Todos los personajes pertenecen a Kurumada y Toei animation.

SEMEN Y SANGRE

Capitulo I: Al Despertar.

Sintió su pecho subir de manera acelerada. Sus ojos se abrieron cegándose ante el resplandor de su propio cuerpo. Sus brazos se agitaron en todas direcciones mientras un grito se atoraba en su garganta. En medio de la profunda confusión, sintió su corazón latir de nuevo. Todo en un momento, todo tan de golpe...

Se quedó quieto.

Al principio no pudo entender, cómo era que el aire entraba y salía de su pecho. O por qué todo sobre él parecía dar vueltas incontables en una maraña de colores que apenas reconocía.

Debía estar muerto. Había muerto en verdad, hacía tanto tiempo que no podía recordarlo. Los pedazos de su alma habían descansando junto a los de sus compañeros, encerrados en una falsa prisión de piedra, donde el olvido había acabado con ellos.

Pero ahora volvía. Pudo reconocer esa sensación molesta de la sangre corriendo por su cuerpo.

Estaba vivo.

Por fin pudo hacer uso de su auto control y su razón; tomó asiento en la fría roca en que había estado recostado, recordó lo que era el frío y el pudor, cuando descubrió su cuerpo desnudo ante la mirada cómplice y la sonrisa de una muchacha joven de cabellos violetas, a la que reconoció como su Diosa.

Miró a su alrededor, aún con la vista dando vueltas. Sin reconocer nada. Alguien le puso una manta sobre los hombros para cubrir su desnudez. Lo miró y descubrió a su compañero de la segunda casa. Miró a los otros, los custodios de Aries a Virgo ya estaban ahí. Todos con la misma mirada. Confundidos, sacudidos. Vivos. Desaparecieron y volvieron a la vida. El cuerpo de Dohko tembló un momento, pero pronto recordó su propio nombre, su cargo, y todo lo que algún día había sido. Se levantó del altar de piedra, incapaz de articular una oración cuerda, se inclinó ante su diosa y tomó su lugar en correspondencia con sus compañeros.

Athena le sonrió un momento, antes de girarse de nuevo al altar y continuar con su tarea.

Con los ojos aun brillosos Dohko la vio incrementar su cosmos y llamar a la energía disipada de su siguiente caballero. Sobre el altar de piedra, lentamente el cuerpo de Milo fue formándose sobre la fría plataforma, parecía muerto. Una luz surgió desde su cuerpo y lo hizo arquear la espalda y moverse desesperadamente antes de incorporarse de golpe y mirar a todos.

Dohko desvió la mirada, así había despertado él. Ella los había traído de la nada para devolverles la vida. Los había traído desde el descanso eterno a una realidad incierta.

Y así fue con cada uno de ellos, miró el despertar de muchos, hasta el custodio de la última casa, Afrodita. Trece caballeros habían despertado de la misma forma, primero se movían desesperados y luego sólo parecían recordar, reconocer, miraban a los otros, hasta encontrar la mirada que buscaban y entonces se calmaban, se inclinaban ante la diosa y tomaban su lugar, descansando sobre el piso, al lado de sus camaradas cubiertos con una precaria manta, que sólo aumentaba su incomodidad de saberse vivos y desnudos.

La mirada de Afrodita fue más descarada cuando recobró el control. De inmediato se posó sobre uno de sus compañeros y no se despegó de él ni cuando hizo la reverencia ante la diosa. Su sonrisa se dejó entrever entre sus pálidos labios. Fue el único que sonrió.

Y luego fue el turno del Patriarca. Todos estaban ansiosos. Querían que reviviera de una vez para poder retirarse a descansar y abandonar esa pose agradecida que habían mantenido desde hace horas.

Una vez más Athena comenzó a orar, su cosmo fluía tranquilamente por la habitación, buscando los restos de la energía de Shion. Buscando encontrarlo en la inmensidad en la que se había desvanecido.

Su cuerpo blanquecino comenzó a concretarse sobre el altar, y luego se desvaneció.

Los caballeros se miraron unos a otros, buscando una respuesta a la desaparición del patriarca, Dohko mantuvo la mirada fija sobre la piedra, esperando, calculando.

El cosmo de Athena subió erráticamente, la energía de Shion seguía huyendo; no se dejaba encontrar, iba hasta los confines de la tierra tratando de esconderse, partiéndose en trozos tan pequeños que la diosa los perdiera. Sin embargo un hombre, incluso un lemuriano, no puede negarse al deseo de un Dios.

Dejó de resistirse.

Su cuerpo tomó su debida forma encima de la piedra. No se sacudió. Sencillamente su pecho comenzó a subir y bajar en un ritmo acompasado. Se incorporó del todo sin ningún pudor, su cuerpo desnudo brillando ante la luz proveniente del cuerpo de la diosa.

Su mirada se concentró sólo en ella. Su mente procesó rápidamente toda la información, entendió en sólo un momento. La mente del lemuriano siempre gobernaba sobre su cuerpo. Su raciocinio dominaba su instinto sus hábitos y sus temores de manera casi automática.

Su discípulo se acercó a él, invistiéndolo con la magna túnica reflejante de su cargo. Shion hizo una muy pequeña reverencia ante su diosa y una vez que todos sus caballeros estuvieron hincados ante él tomó la mano de Saori y se permitió el descaro de besarla.

- Gracias, señorita.

Murmuró en voz baja, pero clara.

Se veía en perfecto estado como si hubiera despertado de un sueño y no de la muerte. Todos los demás veían a la diosa contrariados, afectados, incluso furiosos.

Dohko apretaba sus puños por debajo de la manta que cubría su cuerpo, controlándose para no saltar sobre ella y deshacerse de toda la confusión que sentía.

Athena sonrío y con la soberbia propia de su cargo se retiró a sus habitaciones privadas. Justo por detrás del altar.

Shion sonrió a medias y sólo entonces se dignó a pasar la mirada por sobre sus caballeros, sin mostrar el menor cambio hasta que se topó con el último, con su discípulo. Lo llamó en silencio y en cuanto se puso de pie lo atrajo hacia él para besarlo.

Lo hizo frente a todos, sin explicación alguna. Nadie se atrevía a indagar nada, aunque sentían curiosidad, de cómo el patriarca había encontrado la manera de seducir a su discípulo sin que nadie se diera cuenta.

- Vayan y descansen.Una nueva vida está comenzando para todos.

Su tono era ameno, ocultando con destreza la furia y el rechazo que se habían prendado de su pecho en cuanto volvió a respirar. Odiaba estar vivo, igual que casi todos los otros.

Habían sido héroes, habían vivido y muerto en pos de un ideal que habían cumplido, habían muerto a conformidad en medio de la gloria. Y ahora los regresaban a este mundo de miserias, sin su consentimiento, y restándole todo valor a sus hazañas, a su sangre y a su vida. Por que entregar algo no tiene valor si vuelve a recuperarse.

Dohko se sentía de igual manera, casi siempre ellos dos se sentían igual, o tomaban las mismas decisiones. Eran muy parecidos, en lo único que Shion distinto a Dohko era en que sabía fingir. Tantos años de diplomacia lo hacían un perfecto actor, interpretaba cualquier papel con una facilidad admirable; y ahora fingía regocijarse en su nueva vida y en poder ver a sus caballeros de nuevo.

La mayoría se apoyó en otros, en compañeros, en amigos, en las únicas personas que conocían. Trataban de convencerse unos a otros que todo estaría bien. Aunque nadie estaba seguro. El desconcierto los dominaba a todos. No esperaban volver, no se supone que lo hicieran.

Shion tomó el hombro de su discípulo y lo guió hacia arriba a sus aposentos, nadie preguntó. Sabían a la perfección para qué lo quería ahí. Se retiraron también.

Necesitaban pensar y decidir. Necesitaban encontrarle un nuevo sentido a sus vidas. Un nuevo propósito a una existencia que era un peso más que un regalo. Y no encontraron ninguno. La mayoría se dedicó sentir esa noche, cansados de pensar echaron mano a lo que estaba a su alcance, buscando llenar el vacío que inundaba sus cuerpos. Buscaban sensaciones que les hicieran entrar en la verdad de que estaban genuinamente vivos. Que el dolor y la necesidad de alimento los controlaban, que su descanso había sido interrumpido, sin preguntas y sin explicación alguna.

Sólo uno se quedó ahí. Sobre el piso que lo había visto entrar a la vida. El caballero de libra.

No había perdido de vista la actitud de su amigo y señor. Y estaba furioso. Era bueno encontrando el equilibrio entre el bien y el mal cuando podía mirarlos de lejos. Pero ahora estaba sumergido hasta el fondo en la furia y los celos que le causaba la idea de saber al hombre que amaba retozando con un muchacho.

La idea de vivir le aterraba. De perder el honor con el que había vivido, porque ahora no tenía a que servir, Athena estaba a salvo y se bastaba por si misma para cuidarse. Y proteger el santuario¿Para que! Si no era más que un montón de rocas que tardaría demasiado en derrumbarse sobre ellos. Y él... Shion se la pasaría en constantes devaneos con Mu, o con cualquier otro.

Su cuerpo se llenó de rabia ante la traición y el desprecio. Y todo lo que invadía su ser se enfocó hacia una sola persona. Hacía su líder de verdes cabellos y condescendientes maneras que lo había visto hacia abajo, si apenas se dignó a verlo.

Lo odiaba, por no estar con él, lo odiaba con todas las fuerzas de su cuerpo. Y mientras que todo el resto se preguntaba qué harían con una vida que se les parecía como demasiado larga él tenía ya una idea. Sólo una, clavada en su mente.

Condena.