Años de búsqueda sin encontrar a alguien que la ayudara a traerlo de vuelta.
Años de tristeza.
Años sin él.
Por órdenes de los Grandes Espíritus estaba estrictamente prohibido cualquier intento de resucitarlo, los Apaches tenían el derecho de matar a cualquiera que estuviera dispuesto; como si eso la fuera a detener.
Estaba convencida que no duraría doce meses más, incluso uno más. Se había mantenido en pie gracias a la esperanza de volverlo a ver, nueve años después estaba perdiendo la fe.
Sus amigas, que se sentían como hermanas, la habían apoyado buscando gente que se lo regresara. Ellas veían el dolor profundo que sintió y seguía padeciendo por él. El cariño de la rubia iba más allá de lo que un adepto siente por su maestro.
Lo amaba.
Fueron con todas y cada una de las personas que compartían los ideales de Hao que podrían hacer algo, no obtuvieron resultados. Hicieron todos los rituales que se pudieron haber hecho, ninguno funcionó. Lo que necesitaban era una sacerdotisa, pero había un gran problema: todas tenían el voto de usar sus poderes para el bien y aunque encontraran una que se olvidara de eso, se necesitaba tener mucho poder, Anna era la única que sería capaz de ello, e ir con ella no era opción.
Ya estaba muriendo de tristeza cuando apareció Opacho. El pequeño que había desaparecido después de la muerte de Hao había regresado para unirse a la búsqueda. Con su poder de clarividencia buscaba hasta el cansancio. Siempre sin resultados… hasta ahora:
―He visto a alguien ―avisó al trío de la flor.
―¿Quién? ―al instante preguntó la rubia.
―Una sacerdotisa. Tiene el suficiente poder para hacerlo.
―Te dijimos que con ellas no podemos contar ―lo reprendió Matti.
―Esta es diferente. Está buscando a Anna Kyoyama. Tal vez si…
―Yo iré― interrumpió Marion.
―Pero no sabes de qué lado está, si no es del nuestro podría alertar de una posible resurrección y nos irá mal ―le recordó Kanna.
―Ya lo sé. Si eso sucede la única que señalarán como culpable seré yo. Ustedes no estarán en peligro ―les sonrió mientras los otros presentes entristecían. Aquí se decidía todo, si esa itako las ayudaba, Mari lo vería otra vez y que los grandes espíritus protegieran la Tierra… de nuevo. Pero si era al contrario, la rubia encontraría su muerte en el mismo instante en el que pedía traerlo y pensándolo bien no le parecía tan malo puesto que había una posibilidad de ir a donde él estaba, una tierra sin dueño, llena de sufrimientos eternos: el infierno.
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―¿Quién demonios eres tú? ―preguntó Amethiel a la joven que se atrevía a buscarla en su propia casa y encima interrumpirla en medio de un conjuro. Le daba la espalda.
―Necesito de tus servicios.
―Lárgate.
―Necesito que traigas a alguien del otro mundo ―hablaba con tristeza pero la esperanza brillaba en sus ojos.
― No hago favores.
―Sé donde esta Anna Kyoyama― la pelinegra la vio por encima del hombro. La shaman se fijo en el raro iris de Amethiel, un verde muy pálido.
―Sigue.
―Si me ayudas a traerlo de vuelta, te diré donde esta Anna.
―¿Cómo se llama? ―preguntó después de sopesar la propuesta.
―Hao Asakura ―dudó un poco en pronunciar su nombre, a pesar de los años aún dolía.
Amethiel no pudo evitar sonreír, este debía ser su maldito día de suerte: venía esta tipa a ofrecerle el paradero de la itako a cambio de traer al demonio que sería su segundo objetivo para alcanzar el poder máximo; así que el que estuviera en este mundo un poco más de la cuenta realmente no importaba ¿o sí? Además los Grandes Espíritus nunca se darían cuenta quien lo trajo, estaba completamente cubierta.
―Bien.
-Hao's pov-
Me encuentro vagando en las tinieblas, no sé cuánto tiempo lleve aquí. Tal vez tan solo han pasado días desde que morí, tal vez segundos o tal vez años. No lo sé. El tiempo que haya sido, no he dejado de pensarte y arrepentirme por el dolor que te causé al haber matado a Yoh. Revivió, cierto, pero nunca me perdonaré por haberte hecho llorar.
¿Qué habrá sido de ti?
Vi una mujer aparecer delante de algún tipo de portal, sus claros ojos verdes brillaban extrañamente. No podía ser una condenada, aquí estamos solos… siempre.
Debe ser una sacerdotisa, nadie más puede merodear entre los mundos espirituales con tanta libertad.
―Sígueme, Asakura ―me ordenó, y nadie me ordena. Iba a protestar pero vi tu nombre en sus pensamientos "Anna Kyoyama" decía claramente.
Fui detrás de ella sin discutir, te volvería ver.
-Fin Hao's pov -
―Hao ―dijo con voz temblorosa y se acercó para sostenerlo entre sus brazos estando en el suelo.
―Despertará en poco tiempo ―le avisó a la rubia que parecía querer entrar en shock por que el hombre no abría los ojos.
Marion sonrió dulcemente y quitó algunos cabellos del rostro. Las facciones habían cambiado, eran más gruesas y definidas, había madurado, se veía más apuesto de lo que recordaba. Era lógico, los años no pasan en vano.
Amethiel no comprendía su expresión.
―¿Dónde está?
―Kanna y Matti te llevarán ―le respondió sin quitar su maravillada vista del rostro de Hao.
Al instante las aludidas aparecieron.
―Si dices que fui yo quien lo trajo, lo regreso, ¿escuchaste?― eso no lo podría hacer pero claro, la shaman no sabía así que lo podía usar como chantaje.
―Nadie lo sabrá ―le dijo distraídamente, luego Amethiel las siguió.
Las iba a amenazar con mandar a sus espíritus acompañantes y a ellas mismas al más allá si le tendían una trampa pero, recordando la escena de la extraña rubia y el demonio no creía realmente que intentaran algo.
Algo más inservible que la gente, era el amor, pensó Amethiel.
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―Ahí es donde vive ―le indicó Kanna, inmediatamente después desapareció junto con Matti.
El iris de Amethiel brilló y una sonrisa oscura apareció en su rostro.
Ahora todo lo que debía hacer era poner en marcha el conjuro sin que se diera cuenta, y para eso usaría de distracción el furyoku del demonio que había traído.
Esto era perfecto.
Después de mucho, muuuucho tiempo, he regresado. Espero les guste :D
Y como tuve problemas con la compu, los ceros "00000" separan escenas xD
