Disclaimer: No me pertenece ninguno de los personajes, bueno alguno que otro que me haya inventado, pero por lo general, todos son de J.K. So don't sue me...
Capitulo Uno
Entra en razón!
Todos los días un pelirrojo, alto, y algo malhumorado se sentaba en la cafetería de Londres. No fallaba, ya la camarera, se había acostumbrado a verlo todos los días sentado cerca de la puerta, ella no sabía si era que esperaba alguien o simplemente le gustaba ver la gente pasar. Le servía un café negro cargado con mucha azúcar, así era como el siempre lo pedía. Un día lo escuchó decir, que ese café era la única cosa dulce que había en su vida, pero ella no quiso preguntar porqué.
El tenía unos ojos azules profundos, estaba algo ojeroso, pero seguía teniendo algo que a muchas de las que trabajan allí -o que simplemente comían allí- le encantaban, aunque él no se daba cuenta, porque duraba horas ensimismado, y la camarera que siempre lo atendía, había prohibido que nadie lo molestará. Ya que le tenía aprecio, y sabía que algo le había pasado para que fuera así. Para que tuviera tanta amargura en esos ojos, que volvía loca a las mujeres de esa lugar. Para que estuviera tan ojeroso y descuidado. El muchacho tuvo que salir de su ensimimamiento, porque llegó otro muchacho muy guapo también, tenía unos ojos verdes esmeraldas preciosos, y un pelo negro azabache muy desordenado, aquel muchacho vestía unos vaqueros y una camisa azul y roja.
-Sabía que te iba a encontrar aquí- dijo el chico de los ojos verdes.
-¿Para qué me buscabas, Harry?- preguntó el pelirrojo que ni se inmutaba en mirarlo.
-Porque vas a llegar tarde- se corrijió-¡vamos a llegar tarde!.
-Yo no pienso ir a trabajar.
-Claro que vas a ir a trabajar, no te puedes echar a morir, hermano se que fue duro por lo que pasaste, pero la vida sigue, no te puedes dejar echar al olvido, además yo no lo permitiré, no permitiré que eches tu vida por la borda, así por así.
-¿Qué vida?- preguntó el mirándolo por primera vez- Mi vida se acabó el día que ella se fue.
-Hombre, no seas tan dramático, eres joven; tienes la mitad de las mujeres del ministerio detrás de ti. No puedes dejarte caer por ella.
-Daría todo, porque una de las mujeres del ministerio, las que dices que están detrás mío, fuera la mitad de lo que ella era- dijo con algo de melancolía y tristeza.
-Estás mal. Además, ¿Cómo piensas pagar tu apartamento ¿O tus gastos?. Déjame decirte que ese café que te estás bebiendo no se paga sólo, y si no trabajas vas a tener que dejar de venir aquí. - decía Harry tratando de que recapacitara.
-Si, tienes razón- dijo el pelirrojo parándose de la mesa, no sin antes dejando el dinero del café, que por cierto, era con lo único que cargaba.
-Adiós Ron- le gritó la camarera antes de salir.
-Adiós Elyon- dijo dedicándole una mirada a esa dulce mujer.- Nos vemos mañana.
Los dos salieron de la cafetería, el pelirrojo estaba más animado, no iba a dejarse caer por ella. Seguro ella estaba muy bien y el allí sufriendo como un bastardo, ya, eso se había acabado hoy. Iba a seguir con su vida, iba a disfrutarla y se iba a olvidar de ella, aunque fuera lo último que hiciera en toda su existencia.
Los chicos se fueron a un callejón solitario para aparecerse sin que nadie los viera, apareciéndose en el Ministerio de Magia, en el atrio para ser precisos, que era muy largo y con un suelo de madera, que Ron tenía meses que no veía. Tomaron el elevador con un par de personas. Que se bajaron primeros que ellos, entraron dos memorandún, que se bajaron dos pisos más abajo. Hasta que llegaron a la segundo planta, doblaron la esquina, pasaron por dos puertas gruesas de robles, allí estaba Dean Thomás que venía saliendo.
-Hola chicos, ¿Se le pegaron las sábanas?- preguntó sonriente.
-Algo así- dijo el moreno mirando a Ron- ¿Y tú a dónde vas?.
-A comprar desayuno. Vine tan temprano, por que tenía que hablar con Hanna Abbot de unos asuntos, y no me dió tiempo de desayunar.
-A bueno, oye Dean, tráeme unos pancakes si puedes- dijo el moreno.
-Está bien Harry- dijo yéndose- pero antes de doblar la esquina- ¿No quieres nada Ron?
-¡No!- gritó Ron para que lo oyera- Ya desayuné.
Los chicos siguieron su camino, llegaron a una zona muy desordenada, llena de fotos de alguno de los familiares de los aurores que trabajaban allí.
-Bueno Ron, me tengo que ir a ver con Alejandro Shackelbolt.- dijo el ojiverde yéndonse, pero como si Ron se fuera a suicidar si lo dejaba mucho tiempo solo.
-Bueno pues nos vemos horita- encojiendose de hombros.
Ron se fue a uno de los cubículos que era algo estrecho, tenía una que otra foto encima de su escritorio, una de él y Ginny, cuando ella se graduó de aurora, y otra de una chica con ojos verdes azulados, el pelo negro, lacio que caía encima de sus hombros delicadamente, la chica era muy atractiva, sus ojos cautivaban mucho. Ella estaba allí junto a Ron, que no tenía las ojeras, que ahora cargaba, y se le veía muy feliz, los dos reían. En otra salía la misma chica, pero en ella salían un grupo: Harry, Ron, Ginny, Fred, George, Dean, Seamus y Luna. Estaban en una playa todos sentandos en la arena de espalda al mar, riendo y poniendo cuernitos -bueno por los menos Fred y George-. El pelirrojo se quedó mirando la fotos por unos momentos, pero tuvo que parar porque le llegaron un par de memorandúns. Tenía que ponerse a buscar toda la información sobre Blaise Zabini, que sea había convertido en un mortífago, al cual se le culpaba de haber matado 50 muggles en una avenida de Italia. Ron buscó toda la información en su computador, y horas después salió donde Ginny, su hermana, que era la que se los había pedido. Ella era una aurora al igual que él, pero era una de las pocas mujeres que había por ese sector.
-Aquí tienes...- dijo asomándose por el cubiculo de su hermana, que era un poco más pequeño que el de él.
-Gracias Ron- dijo ella buscando algo- Yo tenía un informe detallado de él, pero como vez, en esta lata de sardinas -que es mi sitio de trabajo- no se encuentra nada.
Era cierto había un archivero y su escritorio, y una silla, que ocupaba todo el cubículo de Ginny, también habia una pequeña montaña de papeles, que al parecer no había tenido tiempo de organizar, y las ponía en el piso y después no encontraba cosas importantes.
-Bueno que bueno que te pude ayudar- dijo virándose para irse a su cubículo.
-¿Oye tienes mucho trabajo?- preguntó la pelirroja.
-No. ¿Por qué?- preguntó alzando el entrecejo.
-Es que quisiera hablar contigo un momento...-comentó algo dudosa.
Ron entró otra vez en el cubículo y se sento encima del archivero.
-¿A ver qué me quieres decir?.
-Quería saber de ti, casi no vas a visitarme, y aquí casi ni te veo. Se podría decir que es la primera vez que te veo en esta semana, y hoy es jueves.
-Bueno, he estado muy ocupado, nada más. Además ¿por qué no me vas a visitarme tú?.
-Tienes razón- dijo algo avergonzada- ¿Oye qué te parece si vamos almorzar a un restaurante que abrieron al lado de Fortescue. ¿Te apetece?.
-Bueno si, claro, porque no.-dijo el pelirrojo que se había propuesto a recuperar su vida.
-¿Pues nos vemos a las una?-dijo Ginny que estaba buscando algo en la montaña de papeles.
-Perfecto, vengo a buscarte- dijo mientras se bajaba del archivero y se iba.
A las una Ron la fue a buscar y se la pasaron muy bien, su hermano reía otra vez, y ella se sentía bien por él, y se les fue haciendo un hábito, ir a almorzar casi todos lo diás, a aquel lugar, porque no se podía negar que en ese restaurante, tenían unas manos para cocinar, ¡la comida era riquisíma!. Y además porque Ginny se iba de viaje por un mes, y quería compartir con ella mientras estaba en Londrés,. Además no le gustaba estar solo, porque se ponía a pensar... en ella. Siempre en ella.
Ya habían pasado dos semanas, al pelirrojo ya se le veía con mejor humor, ya no tenía tantas ojeras, y no andaba tan descuidado, como antes, por lo que se veía, estaba olvidándose de aquella persona que lo hirió tanto o por lo menos lo aparentaba. Esa mañana iba a ir desayunar a la cafetería a la que siempre iba, no se quedaba horas como antes, pero si iba de vez en cuando. Allí estaba Harry esperándolo, estaba algo pálido.
-Hola Harry- dijo sentándose en la mesa con él.
-Hola Ron- dijo algo nervioso.
-¿Qué te pasa?- dijo Ron preocupándose- ¿Estás bien?.
-Si, si estoy bien- dijo Harry no muy convencido de lo que decía.
-¿Qué pasa?. ¿Ginny está bien no?.
Harry y Ginny eran novios, y Harry y ella estaban a punto de comprometerse, exactamente cuando ella volviera.
-Si, ya te dije que si.-dijo sosteniendo una carta en sus manos.
-¿Entonces?- que no entendía el comportamiento de su amigo.
-Lo que pasa es que Ginny me mandó una carta...-
-Aja- que todavía no entendia nada.
-Y dice que se encontró con Mariangel...
A Ron casi se le cae el alma al piso.
¿Que pasó con ella?- decía Ron que estaba más palido que un papel- ¿Le pasó algo?
-No. Te acuerdas que Ginny tenía que irse a Italia, a investigar la masacre que causó Zabini?
-Como olvidarlo- dijo Ron que le daba escalofrío pensar en ello.
-Pues tuvó que ir al hospital, a hablar con los sanadores que habían atendido a los heridos, que estaban cerca del lugar de los hechos, y también a los heridos, pero cual fue su sorpresa, que uno de los sanadores era Mariangel. Ginny me dice que casi se le sale el corazón cuando la vió. Bueno el punto fue- dijo el moreno que miraba a Ron con pena y sabía que el pelirrojo se estaba muriendo por dentro-. Se fueron a almorzar y hablaron de muchas cosas. Ella le dijo a Ginny que le daba pena que no le creyeras, y que te hubieras cegado por los celos, que ella lo lamenta mucho, espera que estes muy bien y que también siente nunca haberte escrito.
Cuando Ron recuperó el habla, logró decir.
-¿Lo lamenta? dudó que lo lamente. Si lo lamentara no hubiera huido como huyó, una persona inocente... no huyé, al contrario asume sus consecuencias- rió irónicamente, mientras mascullaba entre diente.- Que lo lamenta...
-No le respondí a Ginny, para ver si le quieres mandar a decir algo- dijo Harry algo nervioso a decir esto.
-¿Decirle algo?- dijo indignado- Dile que me casé.
