Algún lugar al que pertenezca
Disclaimer: No soy dueña de Harry Potter, ni de sus personajes, ni de nada de lo relacionado con los libros; todos los derechos son propiedad de J.K. Rowling. El título del fan-fic, así como los nombres de los capítulos, están inspirados en la canción "Somwhere I Belong" del grupo Linkin Park. Fuera de eso, la idea es 100 mía.
Advertencias: No hay ninguna; es un fan-fic apto para todo público. POV de Severus Snape.
Sinopsis: La vida de Severus Snape, contada desde su punto de vista.
Capítulo I. Where this began...
"No tengo nada que decir, estoy perdido en el vacío de mi interior"
Ya casi no siento dolor. Todo lo que percibo es un líquido tibio que emana de mi pecho, deslizándose lentamente en rededor mío; me parece que escucho voces lejanas aunque no estoy seguro de lo que dicen. Todo se ha convertido en un insistente zumbido... es como un murmullo sutil que me embota el cerebro... así que esto es la muerte: un murmullo sutil... nunca me imaginé que pudiera llegar de esta forma; en honor a la verdad, nunca había pensado seriamente en la muerte, de la misma forma en que nunca me tomé en serio la vida... pensándolo bien, mi vida no ha sido otra cosa, más que un murmullo sutil.
Ahora que estoy a punto de morir, ante mis ojos aparecen incontables recuerdos que pensaba que se habían ido para siempre. Ahora mismo puedo verlo... ese día en que mi padre se fue. No pudo aceptar el hecho de que mi madre no le hubiese dicho lo que ella era realmente. Era como si ella fuera un fenómeno de circo; siempre la trató con mucha dureza y sólo esperó hasta que yo diera alguna muestra de "anormalidad" para decidirse a dejarnos para siempre. Yo solo tenía cuatro años en aquél entonces y aún así lo recuerdo tan claramente como si hubiese sido ayer... nunca pude perdonárselo; me dolía el solo pensar que nos hubiese tratado de esa forma, como si fuésemos basura. Sin embargo, simplemente pretendía que no me importaba...
Es ahí... es a partir de ese momento donde todo comenzó...
Después de que mi padre se fue, mi madre tuvo que conseguirse un empleo para poder mantenernos. Se hizo de un trabajo mediocre en una tienda de ingredientes para pociones. No fue fácil ya que desde que se había casado con mi padre, había optado por dejar la magia de lado, y se había desligado incluso de sus amistades y conocidos en el mundo mágico. Sin embargo, siempre fue muy buena en pociones; supongo que parte de su talento lo heredé yo.
Durante ese tiempo, lo pasaba con una tía; ella ya era muy anciana, pero al menos cuidaba de mí con diligencia. Su casa no era muy grande, pero en comparación a donde vivíamos, a mí me parecía un palacio. Incluso tenía un pequeño pasadizo secreto que conducía a una habitación detrás de las paredes. Era ahí en donde yo pasaba la mayor parte del tiempo; me gustaba sentarme en esa habitación, mientras veía las ilustraciones en los viejos libros que mi tía guardaba; luego aprendí a leer y pasé de simplemente ver los dibujos a leer todo lo que caía en mis manos. Así transcurrió mi infancia hasta los ocho años. Fue cuando mi tía murió, dejándole esa casa a mi madre. Nos mudamos de inmediato a la casita de Spinner's End, dejando el horrendo departamento muggle donde solíamos vivir con mi padre. No obstante, nuestra situación económica no era boyante. Mi tía me había hablado del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; decía que seguramente yo iría ahí cuando cumpliera once años. Sin embargo, me daba cuenta de que necesitaría algo más que buenas intenciones para poder ir; así que le pedí a mi madre que me dejara trabajar. Al principio no le pareció mucho la idea, pero me vio tan decidido que logré convencerla.
Me consiguió un empleo en el callejón Diagon, en Flourish y Blotts. Era un trabajo perfecto para mí; en mis ratos libres, leía todo lo que podía. Mi trabajo consistía en ordenar y clasificar los libros conforme iban llegando; a veces me encargaban surtir los pedidos; por lo regular atendía siempre alumnos de Hogwarts. Así pasaron muchos días hasta que llegó el momento esperado: ahora era mi turno de surtir mi propia lista de libros escolares. Finalmente iría a Hogwarts. Recuerdo lo emocionado y ansioso que estaba. Me moría de ganas por demostrar todo lo que sabía y de lo que era capaz. Mi madre no lo sospechaba siquiera, pero cuando ella dormía, yo tomaba su varita y practicaba algunos de los hechizos que había estudiado en los libros. Algunos salían bastante bien, otros no tanto; pero sentía que llevaba una gran ventaja sobre la mayoría de mis compañeros.
Recuerdo que mi madre me dio muchas recomendaciones antes de subir al expreso de Hogwarts. Especialmente me recomendó, que no le mencionara a nadie lo que mi padre era en realidad, así que acordamos que, si alguien llegaba a preguntarme, mentiría y diría que él había muerto ya, pero que había sido un mago... a ella no le hacía mucha gracia, pero comprendía que era la única forma de que no me marginaran y menospreciaran, así que aceptó.
Ya
en el expreso, busqué un lugar al final del tren. Me había
ya instalado, y estaba leyendo un libro, cuando entró un
chico, cuya apariencia y nerviosismo indicaban que también era
de primer año.
-
Hola... ehmm... ¿te importaría si me siento aquí?
Es que ya no hay lugar en los demás compartimentos.- Dijo
tímidamente. Parecía estar enfermo, tenía ojeras
y lucía algo demacrado. Yo asentí en silencio y él
entró al compartimiento, arrastrando su baúl. Entonces
se presentó a si mismo.
-
Me llamo Remus Lupin. También eres de primer año,
¿verdad? ¿Cómo te llamas?- Me dijo al tiempo que
me tendía la mano.
-
Severus Snape.- Dije secamente, estrechando su mano. Me daba lo mismo
quién fuera él. Yo no iba a Hogwarts para hacerme de
amigos, así que volví a mi lectura. Noté que él
se sentaba también y acomodaba sus pertenencias en el
maletero; me ponía de malas su nerviosismo, así que
decidí dejar mi libro a un lado.
-
¡Oye! Creo que me acuerdo de ti. Mi padre me llevó a
Flourish y Blotts por mis libros y tú estabas en la librería.
¿Trabajabas ahí?- Dijo él.
-
Sí, así es.- Respondí simplemente. ¿Qué
esperaba este chico? ¿Que le contara anécdotas acerca
de lo que es tener que ganarse la vida, siendo tan joven?
-
Y... ¿y qué... dices? ¿Tienes idea de... en que
casa te va a tocar? Yo no sé mucho, mi padre me habló
de algunas cosas, ¿sabes? Estoy muy emocionado. Mi padre se
puso muy contento de que iba a venir a Hogwarts porque...- En ese
justo instante se detuvo, como si se hubiese percatado de que hablaba
de más. Qué curioso, nunca lo había pensado,
pero ahora me parece entender el por qué. Probablemente estuvo
a punto de decirme que era un licántropo. Ignoro como hubiera
yo reaccionado, si él se hubiese atrevido a contármelo
en aquél entonces... tal vez habríamos logrado
entendernos mucho mejor que nadie... porque yo también sabía
lo que era ser discriminado. Por eso es que nunca tuve amigos, todos
los niños de mi cuadra, me consideraban un "bicho raro",
me ponían apodos y se burlaban de mí a mis espaldas.
Sin embargo, dudo mucho que las cosas hubiesen sido diferentes. Lupin
era un pobre iluso, que creía que no había cosa más
maravillosa que tener amigos. Yo nunca los necesité.
-
Eso depende del Sombrero Seleccionador. -Le respondí
simplemente. Me crucé de brazos y desvié la mirada
hacia la ventana. Me incomodaba mucho la presencia de ese chico; él
parecía ansioso de seguir conversando, pero creo que entendió
que no iba a lograr nada conmigo, así que también
decidió guardar silencio. Yo me harté de la situación,
así que decidí salir un momento del compartimiento. Me
aproximé a la puerta cuando esta se abrió de repente y
otro chico, algo más alto que yo, pero que supuse que también
era de primer curso se metía a nuestro compartimiento, seguido
de otro. Un chico de anteojos y cabello alborotado. En sus prisas, me
hicieron caer al suelo. Iban riéndose tontamente y
difícilmente notaron que me habían tirado. Yo me puse
de pie simplemente y los dejé ahí riéndose...
Black y Potter... siempre fueron un par de imbéciles...
Salí
del compartimiento y en el pasillo me encontré el motivo por
el cual ese par de torpes se escondían. Se trataba de un chico
que debía de estar en alguno de los últimos cursos. Era
enorme y tenía cara de pocos amigos... además de que,
de la cabeza, le salían un par de tentáculos. Se
dirigió hacia mi, enfurecido y me sujetó por el cuello
de la playera.
-
¡En donde está ese par de idiotas!- Demandó,
mientras me zarandeaba con fuerza. Yo simplemente me le quedé
mirando. La verdad es que estaba aterrado, pero tampoco quería
parecer un soplón, y con más valor del que sentía
le respondí:
-
No lo sé y no me importa.- Procuré responder tan
cortantemente como pude y logré la reacción esperada:
El chico se enojó tanto que sacó su varita y me apuntó
con ella, mirándome con odio. Me moría de miedo, pero
hice un esfuerzo sobrehumano por mantenerme tranquilo, saqué
mi varita de inmediato y sin pensarlo dos veces, le hice una
maldición que había leído y que estaba esperando
poder practicar.
-
¡PETRÍFICUS TOTALUS!- Dije con fuerza y el chico cayó
al suelo, completamente rígido. Miré entonces al lugar
donde segundos antes había estado el bravucón y me
quedé frío. Unos pasos más allá, estaba
otro muchacho; era alto y rubio. Llevaba puesta ya la túnica
del colegio y lucía una placa de prefecto. Comprendí
que estaba en serios problemas, pero a pesar de todo, luché
por mantenerme impávido. El chico me miraba de manera extraña,
entre asombrado y divertido. Se aproximó, sacó su
varita, la dirigió a mi "víctima" y lo liberó
de la maldición.
-¡Lárgate
de aquí Goyle!- Le dijo al otro chico, quien se alejó
despavorido por el pasillo y se refugió en un compartimiento,
mientras los tentáculos en su cabeza ondeaban al aire. El
prefecto guardó su varita, me sujetó por el hombro y me
condujo hasta otro compartimiento. Abrió la puerta, pero no
estaba vacío, había un par de chicas.
-
¡Fuera!- Dijo el chico de manera imperiosa y las dos chicas
salieron de inmediato, sin decir nada. El chico me hizo entrar al
compartimiento y con un empujón me obligó a sentarme.
Acto seguido, corrió las cortinas del compartimiento, se sentó
frente a mí y durante unos minutos simplemente permaneció
ahí observándome, con gesto divertido.
-
O mucho me equivoco, o tú eres de primer año.- Dijo él.
No era una pregunta, era una afirmación. Yo simplemente asentí
con la cabeza; él continuó -Sabes, ese maleficio es
bastante avanzado, especialmente si ni siquiera has tomado una sola
clase en Hogwarts. ¿Dónde lo aprendiste?
-
Yo... lo leí en un libro... nunca lo había hecho
antes.- Respondí inseguro. No comprendía lo que ese
chico quería de mí.
-Disculpa
mis modales. Permíteme presentarme. Me llamo Lucius Malfoy.-
Dijo al tiempo que me tendía una mano. Yo la estreché,
algo inseguro.
-Severus
Snape.- Respondí simplemente. Hacía tan solo unos
instantes, creía que estaba en un verdadero aprieto, pero ese
chico no parecía interesado en reprenderme.
-Estaba
a punto de preguntarte si eras un mago de sangre limpia, pero veo que
es innecesario. Un sangre-sucia no sería capaz de hacer algo
así, difícilmente se enteran de que son magos hasta que
reciben su carta; ni siquiera deberían permitirles asistir a
Hogwarts.- Dijo él con un gesto de desprecio. Ahí
comenzaba la farsa. Sin importar lo mucho que me había
desagradado su comentario, comprendí que no me quedaba ninguna
otra opción, que seguir fingiendo.
-Así
es, soy un mago de sangre limpia.- Mentí descaradamente.
-Espero
que te quedes en Slytherin. Yo pertenezco ahí; claro que ya
estoy en sexto curso, pero estoy seguro de que nos veremos de vez en
cuando. Tal vez quieras compartir conmigo algunas de tus habilidades.
Es increíble, pero algunos de mis compañeros de clase
son bastante ineptos.
-Seguro,
cuando quieras.- Respondí yo, pero la verdad es que lo único
que deseaba era largarme de ahí cuanto antes.
-Bien
Severus. Te dejo entonces, supongo que debo ir ahora a ver a Goyle;
esos tentáculos en su cabeza no son algo que normalmente lleve
consigo... es un idiota.- Dijo con desgano, al tiempo que salía
del compartimiento.
