Disclaimer: Ancient Magus Bride es propiedad de Kore Yamasaki. Los eventos recreados en esta historia solo tienen como fin perseguir el entretenimiento sano, sin fines de lucro.


Pequeños Retos

Capítulo 1

–Felicidades Thorn, es una niña –Con aquellas palabras, Shannon daba las buenas nuevas a Elías y a Ruth, quienes ansiosos esperaron en la sala el momento en que el parto finalizara.

Y es que tanto Elías como el familiar de Chise, a su modo, disimulaban su impaciencia. Sabían que el nacimiento de un nuevo ser humano implicaba dolor inevitable para la madre, y los gritos de Chise contribuyeron a la ansiedad de Ambos. Elías por un lado, no dejaba de caminar de un lado a otro, tratando de contener a un enfurecido y desesperado Ruth, que aullaba sin cesar. Ambos querían estar a su lado. Sin embargo, solo Silky tuvo permitida la entrada, a sabiendas de lo útil que podría ser para estos casos. Fue ella quien abrió la puerta de la habitación, una vez que limpió todo y vistió a la pequeña con ropas que ella con dedicación hizo para la recién nacida. Elías fue el primero en entrar y ver a su esposa durmiendo.

–No fue difícil, pero inevitablemente utilizó magia y necesita dormir. Deben dejarla descansar –Fueron las indicaciones de Shannon.

– ¿Cómo se encuentra la niña? –Fue lo primero que Elías preguntó.

–Tu hija se encuentra bien. Su peso fue de cuatro kilos y su salud es perfecta. Tal vez quisieras verla –Shannon señaló a la pequeña cuna donde la pequeña descansaba.

Elías permaneció inmóvil. Cubrió su rostro con el velo carmesí antes de dar un paso. Pero la duda le hizo permanecer como una piedra. A diferencia del mago, Ruth se aproximó, aun en su forma canina hasta la cuna, levantándose en dos patas para verla de cerca. Tras breves minutos, adoptó una posición de descanso a los pies de la cuna. Ahora el can lo sabía, protegería a esa niña, y la amaría tal como amaba a Chise. Era capaz de dar su vida por ella.

Al ver aquella escena, Elías abandonó su posición y ocupó asiento en una silla dispuesta al lado de la cama, sin mirar a ningún punto en específico. El resto de lo que quedaba de aquel día, y de la noche permaneció al lado de su esposa, ignorando las presencias de innumerables visitantes que atraídos por la curiosidad hacia la hija de la Slay Vega, aparecían en la habitación. Escuchó cada palabra tierna dirigidas a la niña, cada risilla de las Aerials y cada ladrido de Ruth hacia todo aquel que se acercara a la cuna.

– "Es posible que también sea Slay Vega" –Dijo para sus adentros el mago. Sus manos permanecían entrecruzadas, cubriendo la mitad de su rostro.

Transcurrieron dos días y Chise aún no despertaba. Shannon dijo que era normal, debido a su condición, y que su cuerpo era pequeño a pesar de pasar los 20 años. Ainsworth apenas probó un bocado de la comida que Silky traía para el después de alimentar a la pequeña. Tan solo a ella Ruth no veía con recelo, pues sabía que Silky se encargaba de asear, vestir y alimentar a la recién nacida.

La visita de Renfred y Alice fue lo que hizo a Elías volver en sí. Tenía aun reservas respecto al hechicero, pero sabía la alta estima en que su esposa tenía a Alice, su aprendiz, quien no dejaba de ver al bebé con curiosidad, que reposaba en brazos de Silky.

– ¿Sabes a lo que te enfrentas? –Una simple pregunta hecha por el hechicero hizo pensar a Elías. La pequeña, suya y de Chise ahora sería su responsabilidad. Cuidaría de ella tal como lo hizo con Chise, y le enseñaría todo lo que sabía sobre magia. Pero sabía que habría algo más.

–A medida de que crezca lo sabrás –Otras palabras que resonaron en su mente. ¿Cuánto tendría que esperar? ¿Por qué aquel hechicero hablaba de su reciente paternidad como si fuese un enorme reto?

La visita de Renfred y de Alice fue breve, y tras entregar un pequeño obsequio al bebé, el cual Silky guardó, Elías permaneció con su esposa y su hija, en compañía de Ruth.

El llanto a mitad de la noche alertó a Ainsworth, quien esperaba a que Silky acudiera, pero algunos minutos transcurrieron y la bebé lloraba desconsoladamente sin auxilio alguno. Se incorporó, caminando hacia la cuna, más el recuerdo de una niña que gritaba al ver su forma le hizo retroceder. Quería acudir a ella, consolarla, pero el miedo de aumentar sus berridos le hizo detenerse.

Ruth solicito, acudió con rapidez, tomando su habitual forma humana para cargar en sus brazos a la niña, y mecerla, arrullándola con ternura. Aerial se acercó, sobrevolando e iluminando a su alrededor, para brindar calma a la situación.

–¿Por qué no acudiste a ella? –Preguntó con frialdad Ruth, sentándose en una mecedora al lado de la ventana. Sus esfuerzos resultaron exitosos, y la pequeña volvía a dormir. Sin embargo, fueron los pensamientos en su cabeza los que mantuvieron despiertos a Thorn.

Finalmente, y con los primeros rayos del sol, al tercer día del nacimiento, Chise abrió sus ojos. Aturdida, pasó sus manos por su rostro, recobrando poco a poco su sentido y sus memorias. Finalmente, el dolor había cedido, y antes de caer inconsciente en el lecho recordó tener a su hija en brazos. Su pequeña, su hija y la de Elías, aquella que amaría incluso más que su propia vida y a quien entregaría el amor que le fue arrebatado a ella en su infancia. Miró a Elías, tenía su rostro cubierto por el velo, decidió dejarle descansar. Con cuidado, se puso sus pantuflas y caminó hacia el lugar donde estaba la cuna. Ruth no se encontraba allí, probablemente exploraba los alrededores, respondiendo a sus instintos. Aquello que encontró en la cuna, hizo sentir un vuelco en su corazón, junto con una dicha indescriptible.

Las manitos pálidas permanecían apretadas en dos puños. El rubor de las regordetas mejillas hacía juego con el rosa pálido del enorme y casi vaporoso vestido que llevaba, uno que seguramente Silky cosió para ella, guiándose por la moda victoriana. Chise acarició los rubios y rizados cabellos pegados a su cabecita. No pudo evitar sonreírle a la pequeña. Tenía miedo de cargarla, pero deseaba hacerlo, deseaba acunar a su bebé y decirle que mami estaría con ella por siempre, sin importar qué.

Instinto maternal, la guía perfecta para la primeriza madre, quien supo de inmediato acomodar la cabecita de su niña a su corazón, para permitirle escuchar los latidos de este. No podía dejar de mirarla. Tan pequeña, tan dulce, llena de inocencia. Tomó una de sus manitos y la acarició, perdiéndose por completo en la suavidad de su piel, para dejar caer unas lágrimas que no supo discernir. Era feliz, pero a su vez tenía miedo. Pero estaba segura de que la protegería siempre.

–Chise –La voz de Elías resonó en la habitación, haciendo a Chise regresar en si -¿Sucede algo? ¿Te encuentras bien? –Ainsworth no pudo evitarlo, la amaba. Verla sentada en aquella mecedora, con la hija de ambos en sus brazos fue una imagen que le cautivó, y que prometió guardar en su memoria.

–Estoy bien, lo estoy –Chise ahora sonreía –Ven, quiero que la veas –Ella seguía siendo de pocas palabras y no pedía mucho, pero sabía de sobra que Elías tenía temor de acercarse a su hija. El mago de las espinas tenía miedo de los niños, y su pequeña no era la excepción.

Elías vaciló, pero hizo caso a su esposa. Confiaba en ella, y sabía que algo bueno saldría de cada experiencia que ambos tenían.

–Está dormida –Las palabras de su esposa le aliviaron, descubriendo su rostro, para observar a la pequeña y contemplarla con curiosidad. No era ajeno a ver a un bebé, pero aquella pequeña le llenó de curiosidad y le cautivó. Los bebés humanos tenían su encanto, y aquella era la razón más probable por la que las hadas cambiaban bebés humanos por seres mágicos al nacer.

–Es impresionante –Elías expresó, acercando su mandíbula a los rojizos cabellos de su amada. La pequeña se parecía un poco a su madre, pese a tener cabellos rubios, pero Elías sabía de sobra que al adquirir forma humana, también adquiría las características físicas y probablemente su composición genética. El cabello de la niña era sin duda del mismo color que sus cabellos cuando tenía forma humana. Más esperaba, que sus pequeños ojos fuesen los mismos de Chise.

Como si le invocara, la pequeña hizo un leve intento por abrir sus ojos, lo suficiente para alertar a su padre, quien rápidamente cambió su forma por la habitual humana que usaba en ciertas ocasiones. Tanto Chise como Elías confirmaron que la hermosa niña tenía los ojos de su madre.

Tanto Chise como Elías se miraron, para sonreírse el uno al otro y compartir un beso.

– ¿Por qué cambiaste de forma? –Preguntó Chise, aun extrañada por el comportamiento de su esposo.

–Por ahora es lo mejor –Ainsworth respondió –Los niños son susceptibles, pero prometo mostrarle gradualmente mi verdadera forma.

Chise asintió, mirando nuevamente a su pequeña, en un momento que pareció detenerse en el tiempo. Superó el obstáculo del tiempo y rebasó su límite de vida, y ahora agradecía las circunstancias que la habían llevado a ese instante tan perfecto, tan único. Mismo que se convirtió en magia tras un nuevo beso de parte de Elías.

-Que lindos se ven –Fue el súbito ruido de una vocecita que interrumpió el momento, provocando sonrojos en los esposos.

El intruso, no era más que uno de los visitantes que menos esperaban. Con un espejo sostenido entre sus garras, estaba Merituuli.

– ¿A qué has venido? ¿Otra vez el anciano dejó que los dragones escaparan? –Elías respondió algo cortante, visiblemente molesto por el beso interrumpido.

–Vengo de parte de Lindel –Merituuli alzó el espejo –Está deseoso de conocer a la hija del petirrojo.

–Así que el anciano quiere conocer a su bisnieta –Elías miró al espejo, del cual emergía el reflejo del guardián del nido de dragones.

– ¿Cómo te encuentras Chise? –Se escuchó la voz de Lindel, quien parecía sonriente. A su lado, estaban tres pequeños dragones.

–Me encuentro bien Lindel, gracias por preguntar –Chise se acercó al espejo, asegurándose de mostrar con cuidado a su pequeña hija.

–Tiene buen peso, muy bien. Estoy más que aliviado –Lindel sonreía ampliamente –Es bueno que se parezca a ti y no a Ainsworth.

–Chise, Chise –Los dragones gritaban emocionados -¿Cuándo vendrás? ¿Ella puede volar? ¿Vendrás pronto?

–Pronto. Aun es pequeña para jugar con ustedes –Chise sonreía, esperaba que su hija también hiciera amigos tan adorables como aquellos cachorros.

–Podrías ser tu quien venga de vez en cuando –Elías cruzó sus brazos.

–Sabes que no puedo, pero estaré esperándolos cuando deseen venir –Lindel acariciaba la cabeza de uno de los dragones -¿Ya han hablado sobre el nombre que le darán?

–¿Nom…Nombre? –Tanto Chise como Elías se miraron mutuamente, recordando aquel detalle. Sabían que para los magos, escoger un nombre era muy importante. Se trataba de una insignia que llevaría el resto de su vida.

Ahora ambos estaban a punto de enfrentar el primer reto que tenían como padres primerizos.


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¿Qué les ha parecido? Es mi primer fic de Ancient Magus Bride, así que pido enormes disculpas si no me acerqué a la esencia de los personajes, por lo que si me van a quemar, que no sea con leña verde.

Si quieren sugerir nombres para la pequeña están invitados a sugerir y se incluirá en un segundo capítulo. Eso sí, nombres con significado como Aigle, Sofia, yo le buscaré la vuelta. Por favor nada de Yubiribitzaida, La Brayan, La Kevina o la Wilkermana, y menos la Yasuri Yamilé.

Este será un compendio de pequeñas historias en donde varios personajes experimentaran la paternidad, y planeo que se relacionen entre sí. Por supuesto, habrá algunos capítulos con la pequeña de Elias y Chise.

En la próxima aventura, veremos a Lindel y su pequeña bisnieta. Fue una buena excusa para incluirlo. De verdad es un personaje que me fascina y pienso que merece mucho amor, así que seguramente me ven en un futuro muy cercano escribiendo sobre el.

Estoy abierta a sus sugerencias, y a peticiones si también lo prefieren.

Muchas gracias a todos por leer, yo más que feliz con los reviews que me dejen. Esta historia va dedicada a este fandom tan hermoso.