La fugitiva
No es que Lía no se sienta a gusto en brazos de Naja, que es un amante egoísta si le dejas el trabajo en las manos pero que, cuando se trata de ceder a una fuerza devastadora que lo aprieta contra las sábanas, es el compañero perfecto. No es eso, sino que no puede sacarse a esa fugitiva del costado a medio iluminar de su cerebro, en donde la oscuridad se acumula y distinguir las formas se hace difícil, a menos que corras hacia ellas, las aferres y les arranques la ropa poseída por el fuego que hierve en tu interior. Enseñarle quién eres, golpearla hasta que algunos de sus huesos cedan (tan quebradizos son los seres humanos, tan inferiores y dignos de rendirte pleitesía) junto con ese porte altivo que muestra siempre antes de lanzarte su cuchilla y escapar.
