Hola!

Bueno, perdonadme por no publicar, pero acabo de llegar de vacaciones y aún estoy algo perdida. Además tenía un capítulo empezado de Ángeles o demonios, pero lo perdí y tendré que volverlo a empezar, así que tardaré un poco en actualizar ese fic.

Este fic es de una pareja cliché, que a pesar de todo, no me parece que sea mala del todo. xD. El caso es que, no sé cómo, encontré una nueva amiga aquí que no puede salir de esto, así que aquí va.

Dedicado a ti, Yuuuuus. (Ya me dirás si he escrito bien tu nombre, amiga, nunca sé cuántas "u" poner)


Bella era lo que Edward había estado esperando tanto tiempo.

Era el aire que le insuflaba vida a su corazón que nunca volvería a latir, la luz que le guiaba a no importaba donde, el sonido que no se cansaba de escuchar.

Cuando la vio por primera vez, supo que ella era la indicada, pero se negó a creerlo. Los humanos eran demasiado frágiles y fugaces como para depender de ellos. Al apartarse de ella, pensó que se había equivocado, que no la amaba por lo que había hecho, y no se dio cuenta de que en realidad lo hacía por protegerla a ella, y no por protegerse a sí mismo.

Finalmente se rindió a sus distraídos encantos, y descubrió que había mil mujeres encerradas en ella, en su Bella. Edward se entretenía intentando comprenderla, desentrañando cada parte de su ser, y el que no pudiera leer sus pensamientos sólo le daba más interés al asunto. Bella era tan compleja y al mismo tiempo tan sencilla…

Y cada vez que aquel encantador sonrojo subía a sus mejillas, Edward sentía que, gracias a ella, no sólo su cuerpo era invencible, sino que su alma estaba vacunada contra cada enfermedad que podría matar sus ganas de vivir: la soledad, la indiferencia, la tristeza, el aburrimiento…

Por mucho que ella no lo creyera, era mil veces más hermosa que cualquier amanecer, y Edward pensaba que el mundo le guardaba tributo cuando el sol desaparecía, avergonzado por haber sido derrotado por ella, y la luna se atrevía a salir, pero palideciendo su belleza ante aquella humana.

Si su Bella fuera una estrella, sería la más brillante, la más grande, la más importante, la que Edward seguiría ciegamente a la muerte si fuera necesario, sólo por reencontrarse con ella y sentir la ternura de tenerla entre sus brazos. Porque aunque sabía que con una caricia demasiado fuerte podría matarla, y que jamás podría expresarle su amor abrazándola con todas sus fuerzas, así de frágil era ella, Edward tenía muy claro que nunca podría dañarla.

Bella era la delicia de todos sus sentidos, estaba destinada a él.

Edward estaba seguro de ello, porque su esencia cantaba en cada fibra de su cuerpo.

Porque Bella era todo su ser.