Esta historia está basada en el encuentro que tuvieron Cevdet y Azize la noche en que estalló el arsenal de los griegos. Contiene situaciones adultas así que estén advertidos.
Debilidad
Cevdet caminó triunfante por las calles de Esmirna, sabía que no podía manifestar su orgullo por lo que acababa de hacer, pero volar el arsenal había puesto de muy buen humor a toda su familia y también a él, de eso estaba seguro.
Se preguntó si Azize estaría en su casa o le había hecho caso y lo esperaba en la mansión, no, seguramente ella, como estaba ofendida con él no le había hecho caso, y él añoraba tanto su compañía, sus ojos, esa forma que tenía ella de mirarlo, aunque esa mirada hubiese cambiado tanto en los últimos tiempos…
Golpeó la puerta cuando pudo vislumbrar los destellos de las velas encendidas adentro. Ojalá pudieran hablar, pero como mucho, Cevdet ansiaba poder llevarla a casa, acompañarla y testear su humor para alguna clase de acercamiento, también era bueno que él estuviese cubierto por si alguien sospechaba de su posible actuación en el tema del arsenal.
Ella le abrió la puerta con los ojos centelleantes de alegría. Lo miró desafiante. Él le recordó que no tenía que estar allí sola y ella siguió desafiándolo, todo en su actitud era un reto, seguramente ella se sentía triunfante por lo que acababa de ocurrir y no era para menos, porque aquellas palabras que ella le decía con intención de ofenderlo, no eran halagos para otro que, para él, por su valentía, por como se había expuesto al volar ese arsenal.
Cevdet sintió que su cuerpo reaccionaba a cada gesto de ella. Había planeado llegar con Azize a la mansión y que los vieran para que eso representara su coartada, pero al verla allí, con esa mezcla de orgullo y tan apasionada como siempre, no pudo evitar fantasear con volver a tenerla en sus brazos.
Y mientras ella buscaba seguir desafiándolo, Cevdet solo pudo concentrarse en cómo se movían sus labios y los deseos que tenía de volver a sentirlos sobre los suyos.
Se acercó suavemente a ella, que no dejaba de hablar y discutir con él, o sola, porque él realmente no le estaba prestando atención a lo que ella decía, se quitó la gorra y ahí fue cuando ella se dio cuenta, de alguna forma, de lo que sucedía.
-¿Qué haces? - le preguntó cuando él estaba casi sobre ella, que había retrocedido hacia la pared y no tenía demasiadas posibilidades de escapar.
Él no le contestó nada, sus ojos enfocados en sus labios y la tomó del escote del vestido mientras su boca se adueñaba de la de ella sin poder reprimirse.
Azize pareció sorprenderse al principio, pero luego todo se tornó más complicado cuando ella quiso resistirse y tampoco pudo.
-Basta…- le rogó varias veces entre besos, sus manos tratando de no tocarlo, tampoco de empujarlo, porque deseaba ese beso tanto o más que él.
Él no la dejó de besar y ella terminó cediendo, su necesidad por él evidente cuando Cevdet comenzó a empujarla hacia la habitación y ella lo abrazó con desesperación, sin poder revelarse a lo que sabía que luego se convertiría en arrepentimiento.
Cevdet se dio cuenta de que su deseo por ella seguía tan intenso como siempre. Él recordaba sus encuentros con su esposa, pero lo cierto era que habían pasado siete largos años desde la última vez y ellos habían soportado mucho, incluyendo creer que el otro había muerto. Sin embargo, la química entre ambos seguía intacta.
Ella se quejó cuando sintió que él deslizaba sus manos y liberaba su cabello, ahora corto, él adoraba acariciarlo cuando tenían momentos íntimos como ese.
Cevdet la apretó contra su cuerpo y ella le devolvió los besos con intensidad, dejándose llevar por el deseo que parecía haber despertado de un largo sueño. Suspiró cuando las manos de él se deslizaron de su cintura a su espalda baja e hicieron que sus pelvis entraran en contacto, demostrándole lo desesperado que él estaba por ella.
Azize deslizó sus dedos y desabotonó su traje. Él se lo quitó rápidamente y ella lo esperó paciente, de pie frente a él, observando cada detalle.
Él sintió que tenía un deja vu y se apuró a quitarse la ropa mientras ella luchaba por no arrojarse en sus brazos sin poder esperar a que terminase. La recordó ansiosa y sonriente, a veces hasta desnudándolo ella misma con la intención de reunirse con él lo antes posible.
Cevdet la hizo girar y besó su nuca con esmero, corriendo a un lado su cabello mientras sus manos ascendían por los costados de su cuerpo y su pelvis rozaba exquisitamente su espalda baja. Azize cerró los ojos mientras sentía sus caricias lánguidas y se preguntaba cómo había soportado todos esos años sin que él la tocara.
Un rato después, él la hizo girar otra vez y capturó sus labios con los de él mientras le quitaba el vestido, deseoso de poder testear su piel.
Azize alzó sus manos cuando quedó desnuda ante él y acarició su barba, sus ojos observándolo como si quisiera descubrirlo otra vez. Él se perdió en esos ojos un momento y luego deslizó su mirada hacia abajo, observándola con deseo.
-Eres hermosa como siempre, Azize… mi Azize…- murmuró sobre sus labios y la volvió a apretar contra su cuerpo sintiendo la suavidad de su piel y su calor abrigándolo.
Ella no dijo nada, solo se entregó a sus caricias y suspiró al sentirlo tan conectado a ella.
Cevdet la levantó en brazos y la depositó en la cama, hacía algo de frío, pero a él no le importaba, solo ansiaba sentir a su esposa como antes.
Se inclinó sobre ella y sus labios besaron primero sus hombros y luego descendieron insistentemente sobre su pecho, guiado por los espasmos de ella, que en parte quería rebelarse a las sensaciones que él le producía.
Se tomó su tiempo y llegó a cada rincón de ella, no sabía si este encuentro volvería a repetirse y procuró disfrutarlo al máximo, sobre todo porque supo que a ella le ocurría lo mismo, la incertidumbre hacía que no supieran si estarían vivos en un par de horas.
Cuando volvió a inclinarse a besar los labios de ella, Azize lo tomó de la cara y sonrió, con algunas lágrimas en los ojos, él no quería hacerla sufrir, solo quería demostrarle una vez más cuánto la amaba, a pesar de que ella lo creyera un traidor y con la amargura de no poder desmentírselo.
-Azize…- jadeó sobre sus labios y ella alzó la cara y lo besó impetuosamente.
-Shhh, Cevdet… no quiero pensar… no quiero acordarme de nada…- le dijo en el oído y él entrelazó sus dedos con los de ella mientras se posicionaba entre sus piernas.
La sintió temblar levemente en el instante en que se sintió parte suya y esperó un momento, sus ojos perdidos en los de ella.
-Aunque quiera no he podido olvidarte…- le dijo ella y él sonrió con orgullo.
-Yo tampoco, pero créeme, no he querido hacerlo… no podría… has sido la mujer de mi vida desde que te vi por primera vez…
-¿Cómo es que llegamos a esto, Cevdet?- le preguntó ella con pesar.
-No lo sé, no importa ahora… déjame sentirte, déjame ser quien te ame una vez más, Azize…- le dijo y ambos se entregaron a la pasión.
Cevdet se enfocó en que ella no pensara demasiado y sus esfuerzos dieron resultado porque en varias ocasiones, durante la intensa sesión de amor que tuvieron, la escuchó reír a carcajadas, y por un momento él mismo se olvidó de lo que sucedía y de donde estaban…
Cuando todo terminó, él la abrazó un largo rato bajo las mantas, su nariz perdida en el cuello de ella, aspirando su esencia, ese aroma inolvidable para él y ella, luego de dedicarle una sonrisa, se fue quedando dormida y él tuvo el placer de velar su sueño durante un buen rato.
La miró largamente, preguntándose si eso volvería a suceder algún día, pero agradecido de que hubiese ocurrido y luego se dio cuenta de que tenía que levantarse, seguramente el General Vasili lo estaría buscando y tenía que presentarse ante él.
Ella se acomodó en sus brazos, presintiendo que él tenía que irse y eso lo hizo sonreír. La amaba tanto que toda la situación que vivían, los odios, los malos entendidos, lo lastimaban tanto que a veces quería rendirse y prefería morir para no seguir ocultándole la tremenda verdad de quién era él realmente.
Besó sus hombros una vez más y tuvo que reprimirse para no seguir adelante, el deseo había vuelto, pero no había más tiempo.
Se levantó echándola de menos a los pocos segundos y comenzó a vestirse.
La escuchó decir su nombre, estaba soñando con él y no parecía tener una pesadilla.
Cevdet sonrió, aunque ella nunca reconociera que seguía amándolo, él lo sabía.
-Estoy aquí, Azize, no necesitas decir mi nombre en sueños…- le dijo y ella se levantó de golpe, algo incómoda, la máscara que adoptaba cada vez que la guardia subía otra vez, instalada en sus facciones.
Cevdet deseó volver a arrojarse en sus brazos y demostrarle cuánto la amaba, pero no podía. Y el gesto de desilusión de ella al verlo vestido con su uniforme no le pasó desapercibido. Ojalá no quedara tanto tiempo para que ella supiera quién era él y cuánto se había sacrificado por la patria…
Bueno, hasta aquí llegamos. Espero que lo hayan disfrutado, planeo hacer un segundo capítulo con la visión de Azize sobre este mismo momento. Gracias a quienes leen!
