Disclaimer: todo lo reconocible le pertenece a J. K. Rowling. Las letras de las canciones citadas les pertenecen a The Rolling Stones.
You can't always get what you want
I saw her today at the reception
a glass of wine in her hand
I knew she was gonna meet her connection,
at her feet was her foot-loose man.
You can't always get what you want,
You can't always get what you want,
You can't always get what you want,
but if you try sometimes,
you just might find you get what you need!
The Rolling Stones
La historia podría haber sucedido de cualquier otra manera, pero sucedió así. Yo debía aceptarlo y debía alegrarme por ellos. Les compré un regalo, no demasiado caro, no demasiado ostentoso. Alquilé una túnica de vestir. En otros tiempos, podría haber comprado la tienda de Madame Malkin si así lo hubiese querido. Pero renuncié. Renuncié a una vida de lujos que en realidad nunca compartí. Renuncié a defender los privilegios de una estirpe de sangre que no consideraba mía. Renuncié a sustentar un mundo que distinguía entre opresores y oprimidos. No iba a ser yo el que funcionara de verdugo.
Había huido de casa con tan sólo dieciséis años. Era la cena de nochebuena y había venido la familia entera. Y eso es mucho decir. Los niveles de rancidez que maneja la gente que comparte mi sangre son de altos para arriba. Los he visto desterrar, del asqueroso tapete del árbol familiar de mi madre, a Blacks por mucho menos que por lo mío. Ser un traidor era, para ellos, no apoyar su causa. Incluso los que pretendían mantenerse imparciales funcionaban, a sus ojos, como traidores.
Por supuesto, yo quería terminar con los privilegios de mi familia y de las otras que eran como la mía. Mentiría si dijera que todo empezó por ella, no fue así. Había empezado mucho antes, por algo el sombrero seleccionador me mandó a Gryffindor. Pero Lily había influido, claro que lo había hecho.
Conocer a Lily marcó la diferencia entre que algo me moleste y el querer destruirlo de raíz.
El mundo que mi familia promovía no aceptaba a las personas como Lily. Y yo no me imaginaba un mundo sin ella.
Todas las bodas tienen un ensayo. Sinceramente, no entiendo bien por qué. ¿Qué tan difícil debe ser casarse?
Como soy uno de los padrinos, tengo que acudir en tiempo y forma al estúpido simulacro. Me puse los mejores jeans que tenía, los que, irónicamente, eran de Remus. Nos habíamos mudado juntos cuando James anunció su compromiso. Los Potter habían sabido recibirme cuando me fui de casa y les iba a estar eternamente agradecido por ello. A James, por su parte, ansioso e impaciente como siempre, se le ocurrió que lo ideal era casarse con Lily ni bien concluyeran sus estudios en Hogwarts. Y, quiero decir, esto es literal. Nos graduamos de Hogwarts hace cuatro días.
A veces, siento que tengo problemas para encajar en la sociedad, adaptarme y entender el sistema en el que viven. Después, miro a mi amigo Remus. Él sí que la tiene peor que yo. Por eso, como dúo de marginados, nos alquilamos un mini-ambiente, porque la verdad, he visto jaulas más grandes que ese lugar. Yo, muy emocionado, le había propuesto a Remus vivir como animales salvajes pero él, siempre el más recto del grupo, quería vivir como un hombre civilizado.
Remus es licántropo, no estúpido. Remus sabe lo que siento por Lily. Afortunadamente para mí, Lunático tiene la maravillosa capacidad de no juzgar a los demás ni hacerlos sentir incómodos. Remus sería la última persona en el mundo en levantar un dedo acusador. Como compañero de vivienda es espectacular: es aficionado al orden y la limpieza y yo soy una mugre y un desparramo.
Dos días después, llega la boda de verdad. No noté la diferencia hasta que no vi el salón repleto de gente unas horas más tarde. Lily es muy querida y todo el mundo quiso asistir a su casamiento. James... bueno, James es un caso complicado. Me resulta gracioso que yo tenga peor fama que él cuando, en realidad, los dos tenemos reservadas parcelas contiguas en el infierno. Qué más daba, había que vivir en vida.
Volví a ponerme la túnica alquilada y Remus le tiró algunos hechizos para que dejara de ser tan horrenda. No sabía qué demonios hacer con mi cabello. En ese momento, lo tenía largo por el mentón, ondulado y castaño. Lupin me sugirió una cola de caballo y terminé aceptando porque se nos estaba haciendo tarde. Claro que, como padrinos, teníamos que llegar dos horas antes que el común de los mortales. ¿Ya dije lo estúpidas que me resultan las bodas?
Llegamos. Incluso antes que el novio. Miré a Lupin con cara de tener pocas pulgas y él se encogió de hombros. Remus era el bueno del grupo, eso quiere decir que mientras él se fue a ayudar con la decoración y otras cosas de boda, yo fui a pasearme por ahí esperando que se haga la hora de que pase algo y, ya que estaba, termine todo y pueda volver a dormir en mi cama y levantarme mañana como si nada hubiese pasado.
Pero no.
Mañana, Lily Evans ya no sería Evans. Mañana, Lily Evans sería Potter.
Y, como si fuera poco, al ser su padrino de bodas, yo estaba contribuyendo a su sagrada unión en matrimonio.
Mi posición me resultaba, sinceramente, lamentable. No sólo mi mejor amigo se casaba con la chica de mis sueños, es decir, la única persona que había logrado enamorarme en toda mi vida, sino que yo debía estar ahí, plantando cara y sonrisa falsa para que la unión tuviera validez. Me cago en el que sea que diagrame los destinos.
Empecé a vagar por el lugar hasta que encontré un pasillo. Como mi querido Remus me había sacado a patadas de nuestro mini-ambiente, no había alcanzado a ir al baño como es debido. Pasillo largo con puertas es sinónimo de baños.
Pero, Godric me libre, lo que había detrás de la primera puerta no era un baño.
- ¡Black! ¡¿Pero qué te creés que hacés?! ¡Andate! ¡¿No sabés que da mala suerte?! ¡Sirius!
Sí. Ahí estaba, la futura señora de Potter, con el vestido a medio poner y el cierre sin subir. La imagen me hizo sonreír y, de todas las sonrisas que tuve ese día, esa fue la única sincera. Su espalda, blanca como el mármol, su melena semirecogida, con los mechones enmarcándole los hombros. La luz que entraba por la ventana, empeñada en formar en mí una imagen inolvidable. Y le dije la verdad, le dije lo que pensaba sin tapujos. Ser un hijo de Godric era ser valiente hasta en los momentos en los que hubiésemos preferido no tener que serlo.
- Evans, no es para que te hagas ilusiones, que no estás de suerte, pero realmente estás muy hermosa. El detalle del vestido color hueso es... sincero. Muy vos, Evans.
Cerró la boca, que parecía tener abierta para seguir gritando, y me miró a los ojos. Se había doblado sobre su vientre para resguardarse de su estado a medio-vestir. La intensidad de esos ojos verdes esmeralda, en ese vestido tan bello, delicado y elegante -como ella- me hizo sentir que el tiempo se detenía. Di un paso en su dirección y la confusión se reflejó en sus ojos. Reí, porque otra cosa no podía hacer, porque prefería olvidar que ese era el peor día de mi vida y elegía quedarme con ese momento, tan íntimo, que estaba ayudándola a preparar. Para otro. Para mi mejor amigo, más específicamente.
Me paré enfrente de ella y, con un movimiento de la muñeca, le indiqué que girara. Evans movió sus ojos recorriendo los míos, como si así pudiera detectar algún tipo de mala intención en ellos. Levanté las manos en alto, en son de paz, y la miré con mi cuerpo tirado hacia atrás. Lentamente, ella se fue enderezando y giró hasta dejar su espalda descubierta al alcance de mis manos. Con toda la delicadeza de la que fui capaz, estiré ambos lados del vestido y después, con mucha más lentitud de la necesaria, le subí la cremallera que conectaba esos dos polos. En mi interior, una voz me dijo que eso harían hoy James y Lily. Fusionarse, mediante una cremallera, como dos partes de un mismo vestido.
Evans no dijo nada. Seguí con la vista el lugar al que apuntaban sus ojos. Era un espejo de tamaño colosal. En su superficie, casi alcanzaba a reflejar toda la habitación. Al entrar, la visión de Lily había acaparado todas mis atenciones e ignoré por completo a esa bestia espejuna.
Ella estaba mirando su propio reflejo. El mío sobresalía por detrás: yo le sacaba una cabeza de altura y también era bastante más corpulento que ella, que era bastante enjuta.
Yo ya iba a ir al infierno. Lo sabía Remus, lo sabía mi madre y hasta lo sabía mi reflejo. Así que, qué más daba.
Apoyé mis manos en sus hombros y comencé a deslizarlas hasta sus codos, frotándolos con suavidad. Nadie hubiera dicho que ese gesto era desubicado con una mujer a horas de su casamiento. A nadie le hubiese parecido raro que alguien acudiera a tranquilizar a la novia.
Pero, para Lily y para mí, sí lo era. Pude sentir cómo temblaba con el roce de mis manos.
- Realmente hermosa, Evans. -le dije, mirándola a su reflejo. Me incliné un poco para susurrarle al oído-: no sé desde cuándo sos una mujer supersticiosa, pero sólo da mala suerte si te ve el novio.
Y, frente a ese espejo, le regalé a Lily la que sería mi primera sonrisa falsa del día.
Me encanta salir de fiesta. Desde que tengo catorce años, lo hago al menos una vez por semana. Me encanta enborracharme, me encanta bailar y ladrar -es decir, cantar como un perro- hasta que salga el sol. Me encanta irme a dormir tambaléandome. Me encanta tomar alcohol con una mano y fumar con la otra, como los galanes de esas viejas películas muggles.
Amo salir de fiesta. El problema lo tenía con esa fiesta en particular. Tenía todo lo que tienen las demás: alcohol, música, mujeres, amigos, comida. Todo lo que pudiera comer, todo lo que pudiera tomar, todo lo que pudiera bailar en el plazo de una noche.
De nada me servía. En ese momento, hubiese aceptado no volver a salir de fiesta en la vida si eso implicaba que Evans no se casara con James.
Pero, por supuesto, a esas alturas ya lucían anillos hermanos. Eran como las cinco de la mañana y en la pista de baile ya sólo quedaba la resaca. Yo bufé, hastiado, esperando que de una vez por todas se terminase esa tortura.
Y, de pronto, la vi. Tenía la espalda recostada contra una pared y un vaso de vino deslizándose en una de sus manos. Parecía estar tan cansada de todo eso como yo. La miré desde mi silla un buen rato. Sabía que en algún momento íbamos a hacer contacto visual.
Me ve. Dejo mi vaso en la mesa y juego, con mis brazos, a bailar con una mujer de aire. Ella parece aceptar y se dirige hasta mí.
Me incorporo y me acerco hasta ella. La mayoría de los invitados están patéticamente dormidos en sus sillas. El resto, está entregado a la comida cual cerdos. No sé bien qué factores convergen en esto pero lo cierto es que los únicos que estamos en la pista en ese momento somos nosotros.
Veo a otra túnica alquilada de la tienda de Madame Malkin dirigirse hacia el musicalizador y decirle algo en voz baja. Lupin tenía el sentido de justicia más grande que cualquiera pudiera imaginar. En este caso, ser justo significaba para Remus apoyarnos a los dos por igual, a James y a mí. El hecho de que Evans se estuviera casando con James no hizo desistir a Lunático de lo que creía que era justo.
Nos acercamos al centro de la pista y empezó a sonar música lenta. Lily apuró la copa, que aun tenía en la mano, y la abandonó en una mesa cercana. Con ese ritmo tan calmo, los pocos invitados que quedaban despiertos terminaron por unirse a los otros y hacer el ridículo en sus sillas.
Le rodeé la cintura con uno de mis brazos y empezamos a bailar el vals. Un, dos, tres. Un, dos, tres. Un, dos, tres... las lecciones pagadas por mi mortífaga familia finalmente servían para algo. Porque, claro, adoro salir de fiesta, pero literalmente ni borracho bailo un vals. Esa noche lo hice, por Lily.
- Bailás bien, Black, quién lo hubiera dicho. Vos que sos tan... desaliñado.
- Evans, Evans, Evans. ¿Algún día dejarás de ser una prejuiciosa? Me temo que no.
Frunce los labios ante mi comentario y noto que tiene todo el maquillaje corrido. Un, dos, tres. No me corrige por haberla llamado "Evans", no me pide que la llame "Potter". Un, dos, tres.
- ¿Cómo pasaste la velada? ¿Te hiciste alguna nueva amiga?
Río ante su comentario. Mi corazón idiota quiere interpretar que se pone celosa, de mí, como si eso fuera a pasar.
- No, Evans, gracias por preguntar. He tomado todo el alcohol que se me ha cruzado por el camino y acá me ves, íntegro, de una pieza, aun con ánimos para bailar un vals a las tantas horas de la madrugada.
- No me lo recuerdes - dice, mientras sonríe - que me hacés acordar de que tengo mucho sueño - mira a los dormidos en sus sillas y añade - quién pudiera ser ellos.
Subo la mano que le rodeaba la cintura y la atraigo hacia mí. Entiende lo que le quise decir porque recuesta su cabeza en uno de mis hombros. La veo cerrar los ojos y seguir con el movimiento rítmico de los pies. Un, dos, tres.
- ¿Sabés algo, Evans? Estar sin maquillaje te sienta mejor, ya lo decía yo.
- ¿Será verdad? Si lo dice el padrino - bosteza -, supongo que sí.
Un, dos, tres.
- ¿Sirius?
- ¿Si?
- Me gusta el pendiente en tu oreja. ¿Es nuevo?
Suspiro.
- No, es que nunca te acercaste lo suficiente para verlo. Y, por cierto, no tenías que devolver el cumplido, con aceptarlo alcanzaba.
- No -bosteza-, no lo dije por eso. En realidad es lindo.
Su voz iba perdiendo intensidad pero ella no detenía el movimiento de sus pies. Habremos bailado cuatro o cinco piezas. Durante la última, el sol ya empezaba a salir por el horizonte.
Siento que Lily se despega bruscamente de mí y se encienden mis reflejos caninos. La veo enfrente mío con cara de no entender nada, como yo. Bajo la vista y tengo una visión aun más patética que la de los invitados durmiendo en sus sillas.
James, completamente borracho, acababa de salir de abajo de una mesa y estaba ahora sentado a los pies de... su esposa.
Le dijo algo en Godric sabe qué lengua y Lily, después de disculparse conmigo, me preguntó si podía ayudarla a llevar a James al camerino del novio. Cómo no, le digo, y nos pusimos en marcha.
Esa fue la noche en la que la única mujer que logró enamorarme en mi vida se casó con mi mejor amigo. No siempre podés obtener lo que querés. A veces, con un poco de suerte, podés obtener lo que necesitás.
Iré al infierno, sin ninguna duda. Pero, ¿quién me quita lo bailado?
