Disclaimer: Ranma 1/2 o cualquiera de sus personajes no me pertenecen. Son de Rumiko Takahashi.


ALGO INESPERADO

Akane se había levantado aquella mañana contenta y feliz.

Hacía un día espléndido. El sol brillaba fuerte y ni una nube se veía en el horizonte. Igual que ninguna nube hacía sombra en su corazón, que estaba lleno de alegría y dicha las últimas semanas. Una sonrisa adornaba su cara a todas horas.

Y es que, desde que habían vuelto de China, estaba convencida de que Ranma la amaba, y eso le colmaba de felicidad.

Allí, en Jusenkyo, le había visto llorar cuando despertó después de la lucha con Saffrón, le había escuchado decirle todas aquellas cosas…incluso sacrificó la cura de su maldición por salvarla.

¡La cura de la maldición!

Aunque no hubieran hablado del tema los dos solos, Akane no tenía ninguna duda al respecto: Ranma sentía por ella lo mismo que ella por él.

Por eso, cuando al poco de volver de su intrépido viaje, su padre le propuso llevar a cabo el matrimonio y le ofreció un barril con el agua del nannichuan como regalo de bodas, no lo dudó ni un segundo.

Se casaría con su prometido y así él tendría aquello que tanto anhelaba: ser un hombre completo de nuevo.

Al parecer, el guía de Jusenkyo se había puesto en contacto con ellos para agradecerles la ayuda prestada, y como muestra de gratitud les había enviado el barril con tan preciada agua, pues las pozas ya se habían restablecido después de todo el desastre causado.

Akane no sabía cómo Soun iba a convencer a Ranma para que aceptara de una buena vez la famosa boda, puesto que lo del agua era una sorpresa para después del banquete, pero conociendo a su padre y a su tío, algo se inventarían para que el apuesto chico no faltara a la cita en el altar. Además ella confiaba que, después de haber aceptado sus sentimientos, esta vez él no se negaría.

Sí, en aquella mañana en la que por fin se convertiría en la esposa de Ranma Saotome, Akane era la chica más feliz de todo Japón.

Lástima que por la tarde fuera la chica más desdichada del mundo.

Y es que todo se había torcido…

.

Y no solo porque Nabiki invitara a medio Nerima al enlace.

No solo porque las odiosas prometidas la atacaran sin piedad.

No solo porque sus pretendientes destrozaran todo a su paso.

Ni porque su futuro suegro fuera como loco a por el barril con el agua, al igual que todos los demás, al enterarse de su existencia.

Ni siquiera el hecho de que Ranma negara todo lo dicho en Jusenkyo fue lo peor.

No, lo peor no había sido eso…lo peor ahora estaba, de alguna manera, dentro de ella. ¿Cómo podría seguir viviendo con aquello? ¿Cómo podría Ranma mirarla a los ojos sin sentir pena, asco o lástima por ella? ¿Cómo podría ella no sentir lástima por sí misma?

.

Bien entrada la noche y encerrada en su cuarto sin querer ver a nadie, Akane recordaba cómo había comenzado aquel día que se prometía maravilloso, con aquella conversación por la mañana con Ranma, cuando entró elegantemente vestido en su cuarto…

- ¡Oye, Akane! - Dijo el chico irrumpiendo en su habitación, vestido con un esmoquin blanco.

- ¡Ranma !- Akane se quedó sorprendida de verlo allí.

- Este…ummm... - Ranma enmudeció al ver a su prometida luciendo un precioso vestido de novia al estilo occidental

- Tal vez debí elegir el vestido japonés… -

- No, no… - El chico de la tranza miraba de arriba abajo a su preciosa prometida - creo que en los dos…te ves…bonita… -

- ¿En serio? - No podía creerlo..¿Ranma le había hecho un cumplido? - ¡Gracias!-

- Eh, Akane -

- ¿Sí?-

- ¿Por qué de repente decidiste que sí querías casarte conmigo? -

- Bueno, me dí cuenta de que… - contestó dubitativa - Ranma, ¡Tú me amas! -

- ¿Eh? - Ranma frunció el ceño al oír lo que la chica le decía - ¿De..de qué estás hablando?-

A partir de ahí empezaron a discutir, como siempre hacían. Él se vio acorralado y negó todo lo dicho en China y, al enterarse de la existencia del agua del nannichuan, ya nada más tuvo importancia para él.

Salió corriendo hacia el dojo a por la cura de su maldición, aquella que había dado por perdida cuando las pozas quedaron destrozadas después de la pelea con Saffrón y sus secuaces, unas semanas atrás.

En aquel momento, en Jusenkyo, se sintió desolado al saber que nunca más volvería a ser un hombre completo, pero había sido por una buena causa. Salvar a Akane estaba por encima de todo, incluso por encima de su maldición.

Pero cuando su prometida le contó lo del regalo de bodas, con aquel agua tan preciada, sus anhelo por volver a ser normal pudo más que cualquier cosa. Como alma que lleva el diablo fue en busca del barril, olvidándose de Akane, de la conversación que estaba manteniendo con ella, y de que aquel era el día de su boda.

Y ese fue el principio del fin.

Ranma peleó con su padre, que se había llevado el barril con el agua, a la vez que se batía con Ryoga y con Mousse, que también querían el nannichuan para ellos. Peleó con el Maestro, que se pensaba que era sake y se lo quería beber, mientras escapaba de Ukyo, Shampoo y Kodachi, que le reclamaban cómo era posible que estuviera a punto de casarse con la chica Tendo.

Akane, por su parte, se enfrentaba a Kuno y a Nabiki, por haber destrozado su día, y también a las prometidas, que a la vez que perseguían a Ranma, le destrozaban a ella el vestido.

Soun lloraba en una esquina al ver otra oportunidad de boda perdida, y Kasumi y Nodoka observaban todo desde una esquina, viendo que tendrían mucho trabajo para devolver el dojo a la normalidad.

En medio de toda aquella batalla campal, el barril con el agua del hombre ahogado salió volando por los aires.

Nadie supo cómo pasó realmente. Nadie supo cómo se rompió el barril en pleno vuelo, cuando cruzaba el gran salón, ni por qué malvado capricho del destino, el agua del nannichuan cayó justo encima de Akane, que se encontraba en medio del dojo en ese momento, tratando de que no le destrozaran más el vestido de novia.

Ranma lo vio todo como en cámara lenta. El barril escapándose de las manos de su padre. La tapa superior desprendiéndose. El agua derramándose… y su prometida estando en el lugar equivocado en el momento equivocado.

El cambio se produjo en seguida, y un apuesto chico de pelo castaño y ojos marrones estaba ahora en medio del dojo, en el lugar que antes ocupaba la chica del pelo azul. Estaba desorientado, empapado de pies a cabeza, sin saber qué había pasado ni porqué el vestido de novia que antes le ajustaba a la perfección ahora le oprimía el pecho y empezaba a descoserse por las costuras.

Akane estaba en estado de shock. Sabía que lo que le había caído encima era el agua de la poza maldita, pero su mente no reaccionaba, porque de hacerlo se daría cuenta de que era más alta de lo que acostumbraba, de que ya no tenía pechos y de que algo prominente le apretaba en la entrepierna.

Sí, Akane se había convertido en chico delante de medio Nerima.

Poco a poco fue consciente de su nuevo cuerpo. Notaba cómo se habían ensanchado su espalda y su cintura. Recorrió con la mirada esos brazos musculosos y los abdominales definidos de su vientre. Su fina y blanca piel de mujer había dado paso a una más morena y peluda. Sentía una fuerza física enorme, mucha más de la habitual en ella.

Mientras hacía ese autoreconocimiento a su recién estrenado cuerpo masculino, notó decenas de ojos mirándola, y entonces tomó consciencia de en dónde se encontraba, de lo que le había pasado y de cómo iba vestida.

Mientras moría de vergüenza, levantó la mirada y buscó a la única persona a la que quería ver en aquel momento. Encontró aquellos iris azules cerca de ella, abiertos de par en par, clavados en sus ojos color avellana, que no habían cambiado nada con la transformación.

No supo discernir qué sentimiento guardaba aquella mirada azul. Sorpresa, sí, pero…¿Lástima?, ¿Comprensión?, ¿Asco?

Ranma se encontraba paralizado. Ni siquiera cuando aquellos ojos marrones se encontraron con los suyos supo reaccionar. Estaba en estado de shock por lo que estaba viendo. Akane, su Akane, convertida en hombre.

Akane no pudo más con aquello y salió corriendo en dirección a su cuarto. No quería ver a nadie. No podía hablar con nadie. Sólo quería encerrase en su habitación y no salir nunca más en toda su vida.

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Ranma se encontraba en el tejado, sobre la habitación de su prometida. La había escuchado llorar durante horas y aún no podía creer lo que había pasado.

Él, que pensaba que lo peor del mundo era tener que sufrir su maldición, se había dado cuenta de que era mucho peor ver cómo sufría Akane por culpa de lo mismo.

Quería hablar con ella, decirle que todo estaba bien, que todo se solucionaría… pero no sabía cómo. Nunca se le habían dado bien las palabras.

Por eso aquella mañana, cuando ella le dijo que se casaba con él porque se había dado cuenta de que él le amaba, en vez de decirle que sí, que no podía vivir sin ella, su estúpido orgullo fue el que tomó posesión de sus palabras y negó todo lo dicho aquella vez que la creyó muerta.

No entendía cómo cuando abría su gran bocota acababa siempre fastidiándolo todo. Pero es que le resultaba tan duro admitir sus sentimientos…

Fue en Jusenkyo cuándo los admitió para sí mismo, y tampoco es que se hubiera parado mucho a pensar en ello desde entonces. Tenía miedo de lo que aquello representaba. Tenía miedo de amar, de ser vulnerable, porque admitir que estaba enamorado era admitir que tenía un punto débil: Akane.

Pero desde que habían vuelto se había sorprendido a sí mismo mirándola de forma diferente a como antes lo hacía. Cuando ella no estaba cerca se notaba ansioso por volver a verla. Y cuando ella le dedicaba una de sus sonrisas…uff, la sensación era indescriptible.

Pero él no sabía que era lo que sentía ella. Sí, había aceptado casarse con él, pero… ¿Por qué?. Sería por el honor, por no faltar a su palabra con el compromiso, o porque realmente ella sentía algo por él… mil mariposas revolotearon en su estómago al pensar en esta opción. O sería que su padre la chantajeó con el agua del nannichuan…

Esa maldita agua…prefería quedarse toda su vida convirtiéndose en mujer a fin de volver atrás en el tiempo y evitar lo que finalmente había pasado con el dichoso barril.

El chico no paraba de darle vueltas a la cabeza. Tenía que poner en orden sus sentimientos y encontrar el valor suficiente para ir a hablar con ella. Ya estaba ` bien de comportarse como un crío. Si hubiera seguido a su corazón…¡ahora todo sería tan distinto! Estarían casados, él volvería a ser un hombre completo y Akane no tendría que sufrir esa horrible maldición.

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Por fin se decidió. Bajo hasta el alféizar de la ventana de la chica, tocó con suavidad el cristal y esperó respuesta.

- ¡Vete! ¡No quiero que me veas! - Grito una voz masculina desde dentro.

Aquello sobresaltó a Ranma. Si bien era cierto que había estado presente en la transformación de Akane, era la primera vez que escuchaba aquella voz. Acto seguido continuaron los sollozos.

Nunca había podido soportar ver llorar a una mujer. Mucho menos si se trataba de Akane. Eso le hacía añicos por dentro.

Ranma supo al instante lo que tenía que hacer. Bajó corriendo a la casa y al minuto estaba de vuelta. Esta vez no llamó, sabía que recibiría la misma contestación que un momento antes. Así que entró decidido en la habitación de la chica y suavemente la llamó:

- Akane…. -

- Te he dicho que te vayas - le dijo ella entre lloros.

Estaba hecha un ovillo en una esquina de la habitación, a oscuras, agarrándose las piernas en un abrazo y con el vestido de novia todavía puesto, hecho jirones.

Ranma se acercó despacio y le vertió el agua caliente de la tetera que había bajado a buscar a la cocina.

Akane se sorprendió cuando notó el agua sobre ella, pero se sintió muchísimo mejor al volver a ser ella misma, y le agradeció a su prometido aquel gesto con una sonrisa triste.

El chico se sentó a su lado. A la luz de la luna su prometida se veía hermosa. Incluso con los ojos hinchados de tanto llorar y el maquillaje corrido, aquella mujer tenía una belleza que le quitaba el hipo.

- Mejor así, ¿no crees? - le preguntó el chico, dedicándole una sonrisa.

- Sí, muchas gracias Ranma. Tenía que haberlo hecho hace rato, la verdad -

- Estabas demasiado conmocionada como para pensar, es normal -

Akane se quedó callada, mirando hacia la ventana. Unas lágrimas silenciosas amenazaban con escaparse de sus ojos. No sabía qué decirle ni lo que él pensaba de todo aquello. Le daba miedo preguntar y que la respuesta la dejara peor de lo que ya estaba. Tampoco es que ella lo tuviera muy asumido. A decir verdad todo lo ocurrido le parecía una horrible pesadilla de la que no podía despertar.

- Akane - la llamó de nuevo

- ¿Sí? - Ella se giró a mirarlo

- Sé por lo que estás pasando - El chico le hablaba muy serio, mirándola a los ojos - Es muy duro, pero yo voy a estar a tu lado, no lo dudes -

- Ranma…-

Al oír estas palabras, Akane ya no aguantó por más tiempo el llanto y se lanzó a los brazos del chico hecha un mar de lágrimas. Necesitaba un hombro sobre el que llorar.

El chico la abrazó y la estrechó contra su pecho. Verla así le partía el alma, pero sabía que ella tenía que deshogarse, echarlo todo afuera para poder aceptar su nueva condición. Nadie mejor que él sabía como se sentía la chica en esos momentos.

Y así, abrazados y sentados en el suelo, estuvieron un largo rato, hasta que Akane se quedó dormida en brazos de Ranma.

Pocas veces el artista marcial había tenido la ocasión de observar tan de cerca a su prometida. En verdad era hermosa. ¡Y pensar todas las veces que la llamaba fea marimacho!

Se había hecho la firme promesa de empezar a cambiar las cosas a partir de ese día, y una de ellas era esa: admitir lo guapa que era ella. Primero para sí mismo, cosa que ya estaba haciendo, y luego se lo diría a ella.

Sólo de pensar en la sonrisa que le pondría ella cuando se lo dijera, se le subían los colores a la cara.

Y así, pensando en aquellas cosas, Ranma también se quedó dormido, con una sonrisa de oreja a oreja, y con Akane en sus brazos.

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Continuará…


Este es mi primer fic.

Si queréis dejarme algún comentario, crítica (constructiva) o sugerencia, estaría genial.

Gracias por leer!