres, iba a estar como pez en el agua, después de todo, además de ser torpe, era malísima entablando conversaciones con personas del sexo contrario. Tal vez, por eso había terminado tan rápido con Kiba; no era del tipo de chicas que exigía amor y mucho menos de las que abiertamente lo daba. Llamar a su enamorado a la madrugada para decirle que lo amaba, levantarse en la mañana para darle los buenos días, pedirle en la cama que hiciese tal o tal cosa… todas esas cosas le producían vergüenza, a penas planeaba realizarlas se quedaba en blanco y empezaba a sudar. ¡Era tan tonta! Nunca había tenido una vida llena de romanticismo en parte por el trabajo familiar y en parte por lo seca que podía llegar a ser; le encantaban los doramas pero no podía articular una sola palabra bonita para alguien, eso también era un estigma familiar. Una conducta adquirida.

Por eso, envidiaba a Sakura: ella se casaba primero que todas porque no temía a lo que decía, podía aventarse a los cuatro vientos con tal de salvar su corazón, abría sus sentimientos para que el hombre que amase los pudiese escuchar todos. Hinata todavía era una pilluela, el simple hecho de pensar decir "te amo" le producía un profundo sonrojo, qué de hablar del sexo o compromiso. La familia Hyuuga había perdido esperanza en ella, no la veía como heredera del instituto de artes marciales porque simplemente no tenía determinación para cerrar negocios o agradar a posibles inversionistas; si ni siquiera podía atreverse a amar… ¿Qué iba a estar haciendo las mayores apuestas de su vida? ¡La vida era un azar… y ella tenía muy mala suerte!

Prefería envejecer sola que apostar al aire para quedar en ridículo. A veces, se reprochaba ese tipo de comportamientos porque sabía que estaba perdiendo oportunidades al no atreverse a realizar alguna acción, pero ya era un estigma, después de todo papá Hiashi siempre había elegido por ella y lo que respectaba al dojo prefería atender las cuentas y no al público, tendría una tranquila vida como tía cuando Hanabi se casara y ella cuidase de sus sobrinos.

Ya tenía planeado todo; no hacía falta las bodas y el amor cuando era una tonta que siempre se dejaba en ridículo, que siempre avergonzaba a los demás, solo debía organizar su vida meticulosa y hacer todo pensándolo dos veces; tal vez algún día pudiese conseguir un hombre tan serio como ella que solo quisiese una compañía callada y se casarían de civil, nada demasiado rebuscado.

Suspiró. ¿A quién engañaba? Ella también quería un amor de dorama; un príncipe que solo la amara a ella con pasión, que entrara a su habitación pidiéndole ser solo suya, un hombre de miles de regalos y ella una persona desprendida. ¿Cómo iba a conseguir eso? ¡Ja! ¡En sus sueños solamente!

Se rascó la cabeza, el calor empezaba a hacer estragos en su cabello, sentía que la piel en cada momento se le hacía más morena y que la cara empezaba a arder. Debía llegar temprano, no podía decepcionar a Sakura en su mejor día; el día más importante de su vida, después de todo quería disfrutar del casamiento de todas sus amigas y de su felicidad.

El hotel quedaba al frente de la plaza Saitama donde había una linda fuente; si hubiese sido primavera lo más idóneo era montar una mesa con muchos globos y sillas, un altar para casarse en pleno aire libre, entre el lago y los patos; con todos los presentes bien vestidos sin pasar demasiado en el calor. Pero no, había prisa para la boda y se debía hacer en el salón especial del hotel Minjou; con aire acondicionado viciado y un grupo de mesas redondas impersonales. En ese tipo de cosas ella era más romántica.

Claro, tampoco es que le pareciera poco adorable que el novio tuviese prisa por contraer nupcias con su amada. Namikaze-san había organizado todo para Sakura, había pagado su vestido, la decoración, la reservación, el cura y los mesoneros. Era una ceremonia discreta pero servirían buena comida, tendrían bonita música y estarían todos los allegados, estaría presente también Sasuke Uchiha, ese tipo de detalles le hacían feliz: Sakura al fin lo había superado, podía cruzar los dedos y pedir a los dioses por toda la felicidad a la pareja y también quería abrazar a Namikaze-san por enamorar a su amiga y hacerla una dichosa esposa.

Ya sentía empatía por él, fuese quien fuese, tenía su más sincero agradecimiento.

Entró al Hall del hotel luego de media hora de caminata; su maquillaje estaba algo corrido por la humedad pero nada que no fuese fácil de arreglar; planchó la yukata con las manos y practicó de nuevo la presentación hacia los padres de Haruno, la familia Namikaze y con el propio novio. Todo estaba perfecto… nada podía salir mal.

Se apresuró al ascensor, había un hombre alto de cabellos amarillos esperando también. Era guapo y de traje, se tensó un poco. Seguro se trataba de algún invitado que ella no conocía, se quedó muda a su lado mientras trataba de atenuar el color de sus labios apretándolos. No había ya nada que temer, todo estaba bajo orden.


Naruto Namikaze no podía ser más despistado porque moriría. ¿Cómo podía perdérsele el anillo de compromiso el mismo de su boda? ¡Luego de tanto planearlo y venía arruinar las cosas a último momento! Él tenía mala suerte, sin lugar a dudas. No sabía que había hecho en su vida pasada pero la estaba pagando caro con el karma en esta vida.

Buscó bajo la cama, encontrando unos cuantos pares de zapatos y unas camisas viejas. Se rascó la cara mientras se sentaba en el suelo. De nuevo repiqueteaba el teléfono; debía tratarse de su padre o Sasuke; los dos le creía lo suficiente irresponsable para faltar a su boda, prefería que tuviesen esa idea y no la de que había perdido los anillos.

Volvió a revisar la cómoda, gaveta por gaveta. Podía jurar que su padre estaba cabreado; tenía que meter algún discurso tonto para encantar a los padres de Sakura que deberían estar muy preocupados con la falta del novio. ¡Él era el que primero debía estar allí! Pero todo se había confabulado para llegar tarde, era el destino y él no podía estar en contra. Primero tuvo que ir a buscar el traje a la tintorería y había olvidado la dirección, después de dar cinco vueltas por el este de Akita se encontró de que había estado siempre en el mismo sitio; cuando llego a casa se percató de que no tenía comida en el refrigerador para hacerse un desayuno, tuvo que arreglarse sin comer y cuando estaba por salir recordó los anillos pero se había desaparecido por arte de magia.

¿Dónde estarían? Volvió a hacer una inspección por toda la casa. Podía imaginarse a Sakura histérica en el salón de fiesta, ella era la que más le preocupaba, deseaba llegar temprano para mantenerla tranquila y embelesada; una semana antes de la boda había tenido un ataque de pánico y quiso terminar con él; había dicho que no estaba segura de quererlo como una excusa barata para huir del compromiso; él la calmó con bonitas palabras mientras le prometía estar siempre a su lado… ¿Pero qué pasaba si se sentía plantada? ¡Todo podía pasar!

Tomó el teléfono y llamó a Sasuke.

— ¿Dobe? —se escuchó al otro lado.

— Sí, necesito…—se inclinó para buscar de nuevo debajo de la cama.

— ¿Dobe, dónde estás? —su voz se escuchaba como un murmullo.

— En casa, en casa —repitió frenético mientras abría el closet—. Necesito tu ayuda, teme.

— ¿Y qué haces en casa todavía, tu maldito…? —bajo un poco más voz—, aquí todos están histéricos…

— Por eso necesito tu ayuda —corrió hasta la sala para buscar en el mueble—, diles algo, lo que sea, pero llegare tarde. Cuento contigo.

Trancó. Podía confiar en Sasuke, el se encargaría de todo perfectamente. Lo que no podía confiar era en conseguir el anillo. Tiró los cojines al suelo y se exasperó al conseguir solo papanatas debajo de los almohadones.

Sakura lo iba a matar, estaba seguro de ello. No, peor aún, Sakura se iba a cansar de él e iba a abandonar la boda, lo iba a dejar plantado después de todo lo que había planeado. Haruno no se lo iba a perdonar jamás; traicionarla en el altar sería su peor error. Y él sin Sakura… ¿Qué haría sin ella? Tanto que había costado conquistarla.

¡No! ¿Qué estaba pensando? Solo sería una tonta anécdota que les contarían a sus hijos; cuando su padre llego tarde a la boda y su madre lo molió a golpes. Suspiró mirando a su alrededor, había revisado todo.

Sus ojos se fijaron en las sobras de comida china de anoche. Se abalanzó contra ellas; las cajas de arroz chino que se había atragantando parecían vacías, hasta que una pesaba más que el resto. Miró a su interior: ¡Allí estaba!

Se lanzó al piso de felicidad con la cajita contra el pecho mientras gritaba victoria. Podía sentir el latir de su corazón que había pasado un mal trago. Corrió a la habitación deslizándose en el suelo, recogió el saco y colocándoselo salió del apartamento. Las escaleras ese particular día estaba solitarias, el sol traspasaba todo el lugar dándole una luminiscencia clara y amarillosa; las motas de polvo volaban en círculos desde el techo hasta el piso de abajo. No tenía tiempo para pararse a detallar el particular color anaranjado que tenía toda la escalinata, bajaba como un poseso, en media hora empezaba la ceremonia.

El viaje desde su casa al hotel en carro era rápido, así que cuando estuvo montado camino a la ceremonia se relajó, se dio hasta tiempo para limpiarse el copioso sudor que se le había formado en la frente. Se había salvado de una bien grande.

El Hall era una habitación gigantesca decorada con espacato; las puertas batientes era una róndela de cristal decorada a cada lado con un ciprés enano. Alfombra gris; paredes de inmaculado blanco, sillones de cuero y un amplio recibidor de cedro al lado izquierdo con dos amables recepcionistas; detrás de ellas un mapa de la prefectura de Akita con el punto del hotel remarcado en círculo rojo. Le saludaron con elegancia y dadas, caminó ente el olor a limpio directo al ascensor. Había un gran cantidad de personas en la estancia, pudo ver a lo lejos a Shikamaru con Temari y más alejado a Gaara. Les saludo sin detenerse, no quería ponerse a hablar con nadie, solo quería subir y poder abrazar a Sakura, calmarla. Se imaginaba que todos permanecían en el Hall debido a su tardanza, así que apuró el paso y pidió el ascensor.

Estaba en el piso 22; esperaría un rato hasta que estuviera montado en él. Miró de nuevo a su alrededor, se sentía calmado para su sorpresa. Tenía, tal vez, algo de ansiedad, pero de resto se sentía como un hombre que estaba seguro de lo que hacía, como un magnate que entra a la compañía caminando con la frente en alto… ¡Claro, de ahora en adelante seria un verdadero hombre! Estaría casado, con firmeza, estaría sentando cabeza con la mujer de sus sueños.

Sintió una presencia a su lado, una diminuta chica en yukata. Ella también le miraba pero tímida, como por el rabillo del ojo. Era linda, menuda y de finos rasgos, por la forma en que vestía con un traje tan hermoso y formal supuso que debía ser algún conocido de Sakura. El cabello lo llevaba amarrado con un arboleo de flores de plata y la yukata era colorida con un obi azul rey, la tela cocida a mano con un enorme dragón chino rojo oscuro y algunas flores rosadas y naranja.

El ascensor abrió. Ella quería pasar, indicó como un caballero —por si fuese alguna de las amigas no conocidas de Sakura— que entrase primero; la jovencita levantó los ojos impresionada, le sonrió. La desconocida tenía un hermoso rostro y largos ojos misteriosos.

Hinata Hyuuga jamás hubiese pensado encontrarse con alguien atento, tampoco con una persona que pudiese sonreír de esa manera. Si pudiese decir que el amor a primera vista existía: ese hombre era su amor. Alto, rubio, ojos azules y con buen porte; por si fuera poco una sonrisa de infarto. La dejaba pasar, marcaba el botón por ella… iban al mismo piso. ¡Que sorpresa!

No quería hablar, no quería arruinar un momento tan perfecto como el conocer a un joven guapo en la boda de su mejor amiga. Solo quería saborear su caballerosidad, hacerse la imagen de que de ahora en adelante vivirían felices para siempre.

Bufó. "Hinata eres tan estúpida", se repitió varias veces.

Naruto Namikaze también estaba encantado con su pareja: callada y recatada. Siempre le había agradado las personas que tenían la prudencia necesaria para guardarse sus pensamientos y comentarios; eran pues, todo lo contrario a lo que él hacía, además, a decir verdad las chicas silenciosas se ven aún más lindas en vestimenta tradicional. Podía jurar que venía de una buena familia: tenía la piel sana, los ojos grandes y llenos de conocimiento, la boca jugosa, lindo peinado, lujoso traje y… bueno, no quería ver sus pechos pero allí estaban, no podía negarlos, aunque eso tampoco era intrínseco a la buena familia pero podía teorizar que se debía a comer platos lujosos.

Suspiró. Sus ojos se encontraron de nuevo con los de ella. ¿Por qué debía quedar en el mismo ascensor con una chica tan bonita? Lo hacía sentirse infiel… pero… ¿Y si era una amiga de Sakura? No podía tampoco tratarla mal, que disyuntiva.

Sonrieron incómodos ante el silencio. Hinata quería decir algo, lo tenía en la garganta cuando el habló:

— ¿Va a la boda? —debía buscar alguna conversación si no quería seguir teniendo pensamientos extraños para el día de su boda. ¿Los hombres no podían contener sus impulsos en momentos especiales?

— Sí —sonrió recatada—, imagino que usted también.

Se dio porras: "Bien, Hinata, has dicho algo coherente".

— Sí… —no quiso hablar del tema tan rápido así que sonriente de nuevo inquirió—, ¿Amiga de Sakura?

— ¡Exacto! —Hinata respondió cordial, más le llamo la atención que él la llamara simplemente Sakura, tan intimo—, ¿Usted?

Naruto soltó una sonrisa más ancha. Era la amiga de Sakura, no había peligro. Era intocable, ya hasta la veía como una "amiguita", seguro se la llevarían de maravilla como le gustaba ese tipo de personas. No podía tener malos pensamientos ante una muñequita amiga de su futura esposa… ¡Claro que no!

— Soy el novio.

Pudo ver el asombro y horror de la chica en cinco segundos. Palideció, luego enrojeció. Si Naruto hubiese descubierto los pensamientos de la joven se hubiese alarmado. Hinata ya se había hecho un mundo de castillos alrededor de él, había jurado que era un invitado más, normal. ¡Quién iba a pensar que ese era el novio! ¡Y ella no lo había felicitado! ¡Y había estado hablando con él como si fuese cualquiera…! Sintió que el aire le faltaba:

— Lo siento —exclamó casi a los gritos y dio una reverencia brusca, nada ensayada. Él quería morir de la risa, su cuerpecito se había pandeado de tanta sorpresa y luego casi besaba el suelo del susto. Quiso colocarla en su sitio pero ella seguía fijada en hacer una omnipotente reverencia—, realmente lo siento, no le conocía. ¡Hinata Hyuuga! ¡Soy, Hinata Hyuuga!

— Tranquila…—murmuró él ahora riéndose tranquilo. Era una chica rara, pero no le caía mal. Le tomo un poco por sorpresa descubrir que una persona tan amable y tímida se tratase de la misteriosa amiga Hyuuga de Sakura; siempre la había imaginado como una chica creída y petulante, tal cual era Hiashi Hyuuga.

Cuando estuvo dispuesta a subir su rostro que estaba más rojo que nunca sintió que el regalo se le resbalaba de las manos. La bolsa cayó estrepitosa haciendo un sonoro ruido en el ascensor. ¿Por qué era tan torpe? Se excuso con un disculpas. Naruto estaba dispuesto a recogerlo cuando ella ya se había agachado por completo, tenía un cuello blanquecino con un lazo bien amarrado como peinado; desde allí podía ver la hermosa pinza de nácar que brillaba agarrando su pelo.

Nadie se hubiese esperado lo que vino a continuación.

Ella no se había fijado de la cercanía de sus cuerpos y cuando subió la cabeza su pinza de nácar se engancho en el traje de Naruto. Se quedaron pegados uno al frente del otro; pero en una posición muy comprometedora. Hinata tenía la cara frente a su entrepierna.

— Yo… ¡Lo siento!—chilló ella apenada.

— Tranquila…—exclamó entrecortado Naruto, también trató de retroceder pero sentía que si jalaba del pantalón este se rompería por la presión de la pinza, miró el número del piso: estaban por el 15; faltaban 15 más. Tomó la tela en la parte de su entrepierna; como pensó se había enganchado en el cierre. Esa posición era bochornosa hasta para él—, solo trata de desenredarla del cierre.

— Eso trato…—susurró ella, más le resultaba muy incomodo con la cabeza a medio agachar y el cabello amarrado tocando sus partes, si movía mucho la cara pegaría el rostro a sus muslos. Sentía las manos temblando de la pena, algo así solo le pasaba a ella—, es imposible en esta posición.

Naruto miró a su alrededor no había nada que pudiese usar para ayudarla a desamarrar, sentía que la parte metalica del adorno se iba clavando cada vez más en la tela hasta empezar a rozar su piel. Tragó gordo, podía sentir también la respiración de ella nerviosa en sus manos que trataban de aguantar la tela para que no hubiese contacto directo con sus partes. Llevó una de sus manos al cabello de ella, era sedoso.

— Tratare de desamarrar la pinza de tu cabello, así será más fácil —espetó él. Hinata afirmó mientras colocaba sus manos en sus piernas. La situación se hacía cada vez más vergonzosa. Naruto solo había estado así con dos chicas: Sakura y su madre —la última para subirle los pantalones cuando era pequeño—. Sentir las pequeñas manos de una chica apoyándose contra él lo hizo retroceder. Jaló el cabello de ella y se quejó con sus labios muy cerca de su correa—, lo siento, solo un poco más.

— ¡Está bien! —Hinata no se quería mover pero sentía que las manos hoscas de hombre solo estaban enredando en el peinado y no liberando la pinza. Si quitaba las manos de sus muslos iba a caer irremediablemente en su entrepierna; ese tipo de situaciones no debían pasar cuando uno era la dama de honor de una boda, mucho menos debían ocurrir con el novio— trata de que la pinza salga vertical, si no se enrredara más.

"¿Vertical? ¿De qué vertical está hablando?", pensó Naruto logrando que el peinado se soltara, jaló el adorno pero había algo que estaba trabado bajo todo la maraña de cabello. Ella se llevó una de las manos hacía la nuca, gimiendo de dolor.

— No le jale, me hace daño —se quejó. Hinata sabía que ahora las cosas en su cabello estarían más apretadas, después de todo la pinza había quedado enredada. — No vamos a poder sacarla por allí… ¿Cuánto queda para estar en el salón?

Sentía que irremediablemente se iban abrir las puertas y todos lo iban a ver en aquella situación comprometedora.

— Faltan siete pisos —susurró Naruto con un nudo en la garganta, volvió a jalar la pinza pero las manos de ella lo detuvieron en un grito.

— ¡Pare! ¡Me hace daño!

— ¡No se qué hacer! —gritó asustado. Le temblaban las manos. Las manos de ella se fueron a las de él mientras trataba de mantener el equilibrio con las rodillas flexionadas; pasó su cabello semi amarrado hacia delante donde podía tener mejor visión y la presión de la pinza dolía menos. La cabeza le empezó a palpitar de los jalones.

— Cálmese… —no sabía realmente que hacer, sentía que si jalaba la pinza el pantalón de él se iba a romper y si jalaba su cabello una mitad de mechón se vendría sin remedio, sería muy doloroso —trataremos de sacarlo por su cierre.

— ¡No va a funcionar! —estaba al borde de un colapso. Algo así; estar de esa manera en el elevador con una amiga de su novia no era un buen augurio, solo la mala suerte podía jugarle algo tan cruel. Miro de nuevo al puntero: estaban por el 27. ¡Ya estaban allí! — ¡Quítelo, por favor! ¡Solo quítelo!

— ¡Calmese! —gritó Hinata también histérica. Llevo las manos al cinturón de él, Naruto saltó del susto.

— ¿Qué piensa que está haciendo?

— ¡Déjese hacer! —en contra de su voluntad desabrocho la correa, luego el botón del pantalón y bajo el cierre. La pinza seguía enganchada de una u otra forma en la tela restante del cierre, empezó a forcejear con ella.

— ¡Faltan solo dos! —chilló él pavoroso. También la ayudo a jalar su cabellera: Primero por los hombros, al ver que la yukata se le rodaba con facilidad dejando ver sus hombros desnudos se escandalizó y pasó sus manos a la nuca, desde allí podía jalar su cabeza hacia atrás.

¡Los pantalones se le caían! ¡Estaba seguro que podía ver sus interiores! Las manos de ella pasaron a su abdomen y desde allí también le empujó contra la pared del elevador. ¡Las puertas no se podían abrir en ese momento!

Trató de rodar una de sus manos hacia el botón de parar, pero era prácticamente imposible agarrarla por la nuca y estirarse hasta el tablero. En uno de los intentos ella se resbaló pegando su cara contra la entrepierna y sus manos cayeron en la parte posterior del interior. Hinata gimió del susto y la pena; sin poder coordinar sus movimientos trató de impulsarse hacia atrás con la ayuda de Naruto que también se respingó del contacto. Solo produjo que sus manos se enredaran en el interior y lo bajaran, pero finalmente el cabello cedió.

¡Estaban libres! Ella lo miró incrédula apoyada en sus muslos para no caer de nuevo en su hombría, él todavía tenía una mano en la nuca, la otra en los hombros semidesnudos y le sonreía con locura… ¡Lo habían logrado!

Claro, hubiese sido mejor idea separarse en ese mismo instante.

Las puertas se abrieron. El recibidor del salón estaba atestado de personas, las tres familias que estaban a las inmediateces del ascensor para saludar a los invitados eran en el mismo orden de posición: Haruno, Namikaze y Hyuuga. Estos últimos no eran anfitriones pero como tenía mucho tiempo sin coincidir con dichas familias habían esperado a su hija mayor conversando en la entrada. Estaban bien vestidos, elegantes y siempre solemnes. No había sonrisas en sus rostros, aún cuando sus ojos eran agradables. Las otras dos familias fingían normalidad ante el retraso del novio.

El fuerte quejido de impresión de Neji fue el que llamo la atención de todos los presentes. No era para menos, nadie hubiese esperado ver una escena de ese tipo en el ascensor, mucho menos en una boda, pero por como si ya no fuese una situación bochornosa los personajes que la protagonizaban la hacía aún más sorprendente: El novio y La dama de honor.

Juntos. El novio semi apoyado en las paredes del elevador, con la pelvis inclinada hacia el rostro de la dama de honor que tenía la yukata desarreglada, el cabello hecho un desastre, el cuerpo apoyado en las rodillas de él, las manos en sus muslos y la cabeza cercana a sus partes intimas, los pantalones de su smoking estaban bajados y sus interiores movidos. Los dos tenían los rostros rojos de vergüenza y Naruto tenía una extraña sonrisa en el rostro. Los labios de ella estaban mojados, aunque esto se debía más por la histeria que por lo que se imaginaban los invitados.

La familia Namikaze estaba horrorizada, por supuesto. Jamás se hubiesen imaginado a Naruto protagonizar dicha escena, al menos no en su boda, podía ser un chico inquieto pero eso tenía un límite inmoral pasmante. Los que se llevaron el peor chasco no fueron los Harunos; que no tenían ni cabeza, ni comentario para lo que sus ojos estaban viendo, sino los mismísimos Hyuugas, nunca habían visto una escena como ese tipo, menos escuchado de algo parecido, ver a su hija en posición tan indecorosa con un joven que se iba a casar dentro de una media hora era un total escándalo.

Naruto tragó gordo, todos sus miedos se hicieron realidad.

Las piernas y las manos de Hinata no reaccionaban, su mente estaba en blanco. Fue él quien la empujó para poder moverse en el elevador y cerrar su pantalón, fue inmediata la reacción de ella al tratar de taparse con la yukata cualquier resquicio de su piel.

— ¡Hinata! —exclamó Hiashi al ver la actitud callada y nerviosa de su hija. Había creído ver un espejismo hasta que ella se movió, mas sus labios no encontraron otra palabra para demostrar su perplejidad.

— ¡Naruto! —chilló Kushina roja de la verguenza— ¿Qué estas…?

Se levantó un nido de murmullos que empezó siendo solo unos cuantos comentarios arrecidos en el ambiente de total silencio, repentino se convirtió en un ruido de fondo lo suficiente fuerte para aturdir a todos. La música de fondo que había estado todo ese tiempo se quedo callada ante el griterío y la multitud que corrió a averiguar que pasaba en el ascensor.

— Puedo explicarlo…—murmuró Naruto levantando las manos al techo mientras su cara se enrojecía toda.

— ¡Hinata Hyuuga, sal de allí ahora mismo! —bramó Hiashi a punto de un desmayo, sus piernas temblaban y sus ojos estaban fuera de sus orbitas. Neji tuvo que aguantar el peso de su tío, ya que Hanabi estaba tan perpleja que había dado un paso hacia delante para comprobar lo que veía.

Hinata palideció ante el grito de su padre. Se levantó del suelo de inmediato y dio un paso dudoso hacia el frente. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo se había convertido en todo eso?

Naruto si había dado unos cuantos pasos hacia delante colocándose entre la ranura del elevador y la del salón. Había tanta gente agrupada al frente que no podía distinguir entre sus familiares y los invitados, su madre había desaparecido y solo escuchaba el bramido molesto de algunas amigas de Sakura, había sentido que algún regalo cayó en su pecho mientras alguien le gritaba una grosería.

Buscó desesperado entre el público hasta que encontró unos ojos verdes descuadrados, hipnotizados en su figura y la de Hinata, una mueca de desprecio cruzó su rostro cuando los ojos de Naruto tocaron los de ella. Sintió que todo su cuerpo fue recorrido por un escalofrió de muerte, un pasmoso dolor le golpeo la garganta dejándolo sin habla y las manos le empezaron a sudar.

— Te lo puedo explicar, Sakura —jadeó con una voz quebrada por el miedo.

— ¡No es lo que crees, Sakura-chan! —gritó Hinata casi entrando en el llanto. Su voz estaba quebrada, se sentía destrozada de solo ver los ojos rabiosos de su amiga sobre ellos dos.

— ¡Que cliché! —siseó llena de sarcasmo; las comisuras de su labio se llenaron de resentimiento. Sakura tenía los brazos a cada lado de su cuerpo caídos y sus cejas se unían en una expresión de inmenso asco— ¡El novio y la dama de honor! ¡Me dan asco!

Escupió para luego lanzarle el ramo de flores junto con el velo en la cara a Naruto. Este trató de mover la masa que le había nublado la vista, mientras escuchaba el bramido enfermo de los invitados y los pasos de ida de su amada.

Hinata no podía dar crédito, Sakura se largaba entre la multitud sollozando desconsolada, Sasuke la había tomado en sus brazos y llevado entre las personas cubriendo su rostro, pudo notar la mirada confundida que le dio el pelinegro al novio. Este ya se había librado de lo lanzado y empezaba a tratar de moverse entre el público.

— ¡Sakura! ¡Sakura, por favor! —gritaba histérico, la voz se le quebraba cada vez que decía el nombre de ella. Hinata rompió también en llanto. ¿Qué había hecho? ¡Había destruido una boda completa! — ¡Sakura, te lo pido, por favor, escúchame!

Intentó abrirse paso entre la multitud pero le tiraban de vuelta para que no pudiese ir tras ella. Unas manos le agarraban desesperados para retenerle en ese sitio, también podía escuchar el llanto que venía subiendo desde el elevador pero no tenía tiempo para esa chica. Solo quería ver a Sakura y poder explicarle lo que realmente había pasado.

Sintió las manos de alguien sobre su cara y tuvo los ojos de su madre sobre él.

— ¿Qué hiciste, Naruto? —murmuró la madre tratando de buscar una respuesta en los ojos del hijo.

El escándalo en el ascensor lo hizo despertar del letargo. Hiashi Hyuuga sacaba a jalonazos a su hija que aún lloraba desconsolada. El hombre estaba en una crisis, veía a su hija como si no la reconociera y mientras más la jalaba la fuerza iba en crecimiento. Neji Hyuuga le pedía a su tío que dejase a su prima tranquila porque ya había sufrido suficiente escarmiento.

— No es suficiente, debe dar la cara por la familia…—exclamaba el hombre mientras agarraba ahora a la hija por la yukata violentamente. La joven no luchaba solo se dejaba llevar en un estado de embriaguez por el desconsuelo— ¿Con qué cara miraremos a los Harunos? ¡Hinata!

— ¡No la trate…! —Namikaze padre quiso intervenir en la penosa escena de la hija siendo batuqueada hacia el salón cuando la madre de Sakura hizo que la situación se pasmara con una sola cachetada. Le atravesó todo el rostro a la joven. Naruto no supo qué hacer o decir, mucho menos Hinata que no tenía como mirar a la madre de su amiga.

— ¡Tú eras su amiga! —La mujer también la jaloneó por la yukata haciéndola caer al suelo—, ¡Puta!

El esposo tuvo que contener a su mujer que estaba a punto de de abalanzarse contra la joven indefensa y callada en el suelo, ella proseguía con el llanto pero esta vez más callado. Hiashi Hyuuga ya no hacía o decía nada porque su rostro denotaba un profundo desagrado hacia su primogénita. La hermana no sabía dónde esconder el rostro ya que quería ayudarle pero sabía que el solo movimiento le costaría también un golpe pero por parte del progenitor; él único que se agacho al lado de la chica, cuyo sollozo ya era gutural, fue Neji.

— ¿Está bien, Hinata-sama? —susurró al oído de la joven, la respuesta fue un horrendo silencio que era callado por la histeria de la madre de Sakura que dejaba caer los peores insultos sobre la amiga de su hija.

— ¡Ya basta! —Exclamó Naruto interponiéndose entre los Hyuuga y la familia de su novia—, ¡Yo seré el que aclare todo este rollo!

— ¿Tú? —Esta vez fue el padre quien hablo, tenía una sonrisa cínica en el rostro—. Tú no tienes derecho a hablarnos… ¿Para qué te querías casar con ella?

Naruto quiso abrir la boca pero la mano de su padre lo detuvo. Un leve "cállate" fue lo que salió de su boca antes de plantar cara a los Haruno que tenían ojos de odio desfigurando sus rostros.

— Hablemos esto como adultos, dejemos de hacer el ridículo —miró a los invitados—, se pueden ir, como pueden ver no habrá boda.

— ¿Pero qué estás diciendo? —barbulló Naruto anonadado por la formas serias de Minato. Este lo miró gélido.

— Mejor no hables, Naruto —no había un atisbo de condolencia en su mirada o labios—, ya bastante que has hecho.

El salón murió entre el silencio de sorpresa ante cancelación de la boda y para digerir todo lo acabado de suceder. Se pudo escuchar de fondo el sucesivo llanto de Sakura dentro del baño. El rostro de Naruto se torció del dolor.


Yo decía: No, Andrea (si, ese es mi nombre) no puedes publicar otro fic. Debes terminar de montar el Fornicador, adelantar los capítulos de Yo no soy tu fan (que se te está alargando) e ir planeando Infiel, tendrás tiempo para otra historia en otra temporada. ¡Pero no podía! ¡Tenía que escribir esta historia como diera lugar! Y aquí estoy… publicando el primer capítulo…

Esta historia la actualizare cada vez que pueda, es decir, más o menos una vez al mes o dos veces al mes (escribir un capitulo cuesta una bola); tratare de ser lo más responsable así que motívenme con bonitos rewiens que me den buenas ideas para el fic, díganme que les parece esta nueva idea, háganme criticas para mejorar las cosas que faltan y sobre todo léanlo… ¡Jeje! Pásense también por infiel y Yo no soy tu fan, jum.

Los jamo.