Escupió sangre en el lavabo y subió la mirada hasta ver lo que menos queria ver en ese momento, su rostro.
Era una mujer de unos 25 años, mediana estatura, rubia, ojos miel. Era bonita pero en ese momento no
lo parecía. Sus mejillas con surcos de lágrimas, la piel herida, los labios sangrantes y la mirada vacía.
En ese momento parecía un fantasma y todo era por culpa de su novio Roger.
Nuevas lágrimas descendieron por su lastimada cara pasando por sus heridas hasta mezclarse con la
sangre seca de sus labios. Al paso de ese líquido salado sus heridas fueron cerrandose solas dejando
pequeñas cicatrices que quizá no se borrarían nunca.
Salió despacio del baño y cogió las llaves para salir de esa casa pero una voz grave la detuvo.
-¿Dónde te crees que vas Danielle?- preguntó un hombre de pelo y ojos negros.
-¿yo¿dónde...dónde voy? yo...a ningún lado...-susurró con miedo en su voz.
-No me mientas...¡No te permito que me mientas!
Roger la cogió por el pelo y la tiró al suelo.
-¡No me pegues, no me pegues!-gritó ella con desesperación intentando huir pero tropezándose.
Primero vino un golpe, después otro y otro y otro... Golpes de furia, como era costumbre.
Pero ya no sentía nada, ya no. Un único sentimiento se apoderaba lentamente de su ser,
surgiendo de las entrañas y llegándo hasta la punta de sus dedos. Sus ojos enrojecieron, sus
pupilas se dilataron, su cara se sonrosó de ira.
Se levantó con esfuerzo y miró a aquel hombre que creía que podía con ella.
Salió corriendo con una dolorosa presión en su garganta, nuevas lágrimas pugnaban por salir.
-¡¿Puta, dónde te crees que vas?!- gritó una voz detrás suyo y sin llegar a pensar en lo que estaba
haciendo ella cogió una silla y se giró de golpe estampandole la silla en la cabeza a su novio.
Lo había matado.
Danielle corría por la calle, se dirigía al aeropuerto. Huiría de Irlanda. Inglaterra era su destino.
Despertó en una cama extraña. Un joven dormía a su lado. Cogió su cartera, le robó el dinero
y la targeta de crédito y se lo guardó en las botas. Se arregló un poco y se fue rápidamente.
Hacia dos meses de aquel horrible incidente y de que vivía en Londres. Había conseguido escapar
de la justícia. No podía dejar que la encontraran y por eso se gastaba su dinero únicamente en tinte
negro y lentillas grises.
Cada vez que se miraba al espejo y se miraba, no se reconocía y le dolía cada vez más huir. Además
sus ojos le recordaban recuerdos que no le eran agradables. Como sus padres, Lucius y Narcisa.
Los conoció los suficiente como para temerles. Huyó a los 10 años y acabó en un orfanato en Francia.
Después se marchó a Irlanda dónde se enamoró de su ahora ex novio y ahora volvía con sus raíces,
a un castillo abandonado en medio de escocia que recordaba vagamente sin saber porqué.
Era un buen recuerdo, lo sentía, pero no sabia lo que se encontraría allí.
Un cartel muy viejo anunciaba "LUGAR PELIGROSO" pero a pesar de su inquietud siguió adentrandose
en los terrenos de aquel viejo castillo.
Las puertas estaban abiertas de par en par y ella entró con cierto temor.
-¿Quién es usted?- preguntó una voz de ultratumba haciendo que ella se asustara y mirara a los lados.
Miró para arriba y vió a un hombre completamente ensangrentado flotando encima suyo.
-¡Oh, Diós Mío¡Un fantasma!- chilló dándo dos pasos para atrás, quedando contra una de las paredes.
-¿Me lo dice a mi¡ya se qué soy¿pero quien es usted¿viene a hablar con el Director?-preguntó el
fantasma con educación.
-Soy Danielle. ¿qué director¿qué es éste lugar¿no se supone que los fantasmas no existen?- habló
ella rápidamente. El fantasma la miró fijamente, repasando las preguntas hasta llegar a una conclusión.
-oh, señor...¡Es usted muggle¡Voy a avisar a Albus ahora mismo!- dijo con desesperación y mirándola con
desprecio. Se fue flotando.
-¡Mugre lo será usted, capullo! -gritó Danielle mientras el fantasma desaparecía a través de una pared.
Miró en silencio a su alrededor y se fue por las escaleras principales, mirando extrañada los cuadros
de aquellos hombres y mujeres con extrañas vestimentas que parecía que la observaban. Fue moviendose
por los corredores hasta llegar a la estatua de una gargola que en ese momento se movía para dar paso
a un anciano.
-Parece que no voy a tener que ir a buscarla, ya ha venido usted...-dijo él con una sonrisa divertida.-Será
mejor que pase si no quiere acabar de escandalizar al resto de habitantes de este castillo.- Hizó un ademán
con la mano y ella subió por las escaleras que acababan de aparecer detrás de la estatua.
Entró por una puerta y llegó a una sala completamente extraña. con objetos voladores y libros de magia.
Un sombrero viejo encima de la estantería estornudó pegándole un buen susto. El anciano soltó una risita
divertida ganandose una mirada de enfado de la chica.
-y bien...-empezó él sentado en una gran y cómoda butaca. Ella se sentó en otra.
-¿y bien que?- respondió ella.
-¿quién eres¿qué haces aquí¿de qué conoces éste lugar?-preguntó Albus con impaciencia.
-Soy Danielle. Recordaba la descripción de este castillo y se que es un buen recuerdo pero no recuerdo quién
me lo enseñó.
-¿No tiene usted apellido?
-Si lo tengo no lo recuerdo...-susurró ella con un leve halo de tristeza.
-¿No recuerdas nada que me ayude a saber porqué estás aquí, algún dato sobre ti, algún nombre...algo?
-Sé los nombres de mis padres aunque creo que no te van a servir de mucho...
-Prueve...
-Mis padres eran...o son, no lo se... Lucius y Narcisa.
-Malfoy- acabó Dumbledore sorprendido. Miró a la chica de pelo negro y ojos grises.- Tu no eres ella...ella está muerta...
ella era rubia...y no tenía los ojos de Lucius.
-Soy rubia y esto...son lentillas.-susurró mientras se las sacaba. Dumbledore sacó un palo de madera, lo agitó y una
cabellera cayó por su espalda brillando como el oro. La puerta del despacho se abrió y por ella entró
un hombre de pelo y ojos negros. Se miraron en estado de shock.
-yo te conozco...-siseó él.
-...Roger...-murmuró ella antes de caer desmayada.
