Sexo

"Sueños Húmedos"

-

¿Quieres tener Sexo?

Di la vuelta y la encontré frente a mí, con su yukata abierta, dejando a la vista su perfecta figura blanca cubierta con una pequeña lencería negra, realmente sexy. Me mordí los labios y sentí calor, mucho calor. Mis mejillas se tornaron rojas hasta más no poder y a mi mente vinieron muchas imágenes no aptas, las cuales me ponían a un más rojo y nervioso de lo que estaba. Tú, con tus dieciocho años, ese excitante cuerpo, volviéndome loco.

Mis manos temblaron.

Eh… eh… ¿Qué dijiste Annita? – fingí no haber escuchado.

- Que si quieres tener sexo- su tono estaba lleno de lujuria.

Sus labios pegaron contra los míos, pero rápidamente me separé. No es que no me haya agradado, sólo que mi prometida nunca ha actuado de esa forma.

¿Será que este poseída? ¿Por una Playmate?

Niego con mi cabeza y me pongo mucho más nervioso, claro si eso es posible

N-no… no… lo sé – titubeo.

- ¿Cómo que no sabes? Ningún hombre se negaría a esta oferta, Yoh – sus manos rodean mi cuello y sus pechos… están tan cerca.

- Es… que… pues… yo… - mi mirada baja y se posa en su bien formado busto, no muy grande como para asfixiarme pero tan poco muy pequeño, solamente perfectos. Simplemente deseables.

- Lo sabia… - su mirada se ensombreció - … no te gusto… no te parezco sexy.

- ¡Eso no es cierto! – Grité - ¡Por supuesto que me pareces SEXY! – le afirmé.

- Entonces… ¿por qué no lo quieres hacer? ¿Es que acaso prefieres hacerlo con una de esas tantas chicas que te persiguen en la escuela? – sus rostro mostró un puchero de reproche.

- Por supuesto que no - le sonreí - Ninguna de ellas es tan perfecta como tú – besé su frente, como muestra de respeto hacía la mujer que amo.

- Si soy tan perfecta como dices, ¿Por qué no quieres hacerme el amor? – sentí como sus manos habían comenzado a acariciar mi bien formado pecho (tantos años te entrenamiento valen la pena presumir), hasta bajar a hacía mis boxers. Mi piel se erizó cuando metió su mano dentro de ellos y acarició a mi querido amigo.

- Espera Annita, ¿¡Qué haces!? - me alejé un poco y me tapé la nariz para evitar hemorragia.

- Tratandode excitarte ¿Qué más? – Su mirada baja y me mira detenidamente -Y veo que lo he logrado – de nuevo esa sonrisa lujuriosa y pervertida.

Se parece a esos programas pervertidos y llenos de sexo que ve Horo por las noches, no voy a negar que yo no los he visto (a veces) y tampoco voy a negar que he deseado estar con Anna de esa forma. Y ahora que tengo la gran oportunidad me estoy acobardando, es que ella es tan sensual que da nervios, y da miedo que de algún lugar saque un látigo y comience con su sadomasoquismo… ¡Oh por Kami! ¡Soy un idiota! ¿Por qué de resistirme? ¡Al diablo los nervios, ahora ya estuviéramos en nuestra séptima posición!

Le quito la yukata en un dos por tres, la despojo de su sostén y la recuesto en el futon, ella sonríe complacida. Siento sus rígidos pezones contra mi pecho, dan tantas ganas de morderlos y escuchar sus gritos. Comienzo a besarla, su rostro, sus fríos labios, su cuello, sus senos, su estrecha cintura. Y la escucho gemir. Lentamente la voy despojando de su última prenda, la lanzo y no me importa donde caiga. Abro sus piernas para darme paso y…

- ¡Yoh! – La escuchó gritar con excitación.

- ¡¡Yoh!! – esta vez sonó diferente, más bien como un reproche.

- ¡¡YOOH!! – ahora si no hay duda de que no lo está disfrutando, no soy un buen amante o ¿Qué?

- ¡¡YOOOH ASAKURA!! - grita de nuevo pero con enojo, yo… estoy confundido -¡¡Demonios Yoh!! ¡¡Despiértateeee!!! - ahora no sé de lo que habla, hasta que siento un balde de agua fría sobre mí.



- ¡Demonios, Yoh! ¿Qué, no escuchas? - la veo frente de mi, con el ceño fruncido, con ese corto y sexy vestido negro.

- Todo fue un sueño… - digo con tristeza y pongo cara de niño al que le acaban de quitar un dulce.

- ¿Qué tanto soñabas? Estabas muy rojo – se cruzó de brazos esperando respuesta.

- No creo que lo quieras saber –sonrío.

- ¡Ja! – Se da la vuelta - ¡Seguro estabas soñando con una de las tantas zorras que te siguen! - Dijo muy enfadada

- ¡Claro que no Anna! – la persigo.

- ¡Va! ¡No me importa!

- Claro que te importa, estás celosa – la reto.

- Por supuesto que ¡NO! – se voltea y sus mejillas están ligeramente rojas.

- ¡Celosa! – repito con una divertida sonrisa.

- ¡Cállate Asakura! – y como siempre, termino cacheteado y tirado en el suelo.


- ¡Que le cuesta admitir que está celosa! – sobo mi mejilla derecha donde tengo marcada la palma de su mano - Pega más fuerte que antes – lloriqueo ¿Por qué tiene que ser tan orgullosa? Admitir que está celosa no va hacer que el mundo llegue a su fin, además ¿cómo puede desconfiar de mí de esa manera? Esas chicas, bueno, admito que son bonitas, pero nadie es como ella, como Anna, ninguna de ellas es perfecta para mí.

Hundo todo mi cuerpo en las aguas termales - Que bien se siente - Tengo que aprovechar al máximo este momento de calma antes de que comience con la rutina diaria de entrenamiento, de la limpieza, de la comida, y como Manta no está en el país…- Tendré que hacerlo todo yo solito – lloro de nuevo - Qué le cuesta a la Señora de la casa dejar de ver un momento el televisor y ayudarme un poco… – reproché - ¡Y dice que lo soy el flojo! – Después de un no muy largo momento de relajación, salí de las aguas y me vestí dispuesto a entrenar.


- Bien… - escucho su voz de tras de mí – Regresa temprano para hacer la cena ¿entiendes?

- Si jefa - digo cansado.

Le doy una vuelta entera al parque, las pesas en mis muñecas y tobillos ya no las siento tan pesadas como antes. Me detengo unos minutos para saborear un helado – Que malo que no tengan sabor naranja…- me siento en una banca, me merezco un descanso, llevo una hora y media corriendo. Un grupo de chicas me saluda a lo lejos, me ven, y comienzan a cuchichear, me vuelven a ver y de nuevo cuchichean, y ríen ligeramente sonrojadas.

Amidamaru aparece a lado mío y sonríe.

– Tiene suerte con las mujeres, amo Yoh.

- Sí, sí – contesto, sin ganas. – Menos con una – me levando y Amida desaparece.

Que fastidio, tan cerca de ella, pero a la vez tan lejos. Recuerdos de mi sueño se recrean en mi mente, últimamente lo único con lo que he soñado es con eso: Anna haciéndome una propuesta indecorosa y yo, que soy un santo, no la acepto. Sonrío.

Llego a casa un poco agotado. No la veo en la sala junto con su inseparable televisor, tampoco en la cocina, ni en el patio. Subo y me detengo frente a su habitación –A puesto que está aquí leyendo un libro – pienso - ¿Qué querrá de cenar? – abro la puerta ligeramente y asomo mi cabeza. Para mi gran sorpresa, ella se encuentra en ropa interior, su cabello ligeramente húmedo y su piel brilla de limpia. - Acaba salir de la ducha - Como en una de esas películas, veo como lentamente se va quitando el sostén dejando al descubierto sus bellos pechos… ¡Oh por Kami-sama! - Ahora tendré que hacer una parada en el baño – pienso y no aparto mi mirada de ella. Se coloca otro sostén y encima un vestido blanco. Se da vuelta para salir de la habitación y salgo huyendo de ahí.

Y como había dicho, hice una escala en el baño.


- ¿Podemos pedir una pizza? - le pregunté. La verdad no tenía ganas de hacer la cena y que me la haga repetir veinte veces.

- No – dijo fríamente.

- ¿Por qué no? – hice un puchero.

- Porque no.

- ¡Por favor Annita! ¡Hace tiempo que no comemos pizza! – me hice el inocente.

- Esta bien – aceptó – Pero para mañana, quiero una cena decente ¿entiendes? – afirmé con la cabeza muy feliz y complacido.

Unos minutos después la pizza llegó, para mi mala suerte la trajeron a tiempo, si hubiera tardado un poco más, hasta que pasara la media hora, hubiera sido gratis…

Nos sentamos a cenar frente el televisor. Yo la veía mientras cenaba, no puede ser que hasta la forma en que muerde la pizza se me hace sensual. En un abrir y cerrar de ojos ya no quedaban ni migajas de la cena, no sé cómo puede comer tanto y no subir ni un kilo, que mujer no desearía tener su complexión y que hombre no desearía tenerla debajo de él.

- Iré a dormir – se levanta y sale.

- Igual yo – la sigo.

Cada uno entra a su habitación. Unos minutos después salimos ya con nuestras yukatas puestas, nos dirigimos al baño y cepillamos nuestros dientes, después de cinco minutos de un buen cepillado (como dice el dentista), nos despedimos.

- Buenas noches – la miró, me la como con la mirada.

- Buenas noches – contesta suavemente – Que duermas bien – estaba a punto de entrar a su habitación y la detengo.

- Espera – la tomo del brazo y la acerco a mi – Que sueñes con los angelitos – le susurro al oído y le doy un dulce beso en los labios. Nuestra relación es algo extraña, no hay duda de que la amo y de que ella a mí, de vez en cuando nos damos un beso, una acaricia, pero en lugar de que ella actué un poco más dulce conmigo, sigue igual de fría, de igual manera me fascina ver su expresión cada vez que la beso, es divertido.

Sonrío y nos separamos lentamente.

- Igualmente – responde con una leve sonrisa

- Eso es siempre – le contesto de la misma forma.

Cada uno entra a su habitación. Me meto a mi futon y cierro los ojos…

"-¿Quieres tener sexo con migo?-"

Y de nuevo mi sueño comienza…

Continúa.