- ¿Le haz dicho que la amas?
Sintió la suavidad del humo rozarle la boca. Tan suave, tan deseable, tan... necesitado. Deseó por un momento que fuera su persona la que sintiera ese pequeño tacto en las mejillas propias, ignorando por completo su estupefacción ante la pregunta.
- Jah, ¿la amo? - la ironía en su gesto pareció hacerle dudar por un momento. ¿La amaba? - No sé que siento -exclamó en un arranque de frustración- ni si quiera sé si estoy feliz, contento, deprimido... yo que sé... no tengo una respuesta a su pregunta -caló con ganas el cigarro y lo soltó entremezclando el suspiro que necesitaba su alma- y aún si la tuviera- prosiguió- no sé si quiero contestarla.
- ¿Entonces que harás? -inquirió con ansia.
-...- Perdió la vista en algún punto del espejo. Sopesó las ideas y barajó sus palabras y, de golpe, contrastando con la suavidad en que la bajó, alzó su mirada hasta enfrentarse con la otra- ¿qué harías tú?
Se quedó sin palabras, nervioso. El aliento pareció faltarle por unos segundos. Aspiró hondo y le miró con sinceridad en los ojos- bueno, no lo sé.
- Correcto... -expresó. El ánimo parecía diluirse junto con el volumen de sus palabras- no lo sé.
- Haz pensado mucho en ello, ¿no?- no le encaró visualmente, había abandonado su mirada en algún punto de la nada.
Lo pensó, alzó su mirada fijándola severamente- Como todas y cada una de las malditas noches- arrastró las palabras con dureza-, no puedo dejar de hacerlo, me carcome el alma no encontrar una respuesta a ese mismo y jodido problema, la odio y la detesto, y sin embargo no puedo evitar no reprocharle nada en especial...
Ambas miradas no dejaron de observarse, analizándose la una a la otra. Una sonrisa misteriosa se cruzó por su amarga boca, al parecer esa noche no distaría de todas las anteriores. De un trago se terminó el vaso con frío vodka.
Esa noche tampoco encontraría respuesta alguna en su plática consigo mismo a través del espejo.
