Jean apretó la tarjeta azul entre sus pequeñas manos, sintió sus mejillas colorearse y como un nerviosismo sacudía su cuerpo. Alzó su rostro y sus ojos marrones buscaron a la niña de bonito cabello negro, sabía dónde la vería, ella estaba parada a un lado sin jugar con las demás niñas, sola y simplemente vigilando a un mocoso tonto.
Eso lo hizo arrugar las cejas hasta contraerlas en una sola y apretar sus dientes. Ese niño de rostro idiota, gritón y de voz chillona no merecía tener la atención de la niña bonita. La niña bonita era demasiado para ese idiota, demasiado para todos, nadie merecía siquiera una décima de su atención.
Nadie, ni siquiera él.
Cerró los ojos y trató de darse valor, Jean siempre se había considerado un niño medianamente cobarde. Solo se enfrentaba a quienes podía ganar y jamás arriesgaría nada si sabía que la causa era perdida. Entonces, si en su cabecita infantil una voz le decía que era inútil tratar de acercarse a la niña bonita ¿por qué lo intentaba?
Porque a pesar de su naturaleza malignamente realista, la niña bonita era la única razón válida que lo haría salir de su zona de confort. Por la niña bonita, Jean sabía que era capaz hasta de pararse frente a algún grandulón del tamaño de un titán para defenderla.
Aunque no era como si la niña necesitara de su protección, ella era perfecta, inteligente, bonita, fuerte y con el cabello más brillante que Jean haya visto en su vida y en lo que restaba de ella.
Oh Dios, preferiría enfrentarse a ese grandulón de sexto que a veces torturaba a sus compañeros para robarles el almuerzo en vez de recibir un rechazo.
- Jean ¿vas a hacerlo?
Jean no pudo evitar lanzar un grito nada masculino al escuchar la voz de Marco hablarle repentinamente. Tapó su boca y con toda la vergüenza impregnada en su rostro, se escondió detrás de un árbol. Esperaba, rogaba que ella no lo haya escuchado, solo faltaba que se enterara de que era un cobarde, las cosas no estaban yendo bien.
- ¿Qué se supone que haces, Marco? ¡No aparezcas así! – gruñó molesto a su amigo, un niño pecoso.
- Pensé que ya lo habías hecho, el receso ya va a terminar, Jean. Mikasa no va a estar…
- Lo sé, lo sé – Jean lo interrumpió, no necesitaba escuchar lo que ya sabía.
Sigilosamente sacó su cabecita de detrás del grueso tronco del árbol donde se había escondido, la niña bonita seguía allí. Parada mirando jugar al mocoso con cara de idiota con otro niño más pequeño de cabello rubio. Su rostro claro estaba impasible mientras sus ojos igual de oscuros que su cabello seguían los movimientos de los mocosos. Jean ahogó un suspiro, si esos ojos lo siguieran así aunque sea por un momento, él podría morir en paz, si tan solo lo mirase así, si tan solo…
- El receso terminó, Jean
Jean gruñó nuevamente mientras escuchaba como la campana resonaba y algunos auxiliares de los profesores salían a llevarse de la mano a los más pequeños mientras a los niños grandes les decían que volvieran a sus aulas. Marco lo jaló del brazo pero Jean se soltó y se quedó allí, parado detrás del árbol.
Vio pasar a sus compañeros, a los niños más altos de su clase, el de cabello rubio que se creía un hermano mayor de todos, al otro que era alto y nervioso, a la niña molesta que comía todo y más de una vez le había robado su almuerzo, deseó internamente no haberla invitado a su cumpleaños pero su madre lo obligaba a invitar a todos sus compañeritos. Vio al mocoso enano que llevaba el cabello tan cortado que parecía rapado, a la pequeña rubia que siempre estaba con otra niña tan alta como lo niños y tan poco agraciada como ellos; y a otros que no eran importantes en absoluto en su pequeño mundo.
Y luego los vio, el mocoso con cara de idiota corría delante de Mikasa, aunque más que querer alejarse de ella, lo que parecía querer era acercarse a otra niña. Una rubia que llevaba siempre su cabello atado en un moño. Lo vio alcanzarla y tratar de hablar con ella mientras detrás quedaba la niña bonita, con una mirada triste al verlos alejarse.
¿Qué le pasaba a ese mocoso gritón? ¿Acaso no veía a quién tenía al lado? ¡Por Dios! Mikasa era cien ¡No! ¡Mil veces más bonita que esa niña de nariz rara! La nariz de Mikasa era pequeña y respingada, tan perfecta como su cara, como toda ella y Annie, Annie solo tenía unos ojos interesantes por ser azules ¡No había nada más que pudiera llamar la atención de alguien! Definitivamente ese mocoso era idiota.
Mikasa disminuyó la rapidez de sus pasos, comenzó a caminar con desánimo y fue entonces cuando Jean sintió una punzada de valor, apretó la tarjeta azul y avanzó rápido hacia ella. Su cara estaba roja, lo sentía pero no se detuvo. Solo cuando estuvo tan cerca que podía decirse que caminaba a su lado decidió hablar.
- Mi-Mikasa
Jean deseó morirse, había tartamudeado ¡Había tartamudeado frente a Mikasa!
La niña de bonito cabello negro volteó su rostro, sus ojos oscuros delinearon el rostro de Jean antes de responderle con un hola que no denotaba alguna emoción, pero logró incrementar el sonrojo del niño.
- Me preguntaba, si tú, cla-claro si quieres. Si tú…
- ¡Mikasa! ¡Jean!
Fue interrumpido, justo cuando sentía valor, el pequeño Armin llegó corriendo hacia ellos, cuando llegó se inclinó exhausto, recargando su peso en sus rodillas flexionadas. Él no le desagradaba, era un niño listo y amable, ya lo había invitado pero en esos momentos deseaba que muriera ¿Por qué debía aparecer justo ahora?
- No debes correr, Armin. Te puede faltar el aire – Mikasa respondió con el mismo tono carente de emoción pero Jean juraba que había una pizca de preocupación.
Si se preocupara por él, tan solo un poco…
- Estoy bien, debemos ir rápido a clase o el profesor Shadis se va a molestar.
Mikasa asintió y apuró el paso, siguiendo a un Armin que comenzó a caminar nuevamente. Jean se mantuvo allí, parado mirándolos alejarse y entendiendo que no se atrevería. Que era demasiado cobarde y el mundo no lo dejaba acercarse a ella.
No, no era el mundo. Mikasa era demasiado inalcanzable para él. Demasiado perfecta para un mocoso como Jean.
Apretó con fuerza la tarjeta hasta hacerla una bola arrugada de papel y se decidió a tirarla a la basura. Mikasa no aceptaría y si lo hiciera estaría toda la fiesta detrás de Eren y Armin, sin divertirse, sin jugar. Era frustrante, ella era lo que él más quería en el mundo pero ella prefería a un mocoso idiota que parecía estar embobado por una niña rubia ni la mitad de bonita que Mikasa.
Era la clase de Gimnasia, el profesor, un hombre de rostro serio y aterrador había decidido que trabajarían en parejas, que no importaba si eran niño-niño, niña-niña o niño-niña, solo quería que fuera de a dos. La primera idea que cruzó su mente fue trabajar con Marco, su mejor amigo, descartó de una intentarlo con Mikasa porque posiblemente sería incapaz de siquiera hacer la pregunta y menos sería capaz de poder sincronizar sus movimientos y no verse torpe frente a ella.
Aunque todos se veían torpes frente a ella, en la gimnasia y los deportes no existía persona que la pudiera superar. Sus movimientos eran gráciles, su sincronización era perfecta y la facilidad con la que hacía los movimientos provocaba envidia en todos, excepto en Jean, Jean sentía un orgullo patético al saber lo impresionante que era Mikasa Ackerman, la niña más bonita del mundo también era la más atlética y en un futuro, quizás, fuera la mejor deportista del mundo. Y era la niña que le gustaba.
Estaba por llamar a Marco cuando sus ojos se fijaron en Eren, el mocoso con cara de idiota parecía querer llamar la atención de Annie mientras Mikasa caminaba hacia él. Ella quería hacer pareja con Eren, era obvio y Eren debería sentirse dichoso y orgulloso de eso, un mocoso torpe como él no merecía el tiempo de Mikasa pero quizás no solo tuviera la cara de idiota, sino lo era por estar a punto de rechazarla.
Fue un instante en que se dejó llevar por sus impulsos, alzó su mano en alto y gritó todo lo que sus pulmones podían.
- ¿Annie, quieres ser mi pareja?
Se hizo un silencio en el amplio gimnasio, algunos niños miraban extrañados a Jean, Marco tenía la boca abierta como una caricatura y una expresión de confusión. Annie lo miraba con esos profundos ojos azules, en su rostro siempre había una mueca de aburrimiento pero ahora había sorpresa. A la derecha tenía a Eren, que se había detenido al escuchar gritar a Jean; y a la izquierda estaba un sonrojado Berthtold que parecía estar a punto de decirle algo a la niña rubia. Pero todo se había detenido y era como si esperasen ansiosos la respuesta de Annie.
- Claro.
Fue lo único que escuchó y vio como asentía, el mundo pareció volver a moverse, vio la expresión molesta en la cara redonda de Eren, la mirada de angustia del niño más alto de su clase, y finalmente, los reclamos de Marco, al no entender sus intenciones.
- ¿Acaso ahora te gusta Annie?
- ¡No! – chilló Jean sintiendo sus mejillas colorearse – solo quería hacer grupo con ella.
De cierta forma era cierto, Annie era pequeña pero fuerte, podía ayudarlo a mejorar sus movimientos. Era muy buena, pero jamás tan buena como Mikasa. La pequeña niña de cabello rubio tenía habilidades suficientes como para hacerlo esforzarse durante la práctica.
No fue solo esfuerzo. Al final no fue nada fácil. Le dolían los huesos cada vez que Leonheart lo atacaba y terminaba tirado en el piso con la pierna de la niña en su espalda. Más de una vez se detuvo cuando tuvo ventaja en atacarla, no sabía por qué ¿Acaso caballerosidad? No, no era eso, Jean no era caballero y eso lo había comprobado cuando le había lanzado un balón en la cara a Sasha por robarle su sándwich, o cuando había llamado fea a Hitch sin importarle el drama que hizo.
- Annie ¡Annie! ¡Ya entendí! ¡Ya entendí! – gritaba tratando de soltarse del fuerte agarre de su brazo, la niña le había hecho una llave y Jean sentía que podía arrancarle el brazo si se lo proponía.
- Soy una niña débil, Jean. No puedo hacerte daño – la voz de Annie tenía una mezcla de sarcasmo y desinterés que molestaba a Jean.
Cuando ella lo soltó, vio su rostro apenas acalorado por el ejercicio y su típica expresión de aburrimiento que sus ojos no parecían seguir, estos pozos azules se veían emocionados aunque la boca de Annie seguía siendo una línea recta que surcaba su cara. Jean decidió que le molestaba esa cara.
Se levantó y esta vez trató de derribarla seriamente, casi lo consigue o así lo sintió cuando logró desestabilizarla y estuvo a punto de lanzarla contra la colchoneta, pero no pudo.
No supo cómo ni en qué momento, la enana dio una voltereta con él haciendo que fuera el mismo peso de Jean el que los arrojara a ambos en la colchoneta pero con ella encima. Cayeron, ella aprovechó para tomar los brazos del niño y apretarlos nuevamente con fuerza encima de su cabeza, inmovilizándolo, otra vez.
- Buen movimiento, Leonheart
El profesor pasó, alabó a Annie que solo respondió con un asentimiento y le dijo a Jean que debía esforzarse más. Más adelante, lo escuchó reñir a Sasha y a Connie por las idioteces que estaban haciendo, eso le levantó un poco la moral.
- Casi lo logras. Pareces comenzar a tomarme en serio.
- Entonces, admites que no eres una niña débil – gruñó Jean parándose mientras se sobaba los músculos adoloridos.
- Soy una niña débil y frágil, Jean. Pero hasta una niña débil y frágil podría contra ti – Annie entrecerró los ojos y Jean podía jugar que vio una débil sonrisa aparecer fugazmente en los labios de ella.
Una sonrisa burlona.
-Bien, bien. Entendí. No debo dejarme llevar por las apariencias. Podrías derribar hasta a Braun.
Annie desvió su rostro al mencionar a Reiner, Jean también y ambos lo vieron girar en el aire antes de caer pesadamente en la colchoneta. Mikasa con una facilidad propia de una luchadora profesional acababa de derribarlo y lo dejaba fuera de juego sin siquiera inmovilizarlo. Le tomó varios minutos al niño más alto de la clase 104 incorporarse y recuperarse del golpe de la niña, que ante los ojos de Jean, era perfecta.
- No, yo no soy un monstruo – dijo simplemente volviendo a recuperar su posición de defensa.
Jean no sabía si se refería a Reiner o a Mikasa, esperaba que no a la última porque si no se las vería con él, aunque hasta ahora fuera incapaz de derribarla, lo haría si eso involucraba hacerla pagar por llamar monstruo a Mikasa Ackerman.
- Te refieres a Reiner ¿verdad? No es un monstruo, solo es algo alto y cuando crezca quizás si lo sea…
- No, Mikasa Ackerman es el monstruo.
- Ella no es un monstruo ¡Es lo más diferente a un monstruo! Ella…
No terminaron de hablar porque otro fuerte golpe los interrumpió, volvieron a girarse y vieron ahora como Reiner había aterrizado en la colchoneta del grupo de Eren. Parecía como si Mikasa lo hubiera lanzado fuertemente contra ellos. Se veía imposible, se necesitaba demasiada fuerza para poder lanzar así a un niño como Reiner.
- Lo lanzó porque tu amigo Marco estaba haciéndole una llave a Eren – Annie lo miró por el rabillo del ojo – fue su manera de intervenir.
Jean sintió odio, vio como Eren no agradecía a Mikasa, desde lejos se podía ver cómo le gritaba algo mientras ella respondía con su típica expresión estoica pero sus ojos se veían incómodos. De un momento, Eren volteó su rostro hacia donde ellos estaban, arrugó más las cejas y desvió su rostro aún más enfadado.
- Debería agradecerle ¡Lo estaba salvando! Es un debilucho, Marco seguro lo estaba haciendo trizas.
- Eren no necesita ser salvado, necesita aprender. Mikasa Ackerman no lo entiende, nunca lo hará – Annie trató de volver a iniciar el entrenamiento pero Jean recordó la razón por la que estaba haciendo grupo con ella, la verdadera.
- Tú… ¿hacías grupo con Eren?
- Yo hago grupo con quien me lo pida – Annie no mostró ninguna emoción nuevamente.
- Entonces, puedo decir que Eren te lo pedía antes y aceptabas.
Annie asintió sin darle importancia. Debía de no darle importancia, a nadie le importaba con quién hacía grupo uno en Gimnasia y si Eren quería que le dieran palizas seguido, a Jean debía importarle menos que nada.
Entonces recordó, una vez Annie hizo pareja con Mikasa, fue la clase más tensa que tuvieron, hasta Shadis, el profesor, dejó de dar vuelta en torno a los otros estudiantes y se quedó mirándolas. Connie propuso apuestas pero Jean lo calló diciendo que la que ganaría era Mikasa, lo podía jurar frente a cualquiera y podía apostar todo el dinero de sus ahorros contra quien dijera lo contrario.
Pero no hubo resultado, al final ambas se atacaron mutuamente, Shadis decidió separarlas temiendo que pudiera llegar a mayores.
Tal vez Mikasa quiso hacer grupo con Annie para demostrarle a Eren que ella era mejor, y lo era, pero eso no entraba en el cerebro del mocoso con cara de idiota.
- ¿Te agrada Eren, Annie?
Annie dejó su posición de defensa, lo miró con esos profundos ojos azules antes de responder
- No es desagradable
Jean podía haber refutado esa simple frase pero el sonido de la campana finalizando la hora de Gimnasia lo interrumpió. Annie relajó su cuerpo y acomodó un mechón de cabello rubio detrás de su oreja, el niño siguió su movimiento y no pudo evitar pensar que quizás el cabello de Annie no era tan feo como se veía de lejos.
Aunque seguía prefiriendo el oscuro y lacio cabello de Mikasa, que bailaba sobre sus hombros cuando ella caminaba.
- Gracias por hacer grupo conmigo – dijo y esperaba que Annie entendiera que si Jean decía algo era porque lo creía completamente, no era un agradecimiento vacío o por cortesía. Jean no era cortés en absoluto.
La niña asintió y caminó a su lado hacia las bancas, ella tomó su botella de agua mientras Jean tomaba la suya, fue entonces cuando recordó que no había invitado a Annie, antes de que ella se alejara a los vestidores de las niñas para cambiar el uniforme de Gimnasia, él pidió que se quedara, salió corriendo rápidamente hacia los casilleros, sacó con rapidez su mochila roja y buscó entre las pocas tarjetas que le quedaban una que dijera el nombre de Annie, estaba seguro que su madre debió haber escrito su nombre. Cuando la encontró corrió hacia donde había dejado a la niña rubia.
- Te invito a mi fiesta de cumpleaños, me gustaría que fueras – dijo mientras le daba la tarjeta azul donde decía el nombre de Annie con letras doradas y una caligrafía larga y elegante.
La niña lo vio con desinterés mal fingido, sus ojos se abrieron levemente cuando vio los bonitos dibujos infantiles de robots con los que estaba adornada la tarjeta.
- Gracias – Annie alzó la vista y suavizó la expresión de su rostro – iré.
Jean asintió y se despidió, cuando estaban por ir por caminos separados hacia los vestuarios, Annie se volteó y le dedicó una de sus profundas miradas.
- También me gustó hacer grupo contigo.
Jean no pudo evitar sonreír y regresó a los casilleros, cambiaría su sucia ropa deportiva que Annie se había encargado de manchar con todas las veces que lo lanzó a la colchoneta y volvería al salón de clases, quizás podría encontrar a Mikasa sola y quizás…
- ¡Hey, tú!
Jean seguía inmerso en sus pensamientos que ignoró la voz chillona que rompió el silencio de los vestidores, fue solo cuando esa misma voz dijo ese estúpido apodo que tanto odiaba que se decidió voltear.
- ¡Cara de caballo, voltea!
- ¿Qué quieres, Jaeger? – gruñó Jean volteándose y mirándolo desafiante.
Eren era un poco más bajo que él pero en esos momentos tenía una expresión de profundo odio y parecía dirigirlo hacia Jean que no recordaba haberlo molestado en todo el día. El que debería estar molesto debía ser Jean por el comportamiento de idiota de Eren hacia Mikasa.
El mocoso con cara de idiota pero de grandes ojos verdes bajó la vista, apretó los puños y parecía no saber qué responder.
- Si no tienes nada que decir, yo si tengo cosas que hacer…
Jean trató de irse pero Eren lo agarró del brazo con fuerza y lo empujó contra los casilleros.
- ¿Qué...? – Eren titubeó.
- Ahora no solo no sabes pelear, tampoco hablar – Jean se mofó con malicia – deberías volver a la guardería, Jaeger.
- ¡Cállate!
- Entonces, di lo que tengas que decir y déjame en paz o…
Lo golpearía, le daría un buen golpe y no le importaba si después Mikasa lo viera con reproche, aceptaría su mirada y quizás hasta un golpe. Un sonrojo leve se apoderó de sus mejillas al imaginarse siendo golpeado por la niña de sus sueños. ¡Oh, Dios! No sonaba tan desagradable.
- ¿Qué le diste a Annie? – Eren habló fuerte y sosteniéndole la mirada – vamos, dime, Kirstein.
Jean enarcó su ceja.
- ¿Qué te importa, Eren? – trató de empujarlo y seguir con su camino pero Eren parecía demasiado deseoso por una respuesta correcta que no se apartó del camino y amenazó con lanzarse encima de él.
- No es que me importe, pero… - Eren bajó la vista, luego la alzó y titubeó algo en voz tan baja que Jean creyó que el mocoso con cara de idiota en verdad lo era –… pero Annie no sabe que eres un idiota con cara de caballo. A ella puedes engañarla pero a mí no ¿Qué le diste?
Estuvo tentado a decirle que le dio una tarjeta de amor, de esas cosas que veía a las niñas mayores regalarle a su hermano mayor en San Valentín solo para ver la ira nuevamente en esa cara redonda. Hasta pensó en decirle que Annie lo acababa de aceptar para caminar de la mano de regreso a sus casas. Pero la idea murió al comprender que la niña Leonheart seguro le rompería los brazos por decir esa mentira y que Eren era tan tonto que podía divulgarla a cualquiera, inclusive a Mikasa.
No quería imaginarse a Mikasa mirándolo como un mentiroso que hablaba de Annie. No, resistió a la tentación.
- Mi cumpleaños, Eren. La invité ¿Sabes que se invitan con tarjetas, no?
- No te creo ¿Cómo es que yo no tengo una tarjeta…?
- Porque a ti te odio – pensó inmediatamente Jean, quiso decirlo en voz alta, como siempre hacía cuando algo cruzaba su mente pero nuevamente se contuvo.
Empujó a Eren, se dio la vuelta y buscó en su mochila alguna estúpida invitación con el nombre del mocoso Jaeger, solo cuando la tuvo en sus manos y la estampó en el pecho del otro niño, Eren Jaeger se calló y dejó de hacer un alboroto por nada.
- Bien, eres bienvenido. Aunque no me molestaré si no puedes ir, Jaeger – gruñó con todo el malhumor que se cargaba.
Eren tomó la tarjeta azul entre sus manos pequeñas, la abrió. Fueron algunos segundos en silencio mientras el otro niño acababa de leer, no era una larga presentación pero Eren tampoco era el mejor de la clase leyendo, ese puesto le correspondía a Armin, Mikasa y a un orgulloso Jean que se jactaba de que podría leer un libro grueso y sin dibujos si quisiera. Y últimamente si quería, Armin le estaba sugiriendo buenos títulos.
- Iré – sentenció alzando su rostro, ahora con una expresión seria – pero no porque quiera ir, sino porque no quiero que le hagas nada raro a Annie.
Jean blanqueó los ojos, no importa, no le importaba, solo quería deshacerse de Jaeger.
Eren se dio la vuelta y comenzó por fin a alejarse cuando se detuvo, volvió su rostro y miró a Jean como si acabara de recordar algo importante.
- ¿Has invitado a Mikasa?
Kirstein desvió la vista e hizo como si arreglara sus cosas, Eren no podía ver su vergüenza clavada en sus mejillas, no se humillaría así frente a ese mocoso con cara de idiota.
- No, aún no – respondió automáticamente.
- Deberías, le haría bien ir a una fiesta – Eren apretó al tarjeta – además, mi mamá no me dejará ir si no va ella…
- ¿Y a mí por qué me debería importar si tu mamá no te deja ir? – gruñó Jean alzando el rostro y apretando los dientes.
- Porque soy tu invitado, Cara de caballo. Debes ser amable con tus invitados – dijo lo último antes de esbozar una sonrisa burlona, le sacó la lengua a Jean y salió corriendo de los vestuarios.
Pasó la mayor parte de la clase viendo el pizarrón y escuchando a la profesora Nanaba, anotaba lo que dictaba y cuando debía repetir algunas partes para que los niños más lentos la siguieran en la explicación, Jean dejaba de oírla y volvía a su actividad favorita. Desvió levemente la mirada hacia donde estaba sentada Mikasa Ackerman, fue apenas unos segundos que se tomó para mirarla de perfil antes de regresar su vista al papel.
Podía dibujarla de memoria, lo había hecho muchas veces después de que su mamá lo llevó a una clase de Arte para cultivar sus habilidades, aunque Jean no creía que fueran gran cosa, simplemente le gustaba dibujar y más si era a alguien que tenía siempre en la mente.
Aunque ninguno de sus dibujos le hacía justicia. Nunca los ojos se veían tan brillantes como realmente eran, nunca la forma de la cara era tan suave como realmente era y nunca el cabello le quedaba como realmente era.
Solo una vez estuvo conforme con su dibujo, y ese dibujo a lápiz y papel estaba oculto entre sus cosas, en un marco patético y con una dedicatoria que al final decidió borrar por la vergüenza que le provocaba que leyera las cosas cursis que flotaban en su cabeza cuando la miraba o pensaba en ella.
Retomó la clase al ver que no le salía la sombra para darle volumen a la bonita cara de Mikasa, se rindió y prometió dibujarla mejor en otro cuaderno que no estuviera cuadriculado y que no tuviera clases de Álgebra por doquier.
Cuando terminó la clase, recogió sus cosas con lentitud, vio como la niña más bonita del mundo llevaba la mochila a su espalda y caminaba hacia la carpeta de Eren y Armin. Los vio salir a los tres mientras él se quedaba esperando a que Marco borrara la pizarra, cada semana había un delegado encargado de borrar la pizarra, tapar los marcadores de pizarra y guardarlos en su cajón, así como de acompañar a la profesora a llevar sus cosas al salón de profesores. Una tarea aburrida pero que Marco parecía disfrutar.
- ¿Entonces, entregaste todas? – preguntaba mientras borraba las letras y números de la clase.
- Casi, mañana busco a Hitch y le doy una, aunque no quiero. Ella grita mucho y es fea.
-No es fea, Jean, creo que tiene bonito cabello – Marco apretó sus labios y sonrió para sí mismo. Las pecas de sus mejillas se colorearon y Jean supo que esa niña fea le gustaba a su amigo, un poco.
- No tienes oportunidad, Marco. A Hitch la persigue Marlo, un niño con corte de hongo. Es un tonto pero debo invitarlo también porque mi mamá me dijo que debo ser amable – Jean recargó su rostro en las palmas de sus manos – no quiero ser amable.
- No me gusta Hitch solo creo que no es fea – Marco terminó de borrar y comenzó a tapar los marcadores – tú crees que todas las niñas son feas solo porque ninguna es como Mikasa.
Jean saltó del asiento e hizo una señal a Marco para que se callara ¿Cómo podía decirlo en voz alta? ¿Si alguien los escuchaba? O peor ¿Y si Mikasa los escuchara?
- No hay nadie, Jean – Marco se encogió de hombros y rio – además, tú quieres que ella sepa que existes ¿no?
- No de esa forma – Jean tomó su mochila y la puso en sus pequeños hombros, pateó su carpeta suavemente, no tanto como para que Marco no escuchara.
Marco terminó regañándolo por eso.
- Me falta mucho, espérame afuera – dijo el niño pecoso mientras tomaba entre sus pequeñas manos un grupo de libros y salía del aula.
Jean no respondió pero decidió que era mejor, el trabajo de Marco era aburrido y cuando le tocara a él, Jean probablemente preferiría ser castigado esa semana a sufrir con esa responsabilidad sin sentido. Solo su mejor amigo podía disfrutar haciendo favores a los profesores y a los demás compañeros.
Iba hacia la salida cuando la vio.
Mikasa estaba sentada fuera de las aulas, en aquella zona designada para que algunos alumnos pudieran esperar a sus padres o viceversa. Movía sus piernas delgadas de un lado a otro, balanceándolas mientras sus ojos se fijaban en las hendiduras del piso de concreto.
Era vergonzoso admitir, pero Jean había vigilado un poco a Mikasa desde que la vio por primera vez en el colegio, cuando eran apenas unos niños que dejaban inicial y comenzaban la primaria, no era que hubiera pasado mucho tiempo pero para el niño era como si fuera ayer. La había visto siempre llegar con Eren al colegio y ser recogidos ambos por la madre del Jaeger.
Al parecer, por lo que había escuchado, la familia de Mikasa era muy amiga de la de Eren y por eso, la niña de sus sueños pasaba mucho tiempo con el niñato de ojos verdes. La señora Jaeger siempre fue puntual, pero al parecer ahora no estaba a tiempo.
Y Mikasa estaba sola, no había un ruidoso Eren a su lado.
Apretó las manos, contó hasta diez y aspiró todo el aire que sus pequeños pulmones podían contener, antes de caminar hacia ella con paso de robot y sintiéndose tan idiota como Eren mismo.
- Mi-Mikasa
De nuevo, el tartamudeo. Jean debía arrancarse la lengua, al parecer no funcionaba cuando Mikasa estaba cerca.
La niña alzó la vista.
- Jean
Un escalofrío traspasó la columna vertebral de Jean, oír su nombre de la boca de Mikasa era la sensación más emocionante que hasta ahora hubiera experimentado. Su nombre sonaba tan bien si ella lo pronunciaba.
- ¿Estás bien? Di-digo, estás esperando a la señora Jaeger y…
Deseó poder golpearse contra el muro más cercano ¿Acababa de decir señora Jaeger? Ahora Mikasa sabría que Jean era un maldito acosador que la vigilaba desde las sombras y escondido detrás de los árboles.
- Dijo que hoy se iba a tardar. Debo esperar aquí sentada – si notó que Jean sabía más de lo que debía, no lo hizo saber y eso lo agradeció internamente el niño.
- Entiendo pero ¿Y Eren?
Ok, Jean merecía morir solo, o así lo sintió al preguntar ahora por su odiado compañero. Al parecer su cerebro dejaba de funcionar al tenerla cerca.
- Con Armin. El profesor Shadis lo castigó por no hacer los ejercicios. Está recogiendo balones y Eren lo ayuda.
- ¿Castigado? – recordó que no vio a Armin sufriendo como ellos con las clases de autodefensa que Shadis los obligaba a hacer. Supuso que era normal que Eren lo quisiera ayudar, a Jean le gustaba pensar que él también se ofrecería a ayudar a Marco si estuviera en una situación similar.
No contaba el trabajo como delegado, ese no era un castigo y Marco parecía disfrutarlo.
- No puedo ayudar, si somos tres Shadis se dará cuenta y nos castigará. Eren no puede ser castigado nuevamente o su madre se enfurecerá – Mikasa siempre hablaba con solemnidad, con esa voz que era de niña pero sonaba como si un adulto dijera las palabras dentro de esa cabecita.
Por su parte, Jean creía que no le molestaba la idea de que la señora Jaeger enfurezca. Aunque su pensamiento era todo lo contrario cuando imaginaba a Armin y Mikasa castigados. No todo podía ser perfecto.
- Bueno, y-yo debería irme – dijo bajando la vista, trató de no sonrojarse – n-nos vemos, Mikasa.
- Nos vemos – la niña alzó la mano y la movió para despedirse.
Jean apenas dio tres, cinco pasos cuando nuevamente sintió un impulso idiota en su corazón. Mikasa estaba sola, lejos del bullicio, lejos de Eren, de Armin, de Marco. Lejos de cualquier interrupción, quizás no estaba tan inalcanzable, quizás no era tan imposible y quizás Jean no era tan cobarde.
Se sacó la mochila rápidamente, la puso en el frío piso, se acuclilló para buscar alguna tarjeta sin nombre, encontró una, tomó uno de los lápices que usaba para dibujarla y escribió con la mejor letra que podía el nombre de Mikasa. No era la letra larga y elegante de su madre pero era algo ¡Era su mayor esfuerzo!
Sin tomarse el tiempo para pensar, dio la vuelta y corrió hacia ella a pesar de que no hubiera realmente una larga distancia por recorrer. Vio los ojos sorprendidos cuando Jean, de forma brusca y torpe le extendió los brazos con la tarjeta azul entre sus manos. Bajó el rostro para que no viera su sonrojo, cerró los ojos y con todo el valor que podía reunir habló, rogando por sonar convincente y no patético.
- Mikasa ¿Quisieras ir a mi fiesta de cumpleaños? – Por favor, por favor, por favor, por favor.
No supo cuánto tiempo estuvo así, quizás un segundo, quizás minutos, horas o hasta días. Para Jean fue eterno y a la vez fugaz, solo cuando sintió la tarjeta siendo recibida, alzó la vista y trató de regresar a una postura más serena, más normal.
La niña más bonita del colegio, del distrito y del mundo tomó la tarjeta azul entre sus delicados dedos, la abrió y la leyó con rapidez. Jean grabó en su mente cómo se veía ese rostro cuando leía algo de cerca, guardó esa imagen para después, quería dibujarla así, cuando esos ojos oscuros parecían seguir letra por letra de cualquier frase escrita. Era la primera vez que la veía tan de cerca leer algo.
Al final, ella alzó su rostro, tan sereno, estoico y hasta indiferente para algunos pero para Jean era todo lo que quería ver en alguna niña. Nada de risas tontas, nada de voces chillonas y muecas feas. No, solo esa cara serena como una noche de luna llena.
- Si quiero ir – cerró la tarjeta y como diciéndoselo a si misma volvió a hablar – Iré, Jean.
El corazón le dio un vuelco, tuvo que apretar las manos otra vez y hacer todo un esfuerzo sobrehumano para no comenzar a saltar como un mono. Agradeció con rapidez y más torpeza antes de darse la vuelta, ni siquiera se despidió pero comenzó a caminar rápido, más y más rápido.
Tomó su mochila y cuando estuvo en la puerta de salida, decidió correr, corría y corría mientras la sonrisa más idiota del mundo se formaba en sus labios y el sonrojo más vergonzoso cubría su cara y subía hasta sus orejas. Se olvidó de Marco, de Eren, de Annie, de Hitch y de todos a quienes había invitado antes. Ninguno importaba, ninguno podía ir, todos podían faltar y a Jean no le importaría mientras que ella asistiera.
Mikasa Ackerman había dicho que iría y eso para Jean era el mejor regalo que recibiera en toda su corta vida.
