Fligia del vento
Capítulo Uno: Legame di sangue
"Como sol de amanecer hay que nacer partiendo del ayer"
(Presuntos Implicados, Cada Historia)
Para silencemessiah, por corregir mis desvaríos
Para lore, por apoyarme y recalcarme que no merezco estar reclusa en san camilo
Para Andrés, por algún día tener la idea de mostrarme un anime de nombre Saint seiya
A si…y a Bill Gates por ocurrírsele hacer aquella maravilla moderna de nombre Internet
El frió de abril aún se sentía en el aire, aunque los reportes meteorológicos informaban de que el calor de primavera llegaría en una semana o dos.
La catedral de Saint Paúl estaba repleta de gente, e incluso había unos cuantos reporteros: cubrían la noticia que ocuparía la columna de sucesos la próxima semana, como mínimo.
El sacerdote que precedía la ceremonia leía monótonamente su Biblia oscura y, soporíferamente, concluía la misa con unas palabras aprendidas de memoria. Cuando la ceremonia terminó dejaron el ataúd en el centro, ya que el resto de misas de ese día sería en su honor. La familia del difunto tomó su limusina, dispuestos a volver a su casa y comer algo.
Ella se sentó cerca de la ventana para ver lo que sucedía fuera. Vestía un pantalón de tela muy fina y negra junto con una chaqueta también oscura; su cabello presentaba un aspecto desordenado y sus ojos estaban enarcados por unas ojeras. Por su mente circulaban varias dudas:
¿Por qué había muerto?... ¿Por qué?... ¿Porqué? Su madre lloraba en silencio a diferencia de su abuela, quien lo hacía de forma ruidosa y desencajada. Su padre no había podido asistir, ya que estaba en Francia por asuntos de negocios.
El chofer paro la limusina y les aviso que habían llegado. La muchacha se bajó y observó su casa, una mansión de estilo victoriano. Atravesó la distancia que la separaba de la puerta y fue en silencio hacia su habitación. Llenó la tina de su baño con agua caliente y se metió el agua: para ella tenía capacidades relajantes y reconfortantes, y eso era lo que necesitaba en aquellos momentos. Llevaría dos horas en la bañera cuando su madre tocó la puerta.
Querida, necesitamos que bajes, el señor John va a leer el testamento: tienes que estar presente- dijo, mientras Gèneve se hundía más en la bañera.
Qué extraño le parecía… Su abuelo no llevaba una semana muerto y ya iban a repartir sus bienes. Pero el deber era el deber, así que salió de la ducha y peinó su cabellera, arregló el flequillo y salió en dirección al estudio, donde se sentó en una silla que habían dispuesto alrededor del escritorio.
El abogado se sentó y sacó un sobre, aclaró su garganta y prosiguió a leer el testamento.
A mi familia:
Se que la parca se acerca, la veo en cada esquina y noto que me sonríe, me invita alcanzar su mano. Pero yo esperaré hasta que la maldita tenga que venir por mi, hasta que realmente sea mi ultimo aliento. Sé que moriré pronto y por medio de esta carta repartiré los pocos bienes materiales que dios y la reina me han dado:
Anne:
Los días de mi vida que he pasado a tu lado han sido los mejores, espero que haya correspondido al amor de una dama que está más cercana de los dioses que de los hombres. A ti te dejo mi colección de pinturas, mi ropa y mi casa campestre, además del 75 del dinero de mi cuenta bancaria
Janeth:
Con tu dulzura y tu alegría has colmado mi corazón: para ti esta casa y el restaurante, mis medallas. Y el otro 25 de mi cuenta
Y finalmente a ti, mí querida Genève1:
Te dejo mi titulo, desde ahora ya no serás solo Genève, sino lady Genève. Espero que lo aceptes, mi dulzura
Atte:
Eduard
Genève pego un brinco. Su madre se tapo las manos para contener el grito y su abuela había parado de llorar. La muchacha le quitó el testamento al abogado y leyó. Efectivamente, su abuelo la había nombrado lady. El abogado volvió a carraspear y sacó una carta de su bolsillo.
Hace poco-dio subiendo un poco su tono de voz- Lord Eduard me confió esta carta y, aunque no es parte del testamente, la leeré:
Genève:
Esto no es parte del testamento, no esta obligada a hacelo: tan solo es la última voluntad de este pobre anciano: quiero que vayas al santuario de Atenea, en Grecia, y te encomiendes al santo que esté en control de la armadura de Escorpio. El último que yo conociese era una mujer que respondía al nombre de Novohara.
Te quiere:
Eduard
Era la hora de la cena y un silencio fantasmal invadía la mesa. Nadie hablaba a menos que fuese estrictamente necesario. Fue su madre Janeth la que rompió el silencio:
- No vas a ir… ¿O si?- dijo con falsa trivialidad mientras le daba una cucharada a su sopa. Fuera como fuese, la alusión logró despertarla de su letargo.
- ¿Eh? - parpadeó un momento y fijó su mirada en ella, recordando sombría - a sí, al santuario. No lo sé, ni siquiera sé lo que hacen allí- Contesto Genève.
Su madre asintió y siguió comiendo, pero ella no: aquella pregunta había vuelto a resurgir sus dudas. ¿Por qué su abuelo quería que fuera a Atenas? Se paró, no sin antes excusarse por no haber comido.
Se dirigió pesadamente hacia su cuarto y se dejó caer en la cama.
El santuario.
Aquellas dos palabras no dejaban de darle vueltas y más vueltas en la cabeza. Agarró el control de su mesa de noche y prendió el equipo de sonido, empezó a sonar una canción que le resulto vagamente familiar. Tenía un versillo que apenas se sabia: "no mas ni hablar no vas a verme llorar jamás" su garganta empezó a cantar como una gárgola y lo repaso todo:
Su abuelo se llamaba Eduard Haskell, físicamente se podría describir como un anciano de 83 años pero con el vigor de un joven de 16. Tenía una barba rala, blanca como la nieve, de ojos azules y unos escasos cabellos plateados.
Era un hombre candido, de esos que no importa si los conoces poco, pues en 5 minutos ya te inspira la confianza de alguien que conoces toda la vida.
Era una "mente brillante" en todo el sentido de la palabra, como le decía Genève en tono sarcástico para elogiarlo por su conocimiento y molestarlo por su calvicie, y era verdad: era historiador, con doctorado en culturas mesopotámicas. Había descubierto una antigua tradición, en la cual se recordaba el amor de los dioses haciendo una orgía de varios días entre los sacerdotes de los dioses principales y por eso le habían dado el titulo de lord ingles, por eso en sociedad era Sir Eduard Haskell. Tenía una relación envidiable con su nieta y trabajaba en el royal Museum, en la sección griega. Su nieta, como muchos sabían, era su vivo reflejo. El interés por conocer todo, la vivacidad, el amor por las ciencias sociales y el odio por la matemática. Desde que aprendió a hablar le hizo estudiar desde griego a latín, y muchos decían, a la edad de 10 años perfectamente podría competir en debates filosóficos con cualquiera sin problemas. Era la luz de sus ojos.
Según el doctor había sido su corazón lo que lo había matado un infarto. Sus ojos se colmaron de lágrimas recordando a su abuelo.
- Oh, dioses… Abuelo, abue- dijo con un triste tomo de amargura, mientras alcanzaba una foto-por que te fuiste tan pronto dime, ¿Por qué demonios te fuiste y ni siquiera me dijiste que hacían en el santuario? – dijo, mientras se quedaba dormida.
Al día siguiente se levantó con una expresión mucho mejor. Se peinó, se colocó su ropa y fue hacia el escritorio de su abuelo. Necesitaba buscar algunas cosas, pero en ese momento entro su abuela, una mujer canosa y un tanto regordeta y dulce, que se sentó en una silla.
- Querida - dijo ella con un tono de molestia en la voz-te voy a pedir un favor un tanto extraño.
A ella le pareció un poco raro que su abuela le pidiese ese tipo de favores, pero la curiosidad la mataba.
- Dime- contestó.
- Quiero que me des el titulo de lady a mi.
Géneve abrió los ojos, chocada por la petición.
– ¿El título?... ¿Por qué?- Dijo casi automáticamente.
- Verás-dijo- al tener tú el titulo de lady, la gente pensará que tu abuelo no me lo dio a mi porque había problemas entre nosotros y podrían incluso a pensar que te lo dio porque entre tu y el existía algo mas que un simple afecto paternal.
La cara de Genève se puso roja pasando por los verde y morados. Se hincho de ira su abuelo. ¡Como es que su propia abuela se atrevía a decir eso!.. ¡Qué ella era una incestuosa y su abuelo un pedofilio peor que el de lolita! Sus labios curvaron una sonrisa sarcástica
- ohh, sí, y diré en la fiesta que mi abuelo tenia mucha resistencia a pesar de su edad, cuanta gente me creerá- dijo.
Su abuela dio un salto
- ¡Te impresionaría saber cuanta gente lo pensará así!
- ¿sabes qué?- dijo la joven en un arrebato de ira- nadie sabrá que soy lady -una expresión de jubilo se dibujo en el rostro de su abuela- pero no por que te lo daré, me voy al santuario- salio de la habitación un tanto alegre un tanto decepcionada. No sin antes coger lo que buscaba una foto donde aparecían 5 personas y su abuelo
Cuando observo bien la foto, se sorprendió: aparecían varias personas con su abuelo al darle una vuelta a la foto leyó el nombre de las personas: de derecha a izquierda, hartun de taurus, Shion de Aries, navohara de Escorpio, Dohko de libra, aioros de sagitario y yo. Le llamaron la atención los otros cuatro, pues nunca los había oído mencionar y vestían unas armaduras hechas de algo tan brillante como el oro.
Pero pese a todo el porte que destilaban, le llamaron la atención principalmente las mujeres: Hartún2 y Navohara usaban unas mascaras que no dejaban ver sus rostros. Navohara era una pelirroja bastante baja que a simple vista no parecía superar los 18 y, si no hubiese sido por la mascara, Genève hubiese podido pensar que sonreía abiertamente.
Lo reportes de meteorología no dijeron mentiras y el calor de la primavera la obligó a usar ropa mas holgada. Tenía varias maletas y su madre, cuando se entero de que si era mujer debía estar con el rostro cubierto, le compró una "linda" burka3 morada.
En el aeropuerto dieron la orden de despegue al avión Londres-Atenas sin escala. Ella observó como su amada Londres se veía cada vez más lejos
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Camus volvía junto con Maud4 y Mu de su entrenamiento. En esta ocasión, su hermosa alumna había estaba muy cerca de convertirse en aire.
Maud estaba adolorida y solo quería bañarse y dormir un rato. Todo estaba en silencio, nadie hablaba hasta que Camus rompió la quietud con su voz atemporal.
- Maud, tengo que pedir un favor- dijo con un deje casi imperceptible de molestia. Maud asistió. –verás -prosiguió- va a llegar hoy una nueva aprendiz - a las miradas extrañadas de Maud, Camus carraspeo- su maestro va a ser milo de Escorpio ¿harías el favor de ir a recibirla?- maud volvió a asentir.
- Por supuesto Maestro.
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-SUELTAME, CERDO!- grito Genève-QUIEN TE CREES QUE ERES, MI PADRE?
Había llegado al santuario. El hombre se había identificado como un caballero de plata, claro eso ella ni sabia que era ni le importaba mucho. El sujeto le había dicho que apurara el paso, cuando ella empezó a sentir los efectos de la desgraciada burka. Cuando Gèneve le había dicho que se sentía mareada, el imbécil la había cogido de la muñeca (bastante fuerte para completar) y prácticamente la había arrastrado unos 100 metros. El sujeto la soltó con profunda ira y se quedó mirándola directamente hacia la rejilla de la burka. Sorpresivamente, puso sus manos en el cuello de ella y la empezó a ahogar –mira estúpida y pequeña malcriada, con este puño puedo dejarte en el infierno en menos de lo que canta un gallo. ¿Y qué me creo? Un caballero de mucha mayor categoría de lo que tú podrías aspirar- Genève se estaba muriendo literalmente, pero su instinto del sarcasmo pudo más que ella.
- Sí soy una pequeña malcriada y no aspiro a ser como tú ni a los talones. Pero soy una pequeña y malcriada lady inglesa- Palabras mágicas. El sujeto dejo de ejercer presión.
Ella cayo al suelo de rodillas tosiendo y tomando bocanadas para recuperar el oxigeno.
- mira enana, si tan lady y de mucho abolengo te crees, arréglatelas sola- dijo el hombre mientras desaparecía. En su desesperación por tomar oxigeno, Genève ni siquiera le reprochó.
Cuando su cerebro ya estaba en utilidad de sus funciones (unos 5 minutos después) se dió cuenta de su soledad.
- Diablos, ¿que hago? estoy en la mitad de la nada con 4 maletas tamaño king size y una burka asesina, ¿Con que valor usarán esta mierda las musulmanas?- dijo resignada mientras se acariciaba la frente.
Agarro dos maletas con las mano y se paró, pero la burka, a falta de costumbre, la dejo mareada. Genève caminaba derecho pero parecía borracha, ni siquiera sabia si seguía caminando en línea recto. Divisó tierra, vio una especie de panteón griego. En las escaleras había una chica sentada con un porte de aburrida a morir. Cuando la joven de cabellos oscuros y lacios se dio cuenta de su presencia, saltó y fue hacia donde estaba, dispuesta a ayudarla con las maletas.
Apenas llegó, Genève se dio cuenta de que, al igual que las dos mujeres de la foto de su abuelo, aquella joven también usaba máscara, un trozo de metal de aspecto triste, que le daba un aire a muñeca de plástico.
- Gracias-dijo Gèneve suspirando de alegría, mientras la muchacha cogiía las dos maletas mas grandes.
- Hola-dijo la chica suavemente, como melancólica y amable - Maud Asckleth, amazona de plata de Gliese, y discípula de Camus de acuario, encantada- dijo mientras subía unos escalones del templo. Geneve sonrió.
- ¿Asckleth? ¿De donde eres?- la chica hizo como si le doliera, pero contesto:
- Finlandesa, nacida en Kiev pero criada en Helsinki. Y tu eres…- dijo preguntándole con evidente curiosidad.
Gèneve puso su mano en la nuca y recordó las palabras de su abuelo (cuando te encuentres con tu enemigo, tienes que ser tu la que pregunte su nombre primero, para que tengas tiempo de matarlo). Extraño sentido del humor el de su querido abuelo.
- Lady Gèneve Bidderford, filosofa no licenciada y encomendada a una tal Navohara de Escorpión- Maud dejó las maletas a la entrada del primer templo.
-¿Bidderford? ¿De dónde eres?- Genève sonrió: Siempre se paga con la misma moneda.
- Inglesa, nacida en Oxford pero criada en Londres-. Maud arrincono las maletas cerca de una columna, dándole a entender a Gèneve que hiciera lo mismo.
- Entonces, bienvenida Lady Gèneve Biddefort – Dijo sin muhca inflexión en la voz, helando el aire de suave amabilidad flemática.- Lo primero es hacerte una máscara – añadió Maud mientras caminaba dentro del templo, en dirección a una habitación.
- WAIT! Are you kiding me?-dijo Gèneve sin darse cuenta que la chica podía no entender inglés - ¿Una mascara?-Maud sonrió, se notaba que Gèneve no tenia ni idea de lo que sucedía
- Sí, una mascara-dijo con evidente condescendencia y diversión- es para evitar que los hombres te vean- acabó con diplomacia. Géneve casi gritó: una mascara, ¡Esconder su rostro detrás de una mascara!.
- Bueno ¿Y si un hombre te ve?- pregunto buscando alguna salida a su problema. La joven Maud giró el rostro para mirarla y, al hablar, su voz sonó musitada y reseca.
- O lo matas… o lo amas.
Gèneve se sintió desfallecer: no había salida, le tocaba usar la bendita mascara.
- ¿Es ella la chica nueva Gliese?-dijo un hombre con una armadura igual a la que había visto en el hombre de la foto.
- shion de aries…- dijo Gèneve en un susurro, casi con sorpresa, casi con admiración. Pero no podía ser: aquel hombre era muy distinto al Guerrero alto y pálido de la foto.
- No, siento decepcionarte pero Shion era mi maestro; ahora el es patriarca. Mi nombre es Mu, Mu de Aries: encantado de conocerla señorita - dijo el lemuriano mientras rebuscaba entre sus herramientas
Por alguna razón, Mu le parecia un tanto fraternal, como su abuelo
- Gèneve Bidderford, mucho gusto- dijo algo nerviosa.
- Quitate la burka- dijo Mu con un tono autoritario
Genève obedeció casi de inmediato y realmente aliviada. Cuando se despojó de la burka dejo al descubierto su cara.
Mu parpadeo, no era una chica fea para nada. Tenía el cabello rojo como la sangre hasta media nalga, bastante liso y con una especia de flequillo que tapada su ojo derecho. Loas facciones de su cara eran finas, como las de una colegiala, donde hubieran concordado más una camisa de framela blanca, y una falda tablas, que los jeans ajustados y la blusa ceñida. Mu suspiró internamente: él era el que hacía las máscaras, el ejecutador que sentenciaba cada rostro hermoso al ostracismo. Recordaba las facciones de Maud, lo hermosa que le había parecido y ahora aquella muchachita, Genève Biddeford, con su expresión risueña y su belleza fresca.
Sus ojos eran lo que más le llamaba la atención: no eran grises y tristes, como los de Maud, verdes sabios comos los suyos o azules y fríos como los de Camus, no; amatista. Color de alma pasional: los dos iris amatista puro, como si a alguien se le hubiese ocurrido derretir el contenido de aquella piedra y verterla sobre sus ojos.
- Tienes unos ojos hermosos Gèneve- dijo el dorado mientras organizaba la masa para moldear su cara. El resultado fue sorprendente: las mejillas de Gèneve se pusieron el color de su pelo
- gracias… -musitó sonriendo
-ahora cierra los ojos y no los abras- dijo mu mientras agarraba su brazo para impedir que escapara.
Cuando mu puso la arcilla para moldear la cara, Géneve casi vomita. Quería quitarse pero mu la superaba en fuerza y de por mucho, sintió los dedos del caballero pasar por su cara para moldearla. Cuando quitó la endemoniada arcilla, Maud la cogió del codo y la acercó a un pequeño grifo para que pudiera lavarse la cara y, así, alejarse del pestilente olor de la cara. Cuando Gèneve sintió que podía mover su cara
- disculpa mu…-dijo con un tanto de pena en la voz.
- dime-dijo mu mientras daba unos cuantos martillazos
- ¿Conociste a mi abuelo? se llamaba Eduard Haskell-dijo mientras se sentaba la cara con el ante brazo.
La expresión del lemuriano se ensombreció súbitamente
-no, nunca que yo recuerde- dijo mientras le pasaba una mascara de hierro
Genève se sorprendió por la habilidad del lemuriano para hacer mascaras, la famosa mascara era una exacta representación de su rostro pero de hierro y con una sonrisa, que dependiendo de la posición de la mascara podía llegar a ser desafiante, coqueta o inocente.
- ¿A qué casa vas?- pregunto Maud cuando salían de la casa de Aries ya que este no las había podido teletransportar.
- Con una tal Navohara de Escorpio. Dijo Gèneve mientras se miraba en un espejo que tenia a la mano. Soltó un suspiro: la mascara la molestaba y no la dejaba ver bien.
Había subido unas 8 casas y llegaron a escorpión.
Maud entró lentamente en ella al no haber recibido ningún pase a su llamada cósmica. Lo hizo con sigilo y cuidado, mirando atentamente cada porción de templo.
Al final y luego de atestiguar que el caballero dorado no estaba, la joven salió al porche y se sentó en las escaleras.
- ¿sabes? creo que no ha llegado. Siéntate y te explico mejor los preceptos del Santuario-dijo la amazona mientras se sentaba en unos escalones, geneve siguió su ejemplo.
Unos 15 minutos después.
- Veamos si lo he entendido: haber, hay una diosa, Atenea, nuestra mision es protegerla, y dar la vida por ella..¿verdad?-dijo Gèneve haciendo capitulación de lo que le había dicho maud, ésta asintió.
- ¿me crees?- dijo maud sorprendida ya que de por si era una idea extravagante.
-no, realmente, me tienes que entender: fue criada en la idea de que Atenea era un mito- dijo poniendo mucho sarcasmo
- ¿entonces?- dijo maud con voz átona.
- ¿entonces que?- contesto Gèneve poniendo las manos detrás de su nuca y recostándose en los escalones
- ¿te vas no?-dijo maud aguzando la vista ya que había visto unas tres casas mas abajo, unos resplandores dorados
-no-dijo Gèneve junto con un bostezo
-bueno, no te puedo culpar… - Replicó suavemente. Aunque luego, abriendo los ojos y alzando las cejas, rectificó:- ¿que no te vas?
- creo que eso dije- contesto Gèneve mientras se volvía a sentar y ponía la vista fija en los puntos dorados que se acercaban
-espera, no crees en la historia de atenea pero no te piensas ir, ¿por qué?-dijo maud, ya que si ella no creía no tenia un mejor motivo para quedarse
-mi abuela se peleó conmigo antes de llegar aquí y si ella no me manda una carta de disculpas se puede pudrir esperándome de vuelta- agrego con cierto tono despectivo.
- No sabes lo que dices…- murmuró Gliese, poniéndose de pie en el acto, como azuzada por una urgencia que Gèneve, al principio, no entendió.
En ese momento varios tacones de metal se empezaron escuchar en las escaleras. Hicieron su aparición varios caballeros dorados: Camus, shura, y milo.
Milo miro a Gèneve de forma evaluativa.
- ¿tú quien eres?- dijo milo con cierto tono despectivo en la voz
- Gèneve Bidderford-dijo ella extendiendo la mano.
Milo la volvió a mirar de arriba abajo, ella sintió un extraño cosquilleo en el estomago, ya que se sentía desnuda frente a la mirada retadora de aquel.
- eres muy bajita.- Se burlo el dorado.
Su cara se puso del color de sus cabellos, se mordió el labio y respiro hondo, intentando hacer de tripas corazón. Pero su carácter se lo impedía. Se paro de un salto, y se puso al frente de milo
- ¡Mira, imbécil, no viaje por la mitad de Europa, para que un pobre tonto como tú me venga a recordar mis problemas de estatura!- grito Gèneve
La reacción no se hizo esperar: Camus enarcó las cejas, shura ahogó una risa y milo… milo se enardeció y lanzo una bofetada que dejó a Gèneve sentada en el suelo junto con su orgullo.
- Calla la boca si sabes lo que te conviene, aprendiz: la primera regla del santuario es el respeto. Si quieres conservar tu pequeño y endeble cuerpecito en buen estado, aprende a hacer de tripas corazón- dijo mientras le dirigía una mirada fulminante.
Gèneve se volvió a poner roja. Las lagrimas se agolpaban en sus ojos y la sangre le impedía respirar y hablar con naturalidad.
- ¿Ah, sí?... ¿Y tú quien eres para ordenármelo?- dijo, mientras se levantaba un poco mareada, acariciándose la mandíbula y haciendo un esfuerzo bárbaro para evitar que le saliera la voz quebrada.
Otro bofetón. Geneve no se cayó ésta vez, pero sí dejó escapar un gemido. Alzó su mano en señal de que iba a darle la cachetada de su vida pero, cuando tomo impulso, Milo detuvo su mano y acerco su rostro tanto que, si ella se hubiese movido, los labios de santo hubieran rozado con el metal carnoso de su mascara.
- Craso error muñequita, nunca le levantes la voz a un superior… y si te atreves a intentar tocarle, más te vale que seas muy rápida - soltó su mano- Navohara murió hace tiempo, yo soy tu maestro: entra en la casa y organiza tus cosas. Después hablaremos de tu castigo.
Gèneve accedió, en primer lugar porque no se arriesgaba a una mandíbula desencajada y en segundo, porque hasta que su golpeado orgullo no se reparara, no estaba de humor para nada
Adiós Maud, gusto en conocerte-dijo con un susurro mientras entraba a la casa.
Cuando entró a lo que sería su casa por los próximos años, comprendió que se había metido en la boca del lobo…cubierta con algún tipo de aderezo
"Genial, mi maestro me va matar y no tengo manera de huir…Me hubiera quedado en Londres" dijo con un suspiro, para luego añadir con desesperanza y en voz baja:
- Esto se está tornando peligroso.
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Genève: Ginebra en francés. Ginebra es un sustantivo con muchos significados. El primero y mas conocido e el licor es un aguardiente de semillas aromáticas con bayas de enebro y el otro ella esposa de el rey Arturo
Hartún: Maestra de Aldebarán, Santo de Tauro según el fanfiction: Desde el silencio (http/ por Silencemessiah
Burka: Capa larga que estan en obligación de usar las muejres que siguen el culto de el Islam, la burka en una capa hasta los pies que tapa tanto el rostro como el cuerpo, tiene una pequela rejilla a la altura de los ojos y un resorte a la altura de la sienes para tenerla (a eso se debe el mareo de Gèneve, falta de sangre)
Maud: personaje principal de la historia Desde el silencio, por Silencemessiah
